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Santas Perpetua y Felicidad

Santas Perpetua y Felicidad


Mártires

(siglo II - Cartago (África), 7-marzo-203)


El martirio de estas dos mujeres, madres ambas de hijos pequeños que absolutamente necesitaban de sus cuidados, pero de los que ellas se arrancan para seguir al Señor, según la advertencia evangélica (Lc 14, 26), tuvo lugar en la persecución de Septimio Severo, el día 7 de marzo del año 203.

La persecución de Septimio Severo

Este martirio se enmarca en los objetivos de aquella concreta persecución: la de frenar el crecimiento del cristianismo prohibiendo las conversiones a la religión cristiana y tratando por ello de disuadir de su futuro bautismo a todos los catecúmenos. Ya estaba prohibido, desde el llamado estatuto neroniano, ser cristiano; ahora la prohibición recaía más expresamente en el hacerse cristiano, queriendo frenar la labor evangelizadora que la Iglesia, fiel al mandato de Cristo, seguía haciendo con denuedo.

Precedido y seguido de medianías o desastres, Septimio Severo fue un gran emperador, que quería salvar la persistencia y la unidad del Imperio a base de medidas feroces, que traerían consigo el derramamiento inicial de mucha sangre que —entendía él— daría paso a la paz. Como numerosos tiranos posteriores creía que el terror puede engendrar una posterior calma y concordia, y por ello no retrocedía ante medidas sangrientas que consideraba útiles al bien común. Sus ideas y sus tácticas ni eran nuevas, ni se agotaron con él, pero entonces significaron para la Iglesia una forma nueva de persecución. Pues, pese a la prohibición de que hubiera cristianos, la verdad es que a lo largo de todo el siglo II la comunidad cristiana no había hecho más que expandirse hasta el punto de poder decir Tertuliano que el cristianismo estaba a finales de ese siglo introducido en todas partes, menos naturalmente en los templos de los dioses. El expansionismo cristiano era evidente. Juzgándolo enemigo del Imperio, Septimio Severo, que se proponía fortalecer y cohesionar el Imperio, quiso frenar el avance cristiano.

Aterrorizar a los aspirantes al cristianismo, en los que no cabía suponer todavía una convicción tan fuerte como para preferir aquella religión a su propia vida: ése fue el método de la nueva persecución.

Por ello los catecúmenos debieron salir a la palestra a luchar por la causa del Reino de Dios, y junto a ellos lo lógico era que sus catequistas fueran igualmente objeto del odio del tirano, ya que sin catequistas no era posible el avance del cristianismo.

Mártires de Cartago

El martirio de las Santas Perpetua y Felicidad, que tuvo lugar en las nonas de marzo del dicho año 203, estuvo acompañado por el martirio de otros cuatro compañeros, a todos los cuales daba culto la Iglesia africana, aunque la memoria martirial se concretó en las dos santas mujeres por el especial caso que ambas, madres de niños pequeños, representaban en lo relativo a fortaleza moral y amor apasionado a la fe cristiana.

La basílica en donde estuvieron enterrados los mártires y donde recibieron culto hasta el siglo VII ha sido localizada al Norte de la antigua ciudad de Cartago e incluso se ha podido reconstruir la lápida que señalaba el sepulcro de los santos en el centro de la iglesia. La memoria de estos mártires era muy célebre y desde el siglo IV se expande por toda la Iglesia, gracias sobre todo a sus actas, cuya redacción en latín y en griego facilitaba su difusión, lo mismo por Oriente que por Occidente.

El nombre de Perpetua figura en el Canon romano de la misa y en las letanías de los Santos. Se discute si la Felicidad que acompaña a Perpetua es en realidad la mártir cartaginesa o la homónima romana, convertida con el correr de los tiempos en la compañera de martirio de Perpetua.

Su memoria se celebra el día 7 de marzo, día de su martirio, a partir de la reforma de Pablo VI. Anteriormente se había colocado el día 6 de marzo, al estar entonces ocupado el día 7 por la memoria de Santo Tomás de Aquino.

Los Catecúmenos y su Catequista

Los mártires eran de una población cercana a Cartago, llamada Thuburbo minus. Allí había una comunidad cristiana, cuyo obispo era Optato, y en el seno de ella había ciertas disensiones entre el obispo Optato y el presbítero Aspasio. Cinco catecúmenos se preparaban en ella para el bautismo, instruidos por el catequista Sáturo.

Los catecúmenos estaban reunidos cuando lo que podemos llamar una redada policial los localiza y arresta, sin que su catequista estuviera con ellos en la citada reunión. Los arrestados fueron: Revocato, de condición servil, igual que Felicidad, una joven esclava que estaba además encinta en los últimos tiempos de su embarazo, pero no todavía a punto de dar a luz; Saturnino y Secúndulo, dos varones cuya condición social no se expresa, y Perpetua, una joven matrona, de noble familia y buena posición social, que tenía un niño de pecho, y de la que sabemos que era una persona culta y prestigiosa, cuya muerte martirial tuvo por ello repercusiones sociales más hondas. A ellos se uniría luego espontáneamente su catequista Sáturo.

Las actas están escritas por tres manos: un compilador que pone el prólogo y la conclusión de la narración, la propia Perpetua que escribe sus experiencias religiosas durante el martirio, y Sáturo el catequista que narra el martirio hasta que él mismo perece. Estas actas, llamadas Passio, son consideradas auténticas, aunque siempre quede sitio a las precisiones de la crítica histórica. […]

José Luis Repetto Betes

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA.

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