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El misterio y el culto de la Sagrada Eucaristía,
por el Papa Juan Pablo II.
Carta del Papa (Dominicae cenae) a todos los obispos y sacerdotes,
24 de febrero, 1980.


La carta incluye:

"¡Con qué elocuencia, en nuestra ordenación en latín, el rito de los sacerdotes de ungir las manos expresa la necesidad de una gracia especial y un poder del Espíritu Santo para las manos de los sacerdotes! Tocar la Sagrada Eucaristía y distribuirla con las propias manos es un privilegio de las personas ordenadas.”



Regalo inestimable (Inaestimabile donum)
en algunas normas relativas al culto del Misterio Eucarístico,
por el Papa Juan Pablo II.
Sagrada Congregación para los Sacramentos y la Alabanza Divina
(Jueves Santo) 3 de abril, 1980.

Incluye:


"La Sagrada Eucaristía es el regalo del Señor. Debería ser distribuida a los laicos mediante la mediación de sacerdotes católicos ordenados especialmente para esta tarea. A los laicos no les está permitido tomar la Sagrada Eucaristía ni el Cáliz Consagrado, ellos mismos."


(JESÚS A...) SANTA BRÍGIDA DE SUECIA, + 1373

"Mira, hija mía, les obsequio cinco cosas a mis sacerdotes (...), y en quinto lugar el privilegio de tocar con sus manos mi Carne Sagrada."

¿Comunión en la boca o en la mano?
Padre Jordi Rivero. 28, junio, 2008

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El Papa Benedicto XVI ha decidido distribuir personalmente la comunión a los fieles solo en la boca y puestos de rodillas (Ver video). Cuando le preguntaron al arzobispo Marini, Maestro de Ceremonias Litúrgicas Pontificias, si el Papa continuará esa práctica, respondió: "Creo que será así. No hay que olvidar que la distribución de la comunión en la mano es todavía desde el punto de vista jurídico una dispensa a la ley universal, concedida por la Santa Sede a aquellas conferencias episcopales que lo pidieron", 26 junio, 2008, L'Osservatore Romano, edición italiana".

Según el Maestro de las Celebración Litúrgicas Pontificias, la modalidad adoptada por Benedicto XVI tiende a subrayar la vigencia de la norma, "válida en toda la Iglesia".

Con la distribución de la comunión en la boca, agregó, se intenta resaltar "la presencia real en la Eucaristía, se ayuda la devoción de los fieles y se introduce con más facilidad el sentido de misterio, aspectos que en este tiempo es urgente recuperar". Ver texto>>

En resumen, se nos ha recordado que:
1: La comunión directamente en la boca es la ley universal y por lo tanto la norma vigente, válida en toda la Iglesia.
2: La comunión en la mano es una dispensa de dicha ley.
3: El Papa Benedicto claramente favorece la comunión directamente en la boca y su maestro de ceremonias da razones consideradas como urgentes.

Debemos respetar las opciones que la Iglesia permite. Sería contradictorio causar divisiones y faltar a la caridad en torno a la Eucaristía. Al mismo tiempo me parece que es sabio valorar la preferencia del Papa y atender a sus consideraciones.

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Luego, proseguimos con esta investigacion:

San Sixto I, Papa (115-125) prohíbe a los laicos tocar los vasos sagrados (Mansi 1, 653). Con mayor razón hubo de prohibir la Comunión en la mano.

En la época de San Justino (100-166) sólo los ddiáconos dan la Comunión a los fieles (Apología 1, 65,5). Este uso es confirmado por la Didajé (15,1) y por S. Ignacio de Antioquia (+107).

El Papa San Eustaquio (275-283) en su "Exhortación a los sacerdotes" decreta que "nadie tenga la presunción de hacer llevar la Comunión por un laico o una mujer a un enfermo" (Patrol. La. 5, 165).

San Basilio (329-379) en carta del a�o 372, no permite la Comunión en la mano salvo en alguna situación extraordinaría como en caso de persecución (Ep. 93, Patrol. Griega, 332, 483,6).

San Jerónimo (347-420), secretario del Papa San Dámaso, aplica la Doctrina Bíblica (Ex 19,5; ISam 21,5) para descalificar la Comunión en la mano: "Si quienes habían estado con sus esposas no podían comer los panes de la Proposición... ¿Cuánto menos podrá ser violado y tocado por ellos aquel Pan que bajó del Cielo?" (C. de Panm., 49,15).

En el Sínido de Roma del a�o 404, celebrado bajo el Papa Inocencio I (401-417) se impone el rito de la Comunión en la lengua (Mansi X, 49,15).

El Papa San León I "El Grande" (440-461) recuerda en su "Sermon V" que el Santísimo Sacramento es recibido en la lengua (Patrología Latina, 54, 1385).

El Papa San Agapito (535-536) curó milagrosamente a un sordomudo, cuya lengua se solto al darle de comulgar en la boca (S. Greg. dial. III, 3).

El Papa San Gregorio "El Grande" (590-604) daba la Comunión en la lengua (Patr. Latina, 75, 103).

En el Sínodo de Rouen (649-653), siguiendo la línea observada en Roma, se prohíbe Comulgar en la mano, y se amenaza a los sacerdotes que no cumplan estas disposiciones (Mansi X, 1199-1200).

En el VI Concilio Ecuménico de Constantinopla (680-681) se prohíbe a los fieles que comulguen por sí mismos, y se amenaza con la Excomunión a los que tengan la osadía de hacerlo (Mansi XI, 969).

Sto. Tomás de Aquino, el "Doctor Angélico" nos dice: "Por reverencia a este Sacramento, ninguna cosa entra en contacto con Ella (La Eucaristía) a no ser que esté consagrada; por lo cual se consagran no solo el corporal sino también el Cáliz y, asimismo, las manos del Sacerdote, para tocar este Sacramento. De donde se deduce que a ningún otro le es lícito tacarlo" (Sum. T., III Q, 82, a, 3).

Por eso dice S. Francisco de Asís: "Sólo ellos (los Sacerdotes) deben administrarlo, y no otros". (Carta 2ª a todos los fieles, 35).

Estas prohibiciones son mantenidas por el Concilio de Trento (1545-1563) de crácter dogmático.

Ya S. Agustín había advertido: "Sería una locura insolente el discutir qué se ha de hacer cuando toda la Iglesia universal tiene una práctica establecida...". (Carta 54, 6; a Jenaro).

El "Doctor Supremo", el Papa Pio XII, 15 siglos má tarde, mantenía la misma postura: "Hay que reprobar severamente la temeraria osadía de quienes introducen intencionadamente nuevas costumbres litúrgicas, o hacen renacer ritos ya deshusados, y que no están de acuerdo con las leyes y rúbricas vigentes". (Mediator Dei, 17).

E incluso el C. Vaticano II no hAblo nada del tema

Juan Pablo II: DOMINICAE CENAE


En algunos Países se ha introducido el uso de la comunión en la mano. Esta práctica ha sido solicitada por algunas Conferencias Episcopales y ha obtenido la aprobación de la Sede Apostólica. Sin embargo, llegan voces sobre casos de faltas deplorables de respeto a las Especies eucarísticas, faltas que gravan no sólo sobre las personas culpables de tal comportamiento, sino también sobre los Pastores de la Iglesia, que hayan sido menos vigilantes sobre el comportamiento de los fieles hacia la Eucaristía. Sucede también que, a veces, no se tiene en cuenta la libre opción y voluntad de los que, incluso donde ha sido autorizada la distribución de la comunión en la mano, prefieren atenerse al uso de recibirla en la boca. Es difícil pues en el contexto de esta Carta, no aludir a los dolorosos fenómenos antes mencionados. Escribiendo esto no quiero de ninguna manera referirme a las personas que, recibiendo al Señor Jesús en la mano, lo hacen con espíritu de profunda reverencia y devoción, en los Países donde esta praxis ha sido autorizada.

Conviene sin embargo no olvidar el deber primordial de los sacerdotes, que han sido consagrados en su ordenación para representar a Cristo Sacerdote: por eso sus manos, como su palabra y su voluntad, se han hecho instrumento directo de Cristo. Por eso, es decir, como ministros de la sagrada Eucaristía, éstos tienen sobre las sagradas Especies una responsabilidad primaria, porque es total: ofrecen el pan y el vino, los consagran, y luego distribuyen las sagradas Especies a los participantes en la Asamblea. Los diáconos pueden solamente llevar al altar las ofrendas de los fieles y, una vez consagradas por el sacerdote, distribuirlas. Por eso cuán elocuente, aunque no sea primitivo, es en nuestra ordenación latina el rito de la unción de las manos, como si precisamente a estas manos fuera necesaria una especial gracia y fuerza del Espíritu Santo.

El tocar las sagradas Especies, su distribución con las propias manos es un privilegio de los ordenados, que indica una participación activa en el ministerio de la Eucaristía. Es obvio que la Iglesia puede conceder esa facultad a personas que no son ni sacerdotes ni diáconos, como son tanto los acólitos, en preparación para sus futuras ordenaciones, como otros laicos, que la han recibido por una justa necesidad, pero siempre después de una adecuada preparación.

Por favor queridos hermanos, es muy importante sus colaboraciones a mi correo, preguntas, Observaciones, etc... este tema y todos son apasionantes y garantes de mantener la Sana Doctrina en cuanto la aprendamos debidamente, ante una crisis como la que vive la Iglesia de abusos Liturgicos, desinformacion, etc... debemos hacer frente hablando con la VERDAD... BENDICIONES.

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