San Martín de Porres
San Martín de PorresConoce a Fray Juan de Lorenzana, famoso dominico como teólogo y hombre de virtudes. Le invita a entrar en el Convento de Nuestra Señora del Rosario.
La legislación de entonces impedía ser religioso por el color y por la raza, por lo que Martín de Porres ingresa como Donado, pero él se entrega a Dios y su vida está presidida por el servicio, la humildad, la obediencia y un amor sin medida.
San Martín tiene un sueño que Dios le desbarata: “Pasar desapercibido y ser el último”. Su anhelo es seguir a Jesús de Nazaret. Se le confía la limpieza de la casa; su escoba será, con la cruz, la gran compañera de su vida.
Sirve y atiende a todos, pero no es de todos comprendido. Un día cortaba el pelo y hacía el cerquillo a un estudiante: éste molesto ante la mejor sonrisa de Fray Martín, no duda en insultarle: ¡Perro mulato! ¡Hipócrita! La respuesta fue una generosa sonrisa.
San Martín lleva dos años en el convento, hace ya seis que no ve a su padre, éste le visita y… después de dialogar con el P. Provincial, éste y el Consejo Conventual deciden que Fray Martín sea hermano cooperador.
El 2 de junio de 1603 San Martín de Porres se consagra a Dios por su profesión religiosa. El P. Fernando Aragonés testificará: “Se ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna a españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con singular amor”. La portería del convento es un reguero de soldados humildes, indios, mulatos, y negros; él solía repetir: “No hay gusto mayor que dar a los pobres”.
San Martín de Porres es un amor desbordante y universal. Su hermana Juana disfruta de buena posición social, por lo que, en una finca de ésta, da cobijo a enfermos y pobres. Y en su patio acoge a perros, gatos y ratones.
Los religiosos de la Ciudad Virreinal van de sorpresa en sorpresa. El Superior le prohibe realizar nada extraordinario sin su consentimiento. Un día, cuando regresaba al Convento, un albañil le grita al caer del andamio; el Santo le hace señas y corre a pedir permiso al superior, éste y el interesado quedan cautivados pos su docilidad. Su vida termina en loor de multitudes el 3 de noviembre de 1639.
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Perfil histórico
San Martín de Porres nace en Lima el 9 de diciembre
de 1579, hijo de Juan de Porres, caballero español de la Orden de
Calatrava y de Ana Velázquez, negra libre panameña. Juan de Porres
marcha a Guayaquil, Ecuador, comisionado por el Virrey Don García
Hurtado de Mendoza. Allí reclama a sus dos hijos que salen para Ecuador.
Años más tarde, Don Juan Porres es nombrado Gobernador de Panamá por lo
que los niños, Martín y Juana, regresan con su madre a Lima; es el año
1590, Martín tiene once años. A los Doce Martín está de aprendiz de
peluquero, y asistente dentista. La fama de su santidad corre de boca en
boca por la ciudad de Lima.
Conoce
a Fray Juan de Lorenzana, famoso dominico como teólogo y hombre de
virtudes. Le invita a entrar en el Convento de Nuestra Señora del
Rosario.
La legislación de entonces impedía ser religioso por
el color y por la raza, por lo que Martín de Porres ingresa como Donado,
pero él se entrega a Dios y su vida está presidida por el servicio, la
humildad, la obediencia y un amor sin medida.
San Martín tiene un sueño que Dios le desbarata: “Pasar desapercibido y ser el último”.
Su anhelo es seguir a Jesús de Nazaret. Se le confía la limpieza de la
casa; su escoba será, con la cruz, la gran compañera de su vida.
Sirve y atiende a todos, pero no es de todos
comprendido. Un día cortaba el pelo y hacía el cerquillo a un
estudiante: éste molesto ante la mejor sonrisa de Fray Martín, no duda
en insultarle: ¡Perro mulato! ¡Hipócrita! La respuesta fue una generosa
sonrisa.
San Martín lleva dos años en el convento, hace ya
seis que no ve a su padre, éste le visita y… después de dialogar con el
P. Provincial, éste y el Consejo Conventual deciden que Fray Martín sea
hermano cooperador.
El 2 de junio de 1603 San Martín de Porres se consagra a Dios por su profesión religiosa. El P. Fernando Aragonés testificará: “Se
ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna a
españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con singular
amor”. La portería del convento es un reguero de soldados humildes, indios, mulatos, y negros; él solía repetir: “No hay gusto mayor que dar a los pobres”.
San Martín de Porres es un amor desbordante y
universal. Su hermana Juana disfruta de buena posición social, por lo
que, en una finca de ésta, da cobijo a enfermos y pobres. Y en su patio
acoge a perros, gatos y ratones.
Los religiosos de la Ciudad Virreinal van de sorpresa
en sorpresa. El Superior le prohibe realizar nada extraordinario sin su
consentimiento. Un día, cuando regresaba al Convento, un albañil le
grita al caer del andamio; el Santo le hace señas y corre a pedir
permiso al superior, éste y el interesado quedan cautivados pos su
docilidad. Su vida termina en loor de multitudes el 3 de noviembre de
1639.
Semblanza Espiritual
Juan XXIII sentía verdadera devoción por San Martín
de Porres, una pequeña imagen de marfil preside la mesa de su despacho y
él mismo lo canoniza el 6 de mayo de 1962.
San Martín de Porres ve confirmado en su persona el Evangelio: “El que se humilla será ensalzado”.
Este hombre que sintonizaba con la oscuridad de su piel y que
disfrutaba en Dios al verse humillado y postergado, pasados los siglos
será un Santo que centre en su persona los dos continentes: Europa y
América, San Martín es querido por todos, invocado por ricos y pobres,
enfermos y menesterosos, por hombres de ciencia y por ignorantes. Su
imagen o su estampa va en los viajes, está en las casas y en los
hospitales, en los libros de rezo y en los de estudio. Todo porque fue
humilde, obediente, y, como dijera Juan XXIII, “Es Martín de la Caridad”.
A nadie extraña que sea Patrono de los Hermanos Cooperadores Dominicos,
del Gremio de los Peluqueros, de la Limpieza Pública, Farmacéuticos y
Enfermeros. Una Congregación sudafricana le tiene por abogado: Son las
Hermanas Dominicas de San Martín de Porres y muchos más. Todos ellos se
gozan de que “Fray Escoba” sea su patrono y su ejemplo.