Parte de la teología que estudia el dinamismo que produce el Espíritu en la
vida del alma: cómo nace, crece, se desarrolla, hasta alcanzar la santidad a la
que Dios nos llama desde toda la eternidad, y transmitirla a los demás con la
palabra, el testimonio de vida y con el apostolado eficaz.
Por tanto, se busca doctrina teológica y vivencia cristiana. Si sólo optara por
la doctrina teológica quitando la vivencia, tendríamos una espiritualidad
racional, intelectualista y sin repercusión en la propia vida. Y si sólo optara
por la vivencia cristiana, sin dar la doctrina teológica, la espiritualidad
quedaría reducida a un subjetivismo arbitrario, sujeta a las modas cambiantes y
expuesta al error. Así pues, la verdadera espiritualidad cristiana debe
integrar doctrina y vida, principios y experiencia.
Así ha sido el testimonio de los santos. Santa Teresa de Ávila dice: “No
diré cosa que no la haya experimentado mucho” (Vida 18, 7; Camino, prólogo 3). Pero
ella valoraba también mucho el saber teológico: “No hacía cosas que no
fuese con parecer de letrados” (Vida 36, 5). Y decía: “Es gran
cosa letras, porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y nos dan luz, y
allegados a verdades de la Sagrada Escritura hacemos lo que debemos. De
devociones a bobas líbrenos Dios” (Vida 13, 16).
Hay varios peligros y errores en la búsqueda de una auténtica
espiritualidad.
a) Por una parte, la ignorancia en los temas
espirituales es grande y a veces lleva a que cada quien se forje su propia
espiritualidad, su propio criterio. Se suele dar por supuesto que la conciencia
y la mente están siempre bien formadas, y se sabe muy bien discernir lo bueno y
lo malo. Pero, a decir verdad, no siempre es así.
b) Por otra parte, están también los que ofrecen doctrinas
falsas o mediocres en temas espirituales. No es raro en temas de
espiritualidad un subjetivismo arbitrario, que no se interesa por la
Revelación, el Magisterio, la teología o enseñanza de los santos. Se contentan
con seguir sus propios gustos y opiniones. Serán falsas todas aquellas
espiritualidades que no conducen a la perfecta santidad y al compromiso
apostólico, produciendo cristianos cómodos, sabihondos, soberbios intelectuales,
o con ideas confusas, extravagantes y etéreas...que va sacando de la chistera
un malabarismo pseudoespiritual, que intenta agradar y hacer reír a su público,
ávido de espectáculo y de la comezón curiosa. Ya lo decía san Pablo: “No
soportan la doctrina sana; sino que, según sus caprichos, se rodean de maestros
que les halagan el oído” (2 Tm 4, 3). ¡Qué bueno es tener buenos guías
espirituales! San Juan de la Cruz recomienda mucho “mirar en qué manos
se pone, porque cual fuere el maestro, tal será el discípulo” (Llama de amor
viva, 3, 30-31). Y santa Teresa confiesa que “siempre fui
amiga de letras...gran daño hicieron a mi alma confesores medio letrados,
porque no los tenía de tan buenas letras, como yo quisiera...Buen letrado nunca
me engañó” (Vida 5, 3).
¿Hay una o varias espiritualidades?
a) La espiritualidad cristiana es una sola si consideramos
su substancia, la santidad, la participación en la vida divina
trinitaria, así como los medios fundamentales para crecer en ella: oración,
liturgia, sacramentos, abnegación, ejercicio de las virtudes todas bajo el
imperio de la caridad. En este sentido, como dice el concilio Vaticano
II, “Una misma es la santidad que cultivan, en los múltiples géneros de
vida y ocupaciones, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios” (Lumen
Gentium 41a)....”Todos los fieles, de cualquier estado y condición, están
llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad”
(40b). Y en el cielo, una misma será la santidad de todos los
bienaventurados, aunque habrá grados diversos.
b) Las modalidades de la santidad son múltiples, y por tanto las
espiritualidades diversas. Podemos distinguir espiritualidades de época
(primitiva, patrística, medieval, moderna); de estados de vida (laical,
sacerdotal, religiosa); según las dedicaciones principales (contemplativa,
misionera, familiar, asistencial, etc); o según características de escuela
(benedictina, franciscana, ignaciana, etc.).
La infinita riqueza del Creador se manifiesta en la variedad inmensa de
criaturas: miles y miles de especies de plantas, animales, peces, minerales.
También las infinitas riquezas del Redentor se expresan en esas innumerables
modalidades de vida evangélica. El cristiano, sin una espiritualidad concreta,
podría encontrarse dentro del ámbito inmenso de la espiritualidad católica como
a la intemperie. Cuando por don de Dios encuentra una espiritualidad que le es
adecuada, halla una casa espiritual donde vivir, halla
un camino por el que andar con más facilidad, seguridad y
rapidez; halla, en fin, la compañía estimulante de aquellos
hermanos que han sido llamados por Dios a esa misma casa y a ese mismo camino.
Hoy se da en la Iglesia un doble movimiento: por un lado, una tendencia
unitaria hace converger las diversas espiritualidades en sus fuentes
comunes: Biblia, liturgia, grandes maestros. Por otra, una tendencia
diversificadora acentúa los caracteres peculiares de la espiritualidad
propia a los distintos estados de vida, o a tales movimientos y asociaciones.
La primera ha logrado aproximar espiritualidades antes quizá demasiado
distantes, centrándolas en lo principal. La segunda ha estimulado el carisma
propio de cada vocación, evitando mimetismos inconvenientes.
Ciertos radicalismos deben ser indicados en este punto:
Un exceso unificador: lleva en ocasiones a difuminar las espiritualidades, ignorando los diversos carismas, rompiendo tradiciones valiosas, desvirtuando la fisonomía propia de las diversas familias, regiones, escuelas. Así se llega a una espiritualidad única para adolescentes, cartujos, madres de familia, párrocos o jesuitas. Es un empobrecimiento.
Un exceso unificador: lleva en ocasiones a difuminar las espiritualidades, ignorando los diversos carismas, rompiendo tradiciones valiosas, desvirtuando la fisonomía propia de las diversas familias, regiones, escuelas. Así se llega a una espiritualidad única para adolescentes, cartujos, madres de familia, párrocos o jesuitas. Es un empobrecimiento.
Un exceso diversificador: radicaliza
hasta la caricatura los perfiles peculiares de una espiritualidad concreta; se
apega demasiado a sus propios métodos, lenguajes, modos y maneras; absolutiza
lo accidental y relativiza quizá lo esencial; pierde armonía evangélica y
plenitud de valores. Así se produce un ambiente espiritual cerrado, aislado.
Los integrantes de círculo tan cerrado se mostrarán incapaces de colaborar con
otros fieles o grupos cristianos. Es también un empobrecimiento.
Conclusión
Sola es universal la Espiritualidad de la Iglesia que tiene en la sagrada
liturgia su principal escuela, abierta a todos los cristianos. Todas las demás
espiritualidades acentúan más ciertos valores cristianos y menos otros: una es
metódica y reglamentada, otra tiene pocas reglas; una insiste en la oración
litúrgica, otra usa más las devociones populares...Ninguna puede presentarse
como absoluta para todos los hombres. La Espiritualidad de la Iglesia Católica
trata de ser equilibrada entre doctrina y vivencia, entre teoría y práctica,
entre contemplación y apostolado.
Autor: P. Antonio Rivero, L.C.
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Publicado por Angie Liz.
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