A veces me da la sensación de que algunas cosas que acumulamos en la memoria durante tantos años en el colegio o en la universidad, aunque en el momento de estudiarlas no seamos conscientes de su verdadera relevancia o finalidad, se pueden rescatar y aplicar en algún momento de tu vida a pesar de que, a priori, no tengan una relación directa.
Me explico: el año pasado estudié un Máster donde nos intentaron transmitir los rasgos necesarios que debía tener una empresa para alcanzar la excelencia. Y digo intentar transmitir porque resulta muy complicado ponerte en situación de un gerente cuando acabas de terminar la carrera y en la actual realidad económica (ojalá nos den la oportunidad de llegar a ello algún día). Pues bien, unos de los mayores exponentes del estudio de las claves del éxito empresarial fueron Peters y Waterman, dos experimentados consultores que en los años 80 analizaron la situación de las empresas americanas y recogieron en un best seller, En busca de la excelencia, las características de aquellas que habían alcanzado el éxito en su negocio para aconsejar a aquellas otras que no lo habían logrado.
¿Que qué relación puede tener el funcionamiento de una empresa con la experiencia de vivir como joven dominico? A grandes rasgos, yo veo varias similitudes: en ambos casos existe una estructura organizacional, una venta de un producto o servicio y una retribución. Quizás suene un poco frío, pero nosotros, como jóvenes dominicos, estamos al servicio para transmitir el mensaje de Jesús y nuestra retribución es, aunque si bien no es la principal finalidad, ver feliz a la gente que vive el Evangelio.
Así pues, viendo que no dista tanto uno y otro contexto y desde mi humilde experiencia, me he propuesto adaptar a la práctica de un joven dominico las claves del éxito de aquel cotizado libro con el objetivo de que, al menos, nos haga reflexionar un poco al respecto:
Énfasis en la acción. Es preferible centrarse en objetivos concretos y realistas a corto plazo antes que diseñar extensos planes estratégicos que escapan de nuestras posibilidades de ejecución. Intentemos olvidarnos de los “habría que…”, “tendríamos que…” tras horas y horas de reuniones infructíferas.
Cercano al consumidor. En nuestro caso, desde la perspectiva de ser un joven dominico predicador, la palabra consumidor la podríamos cambiar por otros jóvenes. Como ya predicaba santo Domingo y más recientemente el papa Francisco es necesario analizar nuestra sociedad y en particular vivir la realidad de los jóvenes para poder transmitir el mensaje de Jesús de manera efectiva y actualizada.
Autonomía y espíritu emprendedor. Destaquemos por ser jóvenes con iniciativa, con constancia y sobre todo, sobresalgamos por ser personas que vivimos nuestra Fe con pasión.
Productividad contando con las personas. Aprovechemos la capacidad que tenemos dentro de otras estructuras, tanto diocesanas como dominicanas, para trabajar de forma conjunta. De la pluralidad y diversidad de perspectivas se puede aprender además de alcanzar objetivos más lejanos.
Movilización a través de un valor clave. No podemos olvidar que la principal finalidad que tenemos como jóvenes dominicos es transmitir el mensaje de Jesús al estilo de Domingo para que las personas que lo reciban puedan sentir la misma felicidad. Por supuesto, todo ello siempre por encima de nuestros intereses personales.
Zapatero a tus zapatos. Cada uno tiene una característica personal que lo hace único y sin la cual la comunidad no sería la misma. Intentemos explotar al máximo cada uno sus particularidades dentro de nuestras posibilidades y nuestro alcance.
Estructura simple y poco personal. Si en las grandes multinacionales americanas ya se dieron cuenta de que la complejidad de sus estructuras no contribuían a un correcto funcionamiento del sistema, tampoco nosotros nos empeñemos en rigidizar y estancarnos: aprovechemos la renovación de ideas que va ligada a ser jóvenes y pongamos en práctica la horizontalidad de nuestra orden.
Flexibilidad y rigor simultáneos. A mí personalmente esta última idea me recuerda al compromiso, en concreto aquel que, vivido desde la libertad individual, permita establecer sólidas relaciones de confianza para poder emprender y soñar proyectos conjuntos con tu comunidad.
Visto así parece sencillo…¿no? A raíz de la publicación del libro muchas fueron las empresas que intentaron implantar estas estrategias en su día a día. Hoy, varios años después, se conoce que algunas fracasaron en el intento o los resultados no fueron los esperados. Y es que no existe la “receta perfecta” para alcanzar el éxito en cualquier faceta de la vida, no obstante, vale la pena intentar mejorar y realizar una autocrítica de vez en cuando. Solo así, buscando la excelencia en darse a los demás, conseguiremos ser ejemplo para otros jóvenes y contribuiremos a mejorar la sociedad con nuestro granito de arena.
Elena Ayllón
Dalit
Fuente: mjd.dominicos.org
ordo-praedicatorum.blogspot.mx
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