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PATROCINIO DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA SOBRE TODA LA ORDEN DE PREDICADORES


“María, «especial Patrona» de la Orden"

A María, «Reina de Misericordia», Domingo había confiado, como a especial patrona, todo el cuidado («cura») de la Orden. Según narra Constantino de Orvieto († 1256), uno de los primeros biógrafos del santo. Lo mismo repite también el Beato Humberto.

Domingo siente una extrema necesidad de la ayuda de la Santísima Virgen durante el desenvolvimiento de su actividad apostólica; a Ella se vuelve con inmensa confianza; invoca su protección para sus propios hijos. De María obtiene Domingo la curación del maestro Reginaldo de Orléans, que aún no era fraile predicador, pero tenía deseos de llegar a serlo. El Beato Jordán fue informado sobre esta intervención prodigiosa por el mismo santo Domingo, que lo había encontrado en París, y «en presencia de muchas personas».

Como testimonio de la propia devoción a María y el pleno sometimiento a ella de los frailes predicadores, Domingo inventa una nueva fórmula de profesión religiosa, con la que expresamente se promete obediencia a María. Eso «no sucede en las otras Ordenes», subraya Humberto de Romans. Esta profesión de obediencia a María es el reconocimiento público y oficial del título de cofundadora de la Orden que los primeros frailes atribuyen a María. El hermano predicador quiere iniciar a los pies de la Virgen una vida consagrada enteramente al servicio de Cristo y de su Madre.

No es casualidad que Domingo, justamente en el día dedicado a la Asunción de la Virgen, lleve a cabo el gesto que, por su audacia, causa estupor a sus hijos y no es comprendido siquiera por sus más íntimos amigos: la dispersión por el mundo de sus primeros compañeros. Fue, en efecto, el 15 de agosto de 1217 cuando, confiando en la maternal protección de María envía por primera vez a sus frailes al mundo. Ese gesto, tan valiente, juzgado hasta temerario por algunos de sus amigos, había madurado en su espíritu durante sus prolongados coloquios con Dios y con María, a la que veneraba como especial Patrona de la Orden.

Domingo quiere que la jornada del fraile predicador comience en el nombre de María y termine con su alabanza. Establece en efecto que sus frailes, apenas despiertos por la mañana, mientras están aún en el dormitorio, vuelvan su pensamiento a María e inicien la oración con la recitación de su Oficio. Con tal propósito el Beato Humberto destaca que es signo «de gran reverencia a la Virgen María el que los frailes, apenas desvelados, antes que nada, se ocupen en su servicio». Al anochecer, al cabo de la jornada, después del rezo de las completas, Domingo quiere que la última plegaria sea dirigida a María, con la recitación de la Salve Regina.

La misma Virgen santísima manifiesta cuánto le agrada esta devoción de «sus» frailes. En efecto, apareciendo un día al Beato Jordán, le dice: «Amo con especial predilección a tu Orden, y entre tantas otras cosas me es particularmente grato que en cuantas cosas decís y hacéis comencéis con mi alabanza y con ella acabéis».

María muestra al mismo Domingo cuánto le agrada que sus frailes terminen la jornada con la recitación de la Salve Regina. Una noche, mientras que los frailes duermen, María se aparece a Domingo que vela en oración: la Virgen Santísima pasa por el dormitorio rociando con una aspersorio a los hermanos, uno por uno, y le revela que cuando al atardecer recitan la antífona Salve Regina, ella, cuando pronuncian las palabras: «Ea, pues, abogada nuestra, suplica al Hijo para que conserve a la Orden». Poco después, mientras todavía ora, Domingo es arrebatado en éxtasis y ve a la Virgen, sentada a la diestra del Señor y circundada por un gran número de Beatos, pertenecientes a todas las Ordenes religiosas; mas no ve ninguno de sus frailes. Ante esta visión, Domingo llora afligido. Pero el Señor lo consuela: «Tu Orden —le dice—, la he confiado a mi madre». Al mismo tiempo la Virgen abre su manto y Domingo contempla bajo el mismo a todos sus frailes difuntos.

Estas visiones fueron referidas por el mismo Domingo a los hermanos y a las hermanas de San Sixto de Roma. Ellas nos permiten conocer qué relaciones de afecto ligaban a Domingo con la Beatísima Virgen, y cuánta confianza tenía él en su protección.

María, que acoge bajo su manto a los hijos de Domingo, reserva aún una acogida muy particular para aquél que había asumido «el oficio del Verbo». En el momento preciso en que el fundador de los hermanos predicadores, rodeado por sus frailes en una celdilla del convento de Bolonia pasa a la eternidad (6 de agosto de 1221), fray Guala, el prior de Brescia, ve en sueños al cielo abierto y a Jesús y su Madre María que llevan a lo alto, sobre una escala, a Domingo para introducirlo a la gloria celestial”.

(Del libro “La devoción a Maria en la Orden de Predicadores” de Fr Alfonso D´Amato OP).

Oración
Oh Dios, lleno de misericordia y de fidelidad, que te has dignado encomendar la Orden de Predicadores al patrocinio especial de la bienaventurada Virgen María; te pedimos humildemente nos concedas que, así como ella es para nosotros en esta vida dulzura y esperanza nuestra, así también en el momento de nuestra muerte nos presente misericordiosamente ante su Hijo Jesús. El cual vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amen.

(Imagen: Maria acoge bajo su manto a la Orden de Predicadores).

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