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CONOCER PARA ENTENDER...


El conocer y poder dar razon de nuestra Fe ante los demas, es parte del Tetsimonio cristiano...

A menudo el sectarismo y otros grupos religiosos no dan una vision distorcionada de lo que la Iglesia es y sobre todo de lo que la figura del PAPA es y su papel dentro de conformacion misma de la Iglesia. Lamentablemente tambien muchismos Catolicos ignoran el papel del sucesor de Pedro y le otorgan poderes y hechos que en si la Figura del Papa no posee... comencemos diciendo...

LA IGLESIA NO ES BICÉFALA

“El único cuerpo de la Iglesia una y única no tiene más que una sola cabeza, no dos, como un monstruo. Y es Cristo y su Vicario, habiendo el Señor dicho a Pedro: Apacienta a mis ovejas. Las «mías» dice...” La Única Iglesia de Cristo es Una y está bajo la autoridad de uno solo. Como Cristo y su Vicario no son dos cabezas distintas sino una sola y única Cabeza, la Iglesia no puede recibir de Cristo y del Papa dos orientaciones divergentes y, menos aún, opuestas. Si eso se produce, es inútil decir a quién de los hay que ser fiel.

El Papa es el Vicario y no el Sucesor de Cristo, y la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo y no el Cuerpo Místico del Papa. Por eso, San Jerónimo escribía al Papa Dámaso: “Yo no sigo más que a Cristo como primera cabeza: luego estoy ligado por la comunión a Vuestra Beatitud, es decir a la Cátedra de Pedro, sabiendo que sobre esa piedra está edificada la Iglesia”.
Cristo es la “piedra angular” sobre la que está edificada la Iglesia; Pedro es piedra sólo “por participación”. El oyó que “debía ser piedra; sin embargo no de la misma manera que Cristo. Cristo es la piedra verdaderamente firme. Pedro es firme por la virtud de Aquella”. Sin duda el Papa es “cabeza y jefe de la Iglesia, pero en el plano visible, en el orden jurisdiccional, en la medida en que es asistido por Cristo (infalibilidad) durante el tiempo medido de su pontificado”.

Por eso, la comunión con el Papa es inseparable de la comunión con Cristo; la unidad de la Iglesia es la unidad con Cristo y su Vicario, y nunca unidad con el Vicario fuera de Cristo o contra Cristo. La razón misma nos dice que “se debe obediencia a cada uno según su rango”, porque de otro modo se alteraría el orden de la justicia.

LA “PERSONA” Y LA “FUNCIÓN” DEL PAPA


Aquel al que Cristo asoció como Cabeza de la Iglesia y como Piedra, ¿puede permitir, favorecer o querer en la Iglesia una orientación divergente u opuesta a la que quiere Cristo? La Sagrada Escritura y la teología católica nos dicen que es posible, salvo el caso en el que la autoridad del Papa esté comprometida por la infalibilidad. Pedro confiesa la divinidad de Cristo y Jesús le dice: “Bienaventurado eres, Simón-Bar-Yona, porque la carne y sangre no te lo reveló, sino mi Padre Celestial. Y Yo te digo (a ti que has confesado que Yo soy el Hijo de Dios) que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. El mismo Pedro intenta apartar a Cristo de su Pasión y Jesús le replica: “¡Retírate de Mí, Satanás! ¡Tú eres un tropiezo (ese es el sentido exacto de la palabra “escándalo”) para Mí, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres!”

Para que no pensemos que ese “escándalo” ocurrió porque entonces la primacía sólo le estaba prometida pero no conferida, he aquí el célebre episodio Antioquía.
Jesús Resucitado confirió a Pedro el Primado, que ejerció con la veneración de la primera comunidad cristiana. Sin embargo, en Antioquía, San Pablo comprendió que Pedro era “reprehensibilis” porque él y otros, arrastrados por su ejemplo, “no andaban rectamente, conforme a la verdad del Evangelio”, y aunque era inferior y estaba subordinado a Pedro le hizo un reproche “coram omnibus”, delante de todo el mundo. Santo Tomás comenta: “El motivo del reproche no era ligero sino justo y útil, era el peligro que corría la verdad evangélica; el modo en el que fue hecho, público y manifiesto,... puesto que esta simulación constituía un peligro para todos”.

La Sagrada Escritura enseña, pues, que fuera del caso de la infalibilidad, Pedro es falible y puede volverse “reprensible”.

Idéntica es la lección que nos da la mejor teología católica, al hacer una distinción entre la “persona” del Papa y su “función”.

“Persona papæ potest renuere subesse officio papæ”: la persona del papa puede rehusar someterse a su deber de Papa, escribe Cayetano, que agrega que la persistencia en tal comportamiento haría que el Papa fuese cismático “per separationem sui ab unitate Capitis”: por su separación de la unión con la Cabeza de la Iglesia que es Cristo. En cuanto al axioma “Donde está el Papa ahí está la Iglesia —precisa Cayetano— vale en la medida en que el Papa se comporta como Papa y como Cabeza de la Iglesia; si no, ni la Iglesia está en él, ni él en la Iglesia”.

El Cardenal Journet trata también del “Papa malo pero creyente”, de la posibilidad admitida por “grandes teólogos” de un “Papa hereje” y de la de un “Papa cismático”. En relación a esto, dice que el Papa “puede pecar de dos maneras contra la comunión eclesiástica”. La segunda manera consiste en el hecho de “romper la unidad de dirección, lo que se produciría —según el penetrante análisis de Cayetano— si como persona privada se rebelara contra el deber de su cargo y rechazara a la Iglesia —si tratara de excomulgar a toda la Iglesia o simplemente eligiera vivir sólo como príncipe temporal— la orientación espiritual que Ella tiene el derecho a esperar de él en el nombre de Uno más grande que él, es decir, de Cristo mismo y de Dios”. Y agrega: “La suposición de un Papa cismático nos revela aún más —rodeándolo de una trágica luz— el misterio de la santidad de esta unión de orientación que es necesaria para la Iglesia, y quizás podría ayudar al historiador de la Iglesia —o mejor dicho, al teólogo de la Historia del Reino de Dios— a iluminar con un rayo divino las sombrías épocas de los anales del Papado, permitiéndoles mostrar cómo puede ser traicionado por algunos de sus depositarios”.

Es evidente que si la teología católica estudia el problema planteado por un Papa malo, cismático y hasta hereje, es precisamente porque —como dice Cayetano— “persona papæ potest renuere subesse officio papæ”: la persona del Papa, excepto el caso en el que se compromete su infalibilidad, puede dejar de plegarse a los deberes de su función de Papa. Una última nota: como habían hecho una distinción entre el “papado” y sus “depositarios”, y entre la “persona” y la “función” del Papa, en los momentos oscuros del Papado, a muchos teólogos se los obligó a alinearse personalmente.

¿Cuál es, pues, la función del Papa en la Iglesia?

El Concilio Vaticano I enseña: “Para que la muchedumbre de los creyentes se mantenga en la unidad de la fe y de la comunión («in fidei et communionis unitate»), Jesús puso al bienaventurado Pedro a la cabeza de los Apóstoles”.

León XIII, que trata ex profeso de la unidad de la Iglesia, escribe: “El autor divino de la Iglesia, habiendo decretado darle la unidad de la fe, de gobierno y de comunión, eligió a Pedro y a sus sucesores para establecer en ellos el principio y el centro de la unidad”.

En consecuencia, la función del Papa es asegurar “la unidad de fe y de comunión” en el seno de la muchedumbre de los creyentes, así como “la unidad de gobierno” entre la multitud de los Pastores.

Pero ¿en qué relación se encuentran en la Iglesia la unidad de la fe y la unidad de comunión; la unidad de la fe y la unidad de gobierno? “El que instituyó la Iglesia única, también la instituyó una... Ahora bien, una tan grande y tan absoluta concordia entre los hombres debe tener por fundamento necesario el entendimiento y la unión de la inteligencias: de donde seguirá naturalmente la armonía de las voluntades y el acuerdo de las acciones. Por eso, según su plan divino, Jesús quiso que la unidad de fe existiera en su Iglesia: pues la fe es el primero de todos los vínculos que unen al hombre con Dios y es a ella a la que le debemos el nombre de fieles”.
Pío XI le hace eco: “Por eso, como la caridad tiene por fundamento una fe íntegra y sincera, la unidad de la fe debe ser el vínculo principal que una a los discípulos de Cristo”.

Luego, unidad de fe y unidad de comunión, unidad de fe y unidad de gobierno son inseparables en la Iglesia. Como la unidad de fe es el fundamento necesario tanto de la unidad de comunión como de la unidad de gobierno, nadie en la Iglesia tiene derecho a exigir una unidad de comunión y/o de gobierno que haga abstracción de la unidad de fe.

Ahora veamos sobre el Episcopado algunos puntos escenciales...

DEBERES Y PODERES DEL EPISCOPADO


Los Obispos presentes en la Iglesia por institución divina “no son delegados o vicarios del Papa sino propia y verdaderamente pastores de almas”.
En virtud de su grado jerárquico, Maestros y Guardianes “de la Fe y de las Costumbres”, los Obispos son responsables ante Cristo de su mandato divino. Dicho mandato es ejecutado indudablemente con y bajo Pedro, pero Pedro no tiene el poder ni de anularlo, ni de modificarlo, ni de orientarlo hacia otros fines. Del mismo modo que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo y no el de Pedro, los Obispos —al estar subordinados a Pedro— son los servidores de Cristo y no de Pedro.

Papado y Episcopado “son estrechamente solidarios”, “son dos formas: una suprema (...) y otra dependiente (...) de un mismo poder que viene de Cristo, que está ordenado a la salvación eterna de las almas”. Un Obispo no puede pretender haber cumplido todo su deber cuando se limita, como un seglar, a resistir en la Fe, sólo por su propia cuenta.


Para proveer a la salvación de las almas cada obispo recibe:

1) Inmediatamente de Dios, por medio del Sumo Pontífice o inmediatamente de él pero por derecho divino, el poder de jurisdicción “para gobernar a los fieles con el fin de obtener la vida eterna”, por medio del magisterio sagrado, del poder legislativo y del poder judicial.
2) Inmediatamente de Dios, en el momento de la consagración episcopal, el poder del orden “para santificar a las almas ofreciendo el Sacrificio de la Misa y a través de la administración de los sacramentos”. Entre los sacramentos, son propios del Obispo la Confirmación y el Orden. Este último le permite transmitir el sacerdocio incluso en su plenitud (Episcopado).

A diferencia del poder de jurisdicción —que se puede revocar—, el poder de orden es imborrable. Por esta razón la consagración episcopal hecha por un obispo es válida aun en el caso en que sea ilícita por disposición de la Autoridad competente.

PODER Y DEBER DEL PAPADO

La misión y poderes episcopales, en cuanto están ordenados a la edificación de la única Iglesia de Cristo, están indudablemente sometidos en su ejercicio al Sucesor de Pedro, en virtud del Primado.

Sin embargo, el Papa no ha recibido poder de disciplinar “ab homine”, misión y poderes de derecho divino, sino con el único fin de asegurar a la Iglesia una unidad de gobierno en la prosecución de su fin específico que es la salvación eterna de las almas.

No lo ha recibido para orientar al episcopado según sus puntos de vista “personales” y menos aun para hacerle tomar una orientación contraria a la que Cristo mismo le ha dado y —cuando no encuentra resistencia— continúa dando a los miembros de la jerarquía según su promesa formal: “Mirad que Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de los siglos”.

Así, al instituir el Primado, Nuestro Señor Jesucristo no pensaba de ningún modo abandonar a su Iglesia al arbitrio de Pedro y de sus Sucesores. La Iglesia no es “policéfala”, el Episcopado está limitado por el Primado, éste a su vez está “limitado por el derecho divino”, que “exige que el poder eclesiástico, en conformidad con su finalidad, sea utilizado para la edificación y no para la destrucción del Cuerpo Místico de Cristo”.

De lo cual resulta que el Papa está obligado a actuar en conformidad con las exigencias de la gloria de Dios, del bien de la Iglesia y de la Salvación eterna de las almas cuando limita el poder de jurisdicción de los Obispos o cuando reglamenta el ejercicio de su poder de orden.





2 comentarios:

  1. Pues vaya que si hay censura, nada raro tratandose de un sitio católico, en eso os pareceis a los judios, son muy abiertos pero por alguna razón no les gusta que se toque el tema de su inexistente derecho a la tierra que habitan, no captan que para defender ese derecho con todas las de la ley D.s les tenía que haber dado las escrituras de su territorio, mismo caso en que cae la institución católica del papado, pero "no os preocupeis smith esta aqui" y se puede suavisar el tono.
    Estoy de acuerdo con el autor del articulo, jesús nunca se fué, siempre ha estado acompañando a sus seguidores, ¿entonces por qué la figura del papa? ¿por qué el necesita ayuda? el ocupó de ayuda mientras tuvo las limitaciones propias de un hombre, de ahi los discípulos, pero al volver a adoptar su naturaleza divina y revestirse de un poder infinito ¿por qué es que necesitó aún de apoyo logístico?
    es claro que en las escrituras D.s necesita de ayudantes, los angeles, los profetas, los jueces y tambien es claro que El cedío el papel de guia o gobernante algunos de sus fieles ¿ese es el caso de los obispos y del que es primum interpares? el querra con esto dar al hombre la oportunidad de intervenir en la historia de la salvación, si es por esto no creo que haya sido una buena idea, el hombre es inmensamente imperfecto y falible incluso a niveles de tan alta espiritualidad como los que debería haber entre esos ministros tan purpurados y mas cuando reunen en su manos el destino de miles de personas y aún de naciones, al grado que a nivel papal se puede cambiar regímenes y tirar sistemas económicos, tanto poder en tan pocas manos es insensato y no me suena mucho a acto divino.
    en verdad es muy peculiar el actuar de D.s y aunque se dice que El escribe derecho en renglones torcidos el que se haya permitido tanta acumulación de poder en tan pocas manos, mas parece mas obra de la competencia que de El.

    p.d. por cada vez que me vueles un comentario quisiera que me enviaras el por qué, así tal vez aprendería algo. saludos mr cat.

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  2. No hya tal censura... si tu comentario no salio, hay que preguntarle a blogspot, saludos y gracias por tu comentario.

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