Santa Catalina de Siena tenía un especial amor al misterio que contemplamos en la Navidad. Una noche de Navidad, mientras rezaba en la Iglesia de Santo Domingo, se le concedió una visión muy impresionante: La Virgen María de rodillas adorando en oración ferviente al recién nacido, el Divino Niño. Santa Catalina estaba tan sobrecogida que suplicó humildemente a la Virgen que le permitiera cargar al Niño por un momento. Con una sonrisa afectuosa, la Virgen tomo el Niño y se loentregó a Catalina, quien teniéndolo en sus brazos, lo beso y le susurró en el oído los nombres de todos sus seres queridos.
Poco antes de morir, que fue en un Adviento, Santa Catalina escribió estas palabras a una amiga: "Te pido, en este dulce tiempo de Adviento y de la fiesta de la Navidad, que visites el pesebre donde posa el Manso Cordero. Allí encontrarás también a María, una extranjera y un exilio, en tan gran pobreza que no tiene con que vestir al Hijo de Dios, o fuego con que calentarlo....Asegúrate de recurrir siempre a la Virgen Santísima, abrazando siempre la cruz".
(Imagen: detalle de "Maternità mistica di Santa Caterina", 1896, de Alessandro Franchi-Gaetano Marinelli).
Traditio Spiritualis Sacri Ordinis Praedicatorum
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