Es nuestra obligación practicar las virtudes, no para encontrar la consideración ni la felicidad, ni la riqueza, ni el rango, ni gozo alguno en el cielo o en la tierra, sino para mostrar respeto a la sublimidad que es Dios, que con este fin ha creado nuestra naturaleza, que la ha hecho para su gloria y alabanza y para nuestra felicidad en la gloria eterna.
Así es el camino del Hijo de Dios, que nos dio y mostró como ejemplo cuando él mismo vivió como hombre, pues durante toda su existencia terrena, desde el comienzo al fin, cumplió y realizó la voluntad del Padre en todas las cosas y a cada instante, con todo su ser, con todos los servicios que pudo realizar, con palabras y con obras, en la alegría y en la tristeza, en esplendor y en la humillación, con los milagros, en la desagracia de los hombres, el dolor, los trabajos, en la angustia y en la inquietud y en la amarga muerte.
Fuente: Hadewijch de Amberes, Carta IV / Blog http: dichosaventura.blogspot.mx/
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