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Cuaresma

La cuaresma la coloreamos con tintes oscuros. Todo el colorido de los días anteriores, del carnaval, se diluyen en un morado un tanto sombrío, que es el color litúrgico de este tiempo. Es cierto que en tiempos anteriores una espiritualidad cargada de culpa y negros augurios la hacían no sólo oscura, sino tenebrosa. Ahora, no podemos reaccionar de manera pendular y prescindir del lado sombrío de nuestra vida. Faltaríamos a la verdad, continuaríamos con el disfraz engañoso del carnaval. Nuestra vida la hemos de ver en referencia a la de Jesús de Nazaret. Es lo que pretende la Cuaresma. En esa vida existe dolor y muerte. Nada de eso lo podemos trivializar. Su muerte no fue un trámite camino de la Resurrección, de modo que fuera irrelevante que tantas manos se alzaran contra su vida. Tampoco podemos negar el lado oscuro de la historia de cada uno. Es nuestro, muy nuestro. Existen razones para dar espacio a lo sombrío de nuestro vivir.

Ahora bien, lo que no es cristiano es que todo termine con un final infeliz. Aunque éste existiera: la cruz de Cristo. No se puede olvidar la Resurrección de Cristo, ni la nuestra. la Cuaresma como tiempo litúrgico es presenta como preparación a la Pascua de Resurrección. Una Pascua que celebra con la resurrección de Cristo, nuestra propia resurrección. Pero ¿de qué vamos a resucitar si no detectamos los signos de muerte que existen en nuestra vida? ¿Cómo aparecer como la nueva creatura pascual que simboliza el bautismo, si no examinamos lo viejo de ella? ¿Cómo llegar a la gracia de la salvación, si no tenemos presente el pecado que nos condena?

Si algo es necesario evitar en Cuaresma es la frivolidad y el engaño del carnaval. Es momento de vernos tal como somos a la luz de aquello a lo que estamos llamados a ser. La conversión es la actitud cuaresmal por excelencia. Una conversión que exige seriedad, porque no es un arreglo de rostro, un ligero lavado, sino una purga interior, que nos permita alimentarnos de lo que realmente nos hace crecer. Exige detectar lo efímero, con apariencias de imprescindible, que se nos impone, y encontrar tiempo para buscar los bienes del cielo, los que nos hacen personas resucitadas: el amor, la intimidad con Dios, la búsqueda de la verdad, lo auténticamente humano. Lo que triunfa con la resurrección de Cristo. Sin Pascua la Cuaresma carece de sentido. Sin Cuaresma, la Pascua es una frivolidad.


Fray Juan José de León Lastra
Licenciado en Teología





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  • Cuaresma

Comenzamos hoy la cuaresma con el gesto de la imposición de la ceniza. Es una forma muy plástica de tomar conciencia de nuestra condición de peregrinos, de que estamos de paso. Y, en nuestra peregrinación, no todo lo hacemos bien, porque somos limitados por humanos, y, a veces, prevalece excesivamente nuestra humanidad.

Siempre nos viene muy bien echar un vistazo a los bajos fondos del corazón. Sin darnos cuenta y con las prisas de la vida, vamos acumulando mil trastos inútiles que, en el mejor de los casos, no sirven para nada. A veces, en lugar de trastos, son actitudes, posturas, gestos, que, bien mirados, no son nada evangélicos. Cuaresma puede ser la ocasión, el tiempo oportuno, para hacer esta limpieza que nos permita seguir nuestra peregrinación “ligeros de equipaje”.

  • Ceniza y conversión

El gesto simbólico propio de este día es la imposición de la ceniza, gesto que apunta a la conversión: “Conviértete y cree el Evangelio”. La ceniza simboliza nuestra condición de personas pecadoras, que, por medio de este gesto, nos abrimos ante Dios y ante los hermanos confesando nuestras culpas. Expresamos, también, nuestra voluntad de conversión, de cambio de mentalidad, con la esperanza de poder ir muriendo al pecado y resucitar, luego, con Cristo en la Pascua. La ceniza es el símbolo que acompaña al pueblo de Dios como manifestación pública de la conversión individual.

  • Triple dirección de la conversión cuaresmal

La dirección de la conversión cuaresmal, siguiendo a Jesús en el Evangelio de hoy, es triple: la limosna, la oración y el ayuno.

La limosna apunta hacia los demás, hacia los que tienen menos o son, en el sentido que sea, menos que nosotros. Se puede concretar económicamente ayudando a los pobres, y se dirige con tanta o mayor urgencia hacia los necesitados personal, familiar o socialmente. Gestos como perdón, acogida, compartir, ejercer auténtica solidaridad y caridad con los otros, son limosnas más urgentes que nunca. Es dar y, sobre todo, darse a los otros, implicándose en sus vidas.

La oración apunta hacia Dios. Empieza en la escucha de su Palabra, continúa en una relación personal y familiar con Dios y acaba en el gesto de hacerle un hueco en nuestra vida.

El ayuno apunta hacia nosotros mismos, hacia la renuncia al exceso, al consumismo. En contacto como estamos con la perla, con el tesoro, el ayuno invita a abandonar valores secundarios para poner nuestro corazón en los trascendentales y eternos. El camino hacia la Pascua habrá de hacerse con lo mínimo, sólo con lo necesario. Se trata de subordinar lo que estimábamos necesario ante el proyecto del Reino al que nos convoca Jesús.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino




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