Cuando no sabemos teología nos convertimos en más papistas que el Papa, endurecemos el discurso papal, nos quedamos con aspectos accidentales y corremos el riesgo de no prestar atención a lo verdaderamente importante.
1.- Teología para ser amigo de Dios
Teología ¿para qué?, preguntan algunos. En primer lugar para ser amigos de Dios. Ser cristiano es algo más que ser buena persona. Es ser amigo de Dios. Para eso sirve, antes que para otra cosa, la teología. El principal motivo para estudiarla no es utilitario, algo así como encontrar una ayuda para predicar o ser mejor catequista. La teología vale por sí misma. Tomás de Aquino explica que el estudio de la teología es el más perfecto, sublime y provechoso de todos los estudios humanos. El más perfecto, porque en la medida en que aprendemos teología poseemos ya de alguna forma la verdadera bienaventuranza; más sublime porque por él, el hombre, se asemeja principalmente a Dios y, como la semejanza es causa del amor, el estudio de la teología une especialmente a Dios por amistad.
Cierto, la oración también nos hace amigos de Dios. Por eso no hay contraposición entre teología y oración. Nunca he olvidado que, siendo yo novicio, escuché a un Provincial decir en un monasterio de monjas contemplativas: “menos teología y más oración”. La teología es una continuidad de la oración. Sin teología no hay buena oración, no hay un correcto encuentro con Dios. Y, si no hay encuentro correcto, no se puede amar con toda la fuerza y la intensidad que requiere el amado.
Por otra parte, la teología es necesaria para comprender bien la Palabra de Dios. No puede amarse lo que no se conoce o se conoce superficialmente. Cuando estamos ante algo decisivo para la propia vida es necesario discernimiento y estudio. Un buen médico no es sólo el que conoce la enfermedad, sino el que sabe ofrecer buenas explicaciones de la misma y buenas soluciones para superarla. Con la Palabra de Dios ocurre lo mismo. No basta con saber lo que “dice”. Es necesario saber por qué dice lo que dice, qué significa lo que dice, qué consecuencias tiene, a dónde conduce y, sobre todo, qué luz para el hoy y el ahora de mi vida aporta esta Palabra. La teología sirve para realizar esta labor.
2.- Teología para comprender al Magisterio
La teología es necesaria para leer bien los documentos del Magisterio. Para comprender bien esos documentos hay que ir un poco más allá de la literalidad, y tener criterios para valorarlos y situarlos en su justo contexto. Eso es imposible sin teología. Cuando no sabemos teología nos convertimos en más papistas que el Papa, endurecemos el discurso papal, nos quedamos con aspectos accidentales y corremos el riesgo de no prestar atención a lo verdaderamente importante. Del mismo modo que el acercamiento correcto a la Escritura requiere conocimientos exegéticos, la comprensión del Magisterio requiere hermenéutica, criterios adecuados de interpretación. Cuando nos quedamos en la letra, podríamos, en ocasiones, no entender nada.
Hay cristianos y pastores que consideran que apelando a la autoridad ya están resueltas las cuestiones y zanjada toda discusión. Olvidan que las personas cultas y formadas buscan motivos, razones. La cuestión no es lo que dice el Papa, sino saber por qué el Papa dice lo que dice, qué razones tiene para decir lo que dice. La evangelización del mundo moderno requiere dejar de apelar a la autoridad y ofrecer inteligentemente las buenas razones que tiene la autoridad para decir lo que dice. Porque si la autoridad no tiene razones, estamos ante el triunfo de la sin razón. Y entonces nos hacemos odiosos e inaceptables. Para dejar de ser odiosos y ser aceptables, se necesita teología.
Por otra parte, el mundo necesita que le expliquemos la buena y sana doctrina cristiana de forma agradable, positiva, sugerente. Es necesario que la doctrina “diga algo”, ofrezca sentido. Porque si nuestro discurso es seco y aburrido, nadie se interesará por su verdad. Para que se pregunten por la verdad de la doctrina es necesario previamente hacerla amable, hacer desear que eso que decimos sea verdadero. Para eso también se necesita teología
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3.- Teología para vivir una fe madura
La teología es necesaria para dejar de apelar a voluntarismos y sentimientos y ofrecer buenas razones para vivir de otra manera. Lenin decía que “sin teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario”. Y añadía: para que el movimiento revolucionario tenga eficacia práctica, la teoría debe “ser justa” o correcta. La aplicación es clara: para vivir de Jesucristo y anunciarlo, hay que comenzar por creer en él, saber quién es, conocer sus misterios, captar con la máxima precisión el plan de Dios. No hay evangelización sin una fe madura, adulta, preparada para poder percibir las dificultades y poder vencerlas. No basta la buena voluntad, la generosidad, el compromiso. Se necesita una buena vertebración de la fe, conocer el sentido auténtico de los artículos del Credo. Una fe sin contenidos está vacía de sustancia. Ella deja de ser luz para la inteligencia y de ningún modo puede convertirse en proyecto de acción. Una fe sin contenidos no tiene ningún mensaje que ofrecer, ni ningún proyecto que desarrollar.
Finalmente, la teología es necesaria para superar miedos y complejos, y poder dialogar con la cultura ambiental. Es importante que nuestras catequesis, predicaciones y discursos, dejen de ser adoctrinamientos puros y duros y se conviertan en iluminaciones de la inteligencia, en un discurso con sentido que sepa responder a las preguntas que el ambiente y la cultura moderna plantean. Pues el descuido de una buena educación religiosa o una exposición inadecuada de la doctrina es causa directa de ateísmo. Y una educación religiosa que no dialoga con el ambiente o se muestra acomplejada ante la cultura, no resulta creíble y termina por no interesar. Hay que ofrecer buenas razones para creer y tener respuestas ante las dificultades que a la fe se le plantean. Para esto se necesita teología.
Fr. Martín Gelabert Ballester
Convento de San Vicente Ferrer, Valencia
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