Continuando con nuestra breve historia
de la Orden, nos situamos a finales del siglo XIV en el marco de reforma
de la vida dominicana de los frailes, encabezada por Raimundo de Capua y
otros ilustres hombres como Antonino, Savonarola, Tomás Vio Cayetano;
en España, Alonso de San Cebrián, Álvaro de Córdova. Estas reformas no
fueron del todo pacificas, provocaron el cisma más fuerte que ha tenido
la Orden a lo largo de su historia, los frailes estaban divididos en «Observantes» y «Conventuales»,
hubo fuertes enfrentamientos de todo tipo por parte de los dos bandos.
Esta situación se mantuvo durante los siglos XV y XVI hasta que se
implanto casi por completo toda la doctrina de la reforma gracias al
apoyo de papas, maestros y del poder civil, -Isabel y Fernando en
España-. Reconocidos historiadores contemporáneos como Lacordaire y el
P. Mandonnet, objetaron a los «Observantes» de falsear el espíritu de la Orden y las Constituciones al suprimir la dispensa y tradición intelectual de la Orden.
El siglo XV, fue una época muy
turbulenta y oscura, a pesar de éstas acusaciones, sobre todo, las de
Mandonnet, dentro de la filas de los reformados salieron teólogos
reconocidos como Francisco Retz (Viena) y Gerando Elten (Colonia).
También surgió una nueva generación tomista en Colonia, París, Salamanca
e Italia hacia finales de este siglo. Pedro Crockaert, Francisco de
Vitoria, Tomás de Vio Cayetano, todos ellos Observantes. Ellos con los
teólogos de Colonia, pusieron los fundamentos del resurgimiento tomista
que preparó a la Orden para el encuentro con el protestantismo y
participar en el concilio de Trento.
Desde los siglos XVI hasta el XVIII, se
puede decir, que comienza el segundo período de la historia dominicana,
estos es, abarca desde 1501 a 1790. La mayoría de los maestros, eran de
las filas de los Observantes, todos ellos, fueron sinceros, celosos por
el carisma de Domingo. Una gran parte fueron italianos, franceses y
españoles, sólo hubo un criollo mexicano que rompió esta línea, fue
Antonio Monroy 1677. Durante estos siglos la Orden sirvió la Iglesia
dando dos papas: Pío V (1566-1572) y Benedicto XIII (1724-1730) 41
cardenales y más de 1000 obispos.
El movimiento reformista triunfó, aunque
no del todo. Renovó bastantes conventos, poniendo la base para un
resurgimiento de la vida dominicana durante este siglo y disponiendo a
la Orden para entrar en el siglo XVI y XVII con nuevo vigor y fuerza.
Del grupo de los Observantes surgieron grandes predicadores, profesores,
escritores, frailes y monjas que han sido canonizados y beatificados,
entre ellos, Juan Dominici, Vicente Ferrer, Juan Nider, Savonarola. Otro
punto importante por destacar: aunque en esta época hubo escasez de
vocaciones en la Iglesia y en la Orden, los Observantes atraían
vocaciones con facilidad.
Las reformas también trajeron sus
consecuencias, en estos siglos, el poder del papa y los cardenales
protectores, nombrados por el pontífice, restaron autonomía a los
frailes en lo que respecta a elección de autoridad de la Orden, e
imponiendo a sus colaboradores, transgrediendo las constituciones de la
institución. Se publicaron nuevas ediciones de las constituciones
algunas adaptadas según los decretos del concilio de Trento. Surgieron
nuevas provincias en las tierras colonizadas por la corona española y
portuguesa gracias a misioneros que acompañaron las primeras
expediciones. La Orden revisó y publicó su propia liturgia. Se propagó
la devoción al rezo del rosario y la cofradía confiando su dirección
exclusivamente a la Orden. También surgieron nuevas cofradías fundadas
por dominicos como la de las cuarenta Horas y la del Santísimo
Sacramento, la del Santo Nombre, entre otras. Las monjas dominicas
también participaron de la decadencia y renovación de la Orden, muchos
de sus monasterios cayeron ante el protestantismo en Europa, pero se
fundaron otros nuevos en el nuevo mundo, México, Perú, Ecuador...
Grandes teólogos, humanistas e investigadores de todas las índoles
surgieron en estos siglos. Destacamos a fray Bartolomé de las Casas,
gran defensor de los derechos de los pueblos indios, existe la edición
crítica de su obra y cada vez hay más estudios.
No hay que olvidar que también la Orden
cayó en las redes de los problemas de cada época, en el siglo XVII se
acentuó el absolutismo de los príncipes de derecho divino, el cual, minó
las bases de las instituciones de la Iglesia y por ende a las Órdenes
religiosas. Estos movimientos que hicieron tan difícil la vida de la
Iglesia entre 1600 y 1800 surgieron en Francia: el absolutismo, galicanismo, jansenismo. La
Orden se vio afectada por todo esto y recortada una vez más su libertad
de acción por intervenciones frecuentes de papas y reyes. Ni podía
despegarse de su tiempo ni escapar de los embrollos de la política
papal y dinástica.
Algún reproche que se le atribuye al movimiento reformista es su visión de no haber leído «los signos de los tiempos» con
suficiente reflexión. La mala interpretación de los consejos de Nuestro
Padre Domingo trajo como consecuencia retornar a las fuentes pero no
con visión de futuro sino en pos de retroceso. Toda reforma es buena,
pero sin olvidar las sanas tradiciones que surgieron a través de los
siglos. Los que tienen miedo a la adaptación podían considerar que toda
tradición fue en otro tiempo una innovación a veces revolucionaria.
Los reformadores se vieron
obstaculizados por las leyes existentes. Tuvieron que abandonarlas
cuando los hechos les hicieron ver que no podían volver a vivir como en
la época de Domingo. El verdadero progreso es siempre una combinación de
lo nuevo con lo ya conocido, solo así nuestra vital herencia espiritual
e intelectual seguirá sin interrupción. Si queremos continuar nuestra
adaptación debe fundamentarse en la renovación interior. Tiene que
volver continuamente a las fuentes y a la inspiración original que hizo
nuestra Orden eficaz y gloriosa.