Suelo utilizar el tren como medio de transporte y los tiempos de sus trayectos pueden emplearse en muchas cosas, como por ejemplo reflexionar.
En nuestro mundo de hoy, las locomotoras son minoritarias. Pero los vagones sin tracción propia son muchos y sus ocupantes se comportan, en general, como entes pasivos, meramente transportables. Suele haber también vagones de carga, saturados de bovinos. Y, por si fuera poco, a las locomotoras se les atraviesa de vez en cuando algún obstáculo en su camino, o se les atasca la fuerza propulsora, o quizá alguien toma todo el tren y por cierto tiempo impone sus arbitrarias leyes.
Así y todo -ni siquiera en estos tiempos del AVE, que corre tanto y transporta a una mayoría de ovejas muy bien trajeadas y conectadas por las nuevas y altas tecnologías- las locomotoras no deben dejar de importarnos. Las necesitamos. Hoy más que nunca, porque hay que tirar de mucho peso muerto, incluso a veces de cierta apatía.
Y hay que buscar apoyos. Yo he encontrado ayuda –son las pequeñas piezas de la locomotora que marcha en cabeza en mi vida– en los que han dejado y dejan una huella profunda en mi existencia (Jesucristo, sacerdotes que me han aconsejado, amigos, etc.) por sus palabras o con sus silencios pero con su presencia, y en libros que me han iluminado (la Biblia y algunos otros).
Inspirándome en un poeta español contemporáneo, esas locomotoras me dijeron y me siguen diciendo:
Te sentirás acorralado, perdido o solo,
tal vez querrás no haber nacido.
Un hombre solo, una mujer,
así tomados de uno en uno
son como polvo, no son nada.
Otros esperan que resistas,
que les ayude tu alegría,
que les ayude tu canción
entre sus canciones.
Nunca te entregues, ni te apartes.
Junto al camino nunca digas:
“no puedo más y aquí me quedo y aquí me quedo”.
La vida es bella, ya verás.
Como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor,
tendrás amigos.
No sé decirte nada más,
pero tú debes comprender
que yo aún estoy en el camino,
en el camino.
Siempre acuérdate
de lo que un día yo te dije
pensando en ti, pensando en ti,
como ahora pienso.
Pues vaya que fray Alfonso es un privilegiado al aún poder oir ese cántico de los ferrocarriles, por estas latitudes los gringos adquirieron la concesión de los ferrocarriles y solo los utilizan para llevar sus mercancías allende el rio bravo.
ResponderEliminarLos ferrocarriles eran mi transporte favorito para ir al centro de la república, pero por presiones de gringolandia le cedieron a ellos el uso de vias y a ellos no les interesa el transporte de personas, por considerarlo incosteable, lástima era un transporte económico, que permitía la reflección y el disfrute pleno de los paisajes provincianos de esta hermosa nación. Ahora cada vez que oigo pasar el ferrocarril recuerdo con nostalgia los paseos de antaño.
como envidio a fray Alonso.