Este texto tiene por finalidad aclarar la realidad de este tema, suscitado no hace mucho en el catolicismo como producto de una infección doctrinal foranea en algunos movimientos de la Iglesia, con anuencia o desconocimiento del tema o de la situación por personas incluso en el episcopado.
Texto Original: Dr. Jesús María Yépez; Médico Cirujano, Doctor en Teología, Pastor Evangélico y Profesor de Biblia
Edicion para Catolicos: Alberto. OP (Gato Sentado) de http://ordenseglardominica.blogspot.com/ y el autor de este blog.
La doctrina de las ataduras intergeneracionales propone, que muchas de las conductas familiares aparentemente repetitivas y algunas cosas adversas que nos suceden en la cotidianidad pueden tener un origen en maldiciones que nos llegaron por pertenecer a un grupo familiar cuyo árbol genealógico estuviere marcado de alguna manera por la iniquidad. Esto incluiría enfermedades hereditarias, intentos de suicidio, divorcios, alcoholismo, infelicidad, miseria, ruina, desviaciones sexuales, idolatría, etc.
De tal razonar, se infiere entonces que los delitos de una persona serían espiritualmente trasferidos a sus descendientes e incluso sugiere una posible intervención de la genética en este proceso. La gente no solo heredaría entonces la naturaleza pecaminosa (consecuencia del pecado de Original), sino que también adquirirían la culpa de la maldad acumulada de sus antecesores, por lo cual Satanás persistiría en un derecho legal de influencia contra los creyentes que no han tratado de una “forma eficaz” sus maldiciones generacionales, resultando esto en todo tipo de fracaso humano: vicios, enfermedad, aflicción, temor, y aun muerte física.
Sería entonces consecuencia lógica de todo este razonar, que la sangre de Cristo fue derramada por los pecados de cada persona, pero que ha de darse un paso adicional para quitar la trasgresión que hayan heredado de sus antecesores, lo que conduce a la necesidad de algún elaborado procedimiento que involucraría una investigación y confesión (usualmente abierta) de los pecados propios y de sus antecesores hasta donde fueran conocidos y la realización de algún oficio de oración y liberación u exorcismo para clausurar el efecto de esas supuestas maldiciones.
Sería entonces consecuencia lógica de todo este razonar, que la sangre de Cristo fue derramada por los pecados de cada persona, pero que ha de darse un paso adicional para quitar la trasgresión que hayan heredado de sus antecesores, lo que conduce a la necesidad de algún elaborado procedimiento que involucraría una investigación y confesión (usualmente abierta) de los pecados propios y de sus antecesores hasta donde fueran conocidos y la realización de algún oficio de oración y liberación u exorcismo para clausurar el efecto de esas supuestas maldiciones.
Producto de un Concepto erróneo de la iniquidad: Esta enseñanza se basa en alguna combinación de citas como Éxodo 20:5,6; 34:6,7; Números 14:18; Deuteronomio 5:9,10 ; Lamentaciones 5:7. Cada uno de estos textos contiene las palabras con las que se pretende ilustrar biblicamente la existencia de maldiciones que aquejan a familias enteras: “visitar la maldad (o iniquidad) de los padres sobre los hijos…hasta la tercera y cuarta generación”.
La palabra clave en que se sustentaría esta doctrina es “iniquidad”. Se infiere equivocadamente de este término que esto hace una referencia a pecados graves que atan a personas aun después de convertirse y que serían identificadas como ataduras heredadas de los antepasados.
La palabra hebrea “‘ă·wōn” que es traducida para varios de estos textos como “iniquidad”, no es un equivalente para “pecado” y hace verdaderamente una referencia a problemas derivados de la conducta y/o a la influencia parenteral y no a una herencia adquirida.
Evidentemente la conducta y el ejemplo de los padres influye en la conducta los hijos, pero este razonar está muy lejos de poder decirse que los pecados son también heredados en el sentido estricto de la palabra.
La palabra clave en que se sustentaría esta doctrina es “iniquidad”. Se infiere equivocadamente de este término que esto hace una referencia a pecados graves que atan a personas aun después de convertirse y que serían identificadas como ataduras heredadas de los antepasados.
La palabra hebrea “‘ă·wōn” que es traducida para varios de estos textos como “iniquidad”, no es un equivalente para “pecado” y hace verdaderamente una referencia a problemas derivados de la conducta y/o a la influencia parenteral y no a una herencia adquirida.
Evidentemente la conducta y el ejemplo de los padres influye en la conducta los hijos, pero este razonar está muy lejos de poder decirse que los pecados son también heredados en el sentido estricto de la palabra.
Producto de un concepto erróneo de maldición: Otro concepto errado es el concepto de maldición (incluso generacional) derivada de un hechizo o maldición. Este concepto no es tomado ni de conceptos judíos ni de conceptos cristianos escapando completamente a las Sagradas Escrituras. La palabra “maldición” (’ā·rāh o derivados) en la escritura permite ver que un castigo sobre generaciones venideras no está ni siquiera contemplado. Pretende verse la palabra “maldición” en lugar de “maldad”, pero ni el lenguaje ni el contexto permite forzar el concepto dentro del pasaje. Otra cosa que escapa a ser considerada es la misericordia ofrecida por Dios a los que le aman y guardan sus mandamientos lo cual exime de que un cristiano esté marcado por una maldición ancestral y que requiera una liberación de sus efectos. En la Biblia cuando encontramos una maldición, vemos que sólo Dios tiene derecho de proferirla (Deuteronomio 28:15-68), o concede a los humanos el derecho de pronunciarla, pero siempre con su aval (Génesis 27:29). Si bien cualquiera puede proferir una maldición con sus labios, de ahí a que se cumpla hay un largo trecho y su eficacia solo puede encontrar acogida en quien cayendo en superstición por palabras de hombres, desconfia de la providencia y protección divina (Proverbios 26:2). La maldición es entonces, en el contexto bíblico, una expresión de la justicia de Dios que se aplica sobre alguien o algo como consecuencia de una decisión personal e intencional de desobediencia en el uso de su libre albedrío. Entonces, más que inferir un desprecio de Dios hacia el hombre, es de interpretarse como la distancia que Dios por naturaleza crea entre sí mismo y el pecado.
Producto de especulaciones sobre la ciencia genética: Muchos estudios géneticos del comportamiento pululan en el medio, tratando de demostrar una implicación directa en los genes de varios aspectos del comportamiento social. Estos están a la fecha basados en la especulación y basados en la neta observación de estadísticas y comparaciones amañadas basadas en irregulares selecciones de los grupos de control. En lo que puede referir a la genética, puede verdaderamente decirse a la luz de la ciencia es que sí son transferibles a los hijos algunas enfermedades o condiciones corporales favorables a la enfermedad, pero no así la herencia de conductas. Es decir, no hay un gen de “homosexualidad” ni del “mal”, y lo que se oye al respecto son meras especulaciones. Es de enfatizar en la palabra “especulación”, puesto que las conclusiones de estudios al respecto incluyen palabras como “puede ser que”, “quizas haya” y otras inaceptables en conclusiones científicas.
Se habló de este tema en la Iglesia Primitiva? Es de observarse que la Iglesia Primitiva, retratada principalmente en los Hechos de los Apóstoles no se detiene en ofrecer a nadie la necesidad de una rutina de exorcismo familiar de su iniquidad. Tampoco hay evidencias en la historia de la Iglesia sobre el tema, ni de los apóstoles escritores sagrados, ni en los padres de la iglesia, y ni siquiera en los escritos de los actores de la reforma protestante.
La afamada doctrina y el protestantismo sectario moderno: Tal enseñanza como parte constitutiva de la “guerra espiritual” es proclamada en muchas facciones del protestantismo moderno (en especial en el protestantismo de corte pentecostal). Ataduras generacionales y la doctrina de la prosperidad son usualmente encontradas tomadas de la mano. Muchas son las fuentes de ganancias demostrables que esto arroja, representadas en la publicación de una lista interminable de libros que tocan el tema y en un incontable número de conferencias o seminarios para romper maldiciones hereditarias, cuyo costo no baja de entre los cien y doscientos dólares por cabeza en los EEUU.
Entre todas estas, está oculta también la cultura del indiferentismo y una favorabilidad a conceptos personales en los que surgen ideas como ¿Qué daño hace decir algunas oraciones extras? Pero tales opiniones “inocentes” son contradictorias a la palabra de Dios y a la predicación cristiana.
Entre todas estas, está oculta también la cultura del indiferentismo y una favorabilidad a conceptos personales en los que surgen ideas como ¿Qué daño hace decir algunas oraciones extras? Pero tales opiniones “inocentes” son contradictorias a la palabra de Dios y a la predicación cristiana.
Problemas de la doctrina católica en la enseñanza de las “maldiciones generacionales”:
1. Negación de la perfecta obra de Cristo en la Cruz.
2. Tergiversación del evangelio de Cristo (Gálatas 1:6–9).
3. Negación la responsabilidad personal en los actos. La popularidad de la doctrina de las maldiciones generacionales se centra en corrientes de la psicología moderna, se rehúsa a aceptar responsabilidad por sus propias faltas y pecados (Santiago 1:14) colaborando en la pervertida visión de la victimización de la sociedad moderna en cuyo pensar nadie es responsable por su propia conducta.
4. Hay una aceptación del neopaganismo de la nueva era y sus principios conocidos filosóficos de inyección genética de tendencias del comportamiento, una pseudociencia no demostrada por la investigación.
5. Pone exagerado énfasis en la obra del hombre, y da vueltas a la idea de una relación con Dios basada en las obras, presindiendo de la Fe y su completo significado en la vida cristiana.
2. Tergiversación del evangelio de Cristo (Gálatas 1:6–9).
3. Negación la responsabilidad personal en los actos. La popularidad de la doctrina de las maldiciones generacionales se centra en corrientes de la psicología moderna, se rehúsa a aceptar responsabilidad por sus propias faltas y pecados (Santiago 1:14) colaborando en la pervertida visión de la victimización de la sociedad moderna en cuyo pensar nadie es responsable por su propia conducta.
4. Hay una aceptación del neopaganismo de la nueva era y sus principios conocidos filosóficos de inyección genética de tendencias del comportamiento, una pseudociencia no demostrada por la investigación.
5. Pone exagerado énfasis en la obra del hombre, y da vueltas a la idea de una relación con Dios basada en las obras, presindiendo de la Fe y su completo significado en la vida cristiana.
Las Escrituras nos enseñan que cada persona es responsable de sus propios pecados y que ninguno pagará por los pecados de sus padres:
Jeremías 31:29-30 ”En aquellos días no dirán más: Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera, sino que cada cual morirá por su propia maldad; los dientes de todo hombre que comiere las uvas agrias, tendrán la dentera”.
Ezequiel 18: 2-4 y en adelante ¿Qué queréis decir al usar este proverbio acerca de la tierra de Israel, que dice: “Los padres comen las uvas agrias, pero los dientes de los hijos tienen la dentera? Vivo yo–declara el Señor DIOS– que no volveréis a usar más este proverbio en Israel. He aquí, todas las almas son mías; tanto el alma del padre como el alma del hijo mías son. El alma que peque, ésa morirá.
Es importante notar que no todos los judíos en esos tiempos trataban de culpar a los demás. Aunque tuvo las mismas pruebas del cautiverio en Babilonia, el profeta Daniel mostró una actitud opuesta a sus contemporáneos en Judá y Babilonia. En vez de culpar por su destino a sus antecesores como lo hacía el público oyente de Jeremías y Ezequiel, él aceptó su propia responsabilidad personal y la de sus contemporáneos por el juicio que había caído sobre ellos (Daniel 9:4, 5,7–9). En la oración de Daniel, no se menciona que la razón del exilio sea por los pecados de los padres. Esto es aun más asombroso si recordamos que Daniel era consciente de que por generaciones Dios había enviado profetas para advertir a Israel de ese juicio si no se arrepentían.
En el tiempo de Jesús, los judíos habían otra vez olvidado las correcciones del paganismo expresadas por Moisés y los profetas y los evangelistas nos hacen ver que Jesús encaró a su tiempo los mismos asuntos.
En Juan 9:1-3 leemos: “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.”
Aunque los discípulos tenían el antiguo punto de vista acerca de la heredabilidad de la culpa y el pecado vemos claramente que el énfasis de Jesús es en la gloria y la gracia de Dios.
Jesús también afirmó: “Vete, y no peques más” (Juan 8:11). Las palabras de Jesús sugieren que el perdón de Dios basta para alcanzar un grado tal de transformación espiritual que produzca un cambio de vida. Jesús creía que la mujer a quien acababa de perdonar era libre de escoger si permanecería en el pecado o se apartaría de él. No se hace ninguna referencia a la necesidad de una oración adicional, una ceremonia, o una fórmula de renunciación para complementar la oferta de la gracia y el perdón de Dios.
En el tiempo de Jesús, los judíos habían otra vez olvidado las correcciones del paganismo expresadas por Moisés y los profetas y los evangelistas nos hacen ver que Jesús encaró a su tiempo los mismos asuntos.
En Juan 9:1-3 leemos: “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.”
Aunque los discípulos tenían el antiguo punto de vista acerca de la heredabilidad de la culpa y el pecado vemos claramente que el énfasis de Jesús es en la gloria y la gracia de Dios.
Jesús también afirmó: “Vete, y no peques más” (Juan 8:11). Las palabras de Jesús sugieren que el perdón de Dios basta para alcanzar un grado tal de transformación espiritual que produzca un cambio de vida. Jesús creía que la mujer a quien acababa de perdonar era libre de escoger si permanecería en el pecado o se apartaría de él. No se hace ninguna referencia a la necesidad de una oración adicional, una ceremonia, o una fórmula de renunciación para complementar la oferta de la gracia y el perdón de Dios.
Hay que ver el esfuerzo que desde Moisés hasta los santos se vivió para combatir el paganismo de sus días. La iglesia tiene hoy el testimonio de Moisés, de los profetas, de Jesús, Maria, los apóstoles, confesores, martires y Santos, juntamente con el Nuevo Testamento, la plenitud del Espíritu, y los dones del Espíritu, incluido el don de discernimiento. No obstante, una parte de la iglesia de hoy esta cayendo de nuevo en un evangelio metafísico de la nueva era.
La iglesia en siglo XXI debe entonces reafirmar la suficiencia del sacrificio de Cristo tan inequívocamente como lo hizo al principio Colosenses 2:13–14 , Gálatas 3:13; 1 Corintios 6:9-10; Romanos 3:23-24.
¿Qué podemos aprender como cristianos del roce con esta herejía?
1. Las correcta interpretación de las Escrituras en el seno de la Iglesia son la única lámpara a nuestros pies y luz a nuestro sendero en que podemos confiar. Tal doctrina no aparece en nigún documento del magisterio, ni en la enseñanza de ningún doctor o Padre de la Iglesia.
1. Las correcta interpretación de las Escrituras en el seno de la Iglesia son la única lámpara a nuestros pies y luz a nuestro sendero en que podemos confiar. Tal doctrina no aparece en nigún documento del magisterio, ni en la enseñanza de ningún doctor o Padre de la Iglesia.
2. Las especulaciones del hombre tratan de conducir a nuevas formas de esclavitud . Tenemos que obtener todo el consejo de Dios en las Escrituras y su Iglesia evitando opiniones personales que solo conducen a la decadencia teológica.
3. El hombre caído siempre busca soluciones rápidas. Casi todos los problemas encarados por las ceremonias de maldición generacional no pueden ser echados magicamente fuera y los problemas de conducta tienen que ser tratados en el diario andar de discipulado. Necesitamos diariamente tomar nuestra cruz, considerarnos muertos al pecado y vivos a Dios en Cristo, traer a sujeción nuestro cuerpo, llevar cautivo cada pensamiento a la obediencia de Cristo, y renovar nuestra mente por la Palabra de Dios.
4. Recordar el poder y la suficiencia de la sangre de Cristo que ofrece tanto el perdón de pecados como la liberación de la opresión y la posesión demoníaca a quienes se apropian de este sacrificio. Esta se expresa de manera singular en la vida sacramental que comienza en el bautismo en el que nacemos de nuevo como hijos de Dios y en el que el hombre natural es transformado.
5. El tema nos ha llevado a retornar a la Biblia para evaluar su mensaje, recordandonos que nuestras obras tienen consecuencias, y que nuestra vida tiene un poderoso impacto en nuestros hijos, para bien o para mal.
“Así que, sí el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36)