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ORDEN SEGLAR DOMINICA

INTRODUCCION

El laicado dominicano cuenta en el mundo con más de 70.431 miembros. Es un número respetable, pero eso no quiere decir que el común de la gente los conozca. De ahí que nos preguntemos:


¿Quiénes forman este laicado?

¿Quiénes son estos laicos?

Como dato -sólo como un dato para lectores no avisados- adelantamos una definición, que será completada si se tiene la paciencia de leer estas páginas. Los laicos dominicos son cristianos que se proponen vivir intensamente su consagración bautismal, tomando como modelo a Santo Domingo y su forma específica de reflejar el Evangelio.

Cómo nació este movimiento laical y cómo se fue transformando a través de los siglos, lo que es y lo que quiere ser dentro de ese grupo eclesial que es la Familia Dominicana, es lo que intentamos exponer brevemente. Descartamos, por tanto, el entrar en detalles, pero nos gustaría que, al final, quedara en todos la avidez de recurrir a obras más explícitas y a lecturas más amplias sobre el tema.


PREHISTORIA DEL LAICADO

Desde finales del Siglo XI hasta bien entrado el Siglo XII, la cristiandad occidental conoce un espléndido florecer de instancias cor las que el laicado quiere, expresar su vida evangélica. Se intenta imprimir vida cristiana en los ambientes seculares. Y así nacen, por ejemplo, los Beguinos y Beguinas, los Penitentes, las Milicias e innumerables Confraternidades. Estos son los primeros movimientos laicales en la iglesia. No están estructurados, viven diseminados o en agrupaciones y tienen como única finalidad el ansia de una vida más perfecta como simples cristianos.


SANTO DOMINGO Y LOS INICIOS DE LA ORDEN DE PREDICADORES

El Siglo XIII es el siglo de la órdenes mendicantes. Estas, dejando para los monjes los lugares retirados, se asientan en medio de la masa humana que empieza a sacudir el yugo de los señores feudales y va siendo dueña de sus destinos. Es por eso que el laico encuentra en el fraile y a la sombra de sus iglesias, un sostenimiento para el ideal de vida en la que sueña.

En 1203, Domingo agrupa a unos pocos compañeros que con él evangelizaban el Sur de Francia. Es el comenzar de la nueva Orden, que será aprobada oficialmente como Orden de Hermanos Predicadores, por el Papa Honorio III, el 22 de Diciembre de 1216. Pero ese fue sólo uno de los proyectos que Domingo promocionó en su siglo.

Ya desde 1206, había reunido en Prulla a las primeras convertidas de la herejía cátara, que forman así el primer núcleo de las monjas dominicas, una de las ramas más interesantes de la Familia Dominicana.


SANTO DOMINGO Y LOS LAICOS

No cabe duda de que también los laicos atrajeron las miradas del Santo Fundador. De ahí sus contactos. Como sacerdote y predicador es a los laicos a quienes normalmente debe apuntar sus dotes de evangelizador.

A decir verdad, Santo Domingo está en contacto con todo el mundo. "A todos llevaba en el santuario de su caridad y como a todos amaba, todo el mundo le quería" (Jordán). No hay duda de que fácilmente conectaba con el elemento clerical: sacerdotes, obispos, cardenales, el mismo Papa. Pero se dieron muchas circunstancias que lo empujaron particularmente al encuentro con los seglares. Veamos algunas de estas circunstancias:

--En primer lugar, porque proyectó su Orden hacia el corazón de las ciudades que surgían. Los conventos y los frailes están hechos para los centros urbanos y es allí donde encontrarán oyentes y discípulos. Santo Domingo mismo consagró varios años de su vida al apostolado sistemático en Toulouse, Carcassonne, Milán, Bolonia.

--En segundo lugar, las necesidades propias de la vida mendicante. Al abandonarse en manos de la Providencia a través de la mendicancia, Santo Domingo se abandonaba, al mismo tiempo, al trato de los laicos. Es decir, establecía con ellos una mutua dependencia: ellos le hacían beneficiario de sus bienes perentorios y él les llevaba el alimento espiritual.

--En tercer lugar, las exigencias mismas de la acción apostólica. En Francia e Italia a fines del Siglo XII, las villas vivían en plena efervescencia política y social, de modo que no era viable tipo alguno de acción religiosa si se perdía ese contacto con la masa. Santo Domingo y sus frailes se ven envueltos en la acción -y aún en la legislación comunal sobre todo en lo referente a los temas de justicia y paz.

Todas estas son motivaciones que hacen que Domingo necesite ponerse en contacto con los laicos. Pero hay algo más que motivaciones: Domingo compartía con los seglares el Evangelio, la conversión, la oración, el ideal cristiano. Por eso, la Orden fundada por él, tratará de darles instituciones que les permitan desarrollar, con un color específico, su vida cristiana.


DE LAS CONFRATERNIDADES A LA TERCERA ORDEN

Los primeros frailes dominicos contribuyeron a la formación de muchas confraternidades y estamparon en ellas algo de su propia espiritualidad que se distinguió siempre por la inteligencia de la fe, la compasión y las obras de misericordia. En Florencia, en 1221, se forma la "Milicia de Jesucristo" al estilo de las órdenes de caballería, cuyos miembros defienden las instituciones ecIesiales y se dedican a obras de caridad. Un dominico, Fray Bartolomé de Vicenza, redacta los estatutos y el Papa Gregorio IX, les da la aprobación oficial.

En Milán, bajo la advocaci6n de la Santísima Virgen, San Pedro de Verona, dominico asesinado más tarde por los herejes, lanza una serie de organizaciones laicales para el estudio y la defensa de la fe, viviendo en contacto con los frailes, sus maestros. Hacia 1230, el movimiento penitencial se ha extendido notablemente. Se distinguen por el color de sus capas los Penitentes negros, al amparo de los Dominicos, y los Penitentes grises, al amparo de los Franciscanos. Todavía no tienen una reglamentación particular y viven independientes de la autoridad de estas Ordenes.

Un paso más y comenzarán su brillante historia en la Iglesia de Cristo las Ordenes Terceras.


MUNIO DE ZAMORA: LA PRIMERA REGLA DE LOS DOMINICOS SEGLARES

En 1285-. Munio de Zamora, séptimo Maestro General de la Orden, cuya tumba se conserva en Santa Sabina de Roma, "queriendo dar a los laicos que vivían la inspiración evangélica de Santo Domingo una estructura más sólida, propuso una Regla para aquellos que estaban más directamente vinculados a la Orden.

No todos aceptaron esta propuesta. Los que lo hicieron se dieron cuenta de que les abría una nueva forma de participación directa y activa en el ministerio apostólico de la Orden. (Cap. de Avila).

De ahí surge una rama auténtica en el árbol dominicano que se perpetuará hasta nuestros días y que constituye el Laicado Dominicano.


EXPANSION DE LA ORDEN Y CRISIS

La Orden acepta la clásica Regla de Munio, aunque Roma tardará bastante tiempo en aprobarla, dado el proverbial miedo que Roma tuvo siempre a los movimientos laicales. (Será aprobada por Inocencia VII en 1405).

La Orden acepta las Fraternidades laicales; caen bajo la jurisdicción del Maestro General; son incorporadas a la vida y al ministerio de los Predicadores.

Se abre un espléndido horizonte que no tarda en dar sus frutos. Numerosos personajes importantes, reyes, príncipes, gente sencilla del pueblo, papas y obispos se hacen inscribir en la llamada Tercera Orden.

Recordamos entre los elevados al honor de los altares a: Juana de Orvieto (+1 306) y Villana della Botti (+1 360). Y a Beatriz de Florencia, por sus virtudes y ser hija del pintor Giotto.

La Orden, durante todo el Siglo XIII, creció bajo el impulso que le diera el Fundador: se han organizado 26 provincias y se han construido 631 conventos. Siguiendo la inspiración primera, los Conventos son albergues para una docena de frailes, normalmente situados en las villas. Aún las poblaciones más insignificantes quieren levantar un Convento a los Predicadores, porque de ellos esperan obtener la luz evangélica, el perdón de los pecados, la intercesión por sus difuntos.

En torno a estos Conventos gravitan, cada día más numerosos, grupos de hombres y mujeres. Pero todo este maravilloso florecer se derrumbó con la larga crisis del Siglo XIV.

Las guerras continuas suscitan el desorden y la anarquía en toda Europa. La Peste Negra, como un ariete demoledor, deja su saldo de muertes incontables; desaparece un tercio de la población y los conventos se vacían.

El Gran Cisma viene como a terminar de oscurecerlo todo: los espíritus se dividen; es la confusión dentro del rebaño de Cristo. Hará falta casi un siglo para volver a encontrar el equilibrio y el empuje primigenio. Heridos habían quedado el espíritu de pobreza, la oración, el estudio: todo el andamiaje de la vida dominicana. Era, pues, necesaria y urgente una reforma.


LA REFORMA: RAIMUNDO DE CAPUA Y CATALINA DE SIENA

Raimundo de Capua (1380-1400) vigesimotercer Maestro General, decide llevar a cabo la reforma en toda la Orden. No está solo: Conrado de Prusia en Alemania, Juan Domínici en Italia, Alvaro de Córdoba en España se esfuerzan por restaurar la vida conventual. Y, en consecuencia -y al mismo tiempo- la Orden Tercera conoce un nuevo tiempo de esplendor.

Catalina de Siena (1347-1380) es el prototipo de este amanecer. Completamente laica y a la vez dominica de cuerpo entero, tan absolutamente contemplativo como activa, encarna el ideal mismo del dominico seglar, ofreciendo su vida en defensa de la verdad y de la Iglesia. Ella conocía perfectamente las dificultades de su tiempo y no cesaba de ponerles remedio, haciendo triunfar la verdad de la fe. Directora de almas, tuvo un número considerable de discípulos, en todos los estratos de la jerarquía y del laicado. Uno de sus dirigidos, el P. Caffarini, dominico, compuso un tratado sobre la Orden Tercera dominicana que tuvo mucho éxito y sustituyó a la Regla de Munio hasta que ésta fue aprobada por Roma (1405). Esta Regla, la de Munio, modelo en su género, estará en vigor hasta 1923.


FRUTOS APOSTOLICOS DE LA REFORMA

No cabe duda que la Reforma fue la savia que condujo al tronco dominicano hacia una nueva primavera que se concretó en vida interior, en actividad doctrinal intensa y en presencia evangelizadora. Podemos señalar unas cuantas empresas que la Orden acometió:

-evangelización del Nuevo Mundo, al mismo tiempo que crítica de los sistemas injustos de la conquista.

- presencia de la Iglesia en Africa y en Asia.

- desarrollo del tomismo.

- fundación de las Facultades de Teología.

-renovación de las formas de predicar, que pueden ser itinerantes como con San Vicente Ferrer (1350-1419) o destinadas a una ciudad, cómo con Jerónimo Savonarola (1452-1498) que transformó visceralmente a FIorencia con su verbo profético.

La vida escondida de los claustros femeninos da sus frutos: Inés de Montepulciano (1268-1317) llamada por Santa Catalina "la gloriosa madre' y Catalina de Ricci (1 5221590) terciada conventual, quien bajo su dirección espiritual contó como discípulos a S. Felipe Neri y San Carlos Borromeo.

En pleno humanismo renacentista, como uno de sus más conspicuos representantes italianos, brilla el dominico seglar Juan Pico de la Mirándola (+1 494). En las avanzadas de la Iglesia Católica se derrama la sangre en defensa de la fe. En la mártir Irlanda cayeron para merecer nuevos brotes testificantes en medio del pueblo Margaret of Cashel (+1647) Nora Burke (+1653) y Nora Magaen (+1653).

Período turbulento éste de la Reforma y la Contra Reforma. Los dominicos seglares, han de ajustar su espiritualidad a las exigencias doctrinales y necesidades materiales de su siglo. De ahí que nazcan las Cofradías del Santísimo Sacramento y se potencie la asistencia a los enfermos y encarcelados en donde de inspirará San Vicente de Paúl.

Alejada de guerras religiosas, pero sacudida por los avatares de la conquista y de la evangelización, América obtiene el don de una admirable dominica seglar, Rosa de Lima (+1617). Su vida y su muerte sacudieron profundamente este hemisferio y la onda llegó a Extremo Oriente. Hoy Rosa de Lima es Patrona de América y de Filipinas.


EL LAICADO DOMINICANO EN LA ERA DE LAS REVOLUCIONES

En un clima social y cultural tormentoso y difícil, muchos de nuestros hermanos de Orden han dejado sus nombres asociados a obras e instituciones que perduran y siguen iluminando a nuestra Iglesia actual.

-En Francia: San Luis María de Montfort (+1716) misionero de la devoción a la Virgen.

-María Poussepin (+1744) obrera de la Divina Providencia, sembradora de asistencia social.

-Catalina Jarrige (+1836) protectora de sacerdotes perseguidos.

-Federico Ozanam (+1853) amigo del P. Lacordaire, atraído siempre por la Orden y fundador de las Conferencias de San Vicente de Paúl con la colaboración de los dominicos seglares.

Numerosos colaboradores del P. Lacordaire: pintores, músicos y sobre todo profesores que se unen a él cuando organizan la Orden Tercera para la Enseñanza.

-En Polonia: María Sobieski (+1735) de la heroica familia real polaca, enterrada con el hábito dominicano en la Basílica de San Pedro de Roma.

- En Italia: Carlos Manuel de Savoia, rey de Cerdeña.

-En España: Donoso Cortés (+1853) diplomático, ensayista y filósofo católico.

-En América: Manuel Belgrano (+1820) héroe de la independencia Argentina.


PRIMERA MITAD DEL SIGLO VEINTE

Es un dato revelador: a principios de nuestro siglo XX, el P. Cormíer, Maestro General, recibe en la Orden Tercera a Agnes Mc Laren (+1913), la primera mujer médico de Europa, hija de altos políticos ingleses y convertida al catolicismo.

La Primera Guerra Mundial interrumpe el progreso de la rama laical pero descubre también a muchos héroes que surgirán eventualmente de anonimato.

Recordamos a:

-Ernesto Psichad (+1914) nieto de Renán, del círculo de Martai n, escritor de honda sensibilidad.

-Guido Negri (+1916) célebre en Italia balo el nombre del "Santo Capitán".

En 1919, Benedicto XV dicta un documento a todos los fieles en favor de la Tercera Orden dominicana.

Después de la guerra, podemos citar a:

-Luiai Sturzo, fundador del Partido Popular italiano, del que salió la actual Democracia Cristiana.

-Giuria Barsanti, amiga de Santa Gemma Galgani.

-Pier Giorgio Frassatti (+1926), modelo de deportistas y jóvenes estudiantes, de acción católica.

-Aldo Moro (+1978) el político que fue mas veces Ministro de Italia, asesinado por las Brigadas Rojas.

-Sigrid Undset (+1949) premio nóbel de literatura en 1928.

-Bartolo Longo (+1926) elevado a los altares, creador del centro religioso y social de Pompeya.

-Margarita Rivas Sosa (+1 938) escritora espiritual e infatigable catequista venezolana.

-Eric Gill (+1940) escultor y escritor inglés, promotor de artistas.

-Walthere Dewé (+1 944) el primer patriota de la resistencia belga en la Segunda Guerra Mundial.

-Catalina Abrikosov (+1936) la última dominica seglar de la Unión Soviética, muerta en la cárcel de Moscú.

-Práxedes Fernández (+1936) madre de familia, verdadera contemplativo en la acción.

-Giorgio La Pira, el más célebre alcalde de Florencia.

-Eugenio Pacelli, el futuro Papa Pio XIl.

-Cardenal Lercaro, arzobispo de Bolonia, moderador del Concilio Vaticano II.

-Octavio Derisí, profundo pensador y promotor de la renovación tomista desde la Universidad Argentina.

- Licinio Refice (+1954) músico y compositor.

-Marqués de Lozoya (+1980) crítico de arte e historiador.

Los miembros de la tercera rama de la Familia Dominicana han demostrado que pueden existir y de lo que son capaces de llevar a cabo en pleno siglo XX.

Las otras Ramas son conscientes de ello; se sienten orgullosas o tratan de acompañarlos. En 1923, se promulga el texto de una nueva Regia, más en correspondencia con, el nuevo Derecho Canónico, pero que no satisfizo plenamente a las exigencias de las mentalidades modernas, ni a la teología de un laicado que ha llegado a la mayoría de edad.


LOS ULTIMOS TREINTA AÑOS

En 1948, por vez primera, se habla de los "laicos de Santo Domingo" y no de Tercera Orden, porque esta denominación se hizo ambigua dado que existían grupos femeninos de religiosas que se decían "Hermanas Terciadas Dominicas".

Los Capítulos Generales de Caleruega (1958) y de Bolonia (1961) acusan la urgente necesidad de modificar la Regla para que se revalorice el carácter propiamente laical de los miembros. Por estas fechas aparecen diferentes agrupaciones de seglares que se inspiran en el ideal dominicano: en 1962, nacen en Francia !os "Equipos de Santo Domingo" y en Argentina, los Universitarios Dominicos (F.A.S.T.A.).

El Vaticano II llegó interpretando todo el sentir del laicado -Y también del dominicano- cuando restablece a los seglares en su propio puesto eclesial que es el ser Pueblo de Dios. "Por tanto, el Pueblo de Dios, por El elegido es uno... Común la dignidad de sus miembros... común la gracia de la filiación.. común la llamada a la perfección. (L.G. Nº 32)

En la "Evangeli Nuntiandi, Pablo VI resumió la forma de evangelización propia de los laicos: "su propio campo de actividad en la tarea de evangelización es el amplio y complicado mundo de los asuntos sociales y políticos, la economía y la cultura, las ciencias y las artes, la vida internacional y los medios de comunicación social (Ev.N. Nº 70).

El Capítulo General de River Forest (1968) en el que se lleva a cabo una magnífica adaptación de las Constituciones y Ordenaciones de los frailes a toda la renovación conciliar, aprueba una Regla para las Fraternidades laicales de Santo Domingo. Es también en River Forest donde se acuña oficialmente la denominación de "Familia Dominicana", mostrando así el lazo fraternal que une a las diferentes ramas de la Orden de Predicadores: frailes, monjas, hermanas que viven en Comunidad, laicos, Institutos Seculares.


BOLONIA Y MONTREAL

Representantes de las diferentes ramas de la Familia Dominicana tuvieron un Symposium en Bolonia en 1983. Fruto de esa reunión es un Documento en el que se afirma, entre otras cosas, que "el principio y signo de la unidad de la Familia Dominicana es el maestro de la Orden el único que garantiza la agregación a la Orden y promueve la fidelidad al espíritu de Santo Domingo (D.B. NI' 3-2). Y que todos en complementariedad y colaboración mutua, realizan su misión respetando la autonomía y vocación de cada uno" (ib)

A finales de Junio de 1985, tuvo lugar en Montreal el primer Congreso internacional del laicado dominicano. Su objetivo: presentar unos nuevos Estatutos de las Fraternidades seglares al que deban atenerse todos los grupos que deseen pertenecer a la Orden de Predicadores. Estos Estatutos fueron aprobados por la Sagrada Congregación (SCRIS) el 15 de Enero de 1987.

los Directorios se encargarán, en cada país, de llevar a la praxis concreta e instrumentar las determinaciones generales.


CONCLUSIONES

Al terminar esta rápida ojeada sobre e! laicado dominicano y que no ha tenido otro objetivo que el señalar lo que fue y lo que continúa siendo el dinamismo de espíritu de Santo Domingo tal como lo viven y vivieron los seglares, sólo nos permitimos una doble pregunta: Por qué y cómo ser un dominico seglar?

Nuestro historiador laureado, P. Vicaire, decía: "El evangelismo de Santo Domingo es el que marca a la Orden".

Los laicos que quieren ser miembros de esta Orden a cuerpo entero, deben vivir esta forma de evangelismo, es decir, llevar una vida de unión con todos, contemplarlo, nutrirse con su Palabra a través del estudio y trabajar por la salvación de las almas predicando y viviendo esta palabra de Verdad.

Un auténtico dominico seglar está llamado a una profunda vida de oración: organiza sus encuentros periódicos con Dios: la Eucaristía, el Oficio, los Retiros, la ReconciIiación, el Rosario; busca tiempo para el estudio de la verdad revelada y para reflexionar sobre los problemas contemporaneos (E. NQ 10). El dominico seglar tendrá pasión por dedicarse, con auténtica misericordia, a remediar las diversas formas de sufrimiento, a la defensa de la libertad, de la justicia y de la paz (E. N° 6). Y como Santo Domingo, ha de repetir con frecuencia: "¿qué va a ser de los pecadores?"

Esta forma de vivir, tomada en serio, no es fácil. Exige una verdadera ascesis que comienza en un reparto preciso de! tiempo para orar y estudiar. Y, naturalmente, se exige abnegación para acoger al otro, escucharlo, comprenderlo.

A veces puede presentarse el cansancio y el desaliento. Y es entonces cuando la pertenencia a la Orden, manifestada por un compromiso oficial, ríos ayuda, nos sostiene, nos empuja. (E. N° 14)

Las reuniones de la Fraternidad, a las que se ruega ser asiduos, y en las que se ora en común y se reflexiona sobre un tema, se comparten alegrías y penas, es el medio propio donde se nutre y sostiene el compromiso de cada uno en su vocación (E. N° 15).

Y ahora, un voto final: que el laicado dominicano recupere el coraje de Santo Domingo. El coraje de "alguien que, lejos de aferrarse a un cierto pasado porque es el pasado, se apoya sobre los valores esenciales y permanentes de éste, para mirar de frente e ir adelante: el coraje del futuro'. (P.V. de Couesnongle, Maestro General: 6 de enero 1975).

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