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Orando desde la Vida


El lunes 18 de marzo del 2013, a las 19.55 hs. falleció en Nimega (Holanda) el P. Baltasar Hendriks O.P. Una amiga suya de Puerto Rico, la señora Margarita Roldán ha querido compartir esta oración que el p. Baltasar escribió en mayo de 1996 cuando se despidió de América Latina para volver definitivamente a Holanda.


Padre Santo, Padre Bueno,
en tu Providencia divina me muevo,
porque existo en Ti y vivo en Ti.
Tus designios son insondables,
Tus caminos superan mi camino.
Tus proyectos no son como los míos.
Me encuentro de despedida.
Tu sabes de quiénes y de cuál trabajo.
Todo esto me lo has regalado Tú,
sin merecerlo ni imaginármelo yo.
Gracias, Padre, por lo que dejo atrás
y alabado seas por todo lo que vendrá.
Permíteme hacer mías las palabras de Jesús:
“He manifestado Tu Nombre a los que me diste;
las palabras que me confiaste, se las he entregado y las han recibido
Padre Santo, guárdalos en Tu Nombre
y hazlos santos en Tu verdad.
Gracias por lo que me inspiraste a hacer;
perdón por lo que hice mal,
y por lo que no hice o no logré ser
con toda dignidad y autenticidad:
testigo fiel de tu amor en todo y para todos,
instrumento de tu paz sin escandalizar,
inspiración y fuerza para los débiles,
esperanza para los desesperados,
alegría para los tristes,
luz para los confundidos,
compañero de los que Te buscan, amante de todos.
Padre, fiel y providente, confirma en la fe
a los que se han sentido defraudados por mí;
bendice a los que me han aconsejado,
y a los que me han criticado o mal entendido.
Hazme ser Tu palabra más digna y transparente,
y en mi despedida final de esta tierra
acógeme con igual Misericordia
en Jesús, Vida y Resurrección mía. AMEN
Descansa en paz P. Baltasar

Mi nombre: identidad y misión (A modo de aclaración y testimonio)
Desde el comienzo de mi vida religiosa al tomar el hábito de la Orden de los Dominicos en setiembre de 1946, soy conocido y mencionado o citado dentro de la iglesia y de la Orden con el nombre de Baltasar.
 
Al mismo tiempo mantuve dentro de las relaciones familiares mi nombre civil que es el del pasaporte Jacobus Theodorus Hendriks, familiarmente Ko, que es el nombre de pila desde mi Bautismo el día siguiente al de mi nacimiento, el 11 de agosto del 1925 en Amsterdam (Holanda).
 
Mi nombre bautismal
En aquellos años (primera mitad del siglo XX) y en Holanda al momento de escoger el nombre de un nuevo miembro de la familia, se acostumbraba pensar en el nombre de los inmediatos antepasados: padres difuntos, abuelos, o tios y tias que en muchos casos eran escogidos para ser padrinos o madrinas.
 
Mi padre se llamaba Leonardus (Leo) Johannes Theodorus Hendriks y mi madre Gertrudis (Truus) Out. Los abuelos de parte de mi padre se llamaban respectivamente Johannes (Juan) y Anna . Los abuelos de parte de mi madre se llamaban respectivamente Jacobus (Santiago) y Hendrica (Enriqueta).
 
Nada, pues, de extraño que el primero de los siete hijos se llamara Johannes (Juan), la segunda hija, Hendrica (Hennie) y el tercer hijo, un servidor, Jacobus (Ko).
 
Durante mis años de estudio en el colegio San Ignacio de Amsterdam los padres Jesuitas me llamaban simplemente Kobus.
 
Debo confesar que nunca había visto en mi nombre de pila uno u otro significado ni misión particular que la de ser cristiano en la fe de los apósoles, heredada de mis antepasados.
 
Mi nombre religioso
En la vida religiosa de las antiguas Órdenes monacales y mendicantes y hoy en día todavía en las comunidades contemplativas, se acostumbraba dar al candidato y a la candidata al recibir el hábito un nombre nuevo de uno u otro santo o santa. Este cambio se debe a un concepto tradicional según el cual el candidato o la candidata empieza una vida nueva dedicada exclusivamente a Dios y su Iglesia, dejando atrás “el mundo”, para comenzar a vivir una vida de “clausura”. Y según esta costumbre recibí en mi toma de hábito (setiembre 1946) el nombre de uno de los tres Reyes Magos,altasar, mientras otros dos compañeros de noviciado recibieron el nombre respectivamente de Caspar y Melchior. Nunca he sabido el por qué de esta ocurrencia aunque a los tres nos agradaban y nos sonaban de modo gracioso y confiado estos nombres”reales”..
 
Pero con este cambio se perdió de vista que ambos tipos de vida , la del seglar y la del religioso, están fundamentadas en el mismo Bautismo. La vida del seglar manifiesta una aspiración innata a la santidad y al apostolado haciendo el bien al hermano necesitado. La vida religiosa es una radicalización de la vida bautismal dentro del mismo mundo de los seglares, con una prioridad exclusiva a la comunión con Dios, según el carisma del/a fundador/a y su fundación, de la cual brota la actividad apostólica.
 
La renovación del Vaticano II
Con el documento conciliar Perfectae Caritatis sobre la renovación y la adaptación de la vida religiosa (28 de octubre de 1965) surgió la visión teológica y más bíblica de la vida consagrada. También el seglar es, a raiz de su Bautismo, una persona consagrada a Dios dentro del carisma del Matrimonio, de “votos” particulares, o de célibe. El religioso y la religiosa llevan su vida Bautismal de modo total y radical según el carisma de cada Orden y Congregación que siempre implica un compromiso apostólico con la Iglesia y la humanidad necesitada.
 
El documento conciliar mencionado denomina “consideraciones fundamentales” para la renovación de la vida religiosa algunos principios o criterios fundamentales:
■ Volver a las fuentes de la vida cristiana y de la inspiración original de los Institutos Religiosos
■ Seguimiento de Cristo según el Evangelio (los consejos evangélicos: pobreza, obediencia, castidad) y según el propósito y el carisma de los fundadore/as.
■ Una vida comunitaria
■ Una asimilación oportuna de cada Instituto Religioso según la condición física y sicológica, las exigencias de la cultura y las circunstancias socio-económicas (inculturación-inserción)
■ Eliminar prescripciones “ya fuera del tiempo”
■ Sentir con y como la Iglesia
 
Entre las consecuencias prácticas se conocen entre otras: un renovado fervor por la lectura biblica, el estudio de la teología y la Sagrada Escritura, la formación de comunidades pequeñas para lograr mayor inserción, el cambio del nombre religioso al nombre bautismal (sólo las Órdenes contemplativas han mantenido la costumbre del cambio de nombre religioso), nuevas formas de pertenencia a una Orden o Congregación, y una aceptación positiva de ministerios pastorales para mujeres, tanto religiosas como seglares.
 
Una resolución contraria, pero práctica y válida
En mi caso particular, al recobrar mi nombre bautismal, Jacobus-Ko, tendria que haberlo cambiado por mi nombre en español, es decir Santiago o Jaime. Resulta que en aquellos años yo ya vivía en Puerto Rico (desde 1955) y todo el mundo me conocía como Baltasar. Mi apellido Hendriks era dificil de pronunciar y, además, en Puerto Rico se vivia una fuerte devoción a los Reyes Magos, de manera que mi nombre de religioso caía perfectamente en la idiosincrasia del pueblo puertorriqueño y de todo el Caribe y América Latina. Además, el pueblo solía llamar a los religios y sacerdotes por su nombre, y no por su apellido. Y así el pueblo por doquier me conocia como “padre Baltasar”. Y es así como me he sentido aceptado, solidario, inculturizado y plenamente realizado.
 
Resulta, sin embargo, que en Puerto Rico habia muchos sacerdotes españoles y puertorriqueños que llevaban el nombre de Santiago o Jaime. Hasta entre los dominicos holandeses habia otro sacerdote con el nombre de Jaime, por cierto muy conocido y popular. Sólo varios años después supe de un sacerdorte diocesano que se llamaba también Baltasar, así como un seglar amigo.
 
¿Para qué entonces volver a mi nombre bautismal? ¡Jamás! ¿Debería acaso desinculturizarme? Esto sería contra otro principio fuerte de la renovación conciliar: el misionero tendrá que inculturizarse en donde ejerce su misión apostólica. Tuve que dedicar un tiempo a un proceso lindo y no arduo de discernimiento al respecto. ¿El resultado?: me quedé con el nombre religioso con el que era conocido, Baltasar.
 
Cosas de un Dios sorpresivo y gracioso
Providencialmente mi apostolado iba a concentrarse en formación litúrgica como secuencia de un carisma que me fuera infundido desde mi niñez durante unas visitas regulares con mi padre durante los veranos a una abadia de los Benedictinos (Egmond) y que fuera creciendo en mi juventud (como seglar en la vida parroquial: acólito, coro (cantor y dirigente). Poco a poco se despertó en mí una vocación particular por la vida litúrgica, fomentada notablemente dentro de mi formación como sacerdote dominico.
Cuando advertí que el primer documento oficial del Vaticano II trataba sobre la renovación (reforma) litúrgica, me senti como apelado y fuertemente retado.
 
Fui invitado a colaborar en la formación litúrgica de los catequistas y religiosas en varias diócesis de Puerto Rico, República Dominicana y en Estados Unidos (gente de habla hispana). Comenzó pues una época de itinerancia que fuera unida con el nombramiento como coordinador arquidiocesano de Liturgia y después como secretario de la Comisión Episcopal de Liturgia de Puerto Rico. Al mismo tiempo el superior de los Dominicos de Puerto Rico me habia encargado la promoción insular y formación de los candidatos a ingresar a la Orden. Esta misión fue más tarde ampliada a la tarea de coordinar la Familia Dominicana en la isla.
 
En forma creciente me sentí solidario con los Tres Reyes que vinieron como verdaderos itinerantes a Belén para adorar al Niño Jesús. En otras palabras el Misterio de la Encarnación llegó a tener en el nacimiento de Jesús, después de un anuncio gozoso y animación por angeles y pastores, una primera dimensión litúrgica a nivel de una pequeña comunidad formada
por la Sagrada Familia, algunos pastores y
otras personas interesadas en ver y adorar a Jesús.
 
Nada pues de extraño que la Liturgia sea considerada por el Vaticano II como la actividad cumbre de toda acción de la Iglesia, sólo precedida por la catequesis.
 
Y para colmo…
En noviembre de 1984 fui nombrado por el superior general de la Orden como primer promotor de la Familia Dominicana en el Caribe y en América Latina, función por seis años que fueron prolongados por tres años más (1984-1993). Comenzó una epoca de más extensa y continua itinerancia. Esta misión me cayó como anillo al dedo, como alguien ha comentado.
 
De hecho esos años han sido la mejor experiencia de mi vida dominicana, precisamente por tener una oportunidad excelente de compartir y formar a la juventud y a comunidades religiosas al fomentar una verdadera Familia Dominicana de vida litúrgica auténtica y espiritu netamente dominicano.
 
Con todo, mi nombre Baltasar era cada vez más un reto, llegaba a indicar una verdadera misión itinerante que he podido cumplir con toda seriedad y por la cual agradezco profundamente a mi Dios y a todas las personas, especialmente las religiosas que he tenido como auditorio durante retiros, cursos , jornadas de oración o de estudio, y numerosas celebraciones vivas, encarnadas y gozosas por doquier.
 
Lllegué a entender que la mejor dimensión de una evangelización actual y actualizante es la Liturgia. De hecho la Liturgia es la primera fuente de toda predicación. Se supone que se predica lo que se ora y lo que se ora es como una predicación celebrativa en una vivencia litúrgica.
 
Me causa gracia y gozo el pensar que será en el año 2013 cuando se conmemoren el 50-aniversario del primer documento Conciliar sobre la Litiurgia (1963) y los 60 años de mi vida sacerdotal (1953). Bendito sea nuestro Dios que se manifestó progresivamente (¡qué Epifanía!) tan providente como misericordioso.
 
Fr.Baltasar Hendriks o.p. Holanda, al acercarnos al 2013
(Marzo 19, 2013)