la grandeza de Dios en ocasión de una gran aurora boreal. M. V. Lomonosov (1712-1765).
Su rostro esconde el día;
Los campos cubrió la lúgubre noche;
Subió a los montes la sombra negra;
Los rayos se inclinaron de nosotros,
Se abrió el abismo pleno de estrellas.
Las estrellas son incontables y el abismo – sin fondo.
Como un grano de arena en olas del mar,
Como pequeño destello en eterno hielo,
Como un polvo fino en potente torbellino,
Como una pluma en voraz fuego:
¡Así en este abismo estoy hundido,
Me pierdo de pensamientos cansado!
Las bocas de los sabios nos dicen:
Allí hay numerosos mundos diferentes;
Incontables soles arden allí;
Allí hay pueblos y círculo de siglos;
Para la común gloria de la Deidad,
Allí es igual la fuerza del ser.
Pero ¿dónde está tu ley, naturaleza?
¡Desde el norte se levantó la aurora!
¿No sería que el sol fija allí su trono?
¿No tiran el fuego mares helados?
¡Es que una llama fría nos cubrió!
¡Es que de noche, el día sobre la tierra entró!
O, vosotros, cuya rápida mirada
Atraviesa el libro de leyes eternas,
Para quienes el signo de objeto pequeño
Revela la regla del ser, –
Les está conocido el camino de todos los planetas:
Digan ¿qué es lo que nos admira tanto?
¿Qué es lo que manda de noche un claro rayo?
¿Qué es lo que golpea al firmamento con fina llama?
¿Cómo un rayo sin amenazantes nubes
Se dirige desde la tierra hacia el cenit?
¡Cómo puede vapor congelado
Generar en invierno un incendió!
Allí discute la espesa niebla con el agua;
O brillan los rayos del sol,
Inclinándose hacia nosotros a través del aire espeso;
O arden las cimas de aguas espesas;
O en el mar dejó de soplar el zefir.
Y olas lisas golpean al éter.
Vuestra respuesta está de dudas llena
Sobre lo que está alrededor de lugares cercanos;
Digan ¿cuán extenso es el mundo?
¿Y qué hay mas allá de estrellas menores?
Es desconocido para vosotros el fin de las criaturas:
Digan, aunque sea, ¿cuán grande es el Creador?
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