Relato Oriental de la Dormicion de Maria. (La Asuncion)
Gran Fiesta de la Virgen:
Dormición de la Santísima Virgen María
Aconteció
una vez que la Santísima Virgen María se encontraba orando en el Monte
de Eleón (cerca de Jerusalén) cuando se le apareció el Arcángel Gabriel
con una rama de palma del Paraíso en sus manos y le comunicó que en tres
días su vida terrenal iba a llegar a su fin y que el Señor se La
llevará consigo. El Señor dispuso que, para ese entonces, los Apóstoles
de distintos países se reunieran en Jerusalén. En el momento del deceso,
una luz extraordinaria iluminó la habitación en la cual yacía la Virgen
María. Apareció el propio Jesucristo, rodeado de Ángeles y tomó Su
purísima alma. Los Apóstoles enterraron el purísimo cuerpo de la Madre
de Dios, de acuerdo a Su voluntad, al pie de la montaña de Eleón, en el
jardín de Getsemaní, en la gruta donde se encontraban los cuerpos de Sus
padres y el de San José. Durante el entierro ocurrieron muchos
milagros. Con sólo tocar el lecho de la Madre de Dios, los ciegos
recobraban la vista, los demonios eran alejados y cualquier enfermedad
se curaba.
Tres días después del entierro de la Madre de Dios,
llegó a Jerusalén el Apóstol Tomás que no pudo arribar a tiempo. Se
entristeció mucho por no haber podido despedirse de la Virgen María y,
con toda su alma, expresó su deseo de venerar Su purísimo cuerpo. Cuando
se abrió la gruta donde fue sepultada la Virgen María, Su cuerpo no fue
encontrado y sólo quedaron las mantas funerarias. Los asombrados
Apóstoles retornaron a su vivienda. Al anochecer, mientras rezaban,
oyeron un canto angelical y al levantar la vista pudieron ver a la
Virgen María suspendida en el aire, rodeada de Ángeles y envuelta en un
brillo de gloria celestial. Ella les dijo a los Apóstoles: "¡Alégrense!
¡Estaré con ustedes todos los días!"
Su promesa de ser
auxiliadora e intercesora de los cristianos se mantiene hasta el día de
hoy y se convirtió en nuestra Madre celestial. Por Su gran amor y Su
ayuda todopoderosa, los cristianos desde tiempos remotos la veneran y
acuden a Ella para pedir ayuda y la llaman "Fervorosa Intercesora por el
género humano," "Consuelo de todos los afligidos" y quien "no nos
abandona después de Su dormición." Desde tiempos remotos, y siguiendo el
ejemplo del Profeta Isaías y de Santa Elizabet, empezó a ser llamada
Madre de Dios (o Deípara) y Madre de nuestro Señor Jesucristo. Este
nombre surge como consecuencia de que Ella engendró a Aquél que siempre
fue y será el verdadero Dios.
La Santísima Virgen María es un gran
ejemplo para todos aquellos que tratan de complacer a Dios. Ella fue la
primera que decidió entregar Su vida enteramente a Dios. Demostró que la
voluntaria virginidad supera a la vida familiar y matrimonial.
Siguiendo Su ejemplo, ya desde el inicio de los siglos, muchos
cristianos empezaron a llevar una vida casta con oraciones, ayunos y la
mente orientada a Dios. Así surgió y se afirmó el monacato.
Lamentablemente, el mundo contemporáneo no ortodoxo no valora en
absoluto y hasta se burla de la castidad, olvidándose de las palabras
del Señor: "Porque hay eunucos (vírgenes) que nacieron así del vientre
de su madre; y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres; y hay
eunucos que se hicieron a sí mismos eunucos por causa del Reino de los
Cielos; el que sea capaz de recibir esto, que lo reciba" (San Mateo
19:12).
Completando esta breve visión de la vida terrenal de la
Virgen María, cabe agregar que Ella, tanto en el momento de Su suprema
Gloria, cuando fue elegida para convertirse en la Madre del Salvador del
Mundo como también durante las horas de Su inmensa pena, cuando al pie
de la cruz y según la profecía de San Simeón "un arma traspasó Su alma,"
demostró tener un pleno dominio de sí misma. Con esto, descubrió toda
la fuerza y la belleza de Sus virtudes: la humildad, la fe
inquebrantable, el valor, la paciencia, la esperanza en Dios y el amor
hacia Él. Por eso nosotros, la veneramos con tanta
devoción y tratamos de seguir Su ejemplo.