El recuerdo anual de la obra
salvífica de Cristo se despliega a través de las diversas etapas del
año litúrgico. Esta celebración aporta a nuestra vida espiritual un
sólido apoyo, porque justamente nuestro objetivo consiste en coincidir
con la vida de Cristo. Por eso seguir con atención el curso de la
celebración de los misterios del Señor en la liturgia es fuente de
renovación de la vida cristiana. Interesa aquí subrayar el valor
espiritual y renovador del tiempo cuaresmal, que celebramos como
preparación para la Pascua.
El concilio Vaticano II, tratando de
explicar el contenido de este tiempo litúrgico, declara: «El tiempo
cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la
Palabra de Dios y a la oración, para que celebren el misterio pascual,
sobre todo mediante el recuerdo o preparación del bautismo y mediante la
penitencia» (Sacrosantum concilium 109). Por eso se pide para
este tiempo subraya los elementos bautismales propios de la liturgia
cuaresmal y fomentar la penitencia que lucha contra el pecado en cuanto
ofensa al Señor: son los dos pilares sobre los que tradicionalmente se
ha asentado esta celebración. Alrededor de este núcleo las diversas
condiciones de los fieles y de los países han incorporado una serie de
práctica religiosas, que están muy arraigadas en el pueblo fiel, pero lo
fundamental es retornar a esta inspiración original «para que de este
modo se llegue al gozo del domingo de Resurrección con elevación y
apertura de espíritu» (Ibid., 110).
FUENTE: CELADA LUENGO, Gregorio; La Cuaresma, estima de la vida en Jesucristo, en Vida Sobrenatural, nº 643, 2006, pp. 85-100.