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Fichas de Predicación para Cuaresma desde Traditio OP.
Fichas de Predicación de Fray Antonio Royo Marin OP para los Domingos de Cuaresma:
(Imagen: Fraile predicando desde el púlpito de la iglesia del Convento de Saint Maximin. circa 1940)
El arrepentimiento y la misericordia en San Nilo Sorskij - Elena V. Romanenko [*]
En torno al 1485, el monje ruso Nilo fundó un skit en el denso bosque sobre el río Sora, en la Rus’ nord-oriental. En una carta a su amigo Germán Podol’nyj, Nilo explica el motivo por el cual ha elegido justamente aquel lugar: porque era difícilmente asequible (en el antiguo ruso, literalmente, “poco accesible a los hijos del mundo” [1]). Los monjes que viven con él eran muy pocos. Se sabe que en 1515, por decreto del gran príncipe Vasilij Ivanovich, el skit recibía el pan para quince personas. Sobre una miniatura de los años noventa del siglo XVII se notan doce celdas [2] y las celdas eran individuales.
En el skit eran admitidos solo monjes alfabetizados, que hubiesen recibido ya una formación en otros monasterios de vida común. La comunidad no tenía actividad agrícola o productiva, ni una comida en común como en los cenobios. El skit no poseía terrenos cultivables, ni feudos con la potestad sobre campesinos, ni áreas de pesca u otras prebendas. Sobre el río había un molino para la molienda del grano. Evidentemente el skit estaba destinado a los candidatos al monaquismo provenientes de familias ricas y aristocráticas, visto que en las duras condiciones del norte ruso era imposible sobrevivir y alimentarse con un único oficio, sin un patrimonio personal. Los monjes vivían en completo aislamiento del mundo, en un lugar desolado y para nada pintoresco.
El tipo de monasterio y el lugar para su construcción habían sido elegido por Nilo Sorskij deliberadamente, para poderse dedicar a la oración interior y a la vida de conversión. Nilo fue un gran monje y un verdadero y propio asceta. Pero su ascetismo no consistía tanto en la cantidad de postraciones o en el rigor del ayuno (para el cual el santo seguía el camino medio), sino en la total renuncia al mundo, entendido como estilo de vida, contrario al monástico. El alejamiento del mundo era concebido por Nilo como perfecto despojamiento espiritual y material (nestjazanie, literalmente “no posesiones”): los monasterios, en la concepción de Nilo, no debían tener ningún punto de contacto con el mundo, por esto no podían poseer feudos, para no dejarse envolver en relaciones de negocios y disputas judiciales con los laicos.
La vida monástica era considerada por Nilo como la más alta manifestación de la misericordia de Dios hacia el hombre caído. Nilo habla de ella en una de sus cartas, dirigida a un hombre obligado a hacerse monje en contra de su voluntad, donde se explaya sobre la dignidad, a imagen de Dios, del alma humana y sobre aquella verdadera felicidad que el hombre encuentra en la comunión con Dios.
“Dios, que te ha amado, en virtud de su misericordia y providencia, te ha sacado del mundo y puesto a su servicio. Por esto debes siempre agradecerle por su misericordia y hacer todo lo posible para complacerle y salvar tu alma, olvidando el pasado malo y aspirando hacia las virtudes que ayudan a obtener la vida eterna.” [3]
“Tú mismo conoces por experiencia los dolores y la corrupción de este mundo que pasa, y cuánto mal procura a los que le aman y cómo pues escarnece a aquellos que le sirven, cuando los abandona. El mundo aparece a ellos dulce cuando ofrece sus delicias y amargo al final.” [4]
El tema del arrepentimiento atraviesa todos los escritos de Nilo Sorskij. Los estudiosos de su obra concuerdan en atribuirle una particular oración penitencial, inserta en una colección manuscrita de su discípulo Gurij (Tusin) [5]. El largo título dice: Oración y agradecimiento al Señor, nuestro Dios, del venerable “starec” Nilo, que comprende el arrepentimiento, la confesión de los pecados y de las pasiones (a continuación lo abreviaremos como Oración). Con toda probabilidad, esta Oración ha sido compuesta al final de la vida del santo, ya que escribe: “mi aspecto y mi cuerpo están ya exhaustos y el tiempo de mi vida llega al fin y el umbral de la muerte se acerca” [6].
Arquetipo de la oración es el ordo de la confesión, conocido en la Rus’ del siglo XV con el título de Arrepentimiento para los anacoretas (Skiskoe pokajanie, a continuación lo llamaremos Arrepentimiento). El primer estudio ruso que se ocupó de este texto, Aleksandr I. Almazov, lo considera una obra compilativa de origen ruso, compuesta sobre la base de fuentes griegas y eslavas meridionales. En algunos manuscritos era atribuida, sin fundamente, a san Juan Crisóstomo: “[Oración] penitencial y confesión de nuestra padre entre los santos Juan Crisóstomo [para leer] en soledad antes del alba y a la tarde con atención y lágrimas ante el ícono del Señor o la cruz” [7]. En otros manuscritos, como autor es indicado san Pedro Damasceno. En los códices más tardíos el Arrepentimiento recibe el título largo de:
“Oración compuesta con arrepentimiento y unida a la confesión; cómo conseguir la contrición del corazón y la humildad del alma, y considerarse culpable, y despreciarse y denigrarse, y culparse y mortificarse, y dominarse y abajarse, y ofrecerse ante Dios, en verdad, como pecadores y criaturas caídas, para llegar a la compunción y al llanto, y que Dios conceda lágrimas de arrepentimiento”.
Los manuscritos del Arrepentimiento son bastantes raros y la mayoría provienen de la biblioteca del Monasterio de Cirilo de Beloozero, donde nuestro texto [la Oración] está contenido en los libros litúrgicos del skit de Nilo Sorskij [8]. La relación entre el Arrepentimiento y la Oración muestra ante todo la evidente proximidad en el título de los dos textos. En el primero las palabras claves son “arrepentimiento” y “confesión”, pero Nilo Sorskij agrega al título también un término: “agradecimiento”.
Estructuralmente, el Arrepentimiento se divide en distintas partes. Al principio, el penitente invoca la misericordia del Señor, pidiendo que acoja su arrepentimiento:
“También ahora tú, Rey inmortal, Señor amante del hombre, muestra el poder de tu compasión sobre mi pecador, manifiesta la fuerza de tus entrañas de misericordia, y en tu magnanimidad acógeme a mí pecador, que me vuelvo a ti y deseo arrepentirme de mis pecados”. [9]
Temblando ante la inalcanzable grandeza y poder de Dios, el pecador en la Oración osa sólo esperar la misericordia de Dios:
“Movido por la gracia de tu Espíritu los santos padres decían que no existe pecado que venza tu amor por el hombre, a no ser el pecado sin arrepentimiento. Esperando en todo esto, arrepintiéndome te confieso mis pecados, mi Creador y mi Dios”. [10]
En la Oración y en el Arrepentimiento es utilizado el ordo communis del rito de la confesión. “Tú sabes”, así el autor de la Oración se dirige a Dios,
“Tú sabes todo, sabes que no hay sobre la tierra un pecador como yo, y que no hubo alguno desde Adán hasta nuestros días que haya de la misma manera suscitado tu ira y… cometido pecados innumerables, como yo he pecado en acciones, palabras y pensamientos, con el corazón y todos mis sentidos, con los movimientos y la disposición del alma y del cuerpo.” [11]
Sigue en ambos textos el elenco de pecados, que se leen habitualmente en el ritual de la confesión. En el Arrepentimiento el elenco comienza con la palabra: “He pecado” (Sogresich) o con la frase: “Y estos, Señor, son mis pecados…” ( A se sut’, Gospodi, gresi moi…). Los pecados son reagrupados por temas. En la Oración del “starec” Nilo son enumerados en una única serie sin frases de arrepentimiento, pero también en este caso reagrupados temáticamente: al comienzo los pecados de lujuria, luego los vicios del orgullo, de la vanidad, de la gula, de las palabras vanas, de la avaricia, etc. Más adelante en el Arrepentimiento encontramos una parte con la descripción de los pecados, que empieza con las palabras: “Cuántas veces indigno…” (Mnogazdy nedostoin…). Aquí son especialmente puestos en evidencia los pecados ligados a la indigna celebración del oficio divino y de la Eucaristía. Es justamente en esta sección que ambos textos muestran directa similitud textual. En el Arrepentimiento el pecador dice:
“Cuántas veces he entrado indigno en la santa iglesia y al presbiterio. Cuántas veces, yo indigno, he besado el santo evangelio y los santos íconos, o la preciosa cruz, o las santas reliquias… Cuántas veces, yo indigno, he comulgado los santos e inmaculados misterios…”[12]
El autor de la Oración repite este texto, abreviándola y generalizándola:
“Muchas veces, yo indigno, he entrado en la santa iglesia y en el presbiterio, y he comulgado los santos misterios, y he escuchado y tocado las cosas santas de modo indigno.” [13]
En la Oración la simple constatación de los pecados es completada por una amplia reflexión sobre la profundidad de la corrupción humana. Aquí son utilizadas las imágenes del Canon penitencial de Andrea de Creta. El autor de la Oración expresa la esperanza de que, no obstante la gravedad de los pecados, el auxilio de Dios pueda sacar al pecador de la fosa de la perdición: “Más por mí mismo no puedo encontrar auxilio si tú, Señor, no vienes en mi socorro” [14]. La última parte del Arrepentimiento, como han hecho notar los estudiosos, es sacada de la oración de Calixto, patriarca de Constantinopla, conocida en traducción rusa desde finales del siglo XV o desde el inicio del siglo XVI: “Del sapientísimo Calixto Xanthopoulos, ya patriarca de Constantinopla, confesión al creador y artífice Dios nuestro, en la cual nos recuerda todas las pasiones humanas” [15]. Empieza con la exclamación: “En todo esto, Señor, perdóname y ten piedad de mí, purifícame y sálvame…”. Siguen luego los epítetos deprecatorios del penitente: “delincuente, loco, insensato” [16]. Esta parte falta en la Oración. No obstante los dos textos tienen en común la estructura y el contenido, no son muchas las correspondencias directas. Una de estas es evidente. En el Arrepentimiento, el pecador se lamenta: “No hay pecado que yo, maldito, no haya cometido y no hay mal que yo no haya realizado, sino que he contaminado incluso el cielo con mis ojos y contagiado la tierra con mis pasos” [17]. El autor de la Oración, condenándose a sí mismo, dice: “… y no soy digno ni siquiera de elevar los ojos por mi vergüenza, ni de contemplar lo alto del cielo, y contamino esta tierra con mis pasos.” [18]
Por el contenido de los textos es evidente que responden a un cometido análogo. Según Almazov, el Arrepentimiento estaba destinado al uso monástico en la celda junto a la Regla para la santa comunión (Pravilo ko svjatomu Pricasceniju), para predisponerse dignamente a la confesión. Los estudiosos contemporáneos consideran que el Arrepentimiento tenía el rol de una verdadera y propia confesión para los monjes que vivían en soledad, o para los miembros de la comunidad en caso de enfermedad o ausencia de un presbítero. El subtítulo de una de las copias del Arrepentimiento para los anacoretas lo contempla expresamente: “Hasta aquí la confesión en forma abreviada, si el presbítero está enfermo o no puede hablar claramente y en caso de necesidad, decimos así”. [19]
En algunos códices, el Arrepentimiento tiene una inscripción: “Confesión cotidiana de los pecados para los anacoretas ante el ícono de la imagen del Señor o ante la cruz del Señor, por sí sola, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, [para realizarse] con temor y oportuna preparación” [20]. Esta inscripción indica el vínculo de este documento con la Regla del “skit” (Skitskij ustav), en base a la cual estaba estructurada la vida del skit de Nilo Sorskij. El origen de la Regla del “skit” permanece como objeto de debate: circulaba en redacción eslavo-meridional y rusa, pero el original griego (si alguna vez existió) no ha sido hasta ahora individualizado. Los estudiosos consideran que el origen de sus nuevas redacciones estuvo ligada a la actividad literaria del círculo de san Gregorio Sinaíta, con el general movimiento hesicasta y la difusión de la vida anacorética (“del skit”) sobre el Athos y los alrededores de los eslavos meridionales [21]. Del opúsculo ha sobrevivido una copia autografiada de san Nilo Sorskij [22]. La Regla del “skit” prevé que en la celda de cada monje hubiese un iconostasio o una cruz, ante el cual el monje realice las oraciones prescriptas: “Si a alguno no le fuese posible tener los santos íconos, que tenga la cruz. Y así ante ella cante el canon previsto para la oración de la celda e inciense el iconostasio según el uso de la liturgia comunitaria” [23]. En la Regla del “skit” se dice también que el monje puede confesar por sí sólo los propios pensamientos a Dios, si el padre confesor falta o si no tiene discernimiento espiritual:
“Se sabe también que si sucede alguna vez por necesidad que alguien no tenga a quien confesar los pensamientos y tenga necesidad de ayuda contra estos, o si también tenga un padre confesor que esté privado del Espíritu o ciego, según la palabra del Señor, no es necesario confiarle a alguien así para no caer en la fosa y en el abismo de la ignorancia, pues bien, entonces, con mucho temor y contrición del corazón, se pueden pronunciar estas palabras, con todas las fuerzas y reconociéndose culpable en todo ante Dios y los hombres” [24]
Para una semejante “confesión solitaria” se requería un específico ritual, que era el Arrepentimiento para los anacoretas. Nos parece verosímil que la Oración del “starec” Nilo sea una variante de un texto análogo al Arrepentimiento, redactado por Nilo para confesar los propios pecados ante Dios y los hombres. La composición de un texto personal corresponde plenamente a la costumbre de Nilo Sorskij de profundizar y reelaborar los textos patrísticos.
El ordo de la confesión solitaria está estrechamente ligado al de la comunión solitaria. En la iglesia antigua estaba permitido que quien tuviese una impostergable necesidad de comulgar, pudiese hacerlo también en ausencia de presbítero. Esta práctica fue aprobada por el canon 58 del VI Concilio Ecuménico. Alrededor del siglo VI, el exceso de los abusos llevó a prohibir para los laicos el comulgar por sí solos, pero permaneció en vigor tal práctica para los monjes eremitas, como está confirmado por la regla atribuida en los textos antiguos-rusos a san Basilio: “Si fuera necesario, comulgar de la propia mano, si no estuviera el sacerdote”. San Nilo Sorskij volvió a copiar las reglas citadas en su colección y con toda probabilidad las seguía cuando en el skit no existía todavía una iglesia. No es casualidad que estas reglas siguen en su manuscrito al elenco de los objetos necesarios para la consagración de la iglesia.
“Todos aquellos que practican la vida monástica en soledad, donde no haya presbítero, comulgan por sí mismo conservando la comunión. En Alejandría en efecto y en Egipto también los laicos tenían cada uno la eucaristía en las propias casas. Y cuando deseaban comulgar, después que sólo el presbítero ha realizado la consagración y les ha dado las especies consagradas, quien las recibe comulga y debe comulgar como si recibiese la comunión del sacerdote. En efecto, en la iglesia el sacerdote da un fragmento del pan eucarístico y lo tiene, tomándolo con plena autoridad y lo acerca a la boca con sus propias manos. Así es lícito tomar una parte por el sacerdote o muchas partes juntas. Y también el Señor dice: “Quien coma mi carne y beba mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6, 56).” [25]
Según esta regla, también un laico que haya tomado del presbítero en la iglesia los santos dones, puede comulgar en su casa solo. Los monjes del skit de Nilo Sorskij, como los antiguos anacoretas y eremitas, evidentemente, observaban la práctica de comulgar los santos dones en soledad. El ordo de la comunión en soledad está descripto en la vida de san Lucas el Joven (+ 953). Conversando con el metropolita de Corinto, el santo le pide:
“‘Dime, oh obispo, ¿cómo podemos nosotros, que vivimos por la multitud de nuestros pecados en las montañas y en la soledad comulgar los santos y terribles misterios? Ves que no nos es posible tener no sólo los libros litúrgicos, sino ni siquiera un sacerdote’. ‘¡Justamente, padre! –responde el arzobispo- Tú me preguntas algo bueno y grande, pero incluso lo bueno no es bueno cuando no está hecho bien. Lo primero que es necesario es que haya un sacerdote. Él debe poner en el recipiente con los dones presantificados sobre el santo altar, tratase de una capilla o en un paño purísimo o de una celda. A continuación tú, desenvuelves los velos, pones sobre ellos las santas partículas y, encendido el incienso, cantas los salmos de los typiká y el Trisagio con el Símbolo de la fe. Después de haberte arrodillado tres veces, con los brazos cruzados en cruz sobre el pecho, comulgas con la boca el purísimo cuerpo de Cristo, y después de la comunión, pones todos los restos en el recipiente con toda posible precaución.’” [26]
Según la hipótesis de Almazov, el ordo de la comunión solitaria tenía en la Rus’ el carácter de una regla canónica, ya que había sido incluida en el Salterio extenso (Sledovannaja psaltir’), junto a los cánones sobre la comunión de los enfermos, la confesión y el Rito para la santa comunión [27]. Según la traducción aquí recogida, los eremitas debían recibir los santos dones para conservar, o por el padre confesor o por el obispo [28].
El problema de la comunión solitaria toma actualidad en la Iglesia en la época de las controversias hesicastas, cuando un gran número de ascetas, imitando a los antiguos santos, se retiraron a lugares desérticos y solitarios, para dedicarse a la oración interior y a la actividad de la mente. El patriarca de Tarnovo Eutimio (1375-1393) da una respuesta favorable a la cuestión de la comunión de los eremitas. Respondiendo a la pregunta del monje athonita Cipriano (Evfimija patriarca Trnovskogo poslanie K Kiprianu mnichu) escribía:
“Quien no está en entredicho y es libre y vive en lugares remotos y solitarios, tiene la facultad de comulgar por sí cuando desee. Es oportuno que estos sigan con temor este modo de comulgar: por la tarde debe guardarse de todo pensamiento malvado y semejantes, y transcurrir la noche con toda atención, con muchas postraciones. Cuando llegue el día, y sea la hora tercia, o sexta, o nona, deberá vestirse con hábitos limpios y así encender el incienso delante del iconostasio, o bien el candelero e incensar con temor de Dios. Del mismo modo deberá recitar el inicio acostumbrado; igualmente el salmo 50 (51) y después esto: “Creo en un solo Dios…”, hasta el final; igualmente todas las oraciones de la santa comunión, si es el caso se unen ante de todas estas. Y así deberá comulgar los divinos y tremendos misterios, con tal fe, como si adquiriese y bebiese la misma sangre del Señor y el agua que brotaba del costado mismo de Cristo, que corría entonces por el costado mismo del Salvador” [29]
La importancia de esta regla para los monjes de la Sora es testimoniada por la presencia de la carta del patriarca Eutimio en la colección de los cánones (kanonnik) del skit de Nilo Sorskij, en el ms RNB Sof. Nr. 1519, ff. 131V, 132V, 135-136 (finales del siglo XVI e inicio del siglo XVII).
El estilo figurativo de la Oración del “starec” Nilo recuerda los escritos de san Efrén el Sirio, que circulaban en traducciones eslavas y antiguo-rusas. Dirigiéndose a sus discípulos, Efrén escribe:
“Yo, Efrén, pecador y necio, siempre débil e indolente en el esfuerzo espiritual, a vosotros, hermanos amados por Cristo, les digo que trabajen contra los malos pensamientos, por los cuales yo he sido vencido en todo momento por la debilidad de mi mente…” [30]
San Efrén no cesaba de repetir: “Yo soy un hombre bruto y pecador, tierra y cenizas, el peor de todos” [31]. En las homilías se definía “impío, privado de humildad y de celo” [32], un pecador que debe ante todo quitar la viga del propio ojo. Se consideraba culpable de todas las acciones, por lo cual aconsejaba a sus oyentes de que se mantuvieran lejos, y de no haber nunca hecho nada de lo que enseñaba a los otros. Al santo siríaco le hace eco Nilo Sorskij: “escudriño hasta el mínimo detalle los pecados de los otros, mientras tengo cubierta mi gran iniquidad. Exijo de mi prójimo que cumpla el más pequeño mandamiento, mientras yo los desprecio a todos” [33]. La espera temerosa del juicio universal, que advertimos leyendo la Oración de Nilo Sorskij, recuerda las reflexiones de Efrén en sus homilías Sobre la segunda venida de Cristo: “¿Quién pues, recordando el día del juicio, no será tomado por el temor?” [34]; “¿Qué haremos, mis amados, si seremos condenados a las moradas del infierno después de la muerte?” [35]
Siguiendo a san Efrén, el starec Nilo reconocía el temor al aproximarse a la muerte, al justo juicio universal y a los terribles tormentos que esperan los pecadores. Antes de morir, san Efrén dejó un testamento en el cual pedía que lo sepultaran en el cementerio junto a los vagabundos sin nombre. Nilo Sorskij, en su Testamento, pide a los hermanos que lancen su cuerpo en el bosque, sin sepultura, para ser devorado por los animales y por las aves. Esta ignominia, en el pensamiento del santo, habría atenuado la condena que lo esperaba en el juicio universal. La semejanza de las obras de los dos grandes santos se funda sobre la profunda conciencia de la propia indignidad. En la Vida de Nilo Sorskij, compilada en los años 30 del siglo XIX, se dice que el starec Nilo había imitado en todo a san Efrén y le había incluso dedicado una iglesia [36].
Al comienzo del siglo XVII, efectivamente en el skit existía una iglesia dedicada a San Efrén el Sirio. No se sabe sin embargo exactamente cuándo fue construida. Era una iglesia calefaccionada, donde los oficios litúrgicos se desarrollaban durante todo el año. En un ícono proveniente del iconostasio de la iglesia del skit, como demuestra la inscripción puesta en la parte inferior del ícono y dada a conocer por los restauradores [37], el santo siríaco es presentado como un asceta con las mejillas ahuecadas y una barba sutil, con un manto monástico oscuro y con la capucha. En las manos tiene un rollo y los dedos de la mano derecha parecen señalarlo. Sobre el rollo se puede leer un llamado de Efrén a los monjes, que no observan sus votos. Justamente delante de este ícono se confesaban los monjes. La inscripción del rollo corresponde al texto de la Tradición (Predanie) de Nilo Sorskij, en el cual él reprendía a aquellos monjes que no se esforzaban en vivir según las reglas divinas sino que seguían su propia voluntad [38].
El santo siríaco gozaba de una particular veneración en este skit nórdico: los catálogos monásticos mencionan la presencia de sus íconos en todas las iglesias del monasterio. La razón de esto está probablemente en la semejanza entre el fundador del skit y san Efrén. Con el pasar del tiempo, san Nilo comenzó a ser retratado en los íconos de modo semejante al padre siríaco. En 1682 fue pintado un ícono para la tumba de Nilo Sorskij. Éste no ha sobrevivido, pero podemos de cualquier modo imaginarlo, gracias a la descripción, que hizo A. N. Murav’ ev, que visitó el monasterio en 1856. El escritor ruso refiere que el starec Nilo estaba retractado en este antiguo ícono con la figura completa, vistiendo el schima, es decir el gran hábito monástico, en la paz de la contemplación. Exactamente el mismo modelo iconográfico lo vemos en el ícono de san Nilo pintado por otro monje del skit, Nilo (Prihudaylov), que vivió en el monasterio del Sora en el siglo XIX [39].
Con toda probabilidad se trata de una copia del antiguo ícono de la tumba del santo. Al mismo tiempo, podemos ver que esta imagen es semejante al citado ícono de san Efrén el Sirio del iconostasio de la iglesia. Nilo Sorskij es representado con el gran hábito sobre el fondo de un bosque deshabitado. En la mano izquierda el santo tiene un rollo que se despliega hacia abajo. Con el dedo de la mano derecha el starec Nilo indica las palabras escritas sobre el rollo, donde el iconógrafo ha colocado un fragmento de la Tradición niliana, que hace eco al llamado de Efrén el Sirio a los monjes perezosos, reforzando así la afinidad entre los dos íconos [40].
En 1908, para el quincuagésimo aniversario de la muerte de Nilo Sorskij, en el monasterio ha sido pintado un nuevo ícono, si bien réplica de la antigua imagen. En todos estos íconos, el aspecto de Nilo Sorskij muestra claramente los rasgos de San Efrén el Sirio. Así, el parentesco espiritual de estos dos santos determina también las semejanzas iconográficas de sus figuras. Los escritos de Nilo Sorskij tuvieron una grandísima difusión manuscrita en los monasterios rusos y eran copiados ya durante la vida del autor. Para los monjes rusos Nilo es un maestro del arrepentimiento y de la humildad, así como Efrén el Sirio lo es para el monaquismo universal.
Elena V. Romanenko
Arrepentimiento y misericordia en San Nilo Sorskij
AA.VV. Misericordia y Perdón.
Edizioni Qiqajon. Comunità di Bose. Magnano 2016.
Pp. 191-206
Notas:
[*
] Jefa de la sección “Historia de la Rusia mediaval” de la Enciclopedia ortodoxa. Por sus investigaciones sobre el monaquismo ruso y la hagiografía antigua rusa ha sido galardonada con el premio “Metropolita Makarij (Bulgakov)”. Traducción del ruso de Adalberto Mainardi.
[1] Prepodobnye Nil Sorskij i Innlkentij Komel’skij. Socinennija, a cargo de G. M. Prochorov, Sankt-Peterburg 2005, pp. 240-241. Sobre Nilo Sorskij, cf. Nil Sorskij e l’esicasmo. Atti del II Convegno ecuménico internazionale di espiritualità russa, Bose 21-24 settembre 1994, a cargo de A. Mainardi, Magnano 1995.
[2] GIM, Uvar., nr. 107-I, f. 63v.
[3] Prepodobnye Nil Sorskij i Innokentij Komel’skij, p. 224.
[4] Ibid., p. 222.
[5] Cf. RNB, Sof., nr. 1468; editado en N. K. Nikol’ skij, Molitva, sostavlennaja Nilom Sorskim, en Izvestija otdelenija russkogo jazyka i slovesnosti II/I, Sankt-Peterburg 1897, pp. 78-79; Prepodobnye Nil Sorskij i Innokentij Komel’skij, p. 262-279.
[6] Prepodobnye Nil Sorskij i Innokentij Komel’skij, p. 275.
[7] Kanonnik del skit de Nilo Sorskij: RNB, nr. 140/397, ff. 276v-277, siglo XVI.
[8] Cf. RNB, kit.-Bel. 103/360, siglo XVII; nr. 140/397, siglo XVI.
[9] A.E.Petrov, “Skitskoe pokajanie v russkoj duchovnoj tradicii”, en Bogoslovskij sbornik Pravoslavnogo Svjato- Tichonovskogo Bogoslovskogo Instituta I, Moskva 1997, p. 186.
[10] Prepodobnye Nil Sorskij i Innokentij Komel’skij, p. 266.
[11] Ibid., p. 263.
[12] A.E.Petrov, “Skitskoe pokajanie”, pp. 188-189.
[13] Prepodobnye Nil Sorskij i Innokentij Komel’skij, p. 268.
[14] Ibid., p. 274.
[15] RNB, kit.-Bel. nr 73/1150, ff. 45-58, siglo XVI.
[16] A.E.Petrov, “Skitskoe pokajanie”, pp. 180.
[17] Ibid., p.p. 186-187.
[18] Prepodobnye Nil Sorskij i Innokentij Komel’skij, p. 268.
[19] GIM Sin., nr. 310 (Trebnik), ff. 160v-161; sobre el cual véase A. E. Petrov, “Skitskoe pokajanie”, p. 181.
[20] A. I. Almazov, Tajnaja ispoved’ v Pravoslavnoj Vostocnoj Cerkvi: Opyt vnesnej istorii: Issledovanie preimuscestvenno po rukopisjam II, Odessa 1894, p. 107, n. 16.
[21] E. V. Beljakova, “Slavjanskaja redakcija Skitskogo Ustava”, en Drevnjaja Rus: Voprosy medievistiki 10/4 (2002), pp. 28-36; cf. también Ead., “La vita dello skit nella Rus’”, en Comunione e solitudine. Atti del XVIII Convegno eucmenico internazionale di spiritualità ortodossa, Bosse, 8-11 settembre 2010, a cargo de S. Chialà, L. Cremaschi y A. Mainardi, Magnano 2011, pp. 179-198.
[22] GIM Eparch., nr. 349.
[23] RNB, Kirb.-Bel 25/1102, f. 221v.
[24] E. V. Beljakova, “Ustav po rukopisi RNB Pogod. 876”, en Drevnjaja Rus’: Voprosy medievistiki II/I (2003), p. 89.
[26] GIM Eparch., nr. 349/509, ff. 151-15v (autógrafo de Nilo Sorskij).
[27] Cit. en N. S. Suvorov, K voprosu o tajnoj ispovedi i duchovnikach v Vostocnoj cerkvi, Jaroslavl’ 1886, p. 97.
[27] Cf. Posledovanie ko svjatomu pricasceniju, ms. RNB, Kir.-Bel., nr. 43/300, f. 464v, finales del siglo XV, inicio del siglo XVI.
[28] Cf. A. I. Almazov, Tajnaja ispoved’ II, p. 121, n. 59.
[29] Ibid., p. 120; el original y la tradición manuscrita de la carta del patriarca Eutimio deben aún ser estudiadas, cf. W. V. Beljakova, “Slavjanskaja redakcija”, p. 30, n. 16.
[30] RGB, F. 304 (I), nr. 127, f. 13v
[31] RGB, F. 304 (I), nr. 127, f. 19
[32] ibid., f. 14.
[33] Prepodobnye Nil Sorskij i Innokentij Komel’skij, p. 273.
[34] RGB, F. 304 (I), nr. 127, f. 74v.
[35] Ibid., f. 75.
[36] Cf. “Zitie i cudesa Nila Sorskogo v spiskacha XIX v”, en Prepodobnye Nil Sorskij i Innokentij Komel’skij, p. 408.
[37] “Este antiguo ícono fue realizado bajo el cuidado de Nilo Sorskij taumaturgo y era el ícono dedicatorio en la iglesia de este santo”
[38] En el skit permanece la costumbre de leer la Tradición del fundador el domingo de la vigilia de Cuaresma, durante la liturgia de vísperas.
[39] KBIACHMZ, inv. NV 737, siglo XIX.
[40] “… se deben conocer las tradiciones de los santos y custodiar los mandamientos de Dios y cumplir las cosas mandadas por los santos padres, y no alegar escusas ni ‘inventar pretextos por los pecados’ [Sal 140, 4 LXX] ni decir: ‘Ahora es imposible vivir según las Escrituras y seguir a los santos padres’. Y también si somos débiles, por más que no tengamos sus fuerzas, debemos imitar y seguir a los bienaventurados padres de eterna memoria, si bien igualarlos [no nos será posible]”: “Predanie Nila Sorskogo”, en Prepodobnye Nil Sorskij i Innokintij Komel’skij, p. 84.
Fuente: theoesis.blogspot.mx
Chesterton y Santo Tomas de Aquino: Unidos por el sentido común.
Las buenas traducciones contribuyen a las buenas lecturas, a un reencuentro con los clásicos que siempre es toda una satisfacción para el espíritu. Este es el caso de la peculiar biografía Santo Tomás de Aquino, publicada por Gilbert Keith Chesterton en 1933. No se trata de una vida ambientada en la época medieval con descripciones al uso, ni mucho menos de una edificante hagiografía. Por el contrario, es una mezcla, desbordante y a la vez sorprendente, de historia, filosofía, antropología y crítica cultural.
La traducción, en ediciones Rialp, del profesor de sociología de la universidad de Granada, Juan Carlos de Pablos, añade claridad a cualquier lector que desee disfrutar del gran escritor católico inglés, pero que podría perderse en los larguísimos párrafos y ocurrentes paradojas, cargadas de doble sentido, que tienen sus obras. El profesor de Pablos, fallecido en 2015, fue el fundador del club Chesterton de Granada, nacido de la admiración por aquel apóstol del sentido común y del buen humor.
Uno de los mejores legados de este docente universitario ha sido esta traducción con notas certeras y epígrafes esclarecedores. Recomendamos su lectura sosegada, no incompatible con un estilo vivaz y desenfadado, de la que podemos extraer una mejor comprensión no solo del mundo medieval sino también del moderno, pues, en el fondo, no hay grandísimas diferencias entre el tiempo de Chesterton y el nuestro.
Chesterton había publicado en 1922 otro ensayo biográfico sobre san Francisco de Asís, pero le pareció indispensable completarlo una década después con otro libro sobre santo Tomás de Aquino. Muchos siguen considerando al fundador de los franciscanos como un gran admirador de la naturaleza y poco más, y, por supuesto, prefieren al alegre Francisco en vez de al silencioso erudito escolástico llamado Tomás, también conocido, por sus condiscípulos de París, como el “buey mudo”. Sin embargo, Chesterton huía de esos sentimentalismos que ocultan al verdadero Francisco de Asís y valoraba que, gracias a la filosofía tomista, el cristiano puede confiar en la razón.
Los argumentos de Tomás a favor de la revelación no significaban la negación de la razón, como hacen los fideísmos de ahora y entonces, sino una afirmación de la misma. Tomás hizo la fe razonable, pero la Reforma protestante arremetió contra la razón y la sustituyó por la sugestión, con lo que la fe terminó por separarse de la vida y se hizo un asunto privado.
Según Chesterton, Tomás resucitó a Aristóteles, ejemplo de una filosofía realista, muy adecuada al dogma cristiano de que el Verbo se hizo carne. Supuso una nueva luz para la fe. Esto supuso dejar atrás el idealismo de Platón, con su dimensión del hombre meramente espiritualista, aunque desgraciadamente para la Cristiandad, el platonismo resucitaría tanto en el Renacimiento como en el protestantismo. El Hamlet renacentista se agitaría en la duda del ser o no ser, mientras que Tomás habría dicho, sin vacilar, que la respuesta era ser. Sin embargo, la filosofía aristotélica fue arrinconada y no sería restaurada en los círculos intelectuales hasta el siglo XX, en coincidencia con la aparición de este libro de Chesterton.
Filósofos neotomistas como Étienne Gilson aplaudieron esta obra cuyo autor afirmaba haber hecho solo un bosquejo dirigido, sobre todo, a lectores no católicos. ¿Cómo les podría atraer el escritor inglés? Simplemente demostrándoles que Tomás es el filósofo del sentido común. Se palpa el entusiasmo de Chesterton por santo Tomás, y esto solo es explicable porque el autor se identifica plenamente con su personaje. También él era un hombre un tanto abstraído y corpulento, y una persona apasionada por los libros, algo no incompatible con su buen trato con las personas, aunque fueran de distinto modo de pensar. De hecho, el autor nos da en este libro un consejo válido para cualquier época: “No hay que discutir con un hombre, o bien discutir en su terreno y no en el nuestro”. Además Chesterton se identificaba con Tomás en ser un soñador activo y un auténtico hombre de acción. Ambos consiguieron la rara cualidad de ser a la vez teóricos y prácticos. ¿Por qué? Porque practicaban el sentido común de vivir en la realidad y de reconocerla. En esto consiste la filosofía del sentido común, la única filosofía fructífera del mundo.
Antonio R. Rubio Plo
La Homilía del Papa Francisco en la Misa de Clausura del Jubileo de la Orden de los Predicadores
Misa de Clausura del Jubileo Dominicano - 21 de enero de 2017 en la Basílica de San Juan de Letrán de Roma
Papa Francisco
La Palabra de Dios hoy nos presenta dos escenarios humanos opuestos: de una parte el “carnaval” de la curiosidad mundana; de la otra, la glorificación del Padre mediante las obras buenas. Y nuestra vida se mueve siempre entre estos dos escenarios. De hecho, ellos están en toda época, como lo demuestran las palabras de San Pablo dirigido a Timoteo (Cfr. 2 Tim 4,1-5). Y también Santo Domingo con sus primeros hermanos, ochocientos años atrás, se movía entre estos dos escenarios.
Pablo advierte a Timoteo que deberá anunciar el Evangelio en un contexto en que la gente busca siempre nuevos “maestros”, “cuentos”, doctrinas diversas, ideologías… «Prurientes auribus» (2 Tim 4,3). Es el “carnaval” de la curiosidad mundana, de la seducción. Por esto el Apóstol instruye a su discípulo usando incluso verbos fuertes, como “insiste”, “advierte”, “reprocha”, “exhorta”, y luego “vigila”, “soporta los sufrimientos” (vv. 2.5).
Es interesante ver como ya entonces, dos milenios atrás, los apóstoles del Evangelio se encontraban ante este escenario, que en nuestros días se ha desarrollado mucho y globalizado a causa de la seducción del relativismo subjetivista. La tendencia de la búsqueda de novedad propia del ser humano encuentra el ambiente ideal en la sociedad del aparentar, del consumo, en el cual muchas veces se reciclan cosas viejas, pero lo importante es hacerlas parecer como nuevas, atrayentes, seductoras. También la verdad es enmascarada. Nos movemos en la así llamada “sociedad liquida”, sin puntos fijos, desordenada, sin referencias sólidas y estables; en la cultura de lo efímero, del usa y tira.
Ante este “carnaval” mundano resalta netamente el escenario opuesto, que encontramos en las palabras de Jesús que hemos escuchado: «glorifiquen al Padre que está en el cielo» (Mt 5,16). Y ¿cómo se da este paso de la superficialidad casi-afectuosa a la glorificación? Se da gracias a las buenas obras de aquellos que, se hacen discípulos de Jesús, y son “sal” y “luz”. «Así debe brillar ante los ojos de los hombres – dice Jesús – la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo» (Mt 5,16).
En medio del “carnaval” de ayer y hoy, esta es la respuesta de Jesús y de la Iglesia, este es la base sólida en medio del ambiente “liquido”: las buenas obras que podemos realizar gracias a Cristo y a su Santo Espíritu, y que hacen nacer en el corazón el agradecimiento a Dios Padre, la alabanza, o al menos la maravilla y la pregunta: ¿Por qué?, ¿Por qué esta persona se comporta así?: la inquietud del mundo ante el testimonio del Evangelio.
Pero para que este “sacudón” suceda se necesita que la sal no pierda el sabor y la luz no se esconda (Cfr. Mt 5,13-15). Jesús lo dice muy claramente: si la sal pierde su sabor no sirve para nada. ¡Cuidado que la sal pierda su sabor! ¡Atención a una Iglesia que pierde el sabor! ¡Cuidado que un sacerdote, un consagrado, una congregación que pierde su sabor!
Hoy nosotros damos gloria al Padre por la obra que Santo Domingo, lleno de la luz y de la sal de Cristo, ha realizado ochocientos años atrás; una obra al servicio del Evangelio, predicado con la palabra y con la vida; una obra que, con la gracia del Espíritu Santo, ha hecho que muchos hombres y mujeres sean ayudados a no perderse en medio del “carnaval” de la curiosidad mundana, sino en cambio hayan escuchado el gusto de la sana doctrina, el gusto del Evangelio, y se hayan convertido, a su vez, en luz y sal, artesanos de obras buenas… y los verdaderos hermanos y hermanas que glorifican a Dios y enseñan a glorificar a Dios con las buenas obras de la vida.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)
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