El Verbo se hizo carne y nació de María
Escribe fray Luis:
"Entre todos los pasos y misterios de la vida santísima del Salvador, uno de los más dulces y más devotos y más llenos de maravillas y doctrinas es este de su glorioso nacimiento. En este dia, dice la Iglesia, los cielos están destilando gotas de miel por todo el mundo, y en este día nos amaneció el día de la redención nueva, de la reparación antigua y de la felicidad eterna.
Salid, pues, ahora, hijas de Sión... Salid, ¡oh almas devotas y amadoras de Cristo!, salid ahora, con el espíritu, de todos los cuidados y negocios del mundo y, recogidos en uno todos vuestros pensamientos y sentidos, poneos a contemplar el verdadero Salomón, pacificador de los cielos y la tierra...."
"Almas devotas, venid a ver al Hijo de Dios, no en el seno del Padre, sino en los brazos de la Madre; no entre los coros de los ángeles, sino entre unos viles animales; no sentado a la diestra de la Majestad en las alturas, sino reclinado en un pesebre de bestias; no tronando ni relampagueando en el cielo, sino llorando y temblando de frío de un portal... Este es el día de la alegría secreta de su corazón, cuando, llorando por de fuera como niño pequeñito, se alegraba de dentro por nuestro remedio como verdadero Redentor.
Pues en este día tan glorioso y de tanta virtud... se cumplieron los días del parto de la Virgen, y llegó aquella hora tan deseada de todas las gentes, tan prometida en todos los tiempos, tan cantada y celebrada en todas las Escrituras divinas. Llegó aquella hora de la cual pendía la salud del mundo, el reparo del cielo, la victoria del demonio, el triunfo de la muerte y del pecado, por la cual lloraban y suspiraban los gemidos y destierro de todos los santos.
En la media noche, muy más clara que el mediodía, cuando todas las cosas estaban en silencio y gozaban del sosiego y reposo de la noche quieta, y en esta hora tan dichosa, sale de las entrañas virginales a este nuevo mundo el unigénito Hijo de Dios...."
"En esta dichosa hora, la omnipotente Palabra de Dios, habiendo descendido de las sillas reales del cielo a este lugar de nuestras miserias, apareció vestido de nuestra carne y acompañado de todas nuestras bajezas y flaquezas, excepto las de ignorancia y malicia, con que nacemos los otros hombres...
Vedle aquí, pues, con principio, a quien era sin principio. Ved hecho al que es hacedor de todas las cosas, que sabe ya de bien y de mal, que sabe de llorar, sabe de penas,
sabe de lágrimas, sabe de trabajos. De todo sabe, y no poco, sino mucho.., pues él es varón de dolores y que sabe de enfermedades"
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"Salido el santo niño a esta luz, la Virgen lo acostó en pesebre, porque no había otro lugar en aquel mesón (Lc 2,7).. ¿Quién no se espantará de ver al Señor de todo lo criado acostado en un pesebre de bestias..? ¿Cómo se trocó el templo por el establo? ¿Cómo se mudó el cielo por el pesebre? Creo cierto que cuando los santos, algunas veces en la contemplación, salían de sí y quedaban enajenados y transportados en Dios, era considerando esta tan grande maravilla y esta tan grande muestra de la divina bondad y caridad...
Pues hasta aquí llegó la bondad y la misericordia y el amor de Dios para con los hombres, a hacer tales cosas por ellos, que aquellos mismos por quien las hacía las tuviesen por locura. Elegantemente dijo un sabio que amar y tener seso apenas se concede a Dios. Porque así vemos aquí a Dios, ya salido de sí y transformado en el hombre, tomando lo que no era, sin dejar de ser lo que era, por la grandeza del amor".
"Perseverando más en la consideración de este sagrado pesebre, hallarás en él motivos no sólo para el conocimiento de aquella soberana bondad y amor de Dios, sino también para toda virtud.
Aquí aprenderás humildad de corazón,
aquí menosprecio del mundo,
aquí aspereza de cuerpo
y aquí aquella desnudez y pobreza de espíritu tan celebrada en el Evangelio.
Sabía muy bien este médico y maestro del cielo cuánta paz e inocencia mora en la casa del pobre de espíritu, y cuántas guerras y desasosiegos y cuidados trae consigo el desordenado amor de las riquezas.
Por esto, luego, desde la cuna del pesebre, como de una cátedra celestial, la primera lección que leyó y la primera voz que dio fue condenando la codicia, raíz de todos los males, y engrandeciendo la pobreza de espíritu y la humildad, fuente de todos los bienes".
"¡Oh dichosa casa, ¡Oh establo más glorioso que todos los palacios de los reyes, donde Dios asentó la cátedra de la filosofía del cielo, donde la palabra de Dios, enmudecida, tanto más claramente habla cuanto más calladamente nos avisa!
Mira, pues, hermano, si quieres ser verdadero filósofo, no te apartes de este establo, donde la Palabra de Dios, callando, llora, pues este lloro es más dulce que toda la elocuencia de Tulio y aun que la música de todos los ángeles del cielo".
Fray Luis de Granada, O.P.
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