Hacer concesiones o plantear exigencias
¿Cómo podemos captar personas para la comunidad cristiana? ¿Cómo ser creíbles como religiosos ante los jóvenes? Klaus Berger en su libro recién traducido “Jesús”, insiste en que el cristiano o es alternativa o es sal insípida. Contemporizar con lo que se lleva, con lo político o socialmente correcto, es renunciar a ser sal y luz en el mundo. Pero a la vez encerrarse en sus propia fe, vivirla y celebrarla entre los que dicen tenerla y vivirla, y olvidar a los de afuera, es actitud sectaria. Es negar la función de la sal, o de la levadura. La sal no es para la sal ni la levadura para levadura. Ni la sal ni la levadura alimentan. Son para algo ajeno a ellas. Creo que en nuestra iglesia, en ciertas esferas, sobre todo, se ha apostado por ser alternativa, por no contemporizar. Se ven honestos, fuertes y seguros en esa actitud. Quien quiera que se apunte. Se asume, a la vez, ser grupo reducido e incomprendido. No se ofrecen concesiones para atraer. Lo tomas o lo dejas. Es verdad que en no pocos casos tiene más fuerza plantear exigencias que ofrecer concesiones a la hora de atraer a la fe o a la comunidad cristiana. Siempre hay quien se apunta a la seguridad y a la certeza. No se puede menospreciar esa realidad. Que existe en medio del pensamiento frágil y la búsqueda de la satisfacción inmediata de nuestra sociedad posmoderna. ¿Y los que no se apuntan? Si decimos “allá ellos” ¿podemos decir que somos sal? Si no ofrecer concesiones implica abortar el diálogo, o la escucha atenta otro, o el interés por ponerse en su pellejo; y, en definitiva, no sentirle como hermano por ser también hijo del mismo Dios, con quien le gustaría compartir el pan de la Palabra –y de la eucaristía-, creo que no sólo no se le hacen concesiones, sino que tampoco se asumen ni se le plantean obligaciones. En concreto, la de buscar juntos la verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario