Darnos cuenta.
Tomar conciencia para ordenar la vida.
Puede hacer mucho bien la corrección fraterna; no la bronca hiriente, no la crítica malsana, que no ayuda a construir nada: ni la persona, ni la familia, ni la comunidad.
Todos tocados.
Todos con necesidad de sanación.
Lo malo es el "matapalo" que dice Tony de Mello: esa hierba mala que crece, que chupa la savia, la seca, la mata.
Por ello: discernir. Necesidad de toda persona, de todo grupo.
Es saber distinguir el lenguaje de Dios y el lenguaje de nuestro "yo"; el lenguaje, incluso, de los grupos, de las comunidades. Porque algo se habla, a tiempo y sobre todo a destiempo.
Discernir sobre la cizaña que hay en mí, en nuestras vidas; la cizaña que hay en nuestra cultura.
Es un misterio, porque crece junto a la acción de Dios: bondad, sentido común; hay acciones ocultas, la mano negra. Grupos muy cohesionados: la fuerza del mal. Es lo contrario de Jesus: claridad, amar, crecer en el amor de unos con los otros. La fuerza del mal es el odio, todo lo que separa.
Es la tragedia de la libertad mal utilizada. Casi siempre con gran sagacidad: "Los hijos de las tinieblas más vivos que los hijos de la luz".
Vamos a confiar. En ello estamos. Pero en este caminar nada es sólido si no se hace desde un serio discernimiento.
Fr. Guillermo Santomé O.P.
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La Orden debe promover la
justicia de tres maneras: con las obras de caridad, con la palabra, y
con el estudio de las causas y medios para cambiar la situación. (Fr. Vincent de Couesnongle)