Secretos a voces
La para algunos “apetitosa” montaña de un cuarto de millón de documentos difundidos recientemente por Wikileaks parece desvelar mucho. Aunque quizás no tanto por lo que descubren -no hay que ser ingenuos: las cosas más secretas seguirán siéndolo-, sino por lo que muestran acerca del modo en que se conduce la “más eficaz” (¡) diplomacia de nuestro planeta y sus amigos. Claro que con ello no estoy justificando lo presentado, que posiblemente en los modos como fue fabricado estuvo en la raya de la legalidad. Pero eran auténticos secretos a voces, que ya se imaginaban, e incluso muchos ya sabían, si bien quizá nadie se había atrevido a decirlo públicamente.
Además ponen en evidencia, sin pretenderlo, rasgos psicológicos y morales de sus autores, con sus tics, sus fobias y sus obsesiones condicionantes. Pero también los de quienes les comisionaron o eligieron. Y como en las buenas novelas y películas, ni los buenos son tan listos, ni los malos son todos tontos.democracia, diplomacia
En algunos políticos esta publicación está generando un fariseísmo -que seguro será bastante pasajero y oportunista- de rasgaduras de vestiduras, de petición de comparecencias y de aclaraciones, mientras que otros guardan un elocuente silencio. Sin embargo otros, nada proclives a la transparencia, quisieran incluir a los responsables en la lista de las organizaciones terroristas. Insisto en su aparentemente olvidado carácter de auténticos secretos a voces.
Pienso que también nos recuerdan lo alejados que estamos del control de las decisiones de nuestros representantes, pues nuestro papel como ciudadanos no lo deberíamos dar por terminado en la votación con que los elegimos. Por eso mismo, la permanente vigilancia es una condición imprescindible de la salud democrática. De ahí que la difusión de estos "secretos" de la diplomacia estadounidense por los medios de comunicación no constituya un ataque a la comunidad internacional, sino un tonificante síntoma de vitalidad. Una vez más, los mensajeros no son los responsables directos de los mensajes que trasmiten.
Por cierto, lo que está ocurriendo pienso que es una situación válida para muchas otras instituciones de nuestra sociedad: Ejército, Iglesia, Partidos políticos, etc
Fr. Alfonso Esponera O.P.
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