
ANTECEDENTES
     
       Desde finales del siglo XI hasta bien entrado el siglo XII, la  cristiandad  occidental conoce un espléndido florecer de instancias con las que el  laicado          quiere expresar su vida evangélica. Se intenta imprimir vida  cristiana en los          ambientes seculares. Y así nacen, por ejemplo, los Beguinos y  Beguinas, los          Penitentes, las Milicias e innumerables Confraternidades. Estos  son los primeros          movimientos laicales en la iglesia. No están estructurados,  viven diseminados o          en agrupaciones y tienen como única finalidad el ansia de una  vida más perfecta          como simples cristianos.
     
       El siglo XIII es el siglo de las órdenes mendicantes. Éstas,  dejando para los          monjes los lugares retirados, se asientan en medio de la masa  humana que empieza          a sacudir el yugo de los señores feudales y va siendo dueña de  sus destinos. Es          por eso que el laico encuentra en el fraile y a la sombra de sus  iglesias, un          sostenimiento para el ideal de vida en la que sueña.
     
       STO. DOMINGO Y LOS LAICOS
     
       En 1203, Domingo agrupa a unos pocos compañeros que con él  evangelizaban el Sur          de Francia. Es el comenzar de la nueva Orden, que será aprobada  oficialmente          como Orden de Hermanos Predicadores, por el Papa Honorio III, el  22 de Diciembre          de 1216. Pero ese fue sólo uno de los proyectos que Domingo  promocionó en su          siglo.
     
       Ya desde 1206, había reunido en Prulla a las primeras  convertidas de la herejía          cátara, que forman así el primer núcleo de las monjas dominicas,  una de las          ramas más interesantes de la Familia Dominicana.
     
       No cabe duda de que también los laicos atrajeron las miradas del  Santo Fundador.          De ahí sus contactos. Como sacerdote y predicador es a los  laicos a quienes          normalmente debe apuntar sus dotes de evangelizador.
     
       A decir verdad, Santo Domingo está en contacto con todo el  mundo. "A todos          llevaba en el santuario de su caridad y como a todos amaba, todo  el mundo le          quería" (Jordán). No hay duda de que fácilmente conectaba con el  elemento          clerical: sacerdotes, obispos, cardenales, el mismo Papa. Pero  se dieron muchas          circunstancias que lo empujaron particularmente al encuentro con  los seglares.          Veamos algunas de estas circunstancias:
     
       En primer lugar, porque proyectó su Orden hacia el corazón de  las ciudades que          surgían. Los conventos y los frailes están hechos para los  centros urbanos y es          allí donde encontrarán oyentes y discípulos. Santo Domingo mismo  consagró varios          años de su vida al apostolado sistemático en Toulouse,  Carcassonne, Milán,          Bolonia.
     
       En segundo lugar, las necesidades propias de la vida mendicante.  Al abandonarse          en manos de la Providencia a través de la mendicancia, Santo  Domingo se          abandonaba, al mismo tiempo, al trato de los laicos. Es decir,  establecía con          ellos una mutua dependencia: ellos le hacían beneficiario de sus  bienes          perentorios y él les llevaba el alimento espiritual.
     
       En tercer lugar, las exigencias mismas de la acción apostólica.  En Francia e          Italia a fines del siglo XII, las villas vivían en plena  efervescencia política          y social, de modo que no era viable tipo alguno de acción  religiosa si se perdía          ese contacto con la masa. Santo Domingo y sus frailes se ven  envueltos en la          acción -y aún en la legislación comunal sobre todo en lo  referente a los temas          de justicia y paz.
     
       Todas estas son motivaciones que hacen que Domingo necesite  ponerse en contacto          con los laicos. Pero hay algo más que motivaciones: Domingo  compartía con los          seglares el Evangelio, la conversión, la oración, el ideal  cristiano. Por eso,          la Orden fundada por él, tratará de darles instituciones que les  permitan          desarrollar, con un color específico, su vida cristiana.
     
       PRIMERAS FRATERNIDADES
     
       Los primeros frailes dominicos contribuyeron a la formación de  muchas          confraternidades y estamparon en ellas algo de su propia  espiritualidad que se          distinguió siempre por la inteligencia de la fe, la compasión y  las obras de          misericordia. En Florencia, en 1221, se forma la "Milicia de  Jesucristo" al          estilo de las órdenes de caballería, cuyos miembros defienden  las instituciones          ecIesiales y se dedican a obras de caridad. Un dominico, fray  Bartolomé de          Vicenza, redacta los estatutos y el Papa Gregorio IX, les da la  aprobación          oficial.
     
       En Milán, bajo la advocación de la Santísima Virgen, San Pedro  de Verona,          dominico asesinado más tarde por los herejes, lanza una serie de  organizaciones          laicales para el estudio y la defensa de la fe, viviendo en  contacto con los          frailes, sus maestros. Hacia 1230, el movimiento penitencial se  ha extendido          notablemente. Se distinguen por el color de sus capas los  Penitentes negros, al          amparo de los Dominicos, y los Penitentes grises, al amparo de  los Franciscanos.          Todavía no tienen una reglamentación particular y viven  independientes de la          autoridad de estas órdenes.
     
       Un paso más y comenzarán su brillante historia en la Iglesia de  Cristo las          Ordenes Terceras.
     
       MUNIO DE ZAMORA: 1285 PRIMERA REGLA DE LOS LAICOS DOMINICOS
     
       En 1285, Munio de Zamora, séptimo Maestro de la Orden, cuya  tumba se conserva en          Santa Sabina de Roma, queriendo dar a los laicos que vivían la  inspiración          evangélica de Santo Domingo una estructura más sólida, propuso  una Regla para          aquellos que estaban más directamente vinculados a la Orden.
     
       No todos aceptaron esta propuesta. Los que lo hicieron se dieron  cuenta de que          les abría una nueva forma de participación directa y activa en  el ministerio          apostólico de la Orden (Cap. de Ávila).
     
       De ahí surge una rama auténtica en el árbol dominicano que se  perpetuará hasta          nuestros días y que constituye el Laicado Dominicano.
     
       EXPANSIÓN DE LA ORDEN Y CRISIS
     
       La Orden acepta la clásica Regla de Munio, aunque Roma tardará  bastante tiempo          en aprobarla, dado el proverbial miedo que Roma tuvo siempre a  los movimientos          laicales. (Será aprobada por Inocencio VII en 1405).
     
       La Orden acepta las Fraternidades laicales; caen bajo la  jurisdicción del          Maestro de la Orden; son incorporadas a la vida y al ministerio  de los Predicadores.
     
       Se abre un espléndido horizonte que no tarda en dar sus frutos.  Numerosos          personajes importantes, reyes, príncipes, gente sencilla del  pueblo, papas y          obispos se hacen inscribir en la llamada Tercera Orden.
     
       Recordamos entre los elevados al honor de los altares a: Juana  de Orvieto (+1306) y Villana della Botti (+1360). Y a Beatriz de  Florencia, por sus virtudes          y ser hija del pintor Giotto.
       La Orden, durante todo el Siglo XIII, creció bajo el impulso que  le diera el          Fundador: se han organizado 26 provincias y se han construido  631 conventos.          Siguiendo la inspiración primera, los Conventos son albergues  para una docena de          frailes, normalmente situados en las villas. Aún las poblaciones  más          insignificantes quieren levantar un Convento a los Predicadores,  porque de ellos          esperan obtener la luz evangélica, el perdón de los pecados, la  intercesión por          sus difuntos.
     
       En torno a estos Conventos gravitan, cada día más numerosos,  grupos de hombres y          mujeres. Pero todo este maravilloso florecer se derrumbó con la  larga crisis del          Siglo XIV.
     
       Las guerras continuas suscitan el desorden y la anarquía en toda  Europa. La          Peste Negra, como un ariete demoledor, deja su saldo de muertes  incontables;          desaparece un tercio de la población y los conventos se vacían.
     
       El Gran Cisma viene a terminar de oscurecerlo todo: los  espíritus se          dividen; es la confusión dentro del rebaño de Cristo. Hará falta  casi un siglo          para volver a encontrar el equilibrio y el empuje primigenio.  Heridos habían          quedado el espíritu de pobreza, la oración, el estudio: todo el  andamiaje de la          vida dominicana. Era, pues, necesaria y urgente una reforma.
     
       REFORMA DE LA ORDEN: RAIMUNDO DE CAPUA Y STA. CATALINA DE  SIENA
     
       Raimundo de Capua (1380-1400) vigésimo tercer Maestro de la  Orden, decide llevar          a cabo la reforma en toda la Orden. No está solo: Conrado de  Prusia en Alemania,          Juan Dominici en Italia, Álvaro de Córdoba en España, se  esfuerzan por restaurar          la vida conventual. Y, en consecuencia -y al mismo tiempo- la  Orden Tercera          conoce un nuevo tiempo de esplendor.
     
       Catalina de Siena (1347-1380) es el prototipo de este amanecer.  Completamente          laica y a la vez plenamente dominica, tan absolutamente  contemplativa como activa,          encarna el ideal mismo del dominico seglar, ofreciendo su vida  en defensa de la          verdad y de la Iglesia. Ella conocía perfectamente las  dificultades de su tiempo          y no cesaba de ponerles remedio, haciendo triunfar la verdad de  la fe. Directora          de almas, tuvo un número considerable de discípulos, en todos  los estratos de la          jerarquía y del laicado. Uno de sus dirigidos, fray Caffarini,  dominico,          compuso un tratado sobre la Orden Tercera dominicana que tuvo  mucho éxito y          sustituyó a la Regla de Munio hasta que ésta fue aprobada por  Roma (1405). Esta          Regla, la de Munio, modelo en su género, estará en vigor hasta  1923.
     
       LA REFORMA Y LA CONTRARREFORMA
     
       No cabe duda de que la reforma fue la savia que condujo al  tronco dominicano hacia          una nueva primavera que se concretó en vida interior, en  actividad doctrinal          intensa y en presencia evangelizadora. Podemos señalar unas  cuantas empresas que          la Orden acometió: evangelización del Nuevo Mundo, al mismo  tiempo que crítica          de los sistemas injustos de la conquista, presencia de la  Iglesia en Africa y en          Asia, desarrollo del tomismo, fundación de las Facultades de  Teología,          renovación de las formas de predicar -que pueden ser itinerantes  como con San          Vicente Ferrer (1350-1419) o destinadas a una ciudad, cómo con  Jerónimo          Savonarola (1452-1498) en FIorencia.
     
       La vida escondida de los claustros femeninos vuelve a dar  grandes frutos -como en          el siglo XIII con Inés de Montepulciano (1268-1317), llamada por  Santa Catalina "la          gloriosa madre”-: Catalina de Ricci (1522-1590) terciada  conventual, quien bajo          su dirección espiritual contó como discípulos a S. Felipe Neri y  San Carlos          Borromeo.
     
       En pleno humanismo renacentista, como uno de sus más conspicuos  representantes          italianos, brilla el dominico seglar Juan Pico de la Mirándola  (+1494). En las          avanzadas de la Iglesia Católica se derrama la sangre en defensa  de la fe. En la          mártir Irlanda cayeron para merecer nuevos brotes testificantes  en medio del          pueblo Margaret of Cashel (+1647) Nora Burke (+1653) y Nora  Magaen (+1653).
     
       Período turbulento éste de la Reforma y la Contrarreforma. Los  dominicos          seglares, han de ajustar su espiritualidad a las exigencias  doctrinales y          necesidades materiales de su siglo. De ahí que nazcan las  Cofradías del          Santísimo Sacramento y se potencie la asistencia a los enfermos y  encarcelados          en donde de inspirará San Vicente de Paúl.
     
       Alejada de guerras religiosas, pero sacudida por los avatares de  la conquista y          de la evangelización, América obtiene el don de una admirable  dominica seglar,          Rosa de Lima (+1617). Su vida y su muerte sacudieron  profundamente este          hemisferio y la onda llegó a Extremo Oriente. Hoy Rosa de Lima  es Patrona de          América y de Filipinas.
     
       EL LAICADO DOMINICANO EN LA ERA DE LAS REVOLUCIONES
     
       En un clima social y cultural tormentoso y difícil, muchos de  nuestros hermanos          de Orden han dejado sus nombres asociados a obras e  instituciones que perduran y          siguen iluminando a nuestra Iglesia actual.
 - En Francia: San Luis María de Montfort (+1716) misionero de la  devoción a la          Virgen.
       - María Poussepin (+1744) obrera de la Divina Providencia,  sembradora de          asistencia social.
       - Catalina Jarrige (+1836) protectora de sacerdotes perseguidos.
       - Federico Ozanam (+1853) amigo del P. Lacordaire, atraído  siempre por la Orden          y fundador de las Conferencias de San Vicente de Paúl con la  colaboración de los          dominicos seglares. Numerosos colaboradores del P. Lacordaire:  pintores, músicos          y sobre todo profesores que se unen a él cuando organizan la  Orden Tercera para          la Enseñanza.
       - En Polonia: María Sobieski (+1735) de la heroica familia real  polaca,          enterrada con el hábito dominicano en la Basílica de San Pedro  de Roma.
       - En Italia: Carlos Manuel de Saboya, rey de Cerdeña.
       - En España: Donoso Cortés (+1853) diplomático, ensayista y  filósofo católico.
       - En América: Manuel Belgrano (+1820) héroe de la independencia  Argentina.
     
       SIGLO XX: DE TERCERA ORDEN A FRATERNIDADES  LAICALES
     
       Es un dato revelador: a principios de nuestro siglo XX, el P.  Cormier, Maestro          de la Orden, recibe en la Orden Tercera a Agnes Mc Laren  (+1913), la primera          mujer médico de Europa, hija de altos políticos ingleses y  convertida al          catolicismo.
     
       La Primera Guerra Mundial interrumpe el progreso de la rama  laical pero descubre          también a muchos héroes que surgirán eventualmente del  anonimato.
     
       - Ernesto Psichad (+1914) nieto de Renán, del círculo de  Martain, escritor de          honda sensibilidad.
       - Guido Negri (+1916) célebre en Italia bajo el nombre del  "Santo Capitán".
     
       Después de la guerra, podemos citar a:
     
       - Luiai          Sturzo, fundador del Partido Popular italiano, del que salió la  actual          Democracia Cristiana.
       - Giuria          Barsanti, amiga de Santa Gemma Galgani.
       - Pier          Giorgio Frassatti (+1926), modelo de deportistas y jóvenes  estudiantes, de          acción católica.
       - Aldo Moro          (+1978) el político que fue mas veces Ministro de Italia,  asesinado por las          Brigadas Rojas.
       - Sigrid          Undset (+1949) premio Nobel de literatura en 1928.
       - Bartolo          Longo (+1926) elevado a los altares, creador del centro  religioso y social de          Pompeya.
       - Margarita          Rivas Sosa (+1938) escritora espiritual e infatigable catequista  venezolana.
       - Eric Gill          (+1940) escultor y escritor inglés, promotor de artistas.
       - Walthere          Dewé (+1944) el primer patriota de la resistencia belga en la  Segunda Guerra          Mundial.
       - Catalina Abrikosov (+1936) la última dominica seglar de la  Unión Soviética, muerta en la          cárcel de Moscú.
       - Práxedes          Fernández (+1936) madre de familia, verdadera contemplativa en  la acción.
       - Giorgio La          Pira, el más célebre alcalde de Florencia.
       - Eugenio Pacelli, el futuro Papa Pio XIl.
       - Cardenal Lercaro, arzobispo de Bolonia, moderador del Concilio  Vaticano II.
       - Octavio Derisí, profundo pensador y promotor de la renovación  tomista desde la          Universidad Argentina.
       - Licinio Refice (+1954) músico y compositor.
       - Marqués de Lozoya (+1980) crítico de arte e historiador.
     
       Los miembros de la tercera rama de la Familia Dominicana han  demostrado que          pueden existir y de lo que son capaces de llevar a cabo en pleno  siglo XX.
     
       En 1923, se promulga el texto de una nueva Regla, más en  correspondencia con, el          nuevo Derecho Canónico, pero que no satisfizo plenamente a las  exigencias de las          mentalidades modernas, ni a la teología de un laicado que ha  llegado a la          mayoría de edad.
     
       En 1948, por vez primera, se habla de los "laicos de Santo  Domingo" y no de          Tercera Orden, porque esta denominación se hizo ambigua dado que  existían grupos          femeninos de religiosas que se decían "Hermanas Terciadas  Dominicas".
     
       Los Capítulos Generales de Caleruega (1958) y de Bolonia (1961)  acusan la          urgente necesidad de modificar la Regla para que se revalorice  el carácter          propiamente laical de los miembros. Por estas fechas aparecen  diferentes          agrupaciones de seglares que se inspiran en el ideal dominicano:  en 1962, nacen          en Francia los "Equipos de Santo Domingo" y en Argentina, los  Universitarios          Dominicos (F.A.S.T.A.).
     
       El Vaticano II llegó interpretando todo el sentir del laicado -y  también del          dominicano- cuando restablece a los seglares en su propio puesto  eclesial que es          el ser Pueblo de Dios. "Por tanto, el Pueblo de Dios, por Él  elegido es uno...          común la dignidad de sus miembros... común la gracia de la  filiación… común la          llamada a la perfección.” (LG, Nº 32)
     
       En la Evangelii Nuntiandi, Pablo VI resumió la forma de  evangelización propia de          los laicos: "El campo propio de su actividad evangelizadora, es  el mundo          vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y  también de la          cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida  internacional, de los medios          de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a  la evangelización          como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes,  el trabajo          profesional, el sufrimiento, etc.” (EvN, Nº 70).
     
       El Capítulo General de River Forest (1968) en el que se lleva a  cabo una          magnífica adaptación de las Constituciones y Ordenaciones de los  frailes a toda          la renovación conciliar, aprueba una Regla para las  Fraternidades Laicales de          Santo Domingo. Es también en River Forest donde se acuña  oficialmente la          denominación de "Familia Dominicana", mostrando así el lazo  fraternal que une a          las diferentes ramas de la Orden de Predicadores: frailes,  monjas, hermanas que          viven en Comunidad, laicos, Institutos Seculares.
     
       Representantes de las diferentes ramas de la Familia Dominicana  tuvieron un          Symposium en Bolonia en 1983. Fruto de esa reunión es un  Documento en el que se          afirma, entre otras cosas, que "el principio y signo de la  unidad de la Familia          Dominicana es el Maestro de la Orden el único que garantiza la  agregación a la          Orden y promueve la fidelidad al espíritu de Santo Domingo (…)  Todos en          complementariedad y colaboración mutua, realizan su misión  respetando la          autonomía y vocación de cada uno.”
     
       A finales de Junio de 1985, tuvo lugar en Montreal el I Congreso           Internacional del Laicado Dominicano. Su objetivo: presentar  unos nuevos          Estatutos de las Fraternidades seglares al que deban atenerse  todos los grupos          que deseen pertenecer a la Orden de Predicadores. Estos  Estatutos fueron          aprobados por la Congregación de Religiosos e Institutos  Seculares el 15 de Enero de 1987. Los          Directorios se encargaron, en cada país, de llevar a la praxis  concreta e          instrumentar las determinaciones generales.
SIGLO XXI
En la primera década tiene lugar un acontecimiento decisivo para la renovación del laicado dominicano que había comenzado con el Concilio Vaticano II. En marzo de 2007 se celebra el II Congreso Internacional de Fraternidades en Pilar (Buenos Aires, Argentina). Participaron 56 delegaciones provenientes de todo el mundo. El Consejo Internacional de las Fraternidades laicales de Santo Domingo, se reunió en junio de 2007, a fin de redactar la versión definitiva de las Actas del Congreso, las que fueron presentadas posteriormente al Maestro de la Orden. De las resoluciones en ellas expuestas se seguía la necesidad de hacer una interpretación más precisa de la Regla. Así, el 15 de noviembre de 2007 el Maestro de la Orden fray Carlos Azpiroz promulgó VII Declaraciones específicas a la Regla en las que se señalaba, entre otras cosas, la posibilidad de que el Promotor Provincial y Nacional sea un laico de la Orden. Dichas declaraciones entraron en vigor a partir del 8 de agosto de 2008, Solemnidad de Nuestro Padre Santo Domingo.
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