Estamos ante el misterio Pascual, estamos estupefactos ante el misterio de la redención, miramos con alegría y esperanza al resucitado, aún no comprendemos bien a bien este nuevo amanecer. Más aun así nos abrazamos al evangelio de la cruz y nos animamos a proclamar que el sepulcro esta vació.
La Fe es el combustible, nuestro esfuerzo dará frutos de vida eterna en tanto nos acojamos a ÉL, el Rey de Reyes y Señor y de Señores. Nuestra confianza encuentra en Él lo esencial para caminar una vez más, pero ya no en tinieblas, sino guiados por el faro de Luz que es la resurrección que da sentido a nuestra existencia.
Abramos nuestros brazos a la esperanza y a la caridad, no dejemos que una vez más este renacer en Cristo se transforme en una postura más, en una ideología que nos ponga otra vez en contra de nuestros hermanos, nada peor que repetir la historia de Caín y Abel, nada peor que ser responsable de la sangre de aquellos que se extravían por culpa de nuestro testimonio mal encausado y considerado solo dentro de la perspectiva de que solo nosotros tenemos la razón. Jesús abrió sus brazos en el madero de la Cruz buscando abrazar al mundo entero, pues Dios solo quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, el Señor dice el Salmista muestra su dolor más desgarrador ante sus hijos cuando estos mueren en el pecado. ¿Y nosotros?
En ocasiones pareciera que disfrutamos el crear enemigos a Dios (Sobre todo creamos enemigos en aquellos que no piensan como nosotros), cuando Dios no tiene enemigos, pues poca seria su gloria si Él se rebajara a contender con quien de antemano está en la franca derrota (Enemigos tiene quien contiende y está en igualdad de condiciones, el mal ni de broma está al nivel de DIOS), solo tenemos a quien odia a Dios, a quien odia a su Iglesia, pero a nosotros, no nos es permitido odiar sino solo el ser perfectos como nuestro Padre en el cielo y orar por esos que nos odian, es más ¡debemos amarlos!. Aborrecemos al pecado, mas no odiamos, pues odiar es ir en contra de la persona, en contra del prójimo. Como dice lo ya conocido, aborrecemos al pecado, más amamos al prójimo.
Abre tus brazos, haz abrazado el madero de la Cruz, hoy es el tiempo de abrir de nuevo los brazos impregnados del olor de Cristo y buscar al otro, pues solo en el otro, en el prójimo, podemos encontrarnos a nosotros mismos despojados del egoísmo que generalmente nos envuelve.
Hoy, en esta época de reflexión, pero sobre todo en este momento de gozo. ¡Abre tus brazos!
Tu hermano en Cristo. Alberto.OP
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