Fundamentalismo
«Es un atributo de nuestra sociedad -dice Manuel Castells1-, y me atrevería a decir de la naturaleza humana, si tal entidad existiera, encontrar consuelo y refugio en la religión. El miedo a la muerte, el dolor de la vida, necesitan a Dios y la fe en Dios, sean cuales fueren sus manifestaciones, sólo para que la gente pueda continuar. En efecto, fuera de nosotros, Dios no tendría dónde vivir»2. Sin embargo, al definir el fundamentalismo, Castells afirma que sabemos que el fundamentalismo «es siempre reactivo, reaccionario»3.
En efecto, los fundamentalistas son selectivos. Quizás consideren que están adoptando todo el pasado completo, pero en realidad dedican sus energías a aquellos rasgos que mejor refuercen su identidad, conserven unido su movimiento, construyan defensas en torno a sus fronteras y mantengan a distancia a los otros. Los fundamentalistas luchan bajo Dios -en el caso de la religión teísta- o bajo los signos de alguna referencia transcendente4.
Pues bien, ¿qué es el fundamentalismo? Es una tendencia actual dentro de las tradiciones judía, cristiana y musulmana, que suele estallar en reacciones más o menos violentas contra todo cambio cultural5. En sentido estricto, se trata de una modalidad del protestantismo norteamericano, de una «subespecie del evangelicalismo»6. Así pues, se suele considerar que se trata de un movimiento protestante reciente, que tiene sus raíces en el siglo 19, se constituyó a principios del siglo 20, y en la década de 1920 desató una controversia de fondo en diversas denominaciones americanas. Surgió como reacción contra corrientes sociales y teológicas que los fundamentalistas reúnen en los términos «liberalismo» y «modernismo », y en las cuales ellos ven una amenaza al cristianismo tradicional o la apostasía de él7. Fundamentalismo es un «evangelicalismo reaccionario».
El término Fundamentalismo proviene de una serie de 12 folletos en los cuales 64 autores británicos, americanos y canadienses consignaron entre 1910 y 1915 los principios de fe del movimiento. La obra se tituló The Fundamentals: A Testimony to the Truth. Galindo describe así el proceso de desarrollo histórico del fundamentalismo, que se ha cumplido en varias etapas, que se pueden reducir a las siguientes:
1) Conflicto intelectual religioso dentro del evangelicalismo americano, que culmina en la formación de dos corrientes opuestas, fundamentalista y «modernista»: fines del siglo 19 hasta 1918.
2) Lucha por imponerse como movimiento social en las instituciones oficiales, sobre todo en la educación; triunfo de los «modernistas » y eclipse parcial del fundamentalismo: 1918-1930.
3) Reorganización, caracterizada por rompimiento con las iglesias históricas tradicionales y división interna en: (neo)fundamentalistas (radicales), y (neo)evangelicales (moderados): 1930-1957.
4) Nueva fase de movilización militante, caracterizada por la coordinación de una vasta red de recursos, la entrada en escena de la «iglesia electrónica» y la participación abierta en la actividad política: inicios de la década 1960 hasta hoy8.
Por su parte, los orígenes teóricos del integrismo o fundamentalismo islámico se remontan a principios del siglo XIX, cuando Francia y Gran Bretaña comienzan a adueñarse de territorios en el Medio Oriente y el norte de África, provocando el desmembramiento del califato asentado en Turquía. La expansión imperialista termina así con doce siglos durante los cuales, para los pueblos del mundo árabe, la vinculación entre política y religión, en la figura del califa primero y después del sultán, era total. Este dato será central para entender el desarrollo posterior del fundamentalismo.
Con la llegada del agresor extranjero, de inmediato surgen al interior del mundo islámico dos corrientes de resistencia. La primera, que fue el origen de los movimientos nacionalistas árabes (como el nasserismo, o el partido Baath de Saddam Hussein), toma algunas de las banderas de los invasores y las vuelve contra ellos, haciéndose cargo de las premisas de la modernidad y exigiendo para los pueblos oprimidos los mismos derechos a la libertad y al desarrollo que tiene el mundo central. La segunda, por su parte, que es de donde nacerá el fundamentalismo, fustiga duramente al imperialismo planteando una reislamización de las sociedades para evitar caer en la corrupción que a su juicio fue la que los llevó a ser derrotados por los infieles. La lucha, entonces, es vivida aquí no como un problema socio – económico entre potencias imperiales y el mundo periférico, sino como un conflicto de marcos civilizatorios, centrado particularmente en la crítica a la idea de separación entre política y religión.
Fideísmo
Es un sistema de creencias que sostiene, que la razón es irrelevante a la fe religiosa. El cristianismo rechaza fuertemente el fideísmo. La posición oficial del catolicismo es que, mientras que la existencia de un único Dios puede, de hecho, ser demostrado por la razón, los hombres pueden, sin embargo, inducidos por su naturaleza pecaminosa, negar los clamores de la razón que demuestran la existencia de Dios. En su Mensaje para la Cuaresma 2013, Benedicto XVI afirmó lo siguiente: «Para una vida espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista». Pues bien, a nivel teológico se define el fideísmo como la tendencia a restringir el poder de la razón en el conocimiento de las verdades de orden moral y religioso, y en particular en el establecimiento de la credibilidad de la fe. Tuvo su máximo desarrollo en Francia durante el siglo XIX con Gerbert y Bautin. Este último tuvo que firmar el año 1844 una declaración solicitada por Roma donde rechazaba como erróneas estas dos afirmaciones: «la razón sola no puede demostrar la existencia de Dios» y «la razón no puede determinar los motivos de credibilidad de la religión cristiana».
Fanatismo
El Diccionario Teológico Enciclopédico señala que, aunque el término fanatismo o fanático vienen ya desde la antigüedad9, el uso se hizo más habitual en la polémica de los filósofos de la Ilustración y se usaba para aludir a la superstición religiosa, considerada como un obstáculo para el progreso de la humanidad. Fanatismo es, por tanto, una tendencia ideológica exacerbada, cuya praxis consiguiente está determinada por un absolutismo llevado hasta la intolerancia. Lo que caracteriza al fanático es un dogmatismo indiscutible, lejos del uso de la razón crítica. Lo que hace peligroso al fanatismo es que puede llegar a fenómenos de exaltación colectiva, a una radicalización ideológica10.
Para Marciano Vidal, por su parte, el fanatismo es una de las más peligrosas enfermedades que debilitan, traumatizan y llegan a dar muerte a la convivencia social. Por eso lo considera una patología de la conducta humana y se caracteriza por tres rasgos principales: a) creerse en posesión de toda la verdad, al menos en relación con un ámbito de la realidad; b) vivir esa posesión de modo exaltado, cuasi místico, como de enviado; sentir un imperativo irresistible a imponer la verdad a los demás como misión ineludible.
Como puede verse, el fanatismo se sitúa en la línea de la desmesurada, de la exageración y de la exacerbación. El fanático sigue la estructura de la desproporción. De hecho, Vidal lo considera como el modo desproporcionado de entender y defender una causa, no necesariamente religiosa. Vidal apunta que el término se había restringido para actitudes del mundo religioso, aunque el término se ha secularizado y ahora podemos hablar de fanatismo ideológico, político, cultural, moral, etc., además de religiones fanáticas, sectas fanáticas, actos religiosos fanáticos, etc. Es muy interesante lo que señala Vidal a propósito de los factores concomitantes del fanatismo:
a) la convicción irracional, más que la búsqueda de la verdad. Como lo señala Vidal, el fanático “razona” más con las vísceras que con la inteligencia;
b) la conciencia desmedida de la propia grandeza. Es decir, el fanático se identifica de manera desproporcionada con la causa que defiende;
c) la intolerancia como forma de relación interpersonal e intergrupal.
El fanático actúa como inquisidor y como fiscal y comisario de la verdad. Para superar el fanatismo y la violencia que puede suscitar, siguiendo a Voltaire, Vidal nos propone la implantación del “espíritu filosófico”. Además, nos propone el valor de la racionalidad abierta y dialogante; el valor de la convivencia pluralista, y el valor de la ética civil, que supere los exclusivismos del fanatismo tanto de la religión como de la increencia. A partir de esto, es posible que creyentes y no creyentes colaboren juntos, desarticulando y neutralizando los fanatismos violentos y las violencias fanáticas11.
a) la convicción irracional, más que la búsqueda de la verdad. Como lo señala Vidal, el fanático “razona” más con las vísceras que con la inteligencia;
b) la conciencia desmedida de la propia grandeza. Es decir, el fanático se identifica de manera desproporcionada con la causa que defiende;
c) la intolerancia como forma de relación interpersonal e intergrupal.
El fanático actúa como inquisidor y como fiscal y comisario de la verdad. Para superar el fanatismo y la violencia que puede suscitar, siguiendo a Voltaire, Vidal nos propone la implantación del “espíritu filosófico”. Además, nos propone el valor de la racionalidad abierta y dialogante; el valor de la convivencia pluralista, y el valor de la ética civil, que supere los exclusivismos del fanatismo tanto de la religión como de la increencia. A partir de esto, es posible que creyentes y no creyentes colaboren juntos, desarticulando y neutralizando los fanatismos violentos y las violencias fanáticas11.
Por el P. Jorge Luis Zarazúa Campa, fmap
IGLESIA Y SECTAS No. 91 :: Abril - Mayo - Junio de 2015
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1. Manuel Castells es un prestigioso sociólogo español, autor de la trilogía La era de la información: economía sociedad y cultura.
2. Castells, Manuel, La era de la información: economía sociedad y cultura. El poder de la identidad. Vol II, (México DF), Siglo Veintiuno, 2000, 34-35.
3. Ibíd. 35.
4. Ibídem, 35.
5. Galindo, Florencio, El protestantismo fundamentalista. Una experiencia ambigua para América Latina, Editorial Verbo Di- vino España 1992, 136.
6. Marsden, George M. Fundamentalism and American Culture: The Shaping of Twentieth-Century Evangelicalism 1870- 1925. New York: Oxford University Press, 1980, citado en Galindo, Florencio, El protestantismo fundamentalista. Una experiencia ambigua para América Latina, Editorial Verbo Divino España 1992, 136ss.
7. Arnold, Patrick M.: The Rise of Catholic Fundamentalism, en AMERICA 11. 4. 1987, 297ss; citado en Galindo, Florencio, El protestantismo fundamentalista. Una experiencia ambigua para América Latina, Editorial Verbo Divino España 1992, 136ss.
8. Cfr. Galindo, Florencio, El protestantismo fundamentalista. Una experiencia ambigua para América Latina, Editorial Ver- bo Divino España 1992, 136ss.
9. Por ejemplo, fanático proviene de del latín fanum, que significa templo, definiendo así todo lo relacionado con el templo: paecunia fanatica (dinero “fanático”), fanaticus (protector del templo), causa fanatica (asunto o negocio relacionado con el templo), etc. Sin embargo, también empezó a utilizarse el adjetivo fanático para señalar a alguien que actúa domina- do por un entusiasmo exaltado y por un celo intemperante (cfr. Vidal, Marciano, Fanatismo, en Floristán Casiano (Direc- tor), Nuevo Diccionario de Pastoral, San Pablo Madrid 2002, 594.
10. C. Dotolo, Fanatismo en Pacomio, Luciano y Mancuso, Vito (Directores), Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino España 19993, 381-382.
11. cfr. Vidal, Marciano, Fanatismo, en Floristán Casiano (Director), Nuevo Diccionario de Pastoral, San Pablo Madrid 2002, 593-603.
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