Tomado de la Buhardilla de Jeronimo
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El Arzobispo dominico Augustine Di Noia, Secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, pronunció el pasado 10 de junio una conferencia ante los miembros del capítulo de la provincia dominicana de San José, en los Estados Unidos. Dicha provincia ha crecido mucho en término de vocaciones – este año, por ejemplo, habrá 21 novicios –, y esto plantea un “hermoso problema” para la Orden. Presentamos aquí la traducción de la conclusión de dicha conferencia.
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Y entonces, ¿por qué Dios está llamando a todos estos jóvenes extraordinarios a la Orden, a nuestra provincia, en este momento? En lugar de dar una respuesta, he ofrecido algunas perspectivas desde las que podemos considerar la cuestión. Dios está atrayendo a este número sin precedentes de jóvenes en este momento por razones que sólo Él conoce, aún cuando nos esforzamos por estar en sintonía con los signos y las pistas a las que esta gracia generosa nos conduce.
Para ser honestos con vosotros, no estoy seguro que nosotros – que no dejamos tan atrás la cultura moderna cuando ingresamos a la vida religiosa – estemos enteramente listos para el tipo de rechazo radical de la cultura del ambiente, por un lado, y, por otro, el compromiso radical con el estilo de vida dominicano-católico que reconocemos en los jóvenes que está siendo atraídos a la Orden.
Vistas desde esta perspectiva, estas nuevas vocaciones nos presentan un gran desafío, a nosotros y a nuestra provincia: ¿encontrarán estos jóvenes con nosotros la ferviente vida dominicana que buscan, o encontrarán sólo una versión modificada de la cultura popular que han dejado atrás? ¿Encontrarán celo apostólico, cálida caridad intelectual, una vida comunitaria y litúrgica fuerte, fidelidad a la Iglesia, y el compromiso radical para con Cristo que ellos asocian con la identidad histórica de la Orden Dominicana.
Éste es un momento de gozo, seguramente, pero es también un momento de incertidumbre. Es probable que la imagen de un noviciado y seminario llenos nos presente algo de preocupación, e incluso de ansiedad. ¿Cuánto nos costará, y no sólo en términos económicos, sino personal y comunitariamente? ¿Cómo podemos – puedo relacionarnos con estos jóvenes cuyos modos de pensar son tan diferentes? ¿Intentarán estos jóvenes frailes cambiar la provincia? ¿Es Dios, realmente, Quien está haciendo esto?
He intentado tratar algunas de estas preocupaciones hoy. Necesitamos reconocerlas, y también al miedo a lo desconocido, por así decirlo, que subyace en las mismas – incluso cuando acogemos la gracia y la fe para confiar en la Bondad y la Providencia de Dios. Debemos confiar que seguramente recibiremos la gracia de hacer grandes cosas por Dios, Quien ya está haciendo grandes cosas por nosotros.
Porque aquí está el punto crítico. Ciertamente no estábamos preparados para la sorprendente gracia de un noviciado y seminario abarrotados – no lo estábamos siquiera en términos logísticos – pero dada nuestra gran devoción hacia el misterio de la Anunciación, ¿quién mejor que nosotros debería saber que nadie puede estar preparado para la llegada de una pura gracia? De seguro que dicha gracia traerá consigo todo lo que necesitamos para estar a la altura de las circunstancias que plantea, y de los desafíos que propone. Por esta razón, el capítulo provincial del 2010 debería estar lleno de esperanza por el futuro. A pesar de los problemas particulares que estaréis enfrentando con las decisiones de este capítulo acerca de los compromisos provinciales, de la preocupación por la condición financiera de la provincia, del tema del aumento de los costos en el sistema de salud, etc., ya nos ha sido dado el, por así llamarlo, divino “voto de confianza”. Si Dios está con nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros?
Necesitamos el nuevo modo de pensar, y el espíritu de coraje que, según San Cirilo de Alejandría, vienen del Espíritu Santo. Permitidme concluir con las palabras de su comentario al pasaje del Evangelio de San Juan leído en la Santa Misa esta mañana: “Podéis ver, entonces, que el Espíritu re-crea… según un nuevo modelo a aquellos en los que mora. Rápidamente reemplaza sus deseos de pensar mundanamente con el deseo de fijar la mirada sólo en las cosas del Cielo, cambia su cobardía, impropia de hombres, por un espíritu de coraje. Podemos ver, ciertamente, que los discípulos experimentaron esto: el Espíritu se convirtió en su armadura, de modo que no se rindieron ante los ataques de sus perseguidores sino que permanecieron unidos al amor de Cristo”.
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Fuente: The Dominican Province of St Joseph
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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