En la Orden, la "prioridad de las prioridades", es la predicación
Sobre las cuatro prioridades apostólicas de Quezon City y de Walberberg (Octubre de 1982)
F. Vincent de Couesnongle, O.P.
Nosotros debemos estar totalmente dedicados a la evangelización de la Palabra de Dios" (LCO cf. Const. Fund., § III), lo que las Constituciones precisan así: "Que los hermanos se sepan enviados a todos los pueblos, creyentes o no creyentes y sobre todo, a los pobres, a fin de procurar evangelizar e implantar la Iglesia entre los paganos e iluminar y confortar la fe del pueblo cristiano" (LCO nº 98). El número siguiente recuerda que si la predicación adaptada (subrayo esta palabra) de la palabra revelada constituye la ley de la evangelización, esto se refiere sobre todo (subrayo igualmente esta palabra) a los que están lejos de la fe (LCO, nº 99 § Los dos últimos capítulos generales (Q. C. nº 15,5 ; Wg nº 7, al inicio) recuerdan, por su parte, que la Orden debe estar constantemente, por su naturaleza, en acto de misión e insisten sobre el hecho de que nuestro carisma responde muy bien a las necesidades de nuestro tiempo. Es de aquí de donde fluyen nuestras cuatro prioridades. Reducir toda nuestra predicación a sólo estas pistas o reservarlas a los especialistas sería igualmente erróneo. Tenemos allí como cuatro caminos o cuatro campos que nuestra predicación ha de tener presente en nuestros días. Es decir, que nosotros, como Hermanos Predicadores, las debemos poner en el primer plano de nuestras preocupaciones hoy día.
¿Qué significan estas cuatro prioridades? ; ¿Qué cambios de mentalidad exigen de nosotros? Quisiera intentar responder a estas dos cuestiones:
1. Qué significan la prioridad de Justicia y Paz hoy día
El Sínodo de los Obispos de 1971 ve en la lucha por la justicia y la participación en la transformación del mundo "una dimensión constitutiva de la predicación del evangelio para la redención de la humanidad y la liberación de toda situación opresiva". Después de 1971, los Papas y los obispos no han cesado de volver sobre esta declaración fundamental.
¿Qué se ha hecho en la Orden? El Capitulo general de Walberberg declara: "Respecto a las dos últimas prioridades (y por tanto respecto de la prioridad de la justicia), algunas provincias y regiones, no todas, han iniciado y continúan haciendo alguna cosa". Algunas ... alguna cosa. No es un tono de triunfo. Cada Provincia debe ver hasta qué punto tiene derecho a figurar entre las que han comenzado a hacer alguna cosa. Salvo excepciones, es cierto que en la Orden y los compromisos en este sentido son tímidos, demasiado tímidos.
Hace algún tiempo presencié un debate con cristianos más o menos marginados pero en relación con los dominicos. ¡Cuántas cosas no habré oído respecto al papel de la Iglesia frente a las injusticias! La Iglesia, decían ellos, no hace nada para suprimirlas, sino que es con frecuencia cómplice cuando no causa. ¿Entonces, cómo podemos nosotros proclamar la Buena Noticia de Jesucristo en estas condiciones?. ¿Cómo anunciarla a los pobres?. Sin duda existen cristianos que huyen de nuestras Iglesias cuando en ellas se hace alusión, a veces torpemente a unos problemas que les acusan a ellos. Pero existen, también, personas que van con preferencia a las iglesias de los dominicos porque en ellas saben que los pobres son allí defendidos y no temen alarmar la conciencia de los fieles a este respecto. ¿De qué lado estamos nosotros?
Me parece que la Orden debe promover la justicia de tres maneras: con las "obras de caridad", con la palabra y, finalmente, con el estudio de las causas y medios a usar para cambiar la situación.
La más extraordinaria de estas obras de Caridad hoy día es la que hace Madre Teresa de Calcuta. Con sus innumerables hermanas ella es testimonio de la misericordia de Cristo y desengaña a mucha gente. Pero por muy admirable que sea este trabajo no es eso lo que acabará definitivamente con las estructuras inhumanas.
¿El estudio de las causas y de los medios a usar para cambiar el mundo ?. Se relaciona con la política cultural de la Orden de la que ya hemos hablado. Demasiado pocos son, por desgracia, los Institutos y los Centros dominicanos que estudian, de modo sistemático y científico, tal o cual aspecto de estos problemas.
Pero quisiera insistir sobre lo que nosotros debemos hacer a nivel de la palabra y la predicación. Yo estaba en Manila en el momento del viaje de Juan Pablo II en marzo de 1981. Me he sentido impresionado por todo lo que dijo allí. Lo veo hasta como un modelo de evangelización para hoy. En este país; del que se conoce la situación política y social, no ha tenido ningún miedo en denunciar la miseria de una gran parte de la población y de hostigar sus causas. ¿ Pero cuántos se atreven en la Orden?. Muchos de nosotros no hablan prácticamente nunca de estas cuestiones. ¿Cuántos por el contrario explican estas cuestiones a los que les escucha? ¿Cómo explicar este gran silencio?
Muchas cosas me llaman la atención y os las confío:
* No vemos con suficiente claridad cuál es el papel exacto de la Iglesia en este campo ni lo que el sacerdote puede y debe decir sin ser acusado de "hacer política". Denunciar de una manera concreta un abuso (pues las generalidades y las abstracciones no sirven prácticamente para nada) tiene con frecuencia una "incidencia política" (el mundo está hecho así), pero esto no es "hacer política" de manera partidista.
* Los sufrimientos y los gritos lejanos no nos afectan. Es necesario tomar contacto con los lugares o, al menos, escuchar a aquellos que conocen los ambientes reales. Durante mis visitas, he tenido la ocasión de reunirme con dominicos que viven y trabajan en barrios. Me han hecho confidente de sus experiencias. Toda Provincia debería tener religiosos que se consagren a un "sector de miseria". Cuando expongan lo que ven, sienten y sufren serán para sus hermanos y para toda la Provincia como una invitación constante a tomar parte en este campo.
* No se habla por miedo a equivocarse. Pero entonces nuestro deber seria el de informar, consultar, trabajar sobre estas cuestiones solos o en equipo. Pensemos en Las Casas en América Latina y en Vitoria que, en Salamanca, acogía sus problemas y les daba las respuestas necesarias.
* En fin, se puede tener miedo a que nuestros oyentes habituales se alejen de nuestros conventos y de nuestras iglesias. Pienso en una Provincia que, en una situación muy delicada, ha fundado un periódico que hacia responsables a unos de sus amigos. Muchos de ellos se alejaron. La situación económica del convento se vio muy afectada. No olvidemos que después de santo Domingo, la pobreza dominicana pasa por la opción de nuestros ministerios apostólicos.
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