"Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos"
La Iglesia nos convoca hoy para celebrar y
recordar a todos los santos. Es un día esplendoroso que nos repite algo
ya conocido: son muchos los hombres y mujeres que pasaron por esta
tierra tratando de hacer el bien, siguiendo las huellas de Jesucristo.
La fiesta nos dice, también, que vivir en esta tierra no es caminar
desorientados o perdidos en la noche. Nos dice que estamos sobre la
tierra como producto del amor de Dios. Su llamada universal a la
santidad es la certeza de que ante Él todos somos iguales y a todos nos
espera cumpliendo su deseo. La llamada, por tanto, afecta a todos ya que
todos somos hijos de Dios. Muchos hombres y mujeres a lo largo de la
historia respondieron con fidelidad a esa llamada. Hoy los recordamos a
todos, englobados en esa unidad donde no se destacan nombres o
particularidades. Son multitud, gracias a Dios, y son la constatación de
que la santidad está al alcance de todos. Es día para dar gracias por
el triunfo de la gracia en estas buenas personas. Ellas siguen señalando
el camino por donde imitar a Jesucristo.
La santidad, en este sentido, no es otra cosa que vivir coherentemente esa condición filial, conscientes de que responder a esa llamada es responsabilidad de cada uno. Es verdad que en esa respuesta nos jugamos nuestra felicidad. Es lo que nos propone Jesús en el Evangelio al ofrecernos las bienaventuranzas como camino seguro hacia una vida dichosa ya aquí, mientras vamos caminando hacia el encuentro definitivo y pleno con Dios.
Fray Salustiano Mateos Gómara
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
La santidad, en este sentido, no es otra cosa que vivir coherentemente esa condición filial, conscientes de que responder a esa llamada es responsabilidad de cada uno. Es verdad que en esa respuesta nos jugamos nuestra felicidad. Es lo que nos propone Jesús en el Evangelio al ofrecernos las bienaventuranzas como camino seguro hacia una vida dichosa ya aquí, mientras vamos caminando hacia el encuentro definitivo y pleno con Dios.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)