EL LAICO DOMINICO....
...¿UN LAICO PREDICADOR?
...¿UN LAICO PREDICADOR?
Héctor Mundujano
El gran reto para la Orden de Predicadores en los próximos años estriba en que nosotros sepamos consolidarnos como Familia Dominicana mas allá de su definición o estructura organizativa, haciéndola realmente vida desde nuestra real, alegre y fraterna convivencia, desde el saber compartir juntos nuestro carisma, celebrando, estudiando y orando, con la visión de también saber contemplar juntos la verdad en Dios y la realidad que nos rodea en las muy diversas sociedades en las que ya estamos presentes, en aquellas en las que hemos puesto nuestros ojos en el horizonte o en las que de pronto se convierten por su llamado, en el reclamo de nuestra presencia. y en consecuencia llevando a esos espacios lo contemplado por medio de la misión conjunta de la Predicación.
Pero hay que entender que esto solo podrá pasar de los buenos deseos a la realidad, si lo hacemos vida en cada uno de nosotros en nuestro actuar de todos los días, es decir que mas allá de las declaraciones de los Capítulos y diversos documentos, que aunque que son muy importantes en su contenido y su propuesta, es necesario que todos asumamos y estemos convencidos, de que la vida y la existencia de la Familia Dominicana no se dará por decreto, ni es responsabilidad solo de quienes tienen las funciones directivas, sino de que en cada región, en cada casa y en cada pequeño barrio en donde se encuentren dominicos, surge la oportunidad de ser Familia y somos nosotros quienes lo hacemos realidad o no.
Es ahí donde cobra vida o fracasan todos los esfuerzos, todas las posibilidades, todos los pronunciamientos, por ello en ese encuentro de dos predicadores, si ambos tienen claro lo que nos une, el conocimiento del otro y lo que cada uno tiene como sello propio de la rama a la cual pertenece, la presencia dominicana en ese lugar puede crecer realmente a otras dimensiónes, será una gran comunidad, mas completa y con una visión integral de la realidad . Surge la posibilidad de aprender a compartir, convivir y entender juntos la misión. En ese momento nuestra vocación Dominicana encuentra razones de retroalimentación y realización mas plena.
Este reto reclama de aprender a organizar, revisar y proyectar con gran agudeza e inteligencia. Pero nos debe quedar muy claro que esta síntesis solo se dará si cada rama de la familia es capaz fundirse como una sola unidad en la misión, pero sabiendo preservar con claridad las características, los principios y la identidad del brazo de la Familia Dominicana a la que pertenece. Un laico que pretenda ser un pseudo fraile o una pseudo religiosa, estaría dejando de aportar lo que de su carácter laical requiere el proyecto, en vez de correr hacia las ciudades y a los espacios de la sociedad en donde se reclama su presencia, se ubicaría en los conventos haciendo las tareas que en realidad nuestros frailes y religiosas tienen ya en su agenda. Se necesita un ejército de laicos “Predicadores” para la gran misión. Dominicos convencidos de ser laicos en medio del mundo. Cuan urgente es la promoción de vocaciones para el laicado dominicano y darles la formación específica de su ministerio laical.
La riqueza de nuestra diversidad está en nuestra pluralidad, la cobertura de los espacios, tanto geográficos como culturales, requieren de que cada uno de nosotros demos fruto desde donde pertenecemos. Por eso hay que fortalecer los porqués y la importancia de cada vocación,. “el gran proyecto de predicación” requiere ser abordado desde cada uno de esos segmentos que conforman nuestra familia. Que cada dominico viva con intensidad la importancia de haber decidido ser fraile, miembro de algún instituto secular o monja, religiosa de vida activa o laico. Porque desde cualquiera de cada uno de esos espacios puede vivir con plenitud su dominicanismo. La Misión necesita de todos y ninguno puede faltar a la cita que con el presente hoy tenemos, vivir de forma tal, que en nuestro actuar en común seamos uno sin olvidar que en las sanas diferencias y en la pluralidad está nuestra riqueza.
Desde ese esquema, podemos volver a las fuentes vivas de nuestros origenes, podemos retomar los principios para darles una fresca y nueva vigencia en el presente. Ser predicadores es la clave y la razón de nuestra vocación, al mismo tiempo es propuesta, solución y respuesta, es la tarea y es la urgencia.
Ser familia es algo que debe ser bien entendido por todos desde un principio, implica un fortalecimiento del concepto desde nuestra formación, nacemos en familia y esto reorienta nuestro objetivo común que es la misión, también nos permite vivir una misma realidad desde diferentes ópticas. Orar, estudiar, contemplar y predicar se convierten en característica natural de vida de todo Dominico, que va mucho mas allá de las tareas y proyectos apostólicos aislados. Ser familia permitirá el desarrollo de una mejor formación de todos,
Entendiéndolo así, podría hacerse realidad una predicación que se dé, todos los días en muy distintos lugares y desde diferentes personas, donde cada uno le imprime su sello personal por su experiencia y define la diversidad de su auditorio por su presencia, pero siempre con un mismo espíritu. Al ser familia es posible aún ampliar mas los horizontes, por ello comencemos por conocernos, para después complementarnos.
Este texto lo dedico a toda la familia dominicana, especialmente en conmemoración de su primera asamblea que se lleva a cabo en este año, y en donde trabajaremos con gran intensidad. Deseo que el espiritu de Dios ilumine los trabajos, multiplique los esfuerzos y nos permita ver en nuestra familia ese gran espacio desde donde podemos proyectar nuestra misión, descubramos en ella el signo de la oportunidad que en estos tiempos significa para la Orden reconocerse como una familia predicadora y hagamos con ello realidad el sueño inicial de Santo Domingo que inicia su trabajo rodeado siempre de sus frailes, sus religiosas y sus laicos.
Este trabajo aunque enmarcado en el contexto de la Familia Dominicana, va dirigido especialmente a todos aquellos hombres y mujeres que han iniciado por vocación el camino de la vida dominicana desde el laicado. Solo pretende provocar la reflexión y discusión sobre nuestra presencia y la forma en que estamos presentes en el mundo, intenta desarrollar el tema para que en la confrontación en cada laico de esta familia y en cada fraternidad de acuerdo a su realidad particular, se motive la constante revisión y con ello la oportunidad de la renovación, que actualice y defina nuestra presencia en medio de la vida diaria.
Es necesario evolucionar a la velocidad con que cambian las sociedades, es necesario fortalecer la búsqueda del como ser un Laico Dominico que realmente responda a las necesidades del laicado en general, por eso se reclama esta permanente revisión interna que nos permita ajustar e impulsar nuestra acción.
Nuestro glorioso laicado Dominicano, por muchos años estuvo enmarcado en los espacios de Ordenes Terceras, tan elogiados por Papas como Pio XII, pero que en su sentido básico gestaba mas un laicado que de forma prioritaria trabajaba mas el objetivo de una santificación personal por medio de una vida de fe mas personal e íntima, a través de personas que en su conversión proveían al mundo del ejemplo a seguir en una vida mas cerca de Dios y de su presencia en los Templos, desde ahí se desarrollaron además algunos apostolados importantes, algo bueno y suficiente en su momento.
Los escenarios y con ello las necesidades han cambiado. Los hombres y mujeres de hoy reclaman de respuestas mas convincentes, actitudes mas claras y coherentes, menos dogmas y mas vida, de mas acompañamiento y presencia. El acceso a ellos demanda una habilidad de nuestra parte para crear las oportunidades en medio de los escasos tiempos de que dispone, y de manera importante nuestra actitud de apertura y respeto, que se convierten en requisitos indispensables para entablar el diálogo.
Un diálogo sin condiciones ni amenazas. La Predicación de Jesús era esa constante invitación a la búsqueda y la reflexión, Sus ejemplos (parábolas) eran esa accesibilidad de adecuar lo mas profundo al lenguaje sencillo de quienes le oían, su itinerancia era signo de estar convencido de que había que ir a ellos y no esperarles en el templo, su valor y su capacidad para cambiar y hacer propuestas distintas nos hablan de su apertura, tuvo mas confianza que temores. Manifestó siempre mas misericordia que enjuiciamientos, siempre ofreció a quien aparecía en su encuentro la oportunidad de volver a empezar sin mas condición que el querer hacerlo. Hablar de un laicado dominicano actual significa entender que hay que salir en busca de todos, con esa visión que en el ejemplo de Jesús tenemos, y permitir que ese mensaje sea escuchado por todos, descubrimos ademas que por nuestra vocaión y carisma, que en nuestro nombre está nuestra misión. Un Laico Dominico es un Laico Predicador.
Por ello ese laico Dominico alcanza su santidad todos los días y en todos sus espacios. desde su tarea de anunciar la palabra de Dios a través de la predicación y con una vida coherente con lo que anuncia, su razón de ser son los cientos de miles de personas que lejos de Dios le buscan o que aún no le conocen, ellos son el destino de su predicación especialmente los que se han alejado, los que ya no vienen a los templos. Para lograrlo se fortalece en el estudio, en la oración y los sacramentos, que le son medios y no fines a alcanzar, contempla la verdad de Dios en la oración y contempla la realidad de su mundo con la razón y con los ojos de la caridad, para después llevar a los demás lo contemplado.
Pero para poder entender el concepto de Predicación desde el laicado, en este texto se intenta desde un análisis general proponer vías que fundamente y desarrollen nuevas formas para nuestra misión, es un hecho que si logramos en cada uno de nosotros Laicos Dominicos un Laico Predicador, nuestra aportación a la familia Dominicana será mas plena y se podrá responder a lo que el proyecto y la gran misión espera.
Para las fraternidades que ya existen es una invitación a la apertura, a que nuestras puertas permitan el paso a nuevas y variadas formas de expresión laical, y veamos en las nuevas propuestas ejemplos que nos ayuden, a que no tengamos miedo a la transformación, a que nuestros signos y nuestro lenguaje sea cada día mas laical, sea mas legible a los ojos de los hombres y mujeres de hoy. A que entendamos que hay signos que a la luz de los nuevos tiempos quizá no son legibles a los ojos del hombre de hoy, estos signos aunque sean entendidos por nosotros, pueden proyectar al mundo la idea de que nos hemos quedado en el pasado y que poco podremos entender de su presente.
Sabemos que no es fácil cambiar, pero el futuro nos reclama continuar, son mas de doce siglos de un laicado brillante, lleno de ejemplos con Santos y Beatos laicos dominicos, con laicos que desde espacios científicos y culturales han dado luz de nuestro carisma al mundo, como esos tres premios Nobel que el laicado Dominicano tiene en su historia, o esos grandes participantes comprometidos en la política de su país, todo esto nos han dado ejemplos de lo que este laicado puede llegar a alcanzar. Pero esto solo fue posible porque se atrevieron a cambiar y a ser una presencia distinta en el mundo, comprometidos con su sociedad, con su época y plenos de su relación con Dios.
Al mismo tiempo estos párrafos pueden ser a los ojos de cualquier otro laico, la oportunidad de conocer que en su Iglesia, hay también estos espacios de desarrollo, en donde puede descubrir una interesante y comprometida forma para seguir a Jesús de Nazareth, desde la vida Dominicana.
Decíamos en la Introducción, que la Familia Dominicana requería de unirse desde las diversidad de sus espacios y que para lograr esto era menester conocernos mejor, por ello lo que en este libro se escribe, es también una oportunidad para reflexionar en torno al laicado desde otras ramas de la familia, al hacerlo permitirá que la aportación y apoyo que desde esas otras entidades se dé a los laicos, sea mas clara y objetiva y como familia nos permita favorecer la transformación de nuestras hermandades hacia comunidades mas abiertas, plurales y coherentes con el mundo de nuestros tiempos, de forma tal que sean éstos, espacios atractivos y puedan responder al tamaño del reto al que estamos llamados. Que seamos capaces de crear en cada hermandad y en muchas mas que podremos formar, un lugar a donde convocar a muchos hombres y mujeres que requieren de orar, aprender y compartir con los demás el evangelio que han descubierto. De ser escuchados y entendidos. Compartamos nuestra riqueza al mundo desde nuestro carisma.
Visión de la Realidad de hoy
Para entender al laicado en general, destino de nuestra predicación, es necesario siempre intentar conocer la realidad que vive todos los días, con mas ojos de comprensión y entendimiento y no desde la árida crítica, el análisis enjuiciador o el lamento por la trágica realidad que vive en el mundo.
Para cualquier Dominico es la oportunidad de compartir con los desesperanzados el signo de la esperanza, porque sabemos que no estamos solos, Dios con nosotros nos basta, y su palabra nos consuela y nos alienta. Convencidos que mientras no enfrentemos la problemática con propuestas de solución, nosotros seremos parte del problema y nos es muy calro que debemos ser parte de la solución.
Santo Domingo con su alegría y su compasión fue un hombre de respuestas y trabajo, arriesgado para dispersar a sus frailes cuando apenas eran unos cuantos, atrevido para proponer a su Iglesia un modelo distinto al existente con la propuesta de formar una Orden de predicadores, valiente para enfrentar los peligros, visionario para trabajar con frailes, religiosas y laicos desde un principio, dispuesto cambiar los métodos y dejar atrás los caballos, los carruajes para entrar a pie y convivir con los que se habían alejado, Inteligente para saber que formar a quienes vivían en la confusión era el camino válido para su reconversión y no desde la amenza de la institución o la conversión por terrorismo.
Domingo hombre conocedor del evangelio, que vivió desde el evangelio y que supo inculturarse entre los hombres y mujeres de su tiempo, Domingo quien enfrentó retos nada fáciles, El hombre que supo buscar la verdad apoyándose en la reflexión, el estudio en los libros, en la oración y en la realidad de los que le rodeaban. Es el mejor ejemplo para enfrentar la realidad de hoy.
Sin embargo arribamos a tiempos distintos en donde lo vertiginoso de las transformaciones se acentúa aún mas, los cambios que hemos experimentado en todos los ámbitos en los últimos 10 años, son mucho mayores en cantidad y en importancia que los generados en los últimos cien y estos mucho mas que en los últimos mil. Estos cambios han modificado sensiblemente todo lo que rodea al ser humano, es más ha modificado el perfil del hombre de hoy, impacta su visión de la realidad y no deja de influir en su conducta, pero la reflexión mas importante en torno a esto no es donde estamos, sino hacia donde vamos.
La velocidad con la que fluye la información, lo variante de los proyectos económicos, la problemática que embate a la estructura familiar, la búsqueda de la verdad en sociedades matizadas por la cultura del engaño, el reclamo de una vida mas justa, la automatización de los procesos laborales, la multiplicación de nuevos movimientos religiosos, la falta de tiempo para vivir y pensar en temas de la fe, los avances científicos que reclaman hoy un marco de legislación ética etc. Nos ponen de cara ante un gran reto. Nuestra presencia se debe multiplicar, en su calidad y su cantidad, debemos abordar ya no solo los espacios geográficos, sino también los espacios científicos, sociales y culturales.
Sociedades que han expulsado a Dios de sus proyectos, por cualquiera que sea la causa se han posicionado sin darse cuenta en espacios de confusión, las razones para existir no encuentran una respuesta total en la tecnología, la filosofía y los patrones de vida adoptados en los últimos años. Existe mucha violencia, muchas rupturas y mucha marginación. Los esquemas económicos han olvidado aspectos fundamentales como el término “del bien común” y no se tienen realmente claros los conceptos de exigencia hacia una sensibilidad de los derechos humanos. Los espacios de familia están en crisis. En consecuencia hay tintes de soledad, de desesperación, de confusión. No se podemos asumir la posición facilona de echarle la culpa a la ciencia y a la tecnología, sino de dar vías a la búsqueda de lo trascendente con la fé sin desdeñar la razón, desde una fe que no se conflictúa con el conocimiento humano, con una fé que no invita a huir del mundo para buscar las nubes celestiales, sino por el contrario con una fé que nos remita a insertarnos plenamente en la vida del hombre y su mundo.
Pero este panorama y este tipo de retos para un Dominico, lejos de ser una razón para la depresión o el lamento, es un motivo para definir acciones. Precisamente para esos momentos hemos sido convocados. Esquemas similares, claro que con las peculiaridades de esa época rodearon a nuestro fundador, lo que provocó en el gran predicador, respuestas eficaces y no solo buenos deseos y proyectos.
La predicación fue la gran herramienta, siempre apoyada por una intensa vida de oración, una formación clara y una sensibilidad por el “otro”, producto de la capacidad de saber ver la realidad con los ojos del amor compasivo de Domingo.
En la tarea de los laicos de nuestra Iglesia, hoy aparece con rango de prioridad impostergable, el manifestar su juicio y su formación no solo para opinar o generar opinión, sino que se espera una participación con una actitud proactiva y no solo reactiva ante la transformación de las sociedades contemporáneas, los tiempos modernos nos presentan el reto y la oportunidad . Hay tópicos que reclaman esas voces, que lejos de ser dogmáticas e intransigentes se presenten con las herramientas de la razón y de la Fé. Presentando alternativas ante temas como la manipulación genética, los derechos de la mujer y de los niños, la distribución de la riqueza, los procesos laborales, la democracia, la justicia social, las familias disfuncionales etc.
Hoy nuestra Iglesia necesita de respuestas frescas, de una presencia distinta, de un acompañamiento distinto, de una mas convincente razón para vivir la fe, de una coherencia mucho mas clara entre lo que decimos y lo que hacemos. Hay tintes de una realidad de abandono, la búsqueda de la verdad es urgente, pero para esa búsqueda se requiere de respuestas veraces, contundentes y lógicas.
Y cuando hablamos de eso “que requiere” nuestra Iglesia y el hombre moderno, también implica bajar de lo cualitativo a lo cuantitativo, significa que se necesita de mucha calidad, pero también de mucha presencia, de una mayor cercanía. Requiere de llegar a mas espacios e inculturarse en ellos, estar de muchas formas con la gente, responder de muchas formas a las diversas sociedades, entender y comprender con mucha mas apertura las realidades de cada uno de ellos. Para partir de donde están y no desde donde creemos que deberían estar. Evangelizar las sociedades es hoy, trabajar hombro con hombro con todos para construir un mundo diferente, Domingo se hizo uno con ellos y solo así fue escuchado, porque no se habló desde la tribuna, ni solo desde el púlpito, ni siquiera se puede hablar solo desde “lo que debe ser”.
La capacidad de comprensión que reclaman esas sociedades demandan de nosotros una auténtica apertura y cercanía para compartir el evangelio en el crisol de culturas y visiones que hoy se confunden en medio de las ciudades.
La oportunidad de ser familia nos permite esa diversidad y complemento, la gran cantidad de espacios que requieren de nuestra presencia, reclama que seamos capaces de compartir nuestro carisma y misión con millones de laicos que viven en esas tan diversas sociedades, laicos que entiendan por su vivencia el mismo idioma del mundo, pero que al mismo tiempo descubran nuestra espiritualidad, laicos de casa, con nuestra formación y con no solo una clara visión de nuestra misión, sino con una formación que les provea de las herramientas necesarias para su tarea.
Hay que asumir desde la familia dominicana cual puede ser nuestra aportación y nuestra responsabilidad para proveer una formación accesible y sólida para todos los miembros de la familia, y desde su entidad, como puede ser la que compartamos con el laicado de nuetsra Iglesia. Formación accesible no significa esbosos con matices de formación, superficiales en su contenido, Significa una formación sólida en su Teología y Espiritualidad Dominicana accesible en sus métodos y disponibilidad, formación que comparta los fundamentos y que al mismo tiempo esté orientado a la tarea de formar predicadores. Religiosas de vida contemplativa, de vida activa y laicos mejor preparados, ampliaran de forma importante nuestra capacidad en la Misión. Los métodos modernos y los medios de comunicación nos dan esas posibilidades.
Trabajar con y para el laicado demanda la conciencia de conocer las limitaciones que en lo que se refiere a tiempos el laicado dispone, porque aunque existen algunos laicos que por disponibilidad pueden hasta generosamente misionar en tierras lejanas por meses o años, la mayoría del laicado vive con tiempos limitados por el grado de presencia y compromisos que en su vida diaria enfrenta, Pero para nuestro proyecto es precisamente ese laicado, uno de los vectores importantes de penetración en el mundo que necesitamos hoy en día, laicos ocupados, que por su trabajo están inmersos en los diferentes espacios del que hacer humano, en los centros de influencia y toma de decisiones.
Las Ordenes seglares ya no son aquellas Ordenes Terceras en donde el objetivo principal era fundamentalmente la práctica piadosa y su formación en la fé de quienes a ese espacio pertenecían, hoy la vida y del laicado Dominicano esta centrada en su misión en el mundo desde la predicación , hay que favorecer espacios que permitan una vida de contemplación y oración en medio de los agitados horarios de la vida diaria, hay que involucrar “los comos” pueden participar los laicos sin abandonar o descuidar los tiempos sus familias. así involucrarlos realmente en nuestra Familia Dominicana, mas allá de ser solo los amigos de los frailes o de las religiosas. Habrá que ser imaginativos y muy creativos para lograrlo, Otro reto mas en nuestra historia.
La gama de posibilidades será tan amplia como diverso sea el laicado que podamos convocar. Pero ser Laico Dominico es también una vocación, por ello habrá que trabajar arduamente en promover esa vocación a la vida laical dominicana, desde dentro de las sociedades, los cambios de apertura la adecuación de los signos y el lenguaje a un ámbito mas laical ha acercado mas las posibilidades, es un avance de los tiempos recientes. Pero falta mucho por hacer y aquí sin hacer a un lado la responsabilidad que el laicado Dominicano organizado tiene sobre su propio destino, si es importante el trabajo y apoyo de nuestra famila, La familia Dominicana.
La sociedad a la que que hemos sido llamados a Predicar es una sociedad con muchas ópticas, muchas experiencias y muchas realidades, por ello nuestra capacidad de respuesta debe ser tan plural como la realidad del mundo a quienes nos dirigimos, plena de su lenguaje y llena de comprensión y amor. Es el momento de la apertura y de reorientar los espacios de nuestra presencia.
Urge recorrer los caminos del mundo, penetrar en las culturas, estar realmente presentes hombro con hombro con los hombres y mujeres, protagonistas de la dinámica diaria inculturandonos en todos sus espacios. Solo así podremos lograr nuestra tarea, que ya no es solo anunciar el evangelio, es urgente encarnarlo y hacerlo vida en cada hermano de nuestra sociedad.
Predicar como esa síntesis de anunciar viviendo, de compartir creyendo, de explicar entendiendo, de evangelizar evangelizándonos. Pero para esta titánica empresa, se requiere además de la fé, de la oración y de una sólida teología, es necesario generar ese ejército de hombres y mujeres predicadores, es necesario ayudar a organizarlos y apoyar plenamente su crecimiento.
Para la Familia dominicana significa abrir hacia nuevos proyectos, evaluar cuanto estamos presentes en la sociedad, y redescubrir juntos que en la Predicación hay un compromiso, una tarea y una alternativa de solución. La misión de Predicar no solo requiere de saber reconocer que hay que ampliar los criterios de presencia en el mundo. Sino entender que cada instancia de la Familia Dominicana puede aportar su tiempo y su experiencia. Quiere decir que mientras los frailes tienen bien definida su predicación desde el ministerio y algunas religiosas han desarrollado su espacio desde sus proyectos apostólicos, está haciendo falta el ejercicio de la predicación desde el laicado. Esta predicación que tiene su propio matiz, su propio color.
La predicación desde el laicado ofrece a la familia dominicana una nueva presencia predicadora con su propio lenguaje, con su propia lógica. Pero ello no será posible si desde la misma familia no se promueve que el laicado se revalore de una manera diferente y no se le den elementos para que se reoriente así mismo,
Es urgente pues crear los mecanismos de formación y de desarrollo de la misión en lenguaje “laico” para a miles de hombres y mujeres que con una familia y un trabajo descubren su vocación de predicadores. ¿Como organizar tareas de misión de la familia dominicana en esa evangelización urbana?. ¿Cómo fortalecer el orgullo por el carácter laical de nuestros laicos para que descubran que los que mas nos deben preocupar nos son los que van y asisten a nuestros templos, sino que debemos salir a las calles y a los diversos espacios profesionales y culturales en busca de aquellos que ya no vienen a nuestra celebraciones?.
La familia dominicana es el centro desde donde se puede proyectar una nueva misión predicadora, interdisciplinaria, variada en sus voces y en sus propuestas. La familia dominicana es el centro desde donde se puede formar a cada rama que le compone para que en una formación teológica sólida, mantenga en cada brazo de su familia su tinte y naturaleza propia.
2 Orden de Predicadores
Desde su fundación la Orden de Santo Domingo es “la Orden de los Predicadores”. Es claramente la razón de su existencia, es la respuesta de Domingo de Guzmán a la problemática que se presentaba en su tiempo, que tenía su origen en un claro desconocimiento de los creyentes acerca de su religión aun incluso católicos que pertenecían a nuestra Iglesia. En consecuencia, esa deficiente formación dió lugar a equívocas interpretaciones de la doctrina, que a su vez derivaron en la confusión de algunos principios básicos y del sentido de la vida eclesial. Una alejamiento de la vida de oración y una expresión de vida que poco tenía que ver con el evangelio. Una Iglesia que parecía lejana de muchos espacios importantes, recrudecía la crisis.
Y si hablamos de una ausencia en la formación de los creyentes, debemos asumir que seguramente hay una ausencia real de nuestra Iglesia en la sociedad, o que nuestra presencia no ha sido lo suficiente. Es más podríamos cuestionar si la idea aparente de sentir “estar presentes en el mundo” por nuestra aparición en los medios de comunicación o porque en nuestros templos vemos la asistencia muchas personas que llegan a requerir de los servicios sacramentales, es realmente signo de nuestra presencia, que en medio del mundo y cerca de las sociedades se necesita.
En la época de Domingo la ausencia de quien o quienes formasen a la gente y la falta de medios adecuados para proveer de esos principios llevó a algunos sectores de nuestra Iglesia a no ver con objetividad la aparición de conceptos filosóficos importados de doctrinas distintas y a falta de elementos que fundamentaran los principios que llevasen a la libertad del hombre en la búsqueda de la verdad, aparecieron los signos, ritos y creencias que en muchos casos hicieron presa fácil de la confusión a familias enteras. Con ello la generación y proliferación de varios grupos sectarios que se agrupaban como nuevas religiones, grupos que aparentemente respondían mas a las necesidades de a quienes agremiaban, pero que doctrinalmente tendían a manipular muchos de los conceptos fundamentales y con ello el manejo de las conciencias y conductas, llegando a restringir de forma caprichosa en ocasiones espacios de libertad.
Esto Incrementó el alejamiento por parte de otros mas, quienes perdían credibilidad por contradicciones e inconsistencias en la práctica de la vida de la fe y la ausencia de elementos doctrinales claros.
Esa alarmante situación provoca en la contemplación de la realidad de Domingo de Guzmán, una serie de reflexiones que le llevan a priorizar la Predicación como una importante respuesta a esa realidad.
Paradójicamente después de varios siglos, en nuestro mundo actual comenzamos a ver que de acuerdo a los índices que arrojan estudios en cuanto a la religiosidad en sociedades contemporáneas, existe nuevamente la misma necesidad en muchos hombres que buscan espacios para vivir su fé, Y si somos honestos en los números, hay un preocupante decremento, no solo en la cantidad de hermanos que se definen como parte de nuestra Iglesia, sino que en muchos de ellos solo la viven en la práctica acciones de piedad y de costumbre, algunas incluso como una obligación o con un tinte meramente social, y con una incapacidad para dar razón de su fé. Ese desconocimiento teológico en muchos de nuestros hermanos provoca a cada día un desarrollo sin convicción, que se debilita de una generación a otra, y con ello va perdiendo fundamento y seriedad en su verdadero y profundo significado.
El mundo de hoy reclama razones y presencias claras, se requieren respuestas con sentido racional, en un mundo con una acentuada cultura de la mentira, urge una presencia eclesial no solo clara, sino coherente en sus actos, confiada y valiente en su verdad, solo así puede entonces abrir sus causes de libertad con actitudes de apertura, de entendimiento, de busqueda. Dispuesta a todo cambio auténtico que le acerque al camino, al que ha sido llamada. Sin temores, ni amenazas. Entendiendo al mundo y dialogando con el. ¿No fue así como lo hizo nuestro Padre Domingo ?
Peligroso y cuestionante es el no tener razones para entender la vida de fe en lo cotidiano, habrá que reflexionar mas en que nos ha faltado como Iglesia, quizá nos ha preocupado mas el prohibir que formar.
Todo lo anterior nos lleva a pensar a quienes formamos parte de esta Iglesia, desde cualquiera de sus espacios, ya sea el de sacerdotes, religiosos (as) o laicos a replantear nuestras prioridades y a contemplar como Domingo hace siete siglos la realidad, con el mismo ánimo de encontrar mas soluciones que culpabilidades.
Para los Dominicos esto representa una doble responsabilidad, en ello planteamos el compromiso de conocer la Palabra de Dios para compartirla con la sociedad, pero entendiendo que ese mundo, destino final de nuestra predicación, no busca los rollos doctrinales, ni tampoco una serie de reglas de conducta, ni una serie de condicionamientos que amenazan con premios y castigos. Sino que espera una predicación que provoque una auténtica reflexión teológica desde la realidad y desde la libertad, que integre la vida en su conjunto, en armonía dentro de cada ser donde conjugue sus realidades espirituales y materiales, sin que éstas estén divorciadas y que desde ahí le pueda dar ese tono de sentido edificante a su vida diaria.
Es también momento de dar a esa búsqueda y a ese encuentro, ya no-solo el tono de la dimensión personal en íntima, sino también sin perder el carácter personal de la experiencia, darle la trascendencia a la comunidad. Pero las comunidades se construyen con las personas y hoy debemos replantear cual es nuestro lugar y espacio de participación en nuestra natural comunidad en la Fe, Nuestra Iglesia. Solo desde el sentido de comunidad y con ello del “bien común” podremos abordar los retos de la sociedad, sus demandas y soluciones.
Luego entonces la acción de Predicar trascenderá de los marcos tradicionales y a las prioridades específicas tocará otros espacios del que-hacer humano, podrá cobrar otras dimensiones, es la misma verdad, pero ahora ilumina mas de cerca areas que por momentos le han parecido ajenas. Van a una humanidad que está llamada a su crecimiento y evolución, desde lo social, lo cultural, lo político y lo cientifico, elementos vitales del individuo al igual que su religiosidad.
Predicar como la opción importante, en donde a diferencia con otras épocas quizá se puede llegar a más amplias geografías, que ya no solo pueden ser consideradas como territorios físicos, aldeas y ciudades. Sino también diversos espacios culturales, universos de actividades humanas, de lo mas variado, con su propio lenguaje e interés. Los nuevos mundos, como el mundo de las artes, el mundo de los jóvenes, el mundo obrero, el mundo indígena, el mundo campesino, el mundo empresarial etc. Son espacios aún más amplios que los territorios existentes en la Europa del siglo XIII, pero también las herramientas y los conocimientos que hoy tenemos, nos permiten presentar una alternativa de una reflexión profunda y seria, cercana y realista. Hay urgencia y la tarea parece inmensa, pero quizá valga la pena reflexionar en que un solo hombre por ahí del siglo XIII, debió empezar por convencer a otros hombres de una misión sin fronteras, cuando recorrer Europa significaba meses y en donde la comunicación prácticamente era solo oral, también pudo parecerle casi imposible y sin embargo unos años mas tarde, Europa estaba plagada de centros de Predicación y hombres de hábito blanco se multiplicaban por las plazas de las principales universidades y ciudades compartiendo la misma palabra, la misma verdad, que hoy estamos llamados a compartir.
Damián Byrne quien fuera maestro de la Orden dijo “Hoy debemos entendernos a nosotros mismos más como predicadores que simplemente como dominicos” ... “¿Son los Dominicos conocidos y reconocidos hoy en el mundo como la Orden de los Predicadores?
3 ¿Qué es Predicar?
¿Qué significa realmente la palabra predicar desde el laicado?, ¿Porqué de la importancia de nuestra Predicación? ¿Qué hago yo en una orden de predicadores? ¿Tiene sentido?, ¿Es vigente hoy?, ¿Es algo para mí?, ¿Qué no es algo solo de frailes?
Habría que comenzar por intentar descubrir su verdadero alcance de la palabra predicar, vista desde un diccionario de la lengua encontramos que significa “hacer patente y clara una cosa”. Pero si buscamos penetrar en su auténtica dimensión, podremos descubrir que en el ámbito de la fe hay una innumerable serie de razones y matices que le dan un sentido más amplio.
Predicar implica en si misma, una actividad que solo encuentra un auténtico sentido desde el compromiso y no desde la sola o casual proclamación que hombres y mujeres pueden ejercer en nuestra Iglesia. Es una tarea llena de la presencia de Dios y no-solo una argumentación meramente humana. La predicación en ese sentido y en el contexto de la fe, se hace posible por la Gracia de Dios y es una realidad al alcance de todos, no hay restricción.
Predicar no es un invento raro del hombre creyente, ni un proyecto enajenante que nos quiere vender algo. La Predicación en su profundo sentido tiene sus raíces y presencia en el compartir y provocar en otros hombres, la misma relación que desde la fé Dios ha permitido con el hombre, quien de alguna forma le busca desde adentro y desde siempre. Y Dios que le ha ido revelando su verdad, le provoca respetuosamente desde toda su creación, Hay en el corazón del hombre la inquietud por encontrar con su razón el origen de lo creado y de él mismo. Cuando ese hombre y Dios se encuentran se dá la maravilla y el milagro de enteder el porque de su existencia, contempla todo lo creado y descubre en ello el amor del creador, quien además le comparte su proyecto, su misión y la verdad. Quien realmente le encuentra, transforma su vida, encuentra otro sentido a lo que hace y siente la necesidad de compartir su descubrimiento.
El hombre que se encuentra con la Buena esta llamado a entenderla en su cotidiana realidad. No se puede entender plenamente como algo separado de su vida, Podemos estar ciertos que la predicación nos lleva a pasar de la sola proclamación a encarnarse en la vida, por ello no queda en conocerse, requiere mucho de explicarse, reflexionarse, para después vivirse, y como en su contenido central está presente Dios, lo que se comparte puede alcanzar dimeniones que transforma la vida de quien la descubre.
Podemos estar ciertos que la Predicación siempre se ha dado y se sigue dando por la voluntad de Dios. Tiene su misión clara en el servicio a los hombres y desde los hombres y mujeres que se atreven a asumir el mandato de Jesús “Vayan a todo el mundo y lleven la Buena Nueva”
Es una empresa en la que de forma particular, corremos el riesgo junto con Jesús. Él está siempre con nosotros e igualmente interesado en el resultado de cada intento, de cada acercamiento a cada hombre, por lo que nunca ha sido ni será una actividad solitaria. Jesús es el primero y nuestra Iglesia como comunidad también. Porque al ser misión y mandato de Jesús a todos los hombres se convierte en trabajo de Iglesia, tarea de la comunidad. El Predicador es un apostol es decir un enviado. Es ahí en donde todos los esfuerzos, el grano de arena de cada quien, el reflejo de nuestra conducta diaria, el argumento y la experiencia, junto con las oraciones de todos se ponen en juego en torno a la gran misión.
La Predicación desde el Antiguo Testamento
Nuestra historia no empezó ayer, por ello la predicación tiene desde el Antiguo Testamento un lugar importante, el anuncio del mensaje de Dios ha sido desde siempre una actividad constante de muchos hombres de Dios, siempre con características similares, en donde con valor se transmite lo que Dios ha querido decir a su Pueblo. Asi es como encontraremos una larga lista de hombres, quienes han respondido a Dios tomando como personal la tarea de compartir la verdad revelada, y ya en algunos textos del Antuguo Testamento se aprecia y valora esta actividad.
En el libro de Nahúm dice: “He aquí por los montes los pies del mensajero de “Buenas Nuevas”, el que anuncia la paz” (Na 2:1)
En Nehemías podremos encontrar “ Y Esdrás leyó en el libro de la ley de Dios, aclarando e interpretando el sentido para que comprendieran la lectura” (Ne 8:8)
Predicar es dar Testimonio de Dios, convencidos de lo que decimos
Primordial es estar ciertos de lo que queremos transmitir, de lo que vamos a compartir a través de la predicación. No son sueños, ni solo buenos deseos, no son idealismos. Hay que estar ciertos de la presencia y lo que Dios nos compartió, y entender que la palabra de Dios es vida, se transmite en la dinámica de la vida, y se materializa en una forma de vida, no es narrar una lección de Teología o de catequesis que aprendimos ayer, sino que estamos compartiendo y confirmando lo que realmente sabemos y vivimos, lo que es ya parte de nuestra experiencia.
Es el mismo conocimiento de Dios que comprendimos a través de nuestra contemplación y estudio y que al reflexionarla se transforma en una forma de ver y de actuar, esto nos permite ser de esos hombres que testimonian su verdad, los que pueden avalar en estos tiempos, que Jesús es realmente Dios y que su promesa es realidad de siempre.
Con nuestra predicación lo garantizamos ante quienes nos escuchan y en cada palabra estamos dando testimonio de que ello es verdad, que importante es especialmente hoy en día poder dar la cara y proclamarlo con nuestra presencia. La predicación no es anónima, confirmamos que la experiencia de Dios es presencia en nuestras vidas y que está fundamentada en la revelación de la Buena Nueva. Verdad que no podemos callar en nosotros y que nos invita a compartirla con los demás, como Él ya nos la ha compartido primero. Con ello presentamos a los demás nuestra constante búsqueda y encuentro, es ese proceso que nos va descubriendo a cada día un camino tan infinito como lo es Dios, nunca se sabe todo, nunca se agota el tema, estamos hablando de lo eterno, de Dios.
En el Nuevo Testamento son innumerables los ejemplos de la acción predicadora de quienes siguen a Jesús, resalto dos de ellos: En los hechos de los apóstoles dice Jesús poco antes de ascender al cielo: “ serán mis testigos en Jerusalén, en Samaría y hasta en los confines de la tierra” (Hch 1:7-8) y en otro en donde el evangelista San Marcos termina su evangelio diciendo “Ellos salieron a Predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la palabra con las señales que la acompañaban” (Mc 9:20).
La predicación es una experiencia personal que va a la comunidad
La Predicación requiere de forma importante de nuestras propias palabras, de nuestra muy particular experiencia de vida. Es la misma verdad de siempre, pero a los ojos de quien no cree será la experiencia vivida por otro que vive igual a él, en la misma época, quizá en la misma región o aún mas en los mismos espacios, bien se dice en la encíclica Evangelii Nuntiandi, que los jóvenes evangelicen a los jóvenes y las familias a otras familias etc. Será el mismo mensaje pero con las palabras que el mismo entiende, así las palabras cobran mas vida.
“... Y le dijo: ¿entiendes lo que vas leyendo?. El contestó ¿cómo puedo entender, si nadie me hace de guía? (Hch 8: 30-31).
Podríamos tener como una primera reflexión, que la predicación debiera ser consecuencia natural de la vida de Dios en el hombre y esto es sólo posible cuando el hombre realmente cree que las palabras de Jesús se convierten en algo mas que un solo mensaje y no son solo definiciones. La Predicación es el medio por el cual la palabra de Dios al llegar a otro se convierte en una invitación a transformar la vida de quien la escucha y reflexiona, no solo aumenta su conocimiento intelectual o solo satisface su curiosidad de conocer, el encuentro con Dios reorienta la ubicación y la direccion de la vida del hombre hacia espacios mas plenos, importante es que lo hace sin retirarlo del mundo, no es un huir de la realidad, sino por el contrario es transformar la realidad, le da otra dimensión a su diario actuar. Cuando la oportunidad de trascender llega y Dios con toda su grandeza tiene algo que compartir específicamente contigo, se ingresa a una realidad que rebasa cualquier otra.
¿Predicamos con la Razón?
La vida de fe es la consecuencia de un cambio, de una conversión. Este proceso nunca termina, ya reflejado en la vida diaria puede provocar la pregunta y la inquietud de propios o extraños. Es en sí misma, un testimonio y una decisión. No es un cambio mágico, requiere de una decisión de una convicción que en cierta manera necesita de una elección racional.
La vida del hombre se ve gratamente potenciada con la razón, la razón es un elemento que le permite entender y comprender, por ningún motivo está en conflicto con su vida de Fe y mas allá de ello le permite ver con mas claridad, fortaleciendo con ello la convicción. Todo lo anterior fundamenta lo que hacemos, aquí las razones se convierten en elementos de comunicación y complementadas con el conocimiento dan sentido a lo que decimos, especialmente cuando compartimos con los demás “esos porqués” que nos llevan a definir y sostener nuestra conducta en tal o cual sentido. La importancia de un laicado que se ha preparado en los espacios de ciencia y razón, ofrecen la posibilidad de insertar esos argumentos, favoreciendo un mejor entendimiento en la vida de fe .
Con la Razón, el conocimiento y la formación, la experiencia de vida en el marco de la Fé, adquiere fuerza de convicción y abarcan al hombre en su total dimensión de seres racionales y trascendentes por su convivencia con Dios. “Dar razón de nuestra Fé...” Decía San pedro en su carta.
4 ¿Predicar, tarea de Laicos?
Nuestro Pueblo de Dios (Iglesia) en su peregrinar vive procesos de interacción entre la realidad del mundo y su vocación de Fé, en esto último encuentra una riqueza insospechada, pero no por ello tiene la tarea resuelta. Nuestra Iglesia, en cada momento de la historia debe aprender a organizarse para cumplir mejor su misión, en función de la realidad que tiene enfrente, debe entonces aprender a definir cuales ministerios debe crear y con ello a que hombres y mujeres requerirá para el servicio a la comunidad, para realizar su misión, éste Pueblo de Dios siempre tiene y tendrá mas preguntas que respuestas y mas que aprender que aciertos. El ser el Pueblo elegido no le da su tarea resuelta, ni la inmunidad de no equivocarse, ni la protección de no fallar, es un Pueblo que sin temor debe surcar por los mares del tiempo y en su proceso ir descubriendo y re-descubriendo las nuevas dimensiones que la palabra de Dios ofrece y esa es una experiencia que permite la evolución y el cambio.
Anteriormente el compartir la palabra y explicitarla a los demás era tarea específica de solo ciertos sectores de la Iglesia y los Laicos, o sea todos los bautizados que no tenemos un ministerio ordinario o una profesión religiosa, hasta antes del Concilio Vaticano II estuvimos al margen de poder realizar esta tarea. Muy interesante resulta descubrir en esos textos, como la Iglesia gira y fundamenta su cambio, Pero mas interesante puede resultar visualizar el alcance de dicha decisión. Lo que es un hecho es que desde los 60’S, existe una alternativa importante para entender y compartir la palabra desde el laicado.
Es así como se abre un universo de oportunidades, que permite la formación en nuestra vida de fé mas allá de la sola catequesis, los retiros,los cursos y cursillos etc. Que si bien han sido una herramienta importante de iniciación a la vida de Fé, hoy se pueden ver potenciados por procesos deuna mejor formación Teológica . Generar un laicado mas preparado en la misión de compartir la Buena Nueva, permite idear otras y mas nuevas herramientas de evangelización. La predicación en el laicado puede enriquecer la vida de la Iglesia hacia su interior al permitir el intercambio de experiencias y tener la presencia reflexiva de los laicos en la vida de la sociedad, haciendo con ello mas legible la expresión,la teología y los signos de la Fe en el mundo.
Al haber sido un espacio cerrado al Laicado por cientos de años, la actividad de millones de hombres y mujeres se reducía a proyectos personales que durante siglos premiaron la vida de fe con expresiones que en su mayoría quedaban como la solo práctica de la piedad y religiosidad intimista. De alguna manera el mundo argumentaba que nuestra fé era ciega y los principios eran mas aceptados que entendidos, La pobre formación creaba en ellos en muchas ocasiones “malos entendidos”, que no encontraban una explicación oportuna, Todos ellos son factores que pudieron generar esa actitud de la vida laical un tanto cuanto lejana. Hay familias enteras de misa dominical que no saben que son Laicos y mucho menos que tienen una misión y una función interesantísima en el mundo como parte de la Iglesia.
¿ Luego entonces, porque no predicamos ?
Después de haberse generado ese importante cambio hace ya mas de treinta años, cabe la pregunta. ¿Porque no le es al laico de forma natural en nuestra Iglesia, el compartir su fé ?. Pueden ser múltiples las razones que se pueden analizar, pero lo que es mas importante, es que trataremos de resaltar algunos cuestionamientos en torno a esa pregunta, estos pueden ayudarnos a la reflexión, sin olvidar que la Predicación esta enmarcada entre dos importantes realidades, por un lado la profunda necesidad de que el mundo conozca la Buena Nueva y la segunda, de que al descubrir este camino en nuestra vida, debiera tener como consecuencia lógica el compartirla con los demás.
Causas para ser un laicado en silencio pueden existir muchas, pero ante la urgencia, es muy válido retomar el tema y de algunas reflexiones como estas, sacar la experiencia que reactive la capacidad existente en cada laico de nuestra Iglesia, y de ser un protagonista de la vida de la fe en su proceso de compartir la Buena Nueva.
Un punto importante radica en una buena formación, que supere por mucho los procesos que para los laicos hoy tenemos, para ello se requiere de un convencimiento desde la casa, con la familia. Los primeros formadores en la fe deben ser los mismos padres, quienes deben dar continuidad al proceso de formación de sus hijos son ellos mismos, pero no pueden formar quienes no están bien formados.
Formación con objetivos definidos, existen escuelas de formación para diversas actividades en nuestra Iglesia, existen muchos laicos que han coleccionado cursos y mas cursos, pero si está formación no esta diseñada para el fin concreto de compartir, de evangelizar de predicar. Difícil será que formemos predicadores.
Conocer el sentido de la palabra Predicar, que nada tiene que ver con expresiones de oratoria en auditorios conmovidos por las habilidades lingüisticas de algunos privilegiados con ese don. Predicar la palabra requiere de lenguajes claros y llanos, sencillos y legibles.
Pareciera para algunos, que compartir la Buena Nueva por medio de la Predicación solo puede darse después de inumerables cursos de formación y de alcanzar niveles de conocimiento por demás importantes. Olvidando que es el Espíritu de Dios quien pone en nuestras palabras las respuestas, cuando actuamos con honestidad y voluntad. La predicación no requiere ser acompañada del virtuosismo y el dominio del escenario. Con responsabilidad prepararse, pero con prontitud compartir lo que en nosotros es ya una realidad vivencial y nuestro descubrimiento.
Hablar es comprometerse, quizá en esto estriba que en ocasiones se prefiera callar, hablar del evangelio y no vivirlo puede provocar el cuestionamiento de quienes nos escuchan y el propio nuestro, por ello hay que fomentar esa constante vida de conversión, por eso hay que apoyar la tarea en la oración y la comunidad. Estar convencidos de lo que decimos es vital, difícil será poder compartir algo que no creemos plenamente o algo que no tenemos arraigado en nuestra vida. La formación así no solo será leer y aprender, requerirá de la reflexión y encontrar a Dios también en sus espacios de experiencia de vida, es decir en los libros de la caridad y en la constante oración. Sta Catalina de Siena una importante Laica Dominica decía: “A Dios se le conoce en la Oración” Y Santo Domingo contestaba a una pregunta “Todo lo he aprendido en el libro de la caridad”. Ahí tenemos dos importantes ejemplos una formación vivencial accesibles al laicado.
El valor de hablar al mundo, cuando el mundo no quiere escuchar y prejuicia nuestra propuesta, reclama de nuestra fortaleza e inteligencia, ¿Que hubiera sido de la Iglesia primitiva y perseguida, ante la amenaza y la descalificación de la mayoría?, ¿Que hubiera sido de Pablo en Roma lleno de Dioses creados por esa cultura, que llevaban siglos afirmados en la creencia de los demás?, ¿Que sería de nuestra Iglesia si en los momentos importantes hubiésemos traicionado las
convicciones y adecuado los principios ante la sociedad, con tal de no tener
la desaprobación de todos?. Hoy sigue siendo difícil exponer nuestra imagen
ante las sonrisas inesperadas de la gente que cree que el tema de la fe, es
para los ignorantes, Por ello adicionalmente a la convicción es necesario el
valor para expresarse. Los criterios de Jesús difícilmente van a caer en los fundamentos de la mercadotecnia y seguro es que no tienen espacios para
acordar y negociar adecuaciones con el poder que oprime o engaña, en los espacios de Dios no hay relativismos, la verdad es una. Pero Jesús dice “ánimo yo estoy aquí”. El miedo paraliza.
La apertura es fundamental para entablar el diálogo con los demás, hay que saber escuchar y no juzgar, hay que saber escuchar el doble de lo que hablamos, apertura para buscar mas lo que nos une que lo que nos hace diferentes de otros, apertura para descubrir en las diferencias riqueza, apertura para compartir y no imponer, apertura para entender y respetar, apertura para ver en la autentica búsqueda del otro el primer paso que lo llevará a la verdad. La verdad debe ser compartida, explicada fundamentada, nunca obligada, nunca impuesta. La predicación se expresa con claridad, pero también con caridad.
Decisión para comenzar. El día es hoy. La oportunidad surgirá en cualquier momento del día, la necesidad de los demás es siempre, no hay momentos. Existen grupos eclesiales, que llevan preparándose muchos años, cursos
retiros, conferencias, libros y mas libros, esperan algún día estar lo suficientemente preparados para comenzar la evangelización, esperan el día y tal vez llegue primero la vejez y nunca salgan a la tarea. Se han convertido en
coleccionistas de conocimientos y en pacientes esperas de la oportunidad.
Retomemos los principios
El tamaño del reto puede ser un buen motivador, es aquí y ahora, en esta misión mas que exponer la imagen y el riesgo de equivocarnos, está la urgencia de llegar a cientos de miles de jóvenes, niños y mayores, que viven en un mundo desolado, desesperanzado, que sufren las consecuencias de organizaciones poco justas, que merecen sonreir y agradecer estar vivos, viviendo la vida en abundancia que Dios quiere para sus hijos desde ahora y no esas migajas de supervivencia que rodean a la mayoría de los hijos de Dios en la mayoría de los países. Por ello la tarea demanda la urgencia de la decisión personal, no hay mucho tiempo para pensarlo, construyamos la sociedad que el evangelio ofrece desde hoy, transformemos nuestra Iglesia al servicio de la palabra que transforam los corazones de los mas duros y alejados. El cambio que este mundo necesita, solo puede ser real cuando surja desde adentro de las conciencias, Presentemos al mundo a ese Jesús pleno, ese Dios misericordioso, esa Iglesia dispuesta a trabajar codo a codo desde aquí y no desde una vida después de la muerte.
Lo primero será la certeza de que Dios esta con nosotros, para ello habrá que aprender de nuevo a confiar, vivir la experiencia de Dios en nuestras vidas, para ello hay que vivir una contínua conversón, una lucha de todos los días por vivir cada vez mejor el evangelio, El amor y la compasión deberán ser los motores de la caridad y de todo nuestro actuar, Predicamos porque amamos a quienes nos dirigimos, por ello les compartimos lo que creeemos, los invitamos a unirse a nuestra auténtica búsqueda de la verdad. Hablar de Dios no será el solo repetir lo que hemos leído o aprendido de Él, o peor aún lo que hemos escuchado de las reflexiones de otros. Escuchemos como Catalina en la Oración, de Dios mismo su verdad, encontremos como Domingo a Dios en la caridad con los que mas necesitan, ahí está Jesús, esa vivencia nos quitará el silencio, transformará nuestra vida sin dejar de ser los hombres y mujeres, ingenieros y amas de casa, los médicos y políticos etc. Del Pueblo de Dios.
Cuando decimos que hay una experiencia vivencial o sensible, no significa que transmitimos “sentimientos o lo que nos late, lo que nos conmueve. Aquí hay una complementación de la experiencia con una auténtica y responsable formación, formación de todos los días, no es una doctrina enajenante, es una palabra liberadora, no es un arrullo adormecedor, es un mensaje que sacude y nos envía como en Pentecostés a los demás, sin fronteras, sin límites, a todos los hombres sin excepción, buenos y no tan buenos, orientados y desorientados, creyentes o no creyentes, porque todos ellos son hijos de nuestro mismo padre.
Transmitir la palabra es la gran responsabilidad de la fidelidad a la verdad, no hay adecuaciones posibles, las palabras del evangelio deben sonar como fueron dichas, ¡No! al maquillaje de las aristas, a suavizar los conceptos, las palabras de Jesús son claras y explosivas, no son dulzonas y mediocres, son denuncia clara e invitación a darse cuenta del compromiso, No podemos negociar con el contenido del evangelio, ni adaptarlo a ningún proyecto de poder, ya sea económico, político y social. Debe en esos mismos sectores socioeconómicos vibrar, transformar y participar sin condiciones, libres como el evangelio. La verdad no tiene variantes ni excepciones es una. Predicamos la palabra de Dios y aunque la hayamos hecho nuestra, no son nuestras; las conclusiones personales deben ser confrontadas con el evangelio para evitar su distorsión, la Predicación es fundamentalmente Cristocéntrica.
Predicar desde la vida, desde el diario caminar, como una sola unidad de cada día, en donde estamos concientes que solo colaboramos para favorecer el encuentro, Después habrá que saber hacerse a un lado, porque es la relación de Dios y ese otro, no es a través de nosotros, no somos intemediarios entre Dios y el hombre, solo somos servidores, pregoneros y testigos. Después a compartir con ellos a hacer mas gande la comunidad.
Y todos estamos llamados a la tarea, recordemos el pasaje en que los apóstoles contrariados, preguntan a Jesús ¿ Quien les ha autorizado a aquellos a hablar en tu nombre? Y la respuesta de Jesús habla de que El padre lo ha permitido así.
Predicar desde la congruencia, Ser Testigos
Hacemos propios los conocimientos y las reflexiones teológicas, nos preparamos con arduo entusiasmo, pero si no hay esa vida de Dios en nosotros, esas palabras elocuentes, podrán parecer huecas, sin contenido, sería como decir:... “dicen que..” “leí que dice que...” “ algunos han vivido la experiencia de ...”. Y no se trata de expresar teorías o supuestos teológicos, se trata de ser testigos, claros testigos de la verdad. San Pablo dice en su carta “Creí por eso hable” 2 Co 4:13. La predicación tiene mas fuerza cuando quien predica no solo dice, sino testimonia que es verdad en el lo que dice, Hay un momento de valentía y entrega en donde repondemos ante ellos por lo que de Dios en su palabra decimos, nos convertimos por un momento ante quien nos escucha en el aval de Dios. Hablamos por Él y argumentamos su causa, algunos han dado su vida por sostener esta causa. Ser Testigo requiere de valor, hay muchas formas de morir por hablar de Él en la sociedad, no hace falta perder la vida física, a veces es exponer valientemente nuestra postura en la sociedad.
Una responsable formación
Se llega a la experiencia de Dios, en ello hay una reflexión importante que impacta la vida, conocemos entonces por vivencia el profundo sentido de Dios en nuestras vidas, pero es necesario dar razón de nuestra fe, y saber que dialogaremos con el mundo, por lo que hay que prepararse para ese diálogo. Sto Domingo envió a sus primeros frailes con mucha confianza a los centros mas importantes de esa época para enfrentar, las disertaciones científicas y filosóficas de su momento, sus frailes se habían estado preparando para hablar desde el mismo lenguaje del mundo, desde las mismas corrientes filosóficas de la sociedad. Y la sociedad cambia día a día y sus preguntas cada día serán mas profundas e inquietantes, la verdad siempre tiene una respuesta para todos los tiempos, porque es la verdad y esto no se relativiza.
5) PREDICAR DESDE EL LAICADO,
UNA BRILLANTE OPORTUNIDAD
Por ello que el jóven predique preferencialmente al jóven y el Padre de familia a quienes viven la experiencIa de ser padres, el obrero al obrero etc. Hay que preparar un ejercito de predicadores, tan diverso y tan plural como lo es nuestra sociedad, decíamos anteriormente en este texto.
Predicar desde el laicado, sin dejar de valorar la predicación desde otras instancias de nuestra Iglesia, ofrece de forma particular la experiencia de escuchar y compartir con los protagonistas ordinarios de todos los días, a quienes desde la sociedad buscan con esfuerzo entender su realidad,
Es oir a los que hablan de construir un mundo mas pleno, desde la diaria vivencia de la limitación social y económica. Es la expresión de los que predican en lo importante de un nuevo sentido del trabajo en una óptica mas evangélica y como un proceso creativo y formativo, desde su realidad de el peregrinar que significa para muchos, el poder encontrar un trabajo, que al menos no sea tan injusto en su remuneración. Si es que lo encuentran. Es también la predicación desde aquellos quienes predican la paz desde la realidad de una sociedad intranquila e insegura, con su angustia diaria de esperar que a casa regresen con bien sus seres queridos todos los días. Es la Predicación de quienes hablan de esperanza, desde la realidad de desánimo que muchos pueblos que sufren con pesadas cargas de impuestos e intereses injustos de gobiernos y organizaciones internacionales.
Predicar desde el laicado ofrece la perspectiva de presentar a un Jesús liberador en medio de una serie de diversas realidades, en donde algunas veces algo invita e intenta llevar a la enajenación y al consumismo. La Predicación desde el laicado es poder proclamar la verdad como unica alternativa en una sociedad en donde los medios de comunicación y las propuestas estatales adolecen de sinceridad y se recrean en muchas ocasiones en el engaño. La Predicación desde el laicado permite a quienes viven la realidad y la dificultad de las realciones en el matrimonio, entender de forma vivencial la importancia de la presencia vida de Dios en al pareja y en los hijos.
Predicar desde el laicado es la propuesta que presenta al mundo que se puede compartir el evangelio aún y pesar de las múltiples ocupaciones y responsabilidades en las agendas diarias llenas de tareas de casa, familia, trabajo y sociedad, poco tiempo tienen libre para la vida de Dios. Pero el laicado puede en esto confirmar su potencial y eficiencia. Predicar el Evangelio desde el laicado ofrece la oportunidad de compartir los momentos de duda y desilusión, pero al mismo tiempo las respuestas de Fe y fortaleza.
Una de las grandes aportaciones que la tarea de Predicación desde el laicado puede darse por su rápida capacidad de adaptación y penetración en los medios claves de la actividad social, la presencia innata en los espacios de decisión económica, social, política , cultural y tecnológica. Al mismo tiempo presenta esa capacidad interactiva entre el medio y la Fe, que hará mas legible lo que predicamos, ser corazón del mundo en la Iglesia y presencia de la Iglesia en el mundo es una oportunidad única, que no podemos desperdiciar, un buen trabajo en ese sentido reflejaría de forma inmediata la capacidad transformadora del evangelio, especialmente en un mundo en búsqueda.
La Predicación toca la temática cotidiana del hombre
Hasta aquí en el evangelio hay una realidad factible de vivir y de compartir, de sentir su transformación paulatina cuando se actúa con autenticidad, pero al mismo tiempo es una fuente inagotable de reflexión, especialmente cuando se confronta con la realidad de todos los días. La vida se reencuentra con los espacios de fé y de esa interacción brota la conclusión que nos prepara al futuro y que puede dar respuestas al presente. Hoy en día los temas de debate mundial como la tanatología, el avance y manipulación genética, la creación de la vida virtual, y muchos mas, reclaman la presencia de los que preparados en esas temáticas, hombres y mujeres del Pueblo de Dios , especialistas que trabajan en esos campos, quienes pueden ofrecer, por que su formación también contempla el evangelio, propuestas y razones.
En el terreno económico y social, es claro que a nivel mundial, los proyectos económicos recientes han generado mas pobreza que bienestar en las mayorías, algo como humanidad nos ha fallado, no existe en esto momento al parecer alternativas de solución para la inmensa deuda externa que subyuga cientos de países, no existen en el horizonte al parecer respuestas que puedan crear fuentes de trabajo dignas, al parecer las mayorías están condenadas a emigran en busqueda de ofertas de cualquier tipo de trabajo a cualqeuir precio, como esto hay cientos de esacios que necesitarían laicos especializados en el tema, que conozcan el proyecto de Dios, y puedan compartir conceptos urgentes como el del “bien común”, “la fraternidad”, “la comunidad” y la conciencia de la trascendencia a la que estamos llamados.
La predicación ofrece una dinámica única para la humanidad, al no ser adoctrinamiento, ni imposición, sino un espacio de diálogo auténtico que invita a la reflexión y a la búsqueda. Se transforma en la oportunidad de ver la vida misma desde lo mas auténtico de nuestras realidades, contra un proyecto pleno de futuro, desarrollo y trascendencia, a la luz de lo mas exquisito de nuestra vocación y porque la verdad en su busqueda, de pronto aparece a nuestros ojos con ecos de eternidad, no tiene límites, impacta toda cultura en todo tiempo y lugar. Por ello lo importante del contínuo diálogo con la cultura y el mundo, siempre en el ámbito de la libertad.
La sociedad de los próximos años se está gestando hoy en medio de la experiencia y en la consecuencia de lo que hoy viven y piensan, esperan o lamentan las familias, los hombres, mujeres e hijos solitarios que viven la realidad actual, la reflexión teológica del futuro encontraría en esas realidades razones que enfrentará en el futuro como retos y custionamientos.
La Oración, también vértice de la Predicación desde el laicado
Una buena formación permitirá eliminar muchos temores y permitirá transmitir con mayor fidelidad la palabra, Pero para Predicar con total confianza y muy lejos de los temores a equivocarnos es necesario, cultivar una vida muy cercana al proyecto de Dios desde la oración, desde ese constante contemplar a Dios. por ello además de una sistemática y férrea formación, humana, cultural y teológica. Sto Domingo de Guzmán se preocupó por una vida de oración para sus predicadores. Solo estndo bien apuntalado en la vida de Dios, es posible atreverse a dialogar y penetrar en las culturas sin perder los principios y fundamentos. La oración potencia la vida de la fe y permite al hombre a vivir en un claro equilibrio, que evite la desencarnada búsqueda de Dios que lo aleja de los demás y o que caiga en la sola intelectualización de la fe que le impediría ese desarrollo espiritual.
La búsqueda de la verdad como tarea diaria, es un buen ejercicio para hacer teología a la luz de la realidad, contemplar y volver a contemplar las calles, la sociedad en su conjunto, la naturaleza, las relaciones humanas, nos llevaran siempre a Dios y al compromiso con el hombre. La búsqueda de Dios se expresa de multiples y variadas formas todos los días en todas partes, es necesario ser respuesta que provoca la reflexión en la sociedad. No hay Dominico sin contemplación, contemplamos a Dios en la Oración, contemplamos a Dios en la dinámica del mundo, contemplamos a Dios en la sociedad, pero lo mas importante es poder llevar a los demás lo contemplado, lo reflexionado, lo aprendido.
La predicación desde el laicado requiere de estar concientes de que la oración es punto fundamental de la experiencia de Dios y es la que le dará sentido a lo que decimos, orar con insistencia y siempre, un gran Fraile Dominico Michelle Casali de Bolonia me decía Pide, pide, pide con insistencia. El tamaño de respuestas que requiere el mundo reclama de un profundo conocimiento de Dios y esto se dá en el diálogo con Él. Y la Oración es también la Oración de la comunidad por la tarea de la Predicación, Sto Domingo alienta a un grupo de mujeres que conforman una comunidad en Pruille Francia a que su tarea fundamental sea la oración por la Santa Predicación, con el tiempo éste grupo de mujeres se convertirán en las Monjas Dominicas que hoy oran y viven en monasterios por todo el mundo. Domingo de Guzman sabía que esa tarea era fundamental ante el tamaño del reto, San pablo, el gran promotor de la expansión del cristianismo en territorios occidentales en su carta a los Colosenses dice: “oren al mismo tiempo por nosotros, para que Dios abra una puerta y así podamos anunciar el msiterio de Cristo” Col 4:3 o también: Oren por nosotros, para que la palabra de Dios siga proclamándose y adquiriendo gloria” 2 Tes 3:11
En la carta de San Pablo a los Efesios San Pablo dice: “Siempre en Oración y súplica, orando en toda ocasión en el espíritu velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos y también por mi, para que me sea dada la palabra al abrir mi boca y pueda dar a conocer con valentía el misterio del Evangelio” Ef 6: 18-19
No hay Dominico sin la Oración y esto debe estar muy claro para el laicado dominicano, una vida de oración comienza desde el amanecer, no hacen falta muchas palabras para compartir con Dios todos nuestros momentos, A Dios le compartimos nuestros trabajos, nuestros exitos y nuestras decepciones. A dios le pediremos cuanto necesitamos una y mil veces, A Dios agradeceremos lo que a lo largo del día obtenemos.
Entender la Palabra de Dios es mucho mas
Predicamos “La palabra” y ésta es un concepto que en el contexto de Dios alcanza otra dimensión, la palabra existía desde el principio y la palabra de Dios es capaz de producir en el hombre un efecto dinamizante, es algo que no queda en solo ser escuchada, La Palabra transforma, aclara, inquieta, admira, potencia, forma, prepara, llama. Y de esto hay que estar concientes, porque lo que estamos compartiendo en muchos llegará mas lejos de lo que esperábamos, la palabra actúa en el hombre, no puede ser atada a la semántica, a lo relativo de las definiciones o a la oratoria, la palabra de Dios es libre y liberadora, en la historia ha cambiado geografías, matizado historias, cambiado vidas. No pocos han ofrecido su vida por lo que descubrieron en la palabra de Dios. La Palabra de Dios suena distinto en diferentes medios, en diferentes épocas, en diferentes personas, porque responde desde una sola esencia, la verdad de Dios y ésta es atemporal. Explotará en algunos, será tal vez incisiva para otros, rebasará el interés de algunos mas.
Es necesaria la presencia del Espíritu
Al leer el evangelio encontramos que los apóstoles tuvieron la experiencia histórica de Dios en la figura de Jesús, vivieron, le conocieron físicamente, pudieron compartir con el cansancios, ilusiones, temores, esperanzas y deseos, Planeron y compartieron sus comentarios, sintieron que acompañaban y eran acompañados por Él, escucharon de viva voz muchas reflexiones y seguramente muchas cosas las oyeron y no las entendieron, las escucharon y les era difícil de comprender.
Con Jesús tuvieron también la experienca de la decepción cuando la gente no aceptaba o no comprendía, el rechazo de quienes lo le aceptaba, el temor de quienes vieron en Jesús alguien adverso o peligroso, las sentencia de quienes teniendo el poder y el control de su religión Judía veían en los cambios de óptica planteados por Jesús un atentado contra lo establecido.
Con Él dejaron todo y se lanzaron a la aventura, le vieron orar una y mil veces, y sufrir hasta que de pronto fue aprendido, le vieron sufrir y morir. Tuvieron la experiencia única de verle resucitado y recibir de Él promesas e instrucciones, pero sin embargo al final les quedó la sensación de soledad, temor e impotencia ante el tamaño del reto.
Muchos se escondieron, “ya no estaba Él”, estar frente a un mundo tan lejos de Dios, un mundo que no querría cambiar su vida por la promesa de una nueva forma de vivir, convencer a la gente de que viviese una conversión que transformase su vida y delante de ellos kilómetros y kilómetros por recorrer parecíese algo imposible.
Sin embargo ellos se reunen y Jesús cumple sus promesas, “yo les enviaré al Espíritu Santo” “Yo estaré con ustedes hasta el final de los tiempos”. Es la presencia y la llegada del Espíritu la que les hizom comprender que solo Dios les bastaba de pronto fue suficiente y los apóstoles salen a Predicar, organizan su estrategia, fomentan la vida de su comunidad, se fortalecen en la oración, acuden a la fracción del pan, comparten lo que tienen y algo muy importante, ven el mismo tamaño de reto, pero con otra actitud. Por ello comienzan a intensificar su trabajo, organizan a su Iglesia, proponen, dsitribuyen funciones, crean una estructura y se sienten parte de ella. Todos se lanzan a la misión de predicar. Ellos recibieron el Espíritu de Dios, desde Pentecostés, entienden que El Espíritu Santo está con ellos. Por ello hablan a romanos y griegos y cada día suman a mas y mas cristianos que sonríen porque han comprendido la Buena Nueva.
En el Concilio Vaticano II dice: “Así el Espíritu Santo por quien la voz viva del evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena” (Dei Verbum No. 8). En la Evangelii Nuntiandi, Paulo VI dice: El Espíritu de Dios hace hablar a Pedro y a Juan, a Pablo y a los doce, inspirando las palabras que ellos deben pronunciar, desciende también sobre los que escuchan la palabra. Jesús es hoy, al igual que en los comienzos de la Iglesia quien actúa en cada evangelizador, que se deja poseer y conducir pr ël. Pone en sus labios las palabras que por si solo no podría hallar” (E.N. no. 75).
Sin nuestra voluntad y decisión no será posible
Pero nada de esto es posible en nuestra vida personal, sin nuestro consentimiento, es necesario nuestro Sí, nuestra decisión, permitir la presencia del Espíritu de Dios en nuestras vidas, y esto no quiere decir “solo en nuestras predicaciones”. Es querer ser ese valiente Testigo que dá su testimonio ante los demás, es responder a la clara propuesta de Jesús “ Sígueme”. Es ofrecer nuestra voluntad y deseo por hacer de nuestro ser, un espacio en un contínuo proceso de conversión. Es limpiar todos los días la casa para que en nuestra casa habite Dios. Es una vida que ante la equivocación corrige cuantas veces sea necesario, es una vida que duda pero corre a fortalecerse en la fe, es una vida que ante los reto de pronto siente el temor y la impotencia, pero que se refuerza en el Espíritu de Dios y de pronto se fortalece nuevamente, Es una decisión y una voluntad, y así el Espíritu de Dios habita en cada predicador de su palabra.
Predicar la palabra hoy en el abrir del siglo XXI, es reconcer además, que somos enviados de Dios, Apóstol significa enviado, que no vamos con la creación de una teoría nueva, ni siquiera es una reflexión personal, es la encomienda de Dios. Con su consentimiento, apoyo y principalmente su presencia. Porque podríamos ser unos eruditos que podemos describir y explicar con maestría los conocimientos Teológicos, resultado de años y años de estudios. Y pensamos que quienes nos escuchan estarán sorprendidos de nuestra sapiencia acerca del tema, tal vez nosotros satisfechos de cuánto hemos aprendido y sabemos de Dios.
Pero esas palabras difícilmente serán las que transforman, es necesaria la presencia del Espíritu, quien alimentó nuestra propia conversión, Descubrir el verdadero sentido de la Predicación es un proceso contínuo, quizá nunca se llegue a comprender y a vivir en toda su dimensión. Lleva en sí la exigencia misma de Dios y la vida radical cada vez mas clara del Evangelio, es una presencia viva de la palabra a través de quien es en ese momento “el enviado” a un mundo que reclama su propia inculturación, no es una palabra dogmática, ni una idea desencarnada. Es una verdad que hecha vida penetra en la realidad de la sociedad, transformándola desde dentro, nunca como una consigna que desde afuera norma las conductas, mucho menos como una amenaza que ofrece a cambio el premio o el castigo. Es mas el convencimiento de la palabra que entiendiendo las limitaciones y la realidad cotidiana y desde ahí se adapta para ser fermento de cambio. Es la constante invitación a descubrir el concepto del “bien común” como la clave de la coexistencia, es predicar descubriendo que en la gente que conoceremos encontraremos la verdad revelada por el mismo Dios como las semilla del verbo, es respetando las búsquedas personales que de de Dios encontraremos, es en el diálogo con aquellos que no piensan como nosotros, es en el respeto a otras creencias con quienes debemos hallar ms los que nos une y no lo que nos hace diferentes.
La predicación compromete
La predicación compromete no solo al que escucha, que al descubrir la verdad es invitado a internamente a definirse y confrontar el evangelio con la realidad de su vida, sino que también compromete al que predica. Jesús fue duro con algunos Fariseos, a quienes criticó fuertemente porque “Decían y no hacían” (Mt 23:2-4). Ellos no vivían la palabra, por ello no convencían y tenían que apoyarse en las amenazas y los dogmas. Podríamos concluir que ellos no predicaban, ellos solo repetían lo que de otros habían oído o lo que había leído y aprendido con solo la razón y la memoria. Repetían cada palabra con gran elocuencia, lograban arrancar la admiración de muchos y los aplausos de otros. En las discusiones tenían recursos de disertación con la que aplastaban a sus oponentes, demostraban firmeza y convicción, pero ellos no predicaban y mucho menos convencían para cambiar la vida, era una relación cerebro a cerebro que quedaba en ideas y no en la vida. Cuantos auditorios y cuantos aplausos se pueden hoy conquistar, cuantas declaraciones ante los micrófonos nos ofrece el mundo contemporáneo, pero eso, si no transforma la vida de la sociedad, no será predicar.
En muchos momentos, mientras en alguien, los conocimientos teológicos sean solo herramientas y tengan su objetivo mas en ganar una discusión intelectual que “vence” contundentemente en la contienda y no una clara explicación avalada con la vida que “convence” a quien escucha, no podemos hablar de predicación. Recordemos que en la I Carta a los Corintios dice en el número 9: versículo 14 “el mismo modo el Señor ha ordenado a los que anuncian el evangelio, que vivan el evangelio”.
La predicación es fecunda y tiene su tiempo, lo que algunos escuchan no forzosamente demuestra su instantáneo cambio, la palabra se siembra en el corazón de los hombres y se desarrolla con su propio tiempo, y transforma y da frutos en su momento, no hay predicación inútil, por eso no esperemos ver los frutos de la cosecha , es Dios quien cosecha y nosotros los que solo sembramos inquietudes, nosotros mismos somos fruto de muchos quienes con sus palabras llenas de evangelio sembraron en nosotros primero. Pero los granos que se produjeron en todos y en nosotros, no son para ser guardados (parábola de los talentos), ni si quiera para ser almacenados como granos que si no se esparcen para ser sembrados y dar nuevos frutos, se quedan amontonados en la bodega se pudren, como decía Sto Domingo de Guzman, el grande del proyecto de la Predicación.
La predicación va de persona a persona
La predicación no es impersonal, se da de hermano a hermano, involucra no solo las palabras, también los sentimientos, viene de Dios y va a los hombres, por ello son palabras llenas de amor, están mas llenas de invitaciones que de sentencias, tiene en si misma la preocupación por el otro, involucra y compromete a los protagonistas, es decir a cada hombre y a Dios. La palabra de Dios y la acción de los hombres de forma conjunta son dos elementos que se suman en la misión de la predicación, todo en la realidad diaria del hombre, nunca atemporal, nunca desencarnada. Jesús combinaba la experiencia de las labores de pastores, agricultores y artesanos con los conceptos mas profundos para predicar. No es la voz que surge del cielo y apantalla a quien la escucha, es la voz de Dios que retiembla en los hechos de quienes le siguen con honestidad y en la realidad transforman el mundo día a día. Así la predicación será mas clara y actual, con ello será mas actualizada y entendida. Así el proceso de evangelización será mas compartido, porque el primer evangelizado es quien predica (E.N:).
Es una amorosa apertura al diálogo
Dialogar es la clave, dialogar una y mil veces, con todos los hombres, sin prejuicios ni límites, se trata de sumar al compartir y no de comparar, ponderar, sectarizar y restar. El mensaje de Jesús es para proclamarlo y no para esconderlo o administrarlo, nadie puede decidir a quien se le comparte y con quien no, a nadie se le puede negar el acceso a, no existe nadie que no tenga tal derecho, piense lo que piense. Quien mas lejos esté de la Iglesia, es quizá quien mas lo necesita, quien mas dude de Dios es quizá quien mas lo requiera, quien mas se halla equivocado y viva como viva. Para Dios no hay barreras, solo recordemos a San Pablo, a San Agustín y a tantos otros, quizá tal vez nosotros mismos hemos tenido momentos de lejanía de Dios y es esa palabra la que ha llegado a nuestros oídos. Si en Él no existen esas barreras, no las coloquemos nosotros con nuestros prejuicios y nuestras reglas internas, nada ni nadie puede realmente afectar a Dios y su palabra. Debemos ver un futuro que nos aproxime a todos los hombres, a todas las religiones, a todas las creencias a una auténtica búsqueda, consideremos que nadie tiene el monopolio de Dios, el Espíritu sopla donde quiere y se revela en donde desea y para ello no nos consultará.
Misión de los laicos, doble responsabilidad del Laicado Dominicano
En la constitución fundamental de los Dominicos Seglares, en el punto No. 4 dice: “.......participarán de la misión apostólica mediante la oración, el estudio y la predicación según su condición de laicos.” Y en el punto No. 12 afirma: “Todo dominico debe estar preparado para anunciar la palabra de Dios. Esta predicación es el ejercicio de la función profética del Bautizado”.
En la encíclica Christi Fideles Laici dice en el No. 34 “..... esto será posible si los fieles laicos saben superar en ellos mismos la fratura entre el evangelio y la vida, recomponiendo en su vida familiar cotididana, en el trabajo y en la sociedad, esa unidad de vida entre el Evangelio y la vida” y mas adelante añade “ ¡No tengan miedo! ¿Abran, abran de par en par las puertas de Cristo, a su potestad salvadora los confines de los estados, los sitemas tanto económicos como políticos, los dilatados campos de la cultura, dela civilización y del desarrollo. ¡No tengan miedo!. Cristo sabe lo que hay dentro del hombre. ¡Solo Él lo sabe! Y tantas veces el hombre de hoy no sabe lo que lleva adentro.
“ La Iglesia, mientras advierte y vive la actual urgencia de una nueva evangelización, no puede susutraerse a la perenne misión de llevar el Evangelio a cuantos –y son millones y millones de hombres y mujeres- que no conocen todavía a Cristo redentor del hombre” ...” La acción de los fieles laicos se revela hoy cada vez mas necesaria y valiosa. En realidad el mandato del Señor “Vayan por todo el mundo” sigue encontrando muchos laicos generosos”.
Y en el número 33 mas claramente dice: “Los fieles laicos, precisamente por ser miembros de la Iglesia, tienen la voación y misión de ser anunciadores del Evangelio”
Predicando a ejemplo de Domingo, Por que los amamos predicamos
Para los dominicos, especialmente en esta semblanza desde el laicado, la predicación a ejemplo de Sto. Domingo debe surgir desde la misericordia y la caridad, el siempre anuncia la palabra como signo de amor por los demás, desde su corazón, lleno de compasión ante las necesidades de hombres y mujeres, ante lo paradójico de la injusticia, ante el descubrimiento de la falta de presencia de la vida de la Iglesia entre muchos hombres, su gran reflexión surge al recorrer los olvidados poblados de la Europa del siglo XIII, en donde la confusión y la ausencia de una vida de Fé, tiene sus mas hondas raíces en el poco acceso al conocimiento de Dios, es como no poder escuchar que se es querido y comprendido, entendido y consolado desde siempre por el creador de todo. Las tradiciones con el tiempo se transforman o mueren y eso es lo que sucede con sociedades que viven su fe fundamentado en las costumbres y tradiciones, es necesario renovar, reencontrar, reentender la vida de la fe a la luz del paso de los tiempos, es necesario tener muy caros los fundamentos y las raíces para que puedan surcar por el paso de los años y ser para cada hombre de cada época y de cada sociedad una palabra fresca y llena de actualidad.
Domingo entiende desde el amor a esos miles de hombres, que se hace prioritario establecer un proyecto específico para llegar a ellos con la palabra de Dios, Por ello Domingo antes que moralizante fue comprensivo y tolerante, por ello antes que dogmático, fue respetuoso de los principios, pero abierto a la reflexión teológica, por ello antes de anclarse en lo que existía se atrevió a la itinerancia por todo Europa. Domingo siempre predicó al Dios de la misericordia en vez del Dios de la amenza. Domingo predicó con lealtad y fidelidad la palabra.
Solo cuando se ama a quien se predica se le entiende de antemano, solo cuando se piensa primordialmente en a quien se dirige nuestra predicación, se le puede escuchar primero y comprender, solo cuando aún conociendo bien la palabra se es capaz de revestirse de humildad, es posible escuchar y entender las necesidades del otro antes de hablar. En el Capítulo de los Dominicos celebrado en Oakland dice: “ si nuestra predicación no conduce a sentimientos o convencimeintos de esperanza, nuestra predicación es inútil”
Los dominicos no predicamos a Domingo predicamos a Jesús en una predicación sin fronteras, en donde se requiere, En nuestra Orden existe la característica de ser itinerantes, al igual que Domingo la historia de los Dominicos es ta historia de ir a donde se necesita, así se ha arribado a todos los continentes, y cabe la reflexión de que la itinerancia, especialmente hoy en día debe existir mas en la mente que en los pìes. Hay que saberse mover en medio de las ideas, hay que saberse mover a los pluriespacios culturales del mundo de hoy. Que peligroso es quedarse estático y anclado en el pasado y sus recuerdos, existen muchos espacios a los que nos hace falta llegar. Hay que moverse con la palabra de Dios con prontitud a los espacios económicos, políticos, científicos, tecnológicos y culturales.
Predicamos por amor a quienes están lejos, Predicamos por amor a quienes viven la desesperación, Predicamos por amor a quienes no han conocido a Dios. Sin amor solo seremos campana que suena....
COMO PREDICAR SIN HABLAR DE MARIA
Miriam de Nazareth acompaña a la Orden de Predicadores en toda nuestra historia, es clara la relación que entre ella y la predicación dominicana ha existido, Nuestros cánticos y oraciones han tenido presente a María, quien fielmente acompaña los trabajos de Predicación de los Dominicos, como laicado encontramos en esa gran laica María, un ejemplo del compromiso que asume desde la comunidad y sin reservas una mujer plena de decisión, amor y valor. Una María que al frente junto con los apóstoles, en los momentos mas difíciles de la historia de la la Iglesia, planea el desarrollo de una evangelización que requería de cobrar mas fuerza.
Para predicar se requiere de Fé y en María encontramos un claro baluarte de lo que la Fé significa, “Hagan lo que Él les dice”, En la predicación se necesita de saber pedir y ella nos enseña pedir a Dios con insistencia, En la predicación se requiere saber aceptar y ella es ejemplo de aceptación al pie de la cruz, , En la predicación es necesario saber con generosidad saber decir sí, y ella dice “Hagase en mí según tu palabra”. No terminaríamos si siguiesemos reflexionando en la participación de María en medio de la Iglesia, contribuyendo a la predicación cons su acción, su actitud y su ejemplo. Lo que es importante rescatar es que si al igual que Domingo sabemos poner en sus manos nuestra tarea de predicación, veremos resultados mejores y veremos que nuestra tarea se multiplicará como no habíamos imaginado.
6 LA CONSTRUCCION DEL REINO DESDE LA PREDICACIÓN
La construcción del Reino se convritió en tema medular de la Predicación de Jesús de Nazareth, para la Iglesia es un compromiso de siempre, no es un apostolado, ni una especialización opcional, pero cuando hablamos de construir, implica entender que en este tema mas que decir hay que hacer, Y ese hacer diario es además necesaria la participación en acciones concretas, es una actitud de vida. No se puede construir un Reino de Dios desde las injusticias, ni con las desigualdades y sin la paz. Por ello es menester y tarea importante erradicar esas estructuras de nuestras sociedades. Tarea nada fácil.
Pero el decir, el recordar, el fundamentar, el invitar es una forma de compartir lo que en la práctica es una realidad, esta temática trasciende al espacio de quienes pertenecen al Pueblo de Dios. alcanza tópicos de relaciones sociales, económicas y de justicia. Aquí las decisiones de los laicos en sus espacios de acción ya sea directo por su trabajo, por su presencia por su participación política en proceso democráticos y de denuncia cuando se expresa como sociedad ante las drámaticas situaciones de desigualdad.
Urge que la predicación bien fundamentada en estos términos sea capaz de explicar a todos nuestra doctrina social, y con ello lograr en un proceso concientizador en donde las personas descubramos que la justicia no es un momento o actividad momentanea, ni solo una presencia solidaria ante una manifestación de la injusticia, sino que es una actitud de vida que potenciada por el evangelio, movida por el amor y no por resentimientos se convierte en una fuerza que modifica el ambiente, es una expresión de la misión profética del laico.
Y no se trata de generar un movimiento o grupo de choque, nuestra denuncia está fundamentada en el amor, por amor al igual que Domingo buscamos el encuentro con quienes se han perdido en la confusión y por ello anteponen sus intereses, pero nuestras sociedades tienen reglas y estructuras, que se hacen necesarias para la convivencia, desde ahí se regula y sanciona las realciones entre las sociedades, La presencia de nuestros laicos en esos espacios es importante.
Nuestra predicación, especialmente la de los Laicos cobra un matiz distinto y mas real cuando existe formación que le permite ser mas claro en estos aspectos y cuando en cada uno de esos laicos se ha sembrado como una forma de vivir la conciencia de la justicia y la paz.
La Predicación denuncia con la verdad y busca la paz
La paz se construye, desde el amor de Dios en los hombres, en términos de igualdad, por ello está llamado a ser un espacio de justicia, ¿ Como decir que amamos si podemos ignorar el sufrimiento de los que la injusticia a marginado?, ¿Cómo decir que entendemos la palabra que proclamamos si no descubrimos que Jesús vino a proclamar el año de gracia, a dejar libres a los oprimidos y a traer la Buena Nueva a los pobres?, La construcción de un Reino mas justo es contenido fundamental de la Predicación. Predicamos porque entendemos en quienes nos dirigimos a los hijos del mismo Padre, luego entonces a nuestros hermanos. Cuando esto se olvida que bien viene al caso la pregunta de Dios “¿Caín que has hecho de tu hermano?”, solo faltaría que respondiésemos “¿Qué acaso soy el guardian de él?”. La Predicación contiene el compromiso de generar sociedades en donde se pueda volver a decir “Y Dios vió que era bueno” y en donde su expresión “He venido a que tengan vida y vida en abundancia” al menos plantee para cada uno lo elemntal de una vida digna.
La predicación Dominicana encuentra en la sociedad el destino de su Predicación y al mismo tiempo la fuente de nuestra contemplación, no se puede entender al hombre como individuo solitario, es primordial entenderlo en el contexto de la comunidad. La construcción del Reino de Dios debe partir forzosamente desde la realidad de todos los días. Las voces de Francisco de Vitoria, de Pedro de Córdoba, de Montesinos, de Fray Bartolomé de las Casas y de tantos otros no encontraron mejor espacio para su predicación que la sociedad, por ello increparon a una sociedad injusta, que en ese momento había olvidado los principios fundamentales de todos los hijos de Dios. Y sin temor alguno señalaron desde la predicación los abusos y explotaciones y sin temor denunciaron la injusta relación que desde el poder se generaba en contra de los que no tienen voz. La palabra de Dios reclama espacios de justicia y paz, pero esos no se dan de forma silvestre, hay que construirlos y velar por su existencia. La paz no es la quieta ausencia de todo que en consecuencia produce la calma quietud, la paz es la presencia de todo, que en equilibrio y con la justicia es capaz de lograr la armonía. Es decir que la paz de Dios no es ausencia, sino presencia.
No es posible la Predicación Dominicana, sin la Compasión Dominicana, Felicísimo Martínez OP dice en uno de sus textos: “El compromiso de justicia como rasgo esencial de todo predicador implica el anuncio explícito de las exigencias de la justicia del Reino de Dios y también la denuncia de todas las situaciones contrarias a las exigencias del Reino”
A manera de final
Y cuando el evangelio está realmente presente, todo llena, todo inquieta, todo dinamiza, todo cuestiona y todo es invitado a la perfección como el Padre que está en los cielos. La Predicación se alimenta de la palabra de Dios y de la realidad de los acontecimientos de la sociedad. Se nutre de la oración que es escuchar a Dios y fuente de su conocimiento, como bien dice Catalina de Siena, siempre estuvo llena del asombro, porque que nunca deja de estrenmecerse y descubrir algo nuevo en la palabra, La predicación es un reto, una oportunidad, es un medio y un camino, es testimonio que reclama de comprometer nuestra pasión por vivir y seguir a Jesús de Nazareth. Al ser palabra de Dios tiene tintes de eternidad Y en los dominicos es la acción de cada instante, es una actitud de vida, de todos aquellos que supimos descubrir el ejemplo de aquel que solo habla con Dios o hablaba de Dios.
“CONTEMPLAR Y LLEVAR A LOS DEMAS LO CONTEMPLADO”
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