Entrevista con Carlos Alfonso Azpiroz Costa
Cuando se convoca un Capítulo General [de la Orden de Predicadores], se invita también a los ex-Maestros, de tal modo que puedan ofrecer su sabiduría a la asamblea. Fr. Carlos Alfonso Azpiroz Costa, que fue Maestro desde 2001 a 2010, ha experimentado la importancia de los Capítulos para la Orden y, además, puede ofrecer una palabra en relación a cómo la tradición democrática dominicana puede ser de utilidad para todo el mundo.
A los dominicos les suele gustar señalar lo democrática que es su Orden, por el modo en que se gobiernan a sí mismos y crean sus leyes mediante sus Capítulos Generales. Pero, en realidad, ¿hasta qué punto es eficaz toda esta discusión en sesiones plenarias y en grupos de trabajo? ¿Es el mejor modo de conducirse para gobernar una institución religiosa internacional como la Orden de Predicadores?
Este es mi sexto Capítulo General, así que estoy bastante familiarizado con la manera en la que se hacen las cosas. Cuando uno tiene esta clase de experiencia, percibe ciertas cosas, como la repetición constante de ciertos asuntos. Quien no sea miembro de la Orden puede pensar que esto hace que todo sea inútil, pero eso no es verdad. Lo que realmente significa es que aprendemos de nuestra historia y no damos nada por supuesto. Más bien, nos esforzamos constantemente en la renovación de nuestra Orden, para que pueda afrontar los retos contemporáneos de la mejor manera posible.
Puede describirse la Iglesia Católica como una sinfonía polícroma de diferentes instituciones, organizaciones, espiritualidades y caminos de santidad. No hay un modo correcto o incorrecto de gobernar una orden religiosa. Nuestra manera de gobernarnos es un método para buscar la unanimidad, no la uniformidad. Cuando decimos que nuestra Orden es democrática, no nos referimos a la regla de la mayoría, sino más bien al acuerdo general para el bien de todos, incluyendo la minoría. Este no es un camino sencillo, pero es admirable. Puedo poner la mano en el fuego por el mismo basándome en mi experiencia personal, no sólo como ex-Maestro de la Orden, sino a partir de todos mis años como dominico.
Este es su primer Capítulo General desde que acabó su período como Maestro de la Orden. ¿Qué se siente al ser “sólo un fraile más” sin toda esa responsabilidad? ¿Cuál es ahora su papel en el Capítulo General? ¿De qué modo ayuda a los delegados en su trabajo su extenso conocimiento como profesor de derecho canónico?
Uno siempre tiene que recordar que el Maestro de la Orden de Predicadores es, ante todo, uno de los frailes, el primero entre iguales. No controla el Capítulo, sino que facilita su funcionamiento y ayuda a que todo discurra con fluidez. Pero es cierto, me siento aliviado, porque han quitado de mis hombros el peso de la responsabilidad y puedo simplemente estar con mis hermanos trabajando y ayudando de la manera que puedo. En este Capítulo, por ejemplo, sirvo como miembro de la Comisión sobre las Constituciones de la Orden. No es fácil encontrar miembros que quieran servir en esta comisión, personas capaces de trasladar al derecho canónico todas las decisiones que el Capítulo va a hacer. Pero estoy aquí para cumplir con mi parte en la Orden, y estoy contento de hacerlo.
En su opinión, ¿qué puede enseñar la Orden de Predicadores al mundo en lo que respecta a la democracia, especialmente teniendo en cuenta el aparente fracaso del gobierno de la ley y el orden en algunos países?
En primer lugar, no debemos confundir las democracias occidentales postmodernas con la manera en la que hemos practicado −y continuamos haciéndolo− la democracia en la Orden durante los últimos 800 años. Hay una diferencia importante: nos esforzamos en no imponer las decisiones de unos sobre otros haciendo uso de la política “entre bastidores”, y ¡nuestro gobierno no toma sus decisiones simplemente para ganar las próximas elecciones! Más bien, tenemos nuestros Capítulos para hablar sobre los asuntos que nos preocupan y para compartir experiencias en lo que se refiere a lo que es básico en nuestras vidas como dominicos: la predicación, la vida comunitaria, el estudio, la formación, etc. Esta es la lección que los países “modernos” deberían aprender de nosotros: sentir el momento, sondear nuestra realidad y expresar las necesidades de todos mediante la discusión, teniendo siempre en mente el objetivo final de crear un ambiente de libertad en el que todos vivan y crezcan, tanto individual como comunitariamente.
Fr. Mirko Vlk OP