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Sexto Modo de Orar


 Domingo abre sus brazos como Cristo en la cruz, porque fue desde allí donde le prometió el paraíso al buen ladrón.   

En este modo de orar Santo Domingo, con los brazos en cruz, contempla al crucificado. Esto nos puede remitir al momento de oración de Cristo en la cruz reflejado en lo que denominamos las siete palabras. 

En ellas encontramos que se nos habla de perdón, que debe ser siempre lo primero. Tal vez no seríamos capaces de soportar el relato de la pasión de Cristo, de no comenzar escuchando el perdón. Antes siquiera de haber pecado, se nos perdona. No tenemos que ganárnoslo. Ni siquiera tenemos que decir “lo siento”. El perdón está ahí, esperándonos. Experimentar el perdón no nos puede dejar como estábamos, porque penetrar en él significa cambio y transformación. Domingo abre sus brazos como Cristo en la cruz, porque fue desde allí donde le prometió el paraíso al buen ladrón; no es extraño que Santo Tomás de Aquino dijera que “el buen ladrón en cuanto a recompensa, puede decir que ya está en el paraíso, porque ya ha empezado a disfrutar de la divinidad de Cristo”.


 Este modo de orar es un gesto de ofrenda absoluta, donación de sí, apertura extrema por otro o por otros y el don de todo su ser. Es sentirnos discípulos amados al pie de la cruz, a los cuales se les entrega una Madre que recibió como hijos de su alma a los que le arrebataron a su primogénito. Santo Domingo contempla al que nos rescató de la maldición de la ley haciéndose por nosotros maldición; porque está escrito: Maldito el hombre que pende del madero (Gal 3,13). Lo contempla en su grito de sentirse abandonado, que no es tal, sino oración.

Cristo en la cruz tuvo sed de hacer amistad con nosotros. Aquél que nos lo da todo nos invita a la amistad pidiéndonos un don a cambio, algo que podamos tener para darle. Por encima de todo nos quiere a nosotros. Santo Domingo oraba de esta forma, cuando sabía que su plegaria iba a ser escuchada. Cuando todo está cumplido, el amor perfecto es posible y lo vemos en la cruz. Si comenzamos a amar, en ese caso el amor perfecto de Dios puede habitar en nuestros amores frágiles y limitados, que es lo que implora Santo Domingo, que con este modo de orar se deja coger todo él por Cristo; porque sabe que orar de esta forma le hará penetrar en un diálogo único. 


(Dibujos de Fr. Félix Hernández OP)/ Fr. Ángel Luis Fariña Pérez 
 Real Convento de Predicadores, Valencia/ser.dominicos.org


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