La labor de la Iglesia en Africa y en todos los países del tercer mundo es insustituible. Abnegada, silenciosa e íntegra. Los tesoros artísticos de la Iglesia son patrimonio de la humanidad que la Iglesia custodia para todo el mundo. ¿Vendemos la Basílica de San Pedro? ¿A quién? ¿A una multinacional? ¿Al Estado italiano? Es ridículo. En el siglo XIX, los liberales en España decretaron manu militari la desamortización de los bienes de la Iglesia. ¿A quién benefició? Pues a los aristócratas y a los burgueses que tenían dinero para acudir a las subastas, donde además reinó la corrupción. Consecuencias: los ricos, cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres, pues era la Iglesia la que se ocupaba de los más débiles con sus escuelas, hospitales y otros servicios asistenciales. Además, se arruinó una gran parte de nuestro patrimonio histórico-artístico. Las bibliotecas monacales se saquearon y muchos edificios medievales se derrumbaron tras la exclaustración. Paradójicamente, en la guerra civil el odio hacia la Iglesia por parte de los revolucionarios, que decían luchar por los parias de la tierra, se materializó en el exterminio genocida de 7.000 sacerdotes, frailes y monjas, que no habían cometido otro delito que el de vivir en la pobreza entregados a los demás. La progresía en el siglo XXI ha emprendido una nueva campaña anticlerical. Ocurre que el ejemplo de la Iglesia es un aldabonazo que suena con fuerza en la conciencia de quienes presumen de luchar por los desheredados y luego llevan una vida de lujo y despilfarro a costa del erario público.Y decir que el dinero de la Iglesia está manchado de sangre es tan machada como decir que las naciones europeas también lo están porque sus grandes gestas históricas son episodios violentos y sus glorias se consiguieron en los campos de batalla.
Jaime Ignacio Del Burgo
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