La Cuaresma, estima de la vida en Jesucristo
El camino cuaresmal
En la cuaresma la comunidad cristiana revive la fe, que tuvo su origen en el bautismo por el que fuimos incorporados al misterio pascual de Jesús. Para que este tiempo litúrgico adquiera su sentido original es necesario retornar al sentido de la renovación de las promesas bautismales y de la penitencia comuntaria. El bautismo es un sacramento que nos queda lejano, pero está en el origen de nuestra identidad cristiana, y Jesús se ofrece para iluminar nuestras tinieblas. Lo mismo que para el ciego del evangelio la luz era símbolo de la presencia salvífica de Dios así también para nosotros el bautismo es una luz salvífica. Se trata de la resurrección de profundizar en el sentido de la vida, como en el milagro de la resurrección de Lázaro. A Jesús le preocupa la vida física y biológica, pero le preocupa todavía más la angustia y la desesperación ante la ausencia de sentido de la vida, como si todo fuera absurdo. Al alargar la vida de Lázaro, Jesús está invitando a creer que la vida verdadera es confiar en Él, creer en la vida eterna. Dios no nos libra de la muerte, sino que su palabra nos libra de nuestras angustias. Jesús resucita a Lázaro, no para probar su poder divino, sino para hacernos entender que la muerte sin esperanza es una muerte que nace del alejamiento de Dios. También recibimos con la samaritana el agua que salta hasta la vida eterna. Estos evangelios son una invitación más a confesar a Cristo como el Salvador, como el Mesías de Dios.
La cuaresma representa para cada fiel esa marcha que emprende todo ser humano en su vida y que le lleva por derroteros inciertos hasta su consumación. También representa para la comunidad en su conjunto esas grandes marchas de los pueblos, como el éxodo, que emprenden la aventura de salir de su tierra para llegar a otras más prometedoras, aunque desconocidas. Hay en todas ellas esa decisión de dejar una situación para embarcarse en la gran aventura de encontrar otros horizontes y otros sentidos de la propia vida o de los pueblos. Es una invitación a tomarse en serio la condición transitoria de todos nuestros proyectos. Hay que evitar que en nuestra vida se produzca un silencio de lo esencial. La más cierta y profunda de las realidades, es decir, nuestra vida, no puede ser también la más olvidada.
FUENTE: CELADA LUENGO, Gregorio; La Cuaresma, estima de la vida en Jesucristo, en Vida Sobrenatural, nº 643, 2006, p. 88-89.