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Maíno. Un maestro, un dominico por descubrir


El 20 de octubre se inauguró en el Museo del Prado (Madrid) una exposición con el título «Maíno. Un maestro por descubrir». Juan Bautista Maíno fue un pintor del siglo XVII, reconocido como el mejor caravaggista español, quien a mitad de su vida ingresó en el convento dominicano de San Pedro Mártir en Toledo. La exposición organizada por la conservadora del Museo del Prado Leticia Ruiz Gómez ha servido para recuperar la figura de fray Juan Bautista, pintor poco valorado y dominico poco conocido, descubriéndolo como uno de los mejores pintores españoles del siglo XVII.
Su vida
Juan Bautista Maíno nació en Pastrana (Guadalajara) en 1581 y desde su nacimiento fue un hombre de mundo con triple nacionalidad: español por nacimiento, portugués por parte de madre e italiano por su padre. La villa de Pastrana era de por sí un lugar donde se mezclaban culturas variadas, desde los judeoconversos hasta los moriscos, así como multitud de italianos y portugueses llegados a la ciudad residencia del príncipe de Éboli. Su familia se tuvo que trasladar de Pastrana, marchando su padre a Angola, quedando Juan Bautista junto a su madre en Madrid donde pasó su adolescencia iniciando probablemente sus estudios como pintor. Viajó a Italia donde tenía familiares para hacerse cargo de los negocios de familia y continuar sus estudios de pintura. Llegó a Roma en torno a 1604, tal vez antes. De su vida en Roma sólo se sabe que vivió en el barrio de Santa Andrea delle Frate y que tuvo un hijo natural con una mujer llamada Ana Vargas. Su estancia en Roma le sirvió para empaparse de las corrientes pictóricas del momento con la especial influencia de Caravaggio y más aún de alguno de sus seguidores, particularmente Orazio Gentileschi (1563-1639).
Su estilo se irá configurando a partir de esta experiencia en Roma. Se caracterizará por la delicadeza de sus obras, unos colores intensos, el minucioso dibujo de los contornos, el amplio uso de ricos paños.
La siguiente etapa de su vida tendrá lugar en Toledo en donde se establece a su vuelta de Roma en 1610. Tampoco se conoce mucho de su obra en esa época, solamente la decoración del Palacio de don Francisco Rojas y Guzmán y un retablo para las Concepcionistas de Pastrana.
Un encargo le cambiaría la vida. El prior del convento dominicano de San Pedro Mártir de Toledo le encarga el retablo mayor de la nueva iglesia. Constaba de un total de diez pinturas, las cuatro principales representaban los cuatro momentos principales de la redención: Adoración de los Pastores, Adoración de los Magos, Resurrección y Pentecostés.
Fray Miguel Iribertegui en un estudio sobre Maíno recreaba el proceso vocacional de Juan Bautista de esta manera:
«Mientras pintaba el retablo de san Pedro Mártir y se relacionaba con los dominicos, maduró su vocación de consagrado y la opción por aquella comunidad. Frente al valor artístico que le configuraba dentro de un gremio prestigioso, la fe le invitaba a posturas radicales y cortes en su carrera, o al menos a decisiones llenas de riesgos para su desenvolvimiento. Aquello era más que un sentimiento religioso, era una imperiosa demanda interior que le exigía un régimen de vida diferente. Fray Juan Bautista Maíno profesó el 27 de julio de 1613.
«Yo, Juan Bautista Maíno, hago profesión y prometo obediencia…»
Luego se postraba hasta tumbarse, en gesto profético de más fuerza plástica que sus mismas pinturas. «Las Cuatro Pascuas» de Jesús se prolongaban, desde el Retablo, en la quinta «pascua» de su profesión. El pintor era sobrepasado por el creyente».
Terminada su mejor obra, el retablo de san Pedro Mártir, y también sus estudios de filosofía y teología, marchó a Madrid y de la mano de fray Antonio de Sotomayor, confesor de los reyes, se puso al servicio del rey como profesor de dibujo del príncipe, futuro Felipe IV.
Su producción pictórica no fue muy abundante durante ese tiempo. Parece que se volcó en su vocación religiosa a la cual subordinó todo lo demás incluida su pasión por la pintura. Se limitó a ejercer como profesor del príncipe o como asesor en materias de pintura (participó como juez en un concurso de pinturas para la Casa Real que ganó Velázquez). Pero no dejó de pintar, animado muchas veces por sus hermanos que le encargan los lienzos de Santo Domingo in Soriano, o el retablo del oratorio del noviciado del convento de San Esteban en Salamanca; otras veces animado por el rey quien le encarga la obra «Recuperación de San Salvador de Bahía» para el Salón de Reinos del Buen Retiro.
En Madrid se vio envuelto en el proceso abierto por la Inquisición contra una mujer, Luisa de Briñas, a la que se acusaba de falsa espiritualidad y que estaba relacionada con el Colegio de Santo Tomás en el que Juan Bautista vivía. Fue llamado a testificar en dos ocasiones y apoyó a la mujer convencido de su sincera vida espiritual.
Poco sabemos de la etapa final de su vida. Probablemente se retirara a su convento para vivir los últimos años de su vida. Falleció el 1 de abril de 1649 «in conventu St. Tomae Matritensis Frater Joannes Baptista octogenarius». Fue enterrado en la capilla del Rosario de la iglesia de Santo Tomás bajo en famoso cuadro de Santo Domingo que él mismo había pintado.
Con motivo de la Exposición:
A lo largo de la exposición nos encontramos numerosas referencias iconográficas dominicanas. La más importante sin duda es la de «Santo Domingo in Soriano», tipología iconográfica que Maíno hizo popular en España. En la exposición se exponen obras con la imagen de santo Domingo, de Santa Catalina, San Jacinto de Polonia, así como un par de retratos de frailes dominicos.
Y la espiritualidad dominicana que vivió fray Juan Bautista se transparenta en su pintura. El carácter contemplativo de la Orden se hace presente a través de la representación de San Antonio Abad, de María Magdalena como penitente en el sur de Francia o Santa Catalina de Siena contemplando el crucifijo; el carácter intelectual-predicador, por su parte, con la presencia de San Juan Evangelista escribiendo en la isla de Patmos, Santo Domingo pluma y libro en mano, o la omnipresente María Magdalena una más entre los Apóstoles y primera predicadora. La compasión que tanto predicó Domingo se refleja en la mujer que cura la herida del soldado en el cuadro de la Recuperación de San Salvador de Bahía, donde Maíno rompió el tradicional esquema de pinturas de batalla introduciendo esta escena que mostraba la cara amarga de las victorias militares.
La exposición permanecerá abierta hasta el 17 de enero de 2010. Es una buena oportunidad de conocer a fray Juan Bautista Maíno O.P., ilustre dominico/maestro todavía por descubrir.
Más información: www.museodelprado.es
Bibliografia:
Iribertegui, Miguel, «Juan Bautista Maino (1578-1649)», en Retablo de Artistas, ed. OPE, Caleruega 1987.
Ruiz Gómez, Leticia (ed.), Juan Bautista Maíno, Museo Nacional del Prado/Ediciones El Viso (2009)

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