Desde Infocatolica. Por Antonio R. Peña. Dr. Historia Moderna y Contemporánea
La fe católica reafirmada en Trento y la batalla de las ideas que desde él se desplegó, llevó a un nuevo optimismo en la sociedad española de mediados del siglo XVI, a pesar de las bancarrotas de Carlos V y Felipe II y de la multiplicidad de frentes militares abiertos.
¿Qué significa Trento? ¿Cuáles son sus aspectos más esenciales? ¿y sus frutos? En su Memorial elevado a Trento, San Juan de Ávila veía así los males de la Iglesia:
“en tiempo de tanta flaqueza como ha mostrado el pueblo cristiano, echen mano a las armas los capitanes, que son los prelados, y esfuercen al pueblo con su propia voz, y animen con su propio ejemplo, y autoricen la palabra y los caminos de Dios, pues por falta de esto ha venido el mal que ha venido… Déseles regla e instrucción de lo que deben saber y hacer, pues, por nuestros pecados, está todo ciego y sin lumbre. Y adviértase que para haber personas cuales conviene, así de obispos como de los que les han de ayudar, se ha de tomar el agua de lejos, y se han de criar desde el principio con tal educación [Seminarios], que se pueda esperar que habrá otros eclesiásticos que los que en tiempos pasados ha habido […] Fuego se ha encendido en la ciudad de Dios, quemado muchas cosas, y el fuego pasa adelante, con peligro de otras. Mucha prisa, cuidado y diligencia es menester para atajarlo”[1].
Por su parte Lutero rabiaba: “Habría que hacer prisionero al Papa, a los cardenales y a toda esa canalla que lo idolatra y santifica; arrastrarlos por blasfemos y luego arrancarles la lengua de cuajo y colgarlos a todos en fila en la horca […] Entonces se les podría permitir que celebraran el concilio o lo que quisieran desde la horca, o en el infierno con los diablos”[2].
Lutero, tras su ruptura definitiva con la Iglesia Católica, no sólo rechazó el papado sino que calificó de idolátrica la doctrina católica de la misa porque en ella veía una recaída en la Ley, con la consiguiente negación del Evangelio. En verdad no era esto lo que quería la Christianitas occidental. Las ansias de reformatio Ecclesiæ in capite et in membris era necesaria y querida por el conjunto de La Christianitas en la frontera de 1500 y primeras décadas del siglo XVI, pero en un sentido muy diferente al que proponía Lutero. Juan de Ávila lo veía claro: acabar con el mal ejemplo de los sacerdotes, la falta de buena formación de éstos y que los eclesiásticos sean auténticos pastores que eduquen y velen por el bienestar del pueblo de Dios. Bienestar en la recta fe y en las cosas de este mundo, para que el pueblo de Dios –su Iglesia- sea reflejo de la Ciudad de Dios.
Esto fue y significó Trento, habiendo dos temas esenciales y conexos: la Salvación y la Libertad. De estos tema derivaban tres cuestiones principales: la Gracia y la Justificación, y su expresión en la Sagrada Liturgia, la mejor y más universal escuela de la doctrina católica, donde constantemente se enseña la Doctrina Católica y, mediante los sacramentos y las oraciones, se da primacía absoluta la Gracia y se invoca a su único Hacedor. Esto es, la Santa Misa como compendio de toda la Economía de la Salvación.
En estos tres temas se contienen otros como los referidos sobre los Sacramentos o el sacerdocio así la educación y formación del pueblo católico, por ejemplo. En definitiva, se trataba de clarificar, exponer y reafirmar la Doctrina y proponer vías de enseñanza Magisterial que debería ser seguida en los centros de enseñanza a todos los niveles.
Asimismo Trento no es la Contrarreforma. Trento es el triunfo de la libertad; es decir, de la posibilidad de colaborar en la obra divina o de oponerse a ella. Qué diferencia con el protestantismo luterano y calvinista, que niegan la libertad de la persona al defender la predestinación.
La libertad da la posibilidad a cada persona de escoger y cambiar su vida para salvarse, mientras que la predestinación convierte a las personas en esclavos que se mueven al gusto y ritmo de un dios que no ama. Y no ama porque impone un destino al hombre, que queda sometido a éste. El dios de Lutero y Calvino esclaviza, el Dios católico ama porque hace libre al ser humano. De tal manera la Gracia sostenida por Lutero y Calvino encuentra al hombre corrompido y corrompido lo deja. Es más, la Gracia no es necesaria porque el hombre ya tiene un destino marcado por Dios dado lo cual es inútil hacer y obrar para salvarse.
Es así que con la expansión de las ideas luteranas y calvinistas la acción de la Gracia había quedado reducida a no otorgar al hombre la imputabilidad del pecado, porque con la predestinación el hombre ya no es libre y, por lo tanto, no se le puede imputar la responsabilidad del pecado que cometiese. Esta era la salida que Lutero y Calvino ofrecían al ser humano Moderno para mantener la esperanza: basta creer para salvarse y, en consecuencia, no importa cómo se actúe o qué se defiende y a quién se sirve. Por lo tanto, la Gracia quedaba convertida en el sueño de no acabar siendo culpado por nuestros pecados. Se abría, así, un resquicio a la esperanza en una posible salvación.
Sin embargo, en Trento se afirmó la existencia de la libertad humana para seguir a Dios o rechazarle. Y esta reafirmación fue posible porque en Trento también se ratificó que Dios crea al ser humano moral, racional y libre y, por lo tanto, responsable. Y sólo desde la moral, la razón, la libertad y la responsabilidad tiene sentido la Gracia. Tal es así que en Trento la Gracia volvió a ser puesta en el sitio que le corresponde. Sitio del cual Lutero y Calvino intentaron desbancarla.
Los católicos, con el Papa a la cabeza, no creemos que la Gracia sea una ficción ni un sueño de esperanza sino algo real. Con la Gracia, reafirmada en Trento, queda puesto de manifiesto la más excelsa combinación de Justicia y Misericordia de Dios como auténtico Salvador. Algo que Dios da gratuitamente (Gracia o Merced, algo que se da gratuitamente incluso sin merecerlo, es lo que significa). Así con la Gracia, reafirmada en Trento, el hombre ya no está bajo la servidumbre del pecado y tiene la posibilidad de una renovación total y vital y real, mediante el reconocimiento del pecado y la culpa, y mediante el dolor del pecado, y mediante el arrepentimiento personal, el perdón personal, y mediante la reparación personal (responsabilidad). Es así como el hombre puede levantarse de su caída y tener un nuevo volver a empezar a trabajar. De tal manera fe y obras quedaron reconjugadas en Trento. Esta es la estupenda siembra del siglo XVI católico y español que plantó batalla intelectual y política a La Modernidad y a su sistema filosófico y político.
Los frutos de Trento se irradiaron a todos los ámbitos, sectores y ambientes (ordenes religiosas, literatura, arte, historia, administración económica y política…). Ahí tenemos a la Escuela de Salamanca. Fue un grupo de teólogos y juristas (Vitoria, De Soto, Azpilcueta, Saravia o los hermanos Covarribias) que enseñaron en las principales universidades de la Cristiandad occidental (Valladolid, Salamanca, Alcalá, Sorbona) y reinterpretaron -con éxito- el Tomismo y el Erasmismo desde la Doctrina católica, conjugándolos para dar nuevas soluciones a los problemas morales, jurídicos, administrativos, militares y económicos de la Monarquía Hispánica. Esta labor supuso la superación del Humanismo renacentista para dar nacimiento al Barroco, tan denostado desde las filas de los estado-iglesias reformadas. Aún hoy el Barroco y su sistema mental, filosófico y cultural siguen siendo denostados no sólo desde fuera del catolicismo, también desde dentro; por sectores protestantizados.
La fe católica reafirmada en Trento y la batalla de las ideas que desde él se desplegó, llevó a un nuevo optimismo en la sociedad española de mediados del siglo XVI, a pesar de las bancarrotas de Carlos V y Felipe II y de la multiplicidad de frentes militares abiertos, con la constante sangría de recursos humanos y financieros. Este optimismo permitió la superación de los recuerdos las comunidades y germanías y del rencor hacia un rey extranjero ya hecho español, para aceptar la nueva misión de España y su mundo en el mundo.
Desde Trento ya no hubo ruptura entre la España de los Reyes Católicos y la imperial de Carlos V. Surgió un hilo de continuidad entre una y otra, expresado en el Barroco. Vitoria, García Matamoros, Vives, Laguna, Campanella[3], defendieron la tesis de que el proyecto de los Reyes Católicos y el ideal de Universitas Christiana habían germinado y se había hecho realidad con Carlos V. Para ellos la Monarquía Católica Universal, es decir, el sueño medieval de globalidad de la Romanidad Cristiana de Europa, se había encarnado en España y desde España dando lugar a la Monarquía Hispánica.
Para estos intelectuales, la Monarquía Católica de España con su modo de gobierno (el sistema polisinodial) era el prototipo ideal para la unidad política de La Cristiandad articulada en reinos, principados, ciudades..., porque hacía compatible la conservación y continuidad de estos con su agrupación bajo una supraestructura gubernativa central fuerte y bajo una sola dirección común. Estas eran las necesidades del nuevo Estado Moderno que se estaba construyendo en y desde España. Así, con la Monarquía Hispánica se podría reunificar a La Cristiandad y restaurar la Res publica Christiana-Romana[4].
Este renovado optimismo también fue fuente de inspiración para artistas, quedando reflejado en las construcciones arquitectónicas, en la escultura, en la pintura, en las composiciones musicales y en las demás artes.
Junto a la palabra de los oradores, las artes (especialmente la imaginería) fueron el instrumento más utilizado por la Iglesia para la difusión de la fe y doctrina católica reafirmada en Trento. Fue en este ambiente donde el retablo adquirió su mejor función y perfeccionamiento. El retablo acabó integrándose en todo un complejo arquitectónico –como cabe denominar a los templos barrocos- centrado en el altar mayor, núcleo de la celebración litúrgica, máxima expresión sacrifical fundamental y principal de la Doctrina. En torno a estos elementos se distribuirían armónicamente columnas, hornacinas, arcos, capillas, coros, imágenes… transmitiendo pasión y alegría por la auténtica Gracia Salvadora. Esto es Esperanza. Toda una ventana a través de la cual la Ciudad de Dios se hace cercana al Hombre Moderno.
La Esperanza también se manifestaría en la música que armoniza la celebración litúrgica (de los Francisco Soto, Rodrigo de Ceballos, Esquivel de Barahona o Petruchi y Encina a los Monteverdi y Gabrieli). Qué diferencia de la parquedad, de la rigidez y de las tristezas puritanas protestantes.
Todo este contexto también se refleja en la expresión de la religiosidad popular. El pueblo reunido en las festividades religiosas, como la Pasión y el procesionismo. En estas festividades se hace todo un alarde de arte y fe mediante la representación del sufrimiento y del dramatismo de la muerte, los cuales nos revelan que estos son parte del ser humano y de su vida, y así también forman parte del misterio de Dios.
Con Trento la siembra católica del siglo XVI español fue fecunda. Gracias a Trento continuamos hoy reafirmándonos como seres morales, racionales, libres y responsables. Aquí están las bases de todo ordenamiento moral, justo y democrático. Pero sobre todo, Trento nos reafirmó y nos continuó dando autentica Esperanza. La Esperanza reafirmada en la Doctrina. Trento aún hoy continúa irradiando su luz al mundo.
Antonio Ramón Peña Izquierdo, Dr. en Historia
[1] Memorial a Trento II, 41, 51.
[2] En Ratzinger, J.; Iglesia, Ecumenismo y Política. Nuevos ensayos de eclesiología, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1987, 120-121.
[3]CAMPANELLA, T.; La Monarquía Hispánica. Centro de Estudios constitucionales, Madrid, 1982. VITORIA, F. DE; Relectio de iure belli. Ed. L. Pereña Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1981. Id.; De indis et de iuris belli relations. Ed, Ernest Nys, Carnegie Institution of Washington, 1917. GARCÍA MATAMOROS, A.; De assere[n]da hispanoru[m] eruditione siue de viris Hispaniae doctis narratio apologetica. Complvti (Alcalá de Henares), ex officina Ioannis Brocari J., 1553. VIVES, J.L.; De Europae dissidiis et republica. Ayuntamiento de Valencia, 1992. Id.; Epistolario, Ed. José Jiménez Delgado, Ed Nacional, Madrid, 1978. LAGUNA, A.; Discurso sobre Europa. Diputación Provincial de Segovia, 1963. Id.; Europa heautentimorumene, es decir, que míseramente a sí misma se atormenta y lamenta su propia desgracia. Int., ed., trad. y notas Miguel Ángel González Manjarrés, pról. Joseph Pérez, Junta de Castilla y León. Consejería de Educación y Cultura, Valladolid, 2001.
[4]Sobre los factores de la continuidad y discontinuidad entre los Reyes Católicos y la Monarquía de los Austrias vid. BELENGUER, E.; El imperio hispánico, 1479-1665, Grijalbo, Barcelona, 1995.
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