En el belén está el amor de Dios a toda la humanidad, su
deseo de encuentro y salvación al ser humano
El nacimiento de Jesús es el signo de la esperanza en la
noche del mundo. El hecho mismo de que Dios se haya hecho hombre es la puerta
abierta en la historia de la salvación. Porque Dios se hizo hombre, el ser
humano tiene razones para buscar, trabajar y vivir. Ya no está sujeto al
destino incierto de la naturaleza, ya no está encadenado al absurdo sino que
encuentra en el camino de la humanización la realización de su vida. Dios se ha
hecho uno como nosotros, nos ha mostrado que la realización del hombre, la
felicidad y la salvación cuentan con la humanidad; que el Reino de Dios
comienza a construirse desde aquí, con la fuerza y la gracia de su Espíritu.
Si Dios se ha
humanizado en la encarnación de Jesús, todo ser humano tiene en la humanización
el lugar de su realización y felicidad, ninguna vida humana puede sernos ajena
e indiferente, todos somos hermanos dentro de un proyecto de salvación
universal que se completa en el encuentro definitivo con el Padre creador.
Cuando miramos al Belén encontramos rasgos de la humanización, que nos ayudan a
convertir nuestra vida en motivo de acción de gracias y de encuentro con
Dios. La ternura, un niño entre
pañales es un signo de ternura, la ternura es el gesto de amor…, cada uno de
nosotros recordamos aquellos momentos en que nos trataron con amor, con ternura,
cada uno de nosotros recuerda el gesto cariñoso y la sonrisa que hicieron que
nos llenáramos de fuerza; aquellos gestos que cambiaron nuestra vida que nos
hicieron ver con esperanza… la ternura es necesaria para el desarrollo de la
persona y un ingrediente saludable para recorrer bien nuestro camino.
La confianza, no se
construye un ser humano sin la confianza, necesitamos descasar en los demás,
compartir con ellos nuestras preocupaciones, nuestras vidas… y buscar la
confianza en Dios que se llama fe. En el pesebre María confía en José, el niño
en el calor de sus padres y todos en la bondad y misericordia de Dios. Confiar
es fiarse de quien nos ama y ponernos en marcha venciendo los miedos y las
inseguridades. Confiar en la luz de Dios que puede iluminar este mundo.
El amor. En el
belén está el amor de Dios a toda la humanidad, en su abajamiento, en su deseo
de encuentro y salvación al ser humano y hasta en su renuncia y limitación al
asumir nuestra condición. El amor sabe de sacrificio, entrega y constancia, es
la fórmula segura para la felicidad. En la familia de Nazaret está presente el
amor en la fidelidad de María y José, en la perseverancia de la fe y en la
acogida al niño. Dios ama a todos los seres humanos... nuestra sed de ser amados
se sacia en esta Noche. “Dios es Amor”. El amor de Dios nos abraza a todos.
Dios ha amado al mundo en Cristo y en Él, en su Nacimiento, ha revelado a todos
los seres humanos el camino de la paz. Esta es la Luz que brilla en la noche de
nuestro mundo y en la noche de nuestro corazón.
Señor, que sepamos
hacer de nuestra vida un don, como Tú eres don para nosotros en la vida. Danos
la felicidad que permanece más allá de las circunstancias favorables o adversas
de cada momento, la que nace de la certeza profunda de sentirnos amados por Ti.
Que tu Estrella, Jesús, alumbre la oscuridad del mundo y encienda de nuevo en
nosotros la esperanza. Acojamos, como María, al niño Dios para que encuentre en
nosotros un lugar para nacer en esta Navidad.
Feliz Navidad a todos.
Fr. Francisco José
Pujante Pellicer
Convento Santo
Domingo, Murcia
ser.dominicos.org
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