TV DOMINICA

dominicostv on livestream.com. Broadcast Live Free
Watch live streaming video from dominicostv at livestream.com

ALGUNOS PUNTOS OLVIDADOS.


La Adoración en la Santa Misa


Tanto en los sacerdotes como en los fieles Según la nueva “Ordenación General del Misal Romano” y los documentos oficiales de la Santa Sede sobre la Eucaristía.

ACTITUD ESENCIAL E INTERNA DE ADORACIÓN: La Iglesia quiere por sobre todo una esencial actitud interior de “SUMA ADORACIÓN” (atque SUMMA cum ADORATIONE idem colentes) al acercarse a la celebración y participación de la Eucaristía, tanto en los sacerdotes como en los fieles(1). Y especifica esta disposición interior, debe ser educada e inculcada con ardiente celo por los pastores en los corazones de los fieles como una “obligación” de su ministerio (hanc OBLIGATIONEM sedulo edoceant): Tributen los fieles la máxima veneración a la Santísima Eucaristía, tomando parte activa en la celebración del Sacrificio augustísimo, recibiendo este Sacramento frecuentemente, y con mucha devoción, Y DÁNDOLE CULTO CON SUMA ADORACIÓN; los pastores de almas, al exponer la doctrina sobre este Sacramento, incluquen diligentemente a los fieles esta obligación.

ACTITUD DE SUMA REVERENCIA INTERIOR Y EXTERIOR EN EL SACERDOTE: En el día de su Ordenación Sacerdotal, el neosacerdote recibe el pan y vino de manos de los fieles, y entonces le dice el Obispo: “Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras y conforma tu vida con el misterio de la Cruz del Señor”. Esta última amonestación hecha a él por el Obispo debe quedar como una de las normas más apreciadas de su ministerio eucarístico. En ella debe inspirarse el sacerdote en su modo de tratar el pan y el vino, convertidos en Cuerpo y Sangre del Redentor. Conviene, pues, que todos nosotros, que somos ministros de la Eucaristía, examinemos con atención nuestras acciones ante el altar, en especial el modo con que tratamos aquel alimento y aquella bebida, que son el Cuerpo y la Sangre de nuestro Dios y Señor en nuestras manos; cómo distribuimos la Santa Comunión; cómo hacemos la purificación. Todas estas acciones tienen su significado. Conviene naturalmente evitar la escrupulosidad, pero Dios nos guarde de un comportamiento sin respeto, de una prisa inoportuna, de una impaciencia escandalosa. Nuestro honor más grande consiste –además del empeño en la misión evangelizadora- en ejercer ese misterioso poder sobre el Cuerpo del Redentor, y en nosotros TODO debe estar ordenado a esto. Debemos además, recordar siempre que hemos sido sacramentalmente consagrados para ese poder, que hemos sido escogidos de entre los hombres “para representar a los hombres” (Hb 5, 1) . Debemos reflexionar sobre ello especialmente nosotros, sacerdotes de la Iglesia romana latina, cuyo rito de ordenación añade, en el curso de los siglos, el uso de ungir las manos del sacerdote(2 ).

ACTITUD EXTERNA DE ADORACIÓN DE LOS FIELES DEBE REFLEJAR LA INTERNA: En una iglesia o capilla, sobre todo cuando participamos de la Misa u otro Sacramento, nuestra conducta debe ser de adoración, oración, recogimiento, compunción, silencio absoluto, piedad, contemplación. No podemos ponernos a conversar como en la calle, o a hablar por celular, o a masticar un chiclet, o leer una revista mundana. Tampoco se puede ir vestido de cualquier manera, sucio, o semi desnudo, con vestido de playa, o de modo sensual. Porque: En un lugar sagrado sólo puede admitirse aquello que permite el ejercicio y el fomento del culto, de la piedad y de la religión, y se prohíbe lo que no esté en consonancia con la santidad del lugar(3).


LA GENUFLEXIÓN SIGNO ESPECIAL DE ADORACIÓN: La genuflexión expresa la adoración, es decir nuestra total dependencia del hombre a Dios su Creador y Redentor, nuestro homenaje a su gloria, nuestra confesión de fe en el único Dios vivo y verdadero, alabanza y bendición al Señor. La Iglesia prescribe la genuflexión sobre todo cada vez que se pasa delante del Ssmo Sacramento donde está N Señor Jesucristo realmente presente bajo las especies sacramentales: La genuflexión, que se hace doblando la rodilla derecha hasta la tierra, SIGNIFICA ADORACIÓN; y por eso se reserva para el Santísimo Sacramento, así como para la santa Cruz desde la solemne adoración en la acción litúrgica del Viernes Santo en la Pasión del Señor hasta el inicio de la Vigilia Pascual… TODOS LOS QUE PASAN DELANTE DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO HACEN GENUFLEXIÓN(4). Conviene recordar este hermoso gesto de fe, en un tiempo donde son muchos los católicos que entran a la iglesia como cuando van a la feria donde nada es sagrado. En cuanto al sacerdote, la Iglesia le prescribe que haga tres genuflexiones durante la celebración de la Misa: En la Misa el sacerdote que celebra hace tres genuflexiones, esto es: después de la elevación de la Hostia, después de la elevación del cáliz y antes de la Comunión(5), a las que debe sumar dos genuflexiones más: al entrar en la iglesia y al salir de la misma frente al altar, cuando el tabernáculo está en el centro(6).

INCLINACIONES DEL SACERDOTE Y DE LOS FIELES: Además de la genuflexión, otro signo para demonstrar la adoración interior son las inclinaciones. La Instrucción general del Misal Romano nº 275, explica qué son y qué sentido tienen: Con la inclinación se significa la reverencia y el honor que se tributa a las personas mismas o a sus signos. Hay dos clases de inclinaciones, es a saber, de cabeza y de cuerpo:

a) La inclinación de cabeza se hace cuando se nombran al mismo tiempo las tres Divinas Personas, y al nombre de Jesús, de la bienaventurada Virgen María y del Santo en cuyo honor se celebra la Misa.
b) La inclinación de cuerpo, o inclinación profunda, se hace: al altar, en las oraciones “Purifica mi corazón” y “Acepta, Señor, nuestro corazón contrito”; en el Símbolo, a las palabras “y por obra del Espíritu Santo o que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo”; en el Canon Romano, a las palabras “Te pedimos humildemente”. El diácono hace la misma inclinación cuando pide la bendición antes de la proclamación el Evangelio. El sacerdote, además, se inclina un poco cuando, en la consagración, pronuncia las palabras del Señor.

Las Rúbricas del Misal prescriben para los fieles dos inclinaciones de cuerpo o profundas en todas las Misas: En el Credo, cuando se dicen las palabras: “y por obra del Espíritu Santo o que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo” (nº 275); y durante la consagración del pan y del vino, cuando la persona no puede arrodillarse (nº 43)(7)

EL SILENCIO: El silencio es necesario para unirnos con Dios, para escuchar su Palabra que de diversos modos nos habla en la Eucaristía, para orar y contemplar, para adorarlo, para estar en presencia de Dios, para entrar en íntimo contacto personal con Él, desde nuestro corazón y experimentar las maravillas del Misterio que se celebra, nos transforma y renueva y poder alabar al Señor que renueva la Redención en el altar. Hay una gran tentación de hablar apenas se entra a la iglesia saludando a los amigos, comentando cosas de la calle, también hay una tendencia a la frivolidad en la misma sacristía. Ruido exterior que nos llena de ruido interior, que nos impide escuchar a Dios y orar. La Iglesia, que sabe nuestra debilidad recuerda que precisamente hay que guardar silencio antes de la Misa tanto en la iglesia como en la sacristía(8). Ya durante la celebración de la Misa, momentos de silencio son antes del acto Penitencial, y después de los “oremos”(9) del sacerdote(10). También se pide que las lecturas de la Misa se digan pausadamente dejando un momento de silencio después de cada lectura y después de la homilía(11). También debe haber un especial silencio de los fieles mientras el sacerdote dice la Plegaria Eucarística(12). Silencio debe haber antes de la Comunión mientras el sacerdote ora en silencio, para disponernos a recibir al Señor(13); y después de la Comunión, para dar gracias y orar al Señor, lo cual es recordado varias veces(14).

LECTORES IDÓNEOS DE LA PALABRA DE DIOS: Las rúbricas del Misal Romano insisten en que los laicos que lean la Palabra de Dios (excepto el Evangelio reservado al sacerdote) sean lectores idóneos es decir que sepan leer: En ausencia del lector instituido, para proclamar las lecturas de la Sagrada Escritura, destínense otros laicos que sean de verdad aptos para cumplir este ministerio y que estén realmente preparados, para que, al escuchar las lecturas divinas, los fieles conciban en su corazón el suave y vivo afecto por la Sagrada Escritura(15).

Es un gran error encomendar las lecturas a personas –que sin lugar a dudas tienen buena voluntad- pero que delante del ambón no dominan sus nervios; o no entienden lo que leen, leen demasiado rápido o demasiado lento, o inventan lo que no está escrito. Hay personas que por su edad avanzada no alcanzan a ver todas las palabras, o no tienen voz y no se les escucha nada. Conociendo esta realidad, el Papa Benedicto dice que los lectores deben tener una doble preparación: teórica: (bíblica y litúrgica), y técnica: «La instrucción bíblica debe apuntar a que los lectores estén capacitados para percibir el sentido de las lecturas en su propio contexto y para entender a la luz de la fe el núcleo central del mensaje revelado. La instrucción litúrgica debe facilitar a los lectores una cierta percepción del sentido y de la estructura de la liturgia de la Palabra y las razones de la conexión entre la liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística. La preparación técnica debe hacer que los lectores sean cada día más aptos para el arte de leer ante el pueblo, ya sea de viva voz, ya sea con ayuda de los instrumentos modernos de amplificación de la voz»(16). No es fácil hacer una buena lectura de la Palabra de Dios, porque supone una tener en el corazón una especial actitud de adoración ante Dios presente en su Palabra, el darse un tiempo para repasar el texto en silencio, el meditar el mensaje del texto en un clima de oración; leer con profunda fe, darle expresión, y una vocalización adecuada.

USO DE LOS ORNAMENTOS SAGRADOS: El sacerdote debe usar los ornamentos sagrados adecuados para celebrar la Misa: amito, alba, cíngulo, estola y casulla(17). Dichos ornamentos no pueden suprimirse ni tampoco usarse solo algunos. Ante reiterados abusos, la Iglesia lo ha recordado enérgicamente hace poco: Sea reprobado el abuso de que los sagrados ministros realicen la santa Misa, incluso con la participación de sólo un asistente, sin llevar las vestiduras sagradas, o con sólo la estola sobre la cogulla monástica, o el hábito común de los religiosos, o la vestidura ordinaria, contra lo prescrito en los libros litúrgicos. Los Ordinarios cuiden de que este tipo de abusos sean corregidos rápidamente y haya, en todas las iglesias y oratorios de su jurisdicción, un número adecuado de ornamentos litúrgicos, confeccionados según las normas(18). Para la tradición medieval(19), los ornamentos del sacerdote en la Misa simbolizan los vestidos de Cristo en la Pasión y su manto de luz en la Resurrección(20). Podrán discutirse estas interpretaciones aplicadas a cada ornamento concreto, pero lo que nunca podrá discutírseles es que tienen un principio general de fondo que es una gran verdad de fe: ellas trasmiten una verdad dogmática incontestable: el misterio de la acción litúrgica donde no celebra solamente un simple hombre sino Cristo mismo a través del sacerdote renovando el Calvario y la Pascua(21), pues: En la Misa, o Cena del Señor, el pueblo de Dios es convocado y reunido, bajo la presidencia del sacerdote, quien obra en la persona de Cristo (in persona Christi) para celebrar el memorial del Señor o sacrificio eucarístico(22).

Para estos intérpretes medievales, el amito significa aquel sucio velo con que los soldados vendaron los ojos del Señor dándole bofetadas. El alba, significa la vestidura blanca que por escarnio le mandó poner Herodes a Jesús, tratándole como a loco. El cíngulo, es figura de la soga con que ataron a Jesús cuando le prendieron en el Huerto de Getsemaní. La estola, significa la soga que hecharon al cuello de Jesús, cuando fue con la cruz a cuestas como facineroso conducido al Calvario. Y la casulla, significa la púrpura que por escarnio pusieron los soldados a Jesús al coronarle de espinas.

Según las antiguas oraciones que, desde la Edad Media hasta el Vaticano II debía decir el sacerdote antes de ponerse cada uno de estos ornamentos, se nos da el sentido simbólico de cada uno: así el amito simboliza a un casco sobrenatural de salvación para vencer al demonio. La expresión galeam salutis inspirada en 1 Tes 5, 8 y Ef 6, 17, nos permite ver que la esperanza de la salvación es el yelmo protector, simbolizado por el Amito(23). El alba, expresa la blancura del alma gracias a la Sangre del Cordero. La referencia es de Ap 7, 14: “Et dixi illi: Domine mi, tu scis. Et dixi mihi: Hi sunt qui venerunt de tribulatione magna et laverunt stolas suas et dealbaberunt eas in sanguine Agni”(24). El cíngulo: Si el Alba simboliza la pureza, acá al ceñirse el Cíngulo sobre el Alba, se suplica al Señor que El mismo nos conceda, ciña, y reafirme en este don(25). La estola: El nombre de Estola despertó el recuerdo de la vestidura blanca que en el lenguaje figurado de la Biblia, juega un papel tan importante: “Stolam gloriae indues eam et coronam gratulationis superpones tibi” (Eccli 6, 32). “... stola gloriae vestiet illum” (Eccli 15, 5). “Dixit autem pater ad servos suos: Cito proferte stolam primam et induite illum et date anulum in manum eius et calceamenta in pedes eius” (Lc 15, 22). “Et date sunt illis singulae stolae albae” (Ap 6, 11). “Post haec vidi turbam magnam, quam dinumerare nemo poterat, ex omnibus gentibus et tribubus et populis et linguis stantes ante thronum et in conspectu Agni, amictis stolis albis et palmae in manibus eorum” (Ap 7, 9)26. La casulla: es considerada símbolo del yugo o Cruz del Señor, por eso generalmente de tras de las casullas se bordaba una Cruz que siempre iba a las espaldas(27).

La Iglesia pide al sacerdote que preside la Misa, que se revista con alba, amito, cíngulo, y casulla, y recuerda que la casulla es la vestimenta propia del sacerdote: La vestidura propia del sacerdote celebrante, en la Misa y en otras acciones sagradas que se relacionan directamente con la Misa, es la casulla o planeta, a no ser que se determinara otra cosa, vestida sobre el alba y la estola(28). La Redemptionis Sacramentum recuerda que es obligatorio al sacerdote que preside la Misa que lleve siempre casulla y que solo los concelebrantes están exceptuados de llevarla: En el Misal Romano se da la facultad de que los sacerdotes que concelebran en la Misa, excepto el celebrante principal, que siempre debe llevar la casulla del color prescrito, puedan omitir «la casulla o planeta y usar la estola sobre el alba», cuando haya una justa causa, por ejemplo el gran número de concelebrantes y la falta de ornamentos(29). Por tanto los sacerdotes y obispos que solo usan alba y estola desobedecen esta norma tan clara.

La dimensión sagrada de la celebración del Misterio del Santo Sacrificio de la Eucaristía, hay que demostrarla por determinados signos sagrados dispuestos por la tradición de la Iglesia: celebra Cristo, no un simple hombre y esto se debe notar por las vestiduras. Por ejemplo: cuando el sacerdote celebra la Misa no puede estar vestido de civil con una estola sobre los hombros, o con alba y estola solamente. O celebrar en la playa con vestido de baño(30). Muchos fundamentan estas costumbres en la práctica de aquellos sacerdotes que en circunstancias extraordinarias (v. gr. una persecución) movidos por una necesidad extrema celebraron sin ornamentos. Pretender hacer esto fuera de circunstancias extraordinaras, en realidad oculta un trasfondo de individualismo, culto al propio yo, dependencia de la opinión del mundo; o falta de espíritu de fe(31).

EL SACERDOTE NO ES EL CENTRO DE LA MISA: EL CENTRO ES CRISTO QUE ACTÚA A TRAVÉS DE LA ORACIÓN DE LA IGLESIA: Dado que: En la Misa, o Cena del Señor, el pueblo de Dios es convocado y reunido, bajo la presidencia del sacerdote, quien obra en la persona de Cristo (in persona Christi) para celebrar el memorial del Señor o sacrificio eucarístico(32). Por eso, el sacerdote no puede cambiar arbitrariamente los textos, y limitarse a orar y leer solo lo que la Iglesia tiene prescrito en los libros litúrgicos, y cambiar lo que expresamente se le dice que puede cambiar, no lo que se le de la gana(33). El desconocimiento del carácter eclesial de la Liturgia (uso de textos privados, proliferación de plegarias eucarísticas no aprobadas, instrumentalización de los textos litúrgicos para finalidades sociopolíticas). En estos casos, nos hallamos ante una verdadera falsificación de la Liturgia católica: “Incurre en falsedad el que, de parte de la Iglesia, ofrece a Dios un culto contrario a la forma que, con autoridad divina, la Iglesia misma ha instituido y continúa observando” (Sto Tomás: Summa Theológica II-II q 93 a 1)(34).

MANOS PLEGADAS DEL SACERDOTE: Con frecuencia la Institutio generalis Missalis Romani del 2002, nos habla de que el sacerdote celebrante principal y los ministros deben estar con las manos juntas (manibus iunctis IGMR 127 ; 152 ; 222 b) pero no aclara cómo sea esto. El Ceremoniale dice en el nº 107. El Obispo, a no ser que lleve báculo pastoral, tiene las MANOS JUNTAS(35), cuando revestido con las sagradas vestiduras avanza para una acción litúrgica, mientras ora de rodillas, mientras va del altar a la cátedra o de la cátedra al altar, y cuando las rúbricas lo prescriben en los libros litúrgicos. TAMBIÉN LOS CONCELEBRANTES Y MINISTROS, MIENTRAS VAN CAMINANDO O ESTÁN DE PIE, TIENEN LAS MANOS JUNTAS, A NO SER QUE TENGAN QUE LLEVAR ALGO. (… Item concelebrantes et ministri, dum incedunt vel stant, MANUS IUNCTAS TENEANT nisi quid ferendum habeant).

El mismo Ceremoniale en una nota del nº 107 lo especifica diciendo: “TENER ANTE EL PECHO LAS PALMAS EXTENDIDAS, Y AL MISMO TIEMPO, JUNTAS, EL PULGAR DE LA DERECHA SOBRE EL DE LA IZQUIERDA PUESTO EN FORMA DE CRUZ” (Ceremonial de los Obispos ed 1886, I XI, 1).

HACER CON REVERENCIA LA SEÑAL DE LA CRUZ: Que es un signo de adoración al Misterio de la Cruz por el que nos viene la salvación, expresión de adoración al Dogma de la Ssma Trinidad; renovación de nuestro bautismo que nos hizo hijos de Dios en el Nombre de la Trinidad. La Iglesia enseña cómo ha de hacerse: Al signarse a sí mismo, vuelve hacia sí la palma de la mano derecha, con todos los dedos de dicha mano juntos y extendidos y forma el signo de la cruz, desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo hasta el derecho(36). Conviene recordarlo ya que muchos ya no saben cómo se hace este santo signo.

CARÁCTER SAGRADO DE LA HOMILÍA: El carácter sagrado de la homilía, depende de que ella tenga como fin único el anuncio del Misterio de Cristo, lo cual conviene recordarlo siempre: Es claro que todas las interpretaciones de la sagrada Escritura deben conducir a Cristo, como eje central de la economía de la salvación… Al hacer la homilía, procúrese iluminar desde Cristo los acontecimientos de la vida(37). El Papa Benedicto XVI lo dice de modo más contundente con estas palabras: Debe quedar claro a los fieles que lo que interesa al predicador es mostrar a Cristo, que tiene que ser el centro de toda homilía(38). Para que esto sea así, la Iglesia precisa las fuentes en las que debe basarse siempre la prédica del sacerdote: La Sagrada Escritura y la Liturgia(39); los Padres(40) y el Magisterio de la Iglesia. El Papa Benedicto XVI(41) enseña claramente que la homilía tiene la finalidad catequética y exhortativa, y para ello recuerda a los sacerdotes, que debería fundarse en los cuatro pilares del Catecismo de la Iglesia Católica en su Compendio: la profesión de la fe, la celebración del misterio cristiano, la vida en Cristo y la oración cristiana.

Pero no basta tener bien en claro el fin de Cristo y las fuentes objetivas donde se revela, también es necesario que el sacerdote tenga trato asiduo con la Palabra de Dios, la ore, la medite y la aplique a su vida para transmitirla luego con pasión: Por eso se requiere que los predicadores tengan familiaridad y trato asiduo con el texto sagrado; que se preparen para la homilía con la meditación y la oración, para que prediquen con convicción y pasión(42).

Evidentemente, si el sacerdote no tiene en cuenta el fin del anuncio de Cristo como la principal meta de la homilía, en base a este depósito revelado, terminará por predicarse a sí mismo y a sus ideas, como dice el Papa Benedicto: Se han de evitar homilías genéricas y abstractas, que oculten la sencillez de la Palabra de Dios, así como inútiles divagaciones que corren el riesgo de atraer la atención más sobre el predicador que sobre el corazón del mensaje evangélico(43). Y si no habla de sus ideas, hablará de las ideas extrañas de otros: una exégesis estéril y filoprotestante; ideas teológicas peregrinas; ideas extraídas de otras filosofías, religiones, de un pseudoespiritualismo, de la psicología o la psiquiatría, de ciencias extrañas a la fe, o de cuestiones sociales: política, economía, ecología, pobreza del país, etc. El resultado será lamentable: nada más ni nada menos que quitar la fe de la gente por haber vaciado de sentido a la Palabra de Dios. Por eso le pide la Iglesia que: no se vacíe el sentido auténtico y genuino de la Palabra de Dios, por ejemplo, tratando sólo de política o de temas profanos, o tomando como fuente ideas que provienen de movimientos pseudo-religiosos de nuestra época(44).

La tendencia preponderante de las homilías, en estos últimos cuarenta años es la temática naturalista, en desmedro de la realidad sobrenatural, de Cristo y de la Iglesia. Se habla solo de la dimensión natural del hombre, en un nuevo antropocentrismo: Cristo solo hombre, la Virgen solo mujer; y luego la realidad de la pobreza, amistad, amor, dolor etc. Y se desconocen las realidades sobrenaturales: no se habla de la Cruz de Cristo, todo es pascua, no se habla de adoración a Cristo, sino de “amistad” con Cristo; no hay gracia, no hay Espíritu Santo, no hay inhabitación Trinitaria, con la ausencia de toda una temática central: pecado original, pecado grave, Cristo verdadero Dios, María, Madre de Dios; Mandamientos de la Ley de Dios; existencia el demonio; Sacramentos; presencia real de Cristo en le Eucaristía; oración y contemplación; muerte, juicio, la eterna salvación o condenación; el Purgatorio, el Paraíso; la Providencia divina; el horror del adulterio o de la anticoncepción; la urgencia de evangelizar a los incrédulos para que se salven, búsqueda de la conversión de los pecadores; celo por la salvación de las almas, etc.

PALABRAS DE LA CONSAGRACIÓN PRONUNCIADAS CON REVERENCIA: La Iglesia quiere que el sacerdote diga las palabras de la Consagración del pan y del vino (Esto es mi Cuerpo... Esta es mi Sangre...) de modo claro, pausado, grave, con unción y santa reverencia, de modo solemne, casi deletreado. No se pueden decir de corrido, con prisa, a la ligera, de modo imperceptible; superficial, e incomprensible. La rúbrica de la editio típica latina, que es normativa para las traducciones en otras lenguas, expresa esto con dos términos: distincte et aperte: In fórmulis qui sequuntur, verba Domini proferantur distincte et aperte, prouti natura eorun verbórum requirit. Dice así: En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad, como lo requiere la naturaleza de éstas(45). Falta la traducción del término distincte(46) que significa: marcar para distinguir, aislar, separar, dividir, señalar, distinguir.

ELEVACIÓN DE LA HOSTIA CONSAGRADA Y DEL VINO CONSAGRADO: Hostiam consecratam ostendit pópulo, repónit paténam, et genufléxus adórat. (El sacerdote): Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión. Cálicem ostendit pópulo, deponit super corporale, et genufléxus adorat. (El sacerdote): Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión. Nuevamente, la traducción es parcial. La palabra ostendere no es simplemente mostrar sino dar a conocer. Es decir, para explicar algo el hombre necesita tiempo y detenerse para desarrolar sus argumentos, y para que los demás lo escuchen comprendan y asimilen. Acá se muestra el Misterio más sublime que Dios nos pueda dar: el milagro del pan y del vino convertidos en su Cuerpo y su Sangre, y se los muestra deteniéndose un momento para que los fieles comprendan por la sola fe lo que se ha realizado, y lo adoren. Pero además de tiempo para adorar, ostendere indica una acción de mostrar: La tradición lo ha entendido como elevar el pan y el vino consagrados. Comúnmente no se muestra el pan y el vino, sino que apenas se lo indica, se lo levanta casi a ras y rápidamente se lo pone sobre el corporal. Muchos objetan que la elevación en alto surgió en los ss XIV y XV, primero porque el sacerdote celebraba hacia el Señor, y el pueblo no veía las especies recién consagradas y segundo porque muchos que no podían comulgar sacramentalmente, lo hacían de modo espiritual en ese momento. Más allá de estos orígenes de la elevación el gesto de elevar en alto y detenerse un momento nos son necesarios como seres humanos para adorar el milagro sublime de amor que acaba de hacerse en el altar: y toda adoración para realizarse debidamente necesita de tiempo, silencio y contemplación, lo cual exige elevar las especies consagradas y tenerlas un momento en alto para mostrarlas para la adoración.

PONERSE DE RODILLAS DURANTE LA CONSAGRACIÓN: La Iglesia quiere que expresemos de modo especial nuestra adoración al ponernos de rodillas durante la Consagración en el momento de la Epíclesis: el mismo Dios hecho Hombre se hace presente en el Pan y en el Vino por la infusión del Espíritu Santo. Cuando alguien no puede ponerse de rodillas por cuestiones de edad o de salud, el fiel debe hacer una reverencia profunda(47).

NECESIDAD DE ESTAR EN ESTADO DE GRACIA ANTES DE COMULGAR: El comulgar en estado de gracia, confesándose antes si estamos en pecado mortal(48).

NECESIDAD DEL AYUNO DE UNA HORA ANTES DE COMULGAR: Antes de la Comunión hay que tener una hora de ayuno no solo de comidas sino de bebidas “nutritivas” (leche, mate, café con leche, Coca-Cola, gaseosas, leche con chocolate etc). Están exceptuadas solo el agua y las medicinas(49). El Papa Pablo VI en la Consitución Apostólica Poenitémini(50), explica cómo el ayuno es un acto penitencial del cuerpo que dispone al alma para estar vacía del pecado y de toda afición al pecado, para recibir con el corazón limpio al Señor: En el Antiguo Testamento se descubre cada vez con una riqueza mayor el sentido religioso de la penitencia. Aunque a ella recurra el hombre después del pecado para aplacar la ira divina(51) o con motivo de graves calamidades(52) o ante la inminencia de especiales peligros(53), o mas frecuentemente para obtener beneficios del Señor(54), sin embargo, podemos advertir que el acto penitencial externo va acompañado DE UNA ACTITUD INTERIOR DE "CONVERSIÓN” es decir, de reprobación y alejamiento del pecado y de acercamiento hacia Dios(55). Se priva del alimento y se despoja de sus propios bienes (el ayuno va generalmente acompañado de la oración y de la limosna)(56) aun después que el pecado ha sido perdonado, e independientemente de la petición de gracias se ayuna y se emplean vestiduras penitenciales para someter a aflicción "el alma”(57) para humillarse ante el rostro de Dios(58) para volver la mirada hacia Dios(59) para prepararse a la oración(60) para comprender más íntimamente las cosas divinas, para prepararse al encuentro con Dios(61). La penitencia es, consiguientemente —ya en el Antiguo Testamento—, un acto religioso personal, que tiene como término el amor y el abandono en el Señor, ayunar para Dios, no para si mismo(62).

LA POSIBILIDAD DE ELEGIR LIBREMENTE ENTRE LA COMUNIÓN EN LA BOCA Y DE RODILLAS O DE PIE63): La Ordenación general del Misal Romano nº 160 es bastante clara: No está permitido a los fieles tomar por sí mismos el pan consagrado ni el cáliz sagrado, ni mucho menos pasarlo de mano en mano entre ellos. Los fieles comulgan estando de rodillas o de pie, según lo haya determinado la Conferencia de Obispos. Cuando comulgan estando de pie, se recomienda que antes de recibir el Sacramento, hagan la debida reverencia, la cual debe ser determinada por las mismas normas.

Notemos que la Comunión de pie: “se establece como forma habitual”, es decir, no exclusiva, sino como la más común, pero no se dice: “se establece como forma única o exclusiva”, de lo cual se deduce que no prohíbe la Comunión de rodillas y en la boca. Más aún, la Iglesia reprueba a aquellos sacerdotes o ministros que, ilícitamente niegan la Comunión a los fieles que la piden en la boca o de rodillas(64). Por otra parte, antes de escoger por una o por otra, los fieles han de preguntarse siempre cual de ellas es para cada uno mayor expresión de adoración, de respeto, y seguir la conciencia, más allá de todo sentimentalismo, la moda o la costumbre. Si comulgar en la mano supondría hacerlo porque uno no tiene fe en la presencia real, se estaría en la grave obligación de no comulgar, porque eso sería una profanación. La Comunión en la mano, debe suponer una extraordinaria actitud de adoración, y no de simple cariño o sentimiento: teniendo en cuenta, como enseña la Iglesia, que la mano debe ser el trono resplandeciente de pureza para que se asiente el Rey celestial, cabe decir que la comunión en la Mano no es aconsejable, pues se pierde gran parte del sentido de la sagrada comunión, la comunión en la mano esta por lo tanto desaconsejada salvo en aquellos lugares donde la secularizacion y la falta de aprecio por lo sagrado han hecho destrozos (65). Dado que la Comunión en la mano se presta más fácilmente a la profanación, si existe este peligro, se debe evitar(66). La Iglesia recuerda, además, que cuando se hace de pie, es obligatorio hacer previamente una reverencia de cabeza(67), cosa que casi nadie hace por falta de instrucción o por falta de fe.

EL AMEN DEL FIEL AL RECIBIR LA COMUNIÓN: El AMEN cuando el sacerdote muestra el Cuerpo de Cristo antes de la Comunión, es una verdadera Profesión compendiada de toda la fe Católica. Es el Credo Católico sintetizado. Y es también manifestación de fe en la locura de amor de Dios por nosotros que se nos da en Cuerpo y Sangre. Luego no debe decirse en voz débil, o guardar silencio. Ese Amen debe significar una confesión de fe martirial ante el Misterio mayor de nuestra fe: se está dispuesto a confesar con la propia sangre QUE SE CREE EN ÉL(68).

USO DE BANDEJAS AL COMULGAR: El cuidar que las partículas de Pan consagrado no sean profanadas si caen al suelo utilizando para ello bandejas al comulgar(69). Porque no sólo en la Hostia, sino en cada una de sus partículas está también presente Cristo. No está bien que los fieles cuando comulgan en la mano, si tienen partículas se limpien en la ropa, o se limpien con un pañuelo: sino que las consuman con la lengua.

ES PROPIO SOLO DEL SACERDOTE DAR LA COMUNIÓN Y NO EL LAICO: Porque por su ordenación, el sacerdote actúa in Persona Christi70, y sus manos han sido ungidas para consagrar el pan y tocar el Cuerpo de Cristo(71). Porque es Cristo, presente en el sacerdote, quien nos entrega su Cuerpo para salvarnos, no somos nosotros quienes nos autosalvamos. Solo en casos de extrema necesidad puede dar la Comunión: un diácono, un acólito, un lector, un alumno del seminario mayor. EN CASO DE QUE FALTARE UNO DE ELLOS PUEDE HACERLO UN LAICO INSTITUIDO QUE NO SEA SACERDOTE EN ESTE ORDEN: UN RELIGIOSO, UNA RELIGIOSA, UN CATEQUISTA, UN LAICO O UNA LAICA(72). Ahora es muy común el abuso del sacerdote sentado por comodidad, y no por motivos de salud; mientras dan la Comunión algunas señoras. Eso no lo quiere la Iglesia(73). Las causas para que la Comunión sea dada por un ministro extraordinario (laico instituido) son graves: ausencia del sacerdote o diácono; cuando el sacerdote esté impedido por enfermedad, edad avanzada, o por otra verdadera causa, o cuando es tan grande el número de los fieles que es acercan a la Comunión que la celebración de la Misa se prolongaría demasiado(74).

LA PURIFICACIÓN DE LOS VASOS SAGRADOS PROPIA DEL SACERDOTE: Después de distribuir la Comunión de los fieles, la Iglesia MANDA AL SACERDOTE(75) que preside la Misa que purifique los vasos sagrados: Cáliz, Copón, patena, píxide y las bandejillas que se usaron en la Comunión de los fieles, ya que todos estos vasos y bandejas, pueden contener partículas de pan consagrado, o restos de vino consagrado. Puede hacerla sobre el altar, o después de la Misa en la credencia (pequeña mesita lateral)(76). Por la purificación el sacerdote consume estas partículas, y así se evita el peligro de profanación de los restos de las especies sagradas, migas o partículas de pan consagrado, donde sigue estando el Señor realmente presente, ya que dichos fragmentos que no se consumen, pueden caerse al suelo y pisarse, o quedar a la intemperie y llenarse de suciedad etc. Cuando hay diácono, esta purificación la hace el Diácono(77). Y si lo asiste un Acólito, y no hay Diácono, es el Acólito quien hace la purificación(78). Conviene recordar que Acólito no es el monaguillo, ni la monaguilla ni el Ministro Extraordinario de la Eucaristía, como se los suele identificar erróneamente, sino que: ACÓLITO ES AQUEL QUE HA RECIBIDO LA ORDEN MENOR DEL ACOLITADO COMO PREPARACIÓN A LA ORDENACIÓN SACERDOTAL(79). Por todo lo cual, es un grave abuso dar a purificar los vasos sagrados al monaguillo o monaguilla, al Ministro Extraordinario de la Eucaristía, o a cualquier fiel.

LA MÚSICA QUE DEBE SER SAGRADA que mueva a adorar, a orar y suplicar a Dios Padre por N S Jesucristo(80). El canto gregoriano en latín, reúne de modo sublime, todas las condiciones de sacralidad y de oración en la Liturgia romana, y por eso es su canto propio, como lo ha reconocido solemnemente la Iglesia en el Vaticano II(81), y lo ha recordado en innumerables documentos pontificios(82). Una melodía, un canto deja de ser sagrado si nos transporta a la profano, por ejemplo si nos mueve a bailar y a tener pensamientos y sentimientos mundanos, vanales, que son superficiales, o simplemente divertidos o rítmicos, y a transportarnos al mundo sea un boliche o a una disco pero no a la litugia celestial. Incluso las melodías que se compongan, para ser dignas, deben inspirarse en el gregoriano para que sean sagradas. P. e. no son sagrados ni la zamba, ni menos el rock. El actual Papa ha vuelto a recordar repetidas veces que el canto propio de la Iglesia es el gregoriano y en latín(83). Lo que ha sido ya expresado en el Vaticano II, al menos para el canto del del Kyrie, Sanctus, Gloria, Agnus Dei, Credo. También son para el culto los corales sagrados reconocidos como los de Bach, Haendel, Palestrina, Perosi, entre otros. Y que el instrumento propio de la Iglesia es el órgano de tubos(84).

La ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE COMULGAR: La Iglesia quiere un espacio de silencio, oración y contemplación para después de comulgar, tanto dentro de la Misa como después de la Misa, para adorar y agradecer a Jesús sacramentado la inmensa gracia recibida. Es de poca fe y amor al Señor, salir inmediatamente después de Misa sea para conversar con el sacerdote, o con los amigos o para hacer otras ocupaciones o para tomarse un opíparo desayuno. Cuando no nos muevan motivos graves de caridad hacia el prójimo, este proceder es una falta de reverencia, y un pecado venial de frivolidad y desagradecimiento al Señor(85).

La ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA MISA: La Iglesia pide que, después de la Misa se haga la acción de gracias por haber participado del Santo Sacrificio. Con ese fin, el Misal Romano (3ª edición típica para la Argentina 2009), en el Apéndice VII, pág. 1238, pone una algunas de las antiguas oraciones que antes eran obligatorias para el sacerdote, como recomendación para orar tanto para los sacerdotes como para los fieles. Aunque no todos las tengan a mano, todos podemos dar este tiempo a la acción de gracias. Si tenemos espíritu de fe nacerá en nosotros esta necesidad de dar a Dios este espacio de tiempo para orar y agradecer al Señor por los dones espirituales recibidos en la Santa Misa. Lamentablemente a veces solo interesa terminar cuanto antes para tomar pronto el desayuno, o salir a nuestras ocupaciones, o simplemente para charlar con la gente.

ACCIÓN DE GRACIAS
PARA DESPUÉS DE LA MISA

ORACIÓN DE SANTO TOMAS DE AQUINO

Gracias de doy, Señor Santo, Padre todopoderoso, Dios eterno, porque a mí, pecador, indigno siervo tuyo, sin mérito alguno de mi parte, sino por pura concesión de tu misericordia, te has dignado alimentarme con el precioso Cuerpo y Sangre de tu Unigénito Hijo mi Señor Jesucristo. Te suplico, que esta Sagrada Comunión no me sea ocasión de castigo, sino intercesión saludable para el perdón; sea armadura de mi fe, escudo de mi voluntad, muerte de todos mis vicios, exterminio de todos mis carnales apetitos, y aumento de caridad, paciencia y verdadera humildad, y de todas las virtudes: sea perfecto sosiego de mi cuerpo y de mi espíritu, firme defensa contra todos mis enemigos visibles e invisibles, perpetua unión contigo, único y verdadero Dios, y sello de mi muerte dichosa. Te ruego, que tengas por bien llevar a este pecador a aquel convite inefable, donde Tú, con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres para tus santos luz verdadera, satisfacción cumplida, gozo perdurable, dicha consumada y felicidad perfecta. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.

INVOCACIONES AL SANTÍSIMO REDENTOR

Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh, buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti. Para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén.

OFRECIMIENTO PERSONAL

Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, cuanto soy y tengo; Tú me lo diste, a Ti, Señor te lo devuelvo todo. Dispón de mí según tu voluntad, dame tu amor y gracia, y esto me basta, pues no necesito ninguna otra cosa.


ORACIÓN A JESÚS CRUCIFICADO

Mírame, ¡oh mi amado y buen Jesús!, postrado en tu presencia: te ruego, con el mayor fervor, imprimas en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad, verdadero dolor de mis pecados y firmísimo propósito de jamás ofenderte; mientras que yo, con el mayor afecto y compasión de que soy capaz, voy considerando y contemplando tus cinco llagas, teniendo presente lo que de Ti, oh buen Jesús, dijo el profeta David: "Han taladrado mis manos y mis pies y se pueden contar todos mis huesos." (Salmo 21, 17-18)

ORACIÓN UNIVERSAL ATRIBUIDA AL PAPA CLEMENTE XI

Creo en Ti, Señor, pero ayúdame a creer con más firmeza; espero en Ti, pero ayúdame a esperar con más confianza; te amo, Señor, pero ayúdame a amarte más ardientemente; estoy arrepentido, pero ayúdame a tener mayor dolor. Te adoro, Señor, porque eres mi creador y te anhelo porque eres mi último fin; te alabo porque no te cansas de hacerme el bien y me refugio en Ti, porque eres mi protector. Que tu sabiduría, Señor, me dirija y tu justicia me reprima; que tu misericordia me consuele y tu poder me defienda. Te ofrezco, Señor mis pensamientos, para que se dirijan a Ti; te ofrezco mis palabras, para que hablen de Ti; te ofrezco mis obras, para que todo lo haga por Ti; te ofrezco mis penas, para que las sufra por Ti. Todo aquello que quieres Tú, Señor, lo quiero yo, precisamente porque lo quieres Tú, quiero como lo quieras Tú y durante todo el tiempo que lo quieras Tú. Te pido, Señor, que ilumines mi entendimiento, que inflames mi voluntad, que purifiques mi corazón y santifiques mi alma. Ayúdame a apartarme de mis pasadas iniquidades, a rechazar las tentaciones futuras, a vencer mis inclinaciones al mal y a cultivar las virtudes necesarias. Concédeme, Dios de bondad, amor a Ti, odio a mí, celo por el prójimo, y desprecio a lo mundano. Dame tu gracia para ser obediente con mis superiores, ser comprensivo con mis inferiores, saber aconsejar a mis amigos y perdonar con mis enemigos. Que venza la sensualidad con con la mortificación, con generosidad la avaricia, con bondad la ira; con fervor la tibieza. Que sepa yo tener prudencia, Señor, al aconsejar, valor frente a los peligros, paciencia en las dificultades, humildad en la prosperidad. Concédeme, Señor, atención al orar, sobriedad al comer, responsabilidad en mi trabajo y firmeza en mis propósitos.

Ayúdame a conservar la pureza de alma, a ser modesto en mis actitudes, ejemplar en mis conversaciones y a llevar una vida ordenada. Concédeme tu ayuda para dominar mis instintos, para fomentar en mí tu vida de gracia, para cumplir tus mandamientos y obtener la salvación. Enséñame, Señor, a comprender la pequeñez de lo terreno, la grandeza de lo divino, la brevedad de esta vida y la eternidad de la futura. Concédeme, Señor, una buena preparación para la muerte y un santo temor al juicio, para librarme del infierno y alcanzar el paraíso. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Oh María, Virgen y Madre Santísima, he recibido a tu Hijo amadísimo, que concebiste en tus inmaculadas entrañas, criándolo y alimentándolo con tu pecho, y lo abrazaste amorosamente en tus brazos. Al mismo que te alegraba contemplar y te llenaba de gozo, con amor y humildad te lo presento y te lo ofrezco, para que lo abraces, lo ames con tu corazón y lo ofrezcas a la Santísima Trinidad en culto supremo de adoración, por tu honor y por tu gloria, y por mis necesidades y por las de todo el mundo. Te ruego, piadosísima Madre, que me alcances el perdón de mis pecados y gracia abundante para servirte, desde ahora, con mayor fidelidad; y por último, la gracia de la perseverancia final, para que pueda alabarle contigo por los siglos de los siglos. Amén.

P. GUILLERMO R. CASTILLO OSB
1 Código de Derecho Canónico c 898
2 Juan Pablo II: Carta Dominicae Cenae 11.
3 Código de Derecho Canónico c. 1210.
4 Institutio generalis Missalis Romani 2002, nº 274.
5 Instrucción General del Misal Romano nº 274.
6 Instrucción General del Misal Romano nº 274: Pero si el tabernáculo con el Santísimo Sacramento está en el presbiterio, el sacerdote, el diácono y los otros ministros hacen genuflexión cuando llegan al altar y cuando se retiran de él, pero no durante la celebración misma de la Misa.
7 Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración
8 Instrucción General del Misal Romano nº 45: Ya desde antes de la celebración misma, es laudable que se guarde silencio en la iglesia, en la sacristía, en el “secretarium” y en los lugares más cercanos para que todos se dispongan devota y debidamente para la acción sagrada.
9 Por ejemplo en el Oremos del sacerdote apenas termina el acto Penitencial, y antes de la oración Colecta: Instrucción General del Misal Romano nº 54. En seguida, el sacerdote invita al pueblo a orar, y todos, juntamente con el sacerdote, guardan un momento de silencio para hacerse conscientes de que están en la presencia de Dios y puedan formular en su espíritu sus deseos. Entonces el sacerdote dice la oración que suele llamarse “colecta” y por la cual se expresa el carácter de la celebración.
10 Instrucción General del Misal Romano nº 45. Debe guardarse también, en el momento en que corresponde, como parte de la celebración, un sagrado silencio. Sin embargo, su naturaleza depende del momento en que se observa en cada celebración. Pues en el acto penitencial y después de la invitación a orar, cada uno se recoge en sí mismo; pero terminada la lectura o la homilía, todos meditan brevemente lo que escucharon; y después de la Comunión, alaban a Dios en su corazón y oran. Silencio después de la Homilía nº 136: El sacerdote, de pie en la sede o en el ambón mismo, o según las circunstancias, en otro lugar idóneo pronuncia la homilía; terminada ésta se puede guardar unos momentos de silencio.
11 Instrucción General del Misal Romano nº 56: La Liturgia de la Palabra se debe celebrar de tal manera que favorezca la meditación; por eso hay que evitar en todo caso cualquier forma de apresuramiento que impida el recogimiento. Además conviene que durante la misma haya breves momentos de silencio, acomodados a la asamblea reunida, gracias a los cuales, con la ayuda del Espíritu Santo, se saboree la Palabra de Dios en los corazones y, por la oración, se prepare la respuesta. Dichos momentos de silencio pueden observarse oportunamente, por ejemplo, antes de que se inicie la misma Liturgia de la Palabra, después de la primera lectura, de la segunda y, finalmente, una vez terminada la homilía.
12 Instrucción General del Misal Romano nº 78: La Plegaria Eucarística exige que todos la escuchen con reverencia y con silencio.
13 Instrucción General del Misal Romano nº 84: El sacerdote se prepara para recibir fructuosamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo con una oración en secreto. Los fieles hacen lo mismo orando en silencio.
14 Instrucción General del Misal Romano nº 88: Terminada la distribución de laComunión, si resulta oportuno, el sacerdote y los fieles oran en silencio por algún intervalo de tiempo. nº 271: Terminada la purificación del cáliz, es conveniente que el sacerdote guarde un intervalo de silencio; en seguida dice la oración después de la Comunión.
15 Instrucción General del Misal Romano nº 101. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm. 24.
16 Benedicto XVI: Verbum Dómini: Exhort. Apost. Nº 58.
17 Redemptionis Sacramentum n° 122-123: Cita algunos números de la Ordenación General del Misal Romano (ns 336-337) y los reafirma con autoridad: El alba está “ceñida a la cintura con el cíngulo, a no ser que esté confeccionada de tal modo que se adhiera al cuerpo sin cíngulo. Antes de ponerse el alba, si no cubre totalmente el vestido común alrededor del cuello, empléese el amito”. “La vestidura propia del celebrante en la Misa y en otras acciones sagradas que directamente se relacionan con ella, es la casulla o planeta, si no se indica otra cosa, revestida sobre el alba y la estola”. Igualmente, el sacerdote que se reviste con la casulla, conforme a las rúbricas, no deje de ponerse la estola. Todos los Ordinarios (Obispos) vigilen para que sea extirpada cualquier costumbre contraria.
18 Redemptionem Sacramentum nº 126.
19 A partir del s IX la Iglesia comenzó a dar in significado simbólico a los ornamentos del sacerdote. Esta aplicación ha sido rechazada por la teología litúrgica actual junto con la crítica histórica y arqueológica y la desacralización imperante. No obstante, sigue teniendo todo un valor teológico, espiritual y sagrado muy importante ya que parte de una verdad de fe: pues a su modo indican que en la Eucaristía Cristo reactualiza el Sacrificio del Calvario. Este modo de interpretación se remonta al monje benedictino Alcuino ( s IX ) quien fue el primero en aplicarla a la liturgia romana. Y luego sobre todo Amalario de Metz en: De ecclesiasticis officis, o Liber officialis: PL 105, 985-1242. Pero fue Inocencio III, siendo todavía cardenal Lothario, quien un poco antes de ser papa ( 1198 ), ante la profusión exagerada de comentarios alegóricos, se limita casi por completo a interpretar los signos litúrgicos en relación con la Pasión del Señor.
20 El origen de estas interpretaciones alegóricas se remonta a Alcuino (s IX ) quien fue el primero en aplicarla a la liturgia romana. Aunque quien lo usó a gran escala fue su discipulo Amalario de Metz en: De ecclesiasticis officis, o Liber officialis: PL 105, 985-1242. Pero fue Inocencio III, siendo todavía cardenal Lothario, quien un poco antes de ser papa ( 1198 ), ante la profusión exagerada de comentarios alegóricos, se limita casi por completo a interpretar los signos litúrgicos en relación con la Pasión del Señor.
21 Código de Derecho Canónico 899, 1: La celebración Eucarística es una acción del mismo Cristo y de la Iglesia, en la cual Cristo, Nuestro Señor, por el ministerio del sacerdote, se ofrece a sí mismo al Padre, substancialmente presente bajo las especies de pan y vino, y se da como alimento espiritual a los fieles unidos a su oblación.
22 Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto sobre el ministerio y la vida de los Presbíteros, Presbyterorum ordinis, núm. 5; Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm. 33.
23 “Impónme, Señor, en mi cabeza el casco de la salva-ción para combatir los ataques del demonio”. Oración del s IX, y tomada en el Sacramentario de Moissac ( S XI )
24 “Blanquéame, Señor, y limpia mi corazón; a fin de que, purificado en la Sangre del Cordero, saboree los gozos eternos”. Tomada, con algunas variantes, del Pontifical de Cambrai del siglo XII.
25 “Cíñeme, Señor, con el cordón de la pureza, y extingue de mis miembros el ardor de la carne, para que permanezca en mí el don de la continencia y de la castidad”. Oración de origen carolingio que aparece en el Sacramentario de Moissac ( s XI ).
26 “Concédeme, Señor, la estola de la inmortalidad que perdí por la prevaricación de nuestro primer padre: y aun-que accedo indigno a los sagrados misterios, te suplico que pueda alcanzar el gozo de la vida eterna”. Esta oración aparece en el siglo IX, en el Ordinario de la Misa de Amiéns.
27 “Señor, tú que dijiste: Mi yugo es suave y mi carga liviana; haz que pueda llevar tu cruz de tal manera que pueda alcanzar tu gracia. Amen”. Esta fórmula es de las más antiguas, pues ya aparece en el Sacramentario de Saint Gatien ( ss IX-X ).
28 Instrucción General del Misal Romano nº 337.
29 Nº 122-123.
30 Cfr Sgda, cong. Culto Divino: Instr. Liturgicae Instaurationes n 8, y Redemptionis Sacramentum 126: Sea reprobado el abuso de que los sagrados ministros realicen la Santa Misa, incluso con la participación de un solo asistente, sin llevar las vestiduras sagradas, o con sólo la estola sobre la cogulla monástica, o el hábito común de los religiosos, o la vestidura ordinaria, contra lo prescrito por los libros litúrgicos. Los Ordinarios (Obispos) cuiden de que este tipo de abusos sean corregidos rápidamente y haya, en todas las iglesias y oratorios de su jurisdicción, un número adecuado de ornamentos litúrgicos, confeccionados según las normas.
31 Juan Pablo II: Dominicae Cenae 12: Esta subordinación del ministro, del celebrante, al Mysterium que le ha sido confiado por la Iglesia para el bien e todo el pueblo de Dios, debe encontrar también su expresión en la observancia de las exigencias litúrgicas relativas a la celebración del Santo Sacrificio. Estas exigencias se refieren, por ejemplo, al hábito y particularmente a los ornamentos que reviste el celebrante. Es obvio que hayan existido y existan circunstancias en las que las prescripciones no obligan. Hemos leído con conmoción, en libros escritos por sacerdotes ex prisioneros en campos de exterminio, relatos de celebraciones eucarísticas sin observar las mencionadas normas, o sea, sin altar y sin ornamentos. Pero si en tales circunstancias esto era prueba de heroísmo y debí suscitar profunda estima, sin embargo, en condiciones normales omitir las prescripciones litúrgicas, puede ser interpretado como una falta de respeto hacia la Eucaristía, dictada tal vez por individualismo, o por un defecto de sentido crítico sobre las opiniones corrientes, o bien por una falta de espíritu de fe.
32 Instrucción General del Misal Romano nº 27 Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto sobre el ministerio y la vida de los Presbíteros, Presbyterorum ordinis, núm. 5; Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm. 33.
33 Juan Pablo II: Carta Dominicae Cenae 12: El sacerdote como ministro, como celebrante, como quien preside la asamblea de eucarística de los fieles, debe poseer un particular sentido del bien común de la Iglesia, que él mismo representa mediante su ministerio, pero al que debe también subordinarse, según una recta disciplina de la fe. Él no puede considerarse como “propietario”, que libremente dispone del texto litúrgico y del sagrado rito como un bien propio, de manera que pueda darle un estilo personal y arbitrario. Esto puede, a veces, parecer de mayo efecto efecto; puede también corresponder mayormente a una piedad subjetiva; sin embargo, subjetivamente, es siempre una traición a aquella unión que de modo especial debe encontrar la propia expresión en el sacramento de la unidad.
34 Instrucción: Inaestimábile Dónum (Introd) de la Sgda Cong. para los Sacramentos y el Culto divino, 3 de abril de 1980.
35 Cuando se dice que las manos están juntas se entiende: “TENER ANTE EL PECHO LAS PALMAS EXTENDIDAS, Y AL MISMO TIEMPO, JUNTAS, EL PULGAR DE LA DERECHA SOBRE EL DE LA IZQUIERDA PUESTO EN FORMA DE CRUZ” (Ceremonial de los Obispos ed 1886, I XI, 1).
36 Ceremonial de los Obispos nº 108
37 Redemptionis Sacramentum nº 67.
38 Benedicto XVI: Verbum Dómini: Exhort. Apost. Nº 59.
39 Sacrosanctum Concílium 35, 2: Las fuentes principales de la predicación serán la Sagrada Escritura y la liturgia, ya que es una proclamación de las maravillas obradas por Dios en la historia de la salvación o misterio de Cristo, que está siempre presente y obra en nosotros, particularmente en la celebración de la liturgia
40 Ordenación General de la Liturgia de las Horas: 165: La lectura de los Padres conduce asimismo a los cristianos al verdadero sentido de los tiempos y de las festividades litúrgicas. Además les hace accesibles las inestimables riquezas espirituales que constituyen el egregio patrimonio de la Iglesia y que a la vez son el fundamento de la vida espiritual y el alimento ubérrimo de la piedad. Y por lo que se refiere a los predicadores de la Palabra de Dios, tendrán así todos los días a su alcance ejemplos insignes de la sagrada predicación
41 Benedicto XVI: Exhortación Apostólica: Sacramentum Caritátis nº 46, 22 de febrero del 2007: La necesidad de mejorar la calidad de la homilía está en relación con la importancia de la Palabra de Dios. En efecto, ésta « es parte de la acción litúrgica »; tiene el cometido de favorecer una mejor comprensión y eficacia de la Palabra de Dios en la vida de los fieles. Por eso los ministros ordenados han de « preparar la homilía con esmero, basándose en un conocimiento adecuado de la Sagrada Escritura ». Han de evitarse homilías genéricas o abstractas. En particular, pido a los ministros un esfuerzo para que la homilía ponga la Palabra de Dios proclamada en estrecha relación con la celebración sacramental y con la vida de la comunidad, de modo que la Palabra de Dios sea realmente sustento y vigor de la Iglesia. Se ha de tener presente, por tanto, la finalidad catequética y exhortativa de la homilía. Es conveniente que, partiendo del leccionario trienal, se prediquen a los fieles homilías temáticas que, a lo largo del año litúrgico, traten los grandes temas de la fe cristiana, según lo que el Magisterio propone en los cuatro « pilares » del Catecismo de la Iglesia Católica y en su reciente Compendio: la profesión de la fe, la celebración del misterio cristiano, la vida en Cristo y la oración cristiana.
42 Benedicto XVI: Verbum Dómini: Exhort. Apost. Nº 59.
43 Benedicto XVI: Verbum Dómini: Exhort. Apost. Nº 59.
44 Redemptionis Sacramentum nº 67.
45 Traducción del Misal Romano de la Conferencia Episcopal Española, y adoptada por las Conferencias Episcopales de Cuba, Ecuador, Perú y Puerto Rico (1990).
46 De distinguo, is, xi, ctum, ere.
47 Instrucción General del Misal Romano nº 43: Por otra parte, estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración.
48 Catecismo de la Iglesia Católica N. 1385; cf. Código de Derecho Canónico, can. 916; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can. 711: Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar.
49 El Código de Derecho Canónico dice: CIC 919 #1 Quien vaya a recibir la santísima Eucaristía, ha de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos desde una hora antes de la Sagrada Comunión, a excepción de agua y de medicinas.
Los que van a recibir el Sacramento no lo hagan sin estar durante al menos UNA HORA EN AYUNAS de alimentos y bebidas, a excepción del agua y de las medicinas. (Introducción del Ritual de la Sagrada Comunión y del Culto de la Eucaristía fuera de la Misa nº 24 –21 de junio de 1973-).
50 Constitución Apostólica Paenitemini I; de su Santidad Pablo VI el 17 de febrero de 1996
51 Cf. 1S 7, 6; 1R 21, 20.27; Jr 36, 9; Jon 3, 4- 5.
52 Cf. 1S 31, 13; 2S 1, 12; 3,35; Ba 1, 3-5; Jdt 20, 26.
53 Cf. Jdt 4, 8.12; Est 4,15-16; Sal 34, 13; 2Cro 20, 3.
54 Cf. 1S 14, 24; 28 12,16; Esd 8, 21.
55 Cf. 1S 7, 3; Jr 36, 6-7; Ba 1, 17-18; Jdt 8, 16-17; Jon 3, 3; Za 8, 19-21.
56 Cf. Is 58, 6-7; Tb 12, 8-9.
57 Cf. Lv 16, 31.
58 Cf. Dn 10, 12.
59 Cf. Dn 9, 3.
60 Cf. Dn 9, 3.
61 Cf. Ex 34, 28.
62 Za 7, 5.
63 Sínodo sobre la Eucaristía: martes, 4 octubre 2005 (ZENIT.org).- El «arte de la celebración» («ars celebrandi») de la Eucaristía y sus aspectos concretos, como el de la comunión en la mano, son temas que están acaparando el interés de los participantes en el Sínodo. La cuestión de la comunión en la mano fue planteada por un obispo de Lituania, que se manifestó más bien en contra, pidiendo que siempre se hiciera en la boca. Más tarde, afrontó la cuestión el cardenal Francis Arinze, prefecto de la Congregación para el Culto y la Disciplina de los Sacramentos, quien explicó los argumentos a favor y en contra de esta práctica. Ahora bien, el purpurado nigeriano mencionó las dificultades que pueden surgir de la administración de la comunión en la mano, que permite el que una persona pueda llevarse la comunión sin comulgar. Isidro Catela, informador en español del Sínodo de los Obispos, explicó a los periodistas que se dio el caso de una persona que se guardó una hostia consagrada por Juan Pablo II y la vendió en una conocida empresa de subastas en Internet. En ocasiones también se han utilizado hostias para ritos satánicos. Por este motivo, el cardenal Arinze pidió a los sacerdotes que, cuando den la comunión en la mano, presten particular atención para que quien comulga no pueda perseguir otros fines. Por último, aclaró que es una decisión que depende de las conferencias episcopales de cada país.

Catela informó que los padres sinodales quieren subrayar la necesaria dignificación del rito eucarístico y algunos constataron que la ausencia de fieles en algunas misas dominicales se debe al «descuido en el "ars celebrandi"». Algunos padres sinodales preguntaron en los seminarios se está dando una «adecuada formación» en oratoria, estética y en la comprensión del significado del rito eucarístico.
Sobre los medios de comunicación y la transmisión de la Eucaristía por televisión, dos padres sinodales y también el arzobispo John P. Foley, presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, observaron que es deseable que se trate de «transmisiones que sean modelo y no motivo de mayor preocupación del creyente o de despiste».
VATICANO, 05 Oct. 05 (ACI).-Durante la Congregación General del martes por la tarde, ... Mons. Jan Pawel Lenga, de Karaganda (Kazakistán), -prelado que sufrió la persecución soviética- recordó los días en que la Eucaristía debía celebrarse a escondidas y lamentó que "entre las innovaciones litúrgicas en el mundo occidental, hay dos que oscurecen en cierto modo el aspecto de centralidad y el carácter sagrado de la Eucaristía: La desaparición del sagrario del centro y la distribución de la comunión en la mano". La comunión en la mano, dijo el Mons. Lenga, "se está divulgando e incluso imponiendo por comodidad, como si fuera una especie de moda". "Me gustaría hacer, por tanto, con humildad, las siguientes propuestas concretas: Que la Santa Sede establezca una norma universal motivada, según la cual el modo oficial de recibir la comunión sea en la boca y de rodillas; la comunión en la mano debería reservarse al clero", agregó el Obispo. Mons. Lenga señaló que "los obispos de los lugares donde se ha introducido la comunión en la mano, actúen con prudencia pastoral y reconduzcan gradualmente a los fieles al rito oficial de la comunión, válido para todas las Iglesia locales".
64 Código de Derecho Canónico c 843 n° 1: Los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos. Notificación sobre la Comunión en la mano (Congregación para el Culto divino, 3 de abril de 1985) n° 7: No se obligará jamás a los fieles a adoptar la práctica de la Comunión en la mano, dejando a cada persona la necesaria libertad para recibir la Comunión o en la mano o en la boca. Redemptionis Sacramentum n° 92: Todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la Sagrada Comunión en la boca (Cita el CDC 843, 1).
65 Notificación sobre la Comunión en la mano (Congregación para el Culto divino, 3 de abril de 1985) n° 1: La Comunión en la mano debe manifestar, tanto como la Comunión recibida en la boca, el respeto a la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Por esto, se insistirá, tal como lo hacían los Padres de la Iglesia, acerca de la nobleza que debe tener en sí el gesto del comulgante. Así ocurría con los recién bautizados del s IV que recibían la consigna de tender las dos manos haciendo “de la mano izquierda un trono para para la mano derecha, puesto que ésta debe recibir al Rey” (Catequesis mistagógicas de Jerusalén V, n 21).
66 Redemptionis Sacramentum n° 92: Si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en la mano.
67 Instrucción: Eucharisticum Mystérium n° 34 b. Ordenación general del Misal Romano n° 244 c; 246 b; 247 b: Cuando los fieles comulgan de rodillas no se exige de ellos otro signo de reverencia para con el Santísimo Sacramento, porque la misma genuflexión expresa adoración. Pero cuando se comulga de pie se recomienda encarecidamente que los que se acercan procesionalmente hagan una reverencia debida antes de la recepción del Sacramento.
68 Notificación sobre la Comunión en la mano (Congregación para el Culto divino, 3 de abril de 1985) n° 2: De acuerdo con la enseñanza de los Padres, se insitirá en el AMÉN, que pronuncia el fiel, como respuesta a la fórmula del ministro: “El Cuerpo de Cristo”. Este AMEN debe ser la afirmación de la fe: “Cuando te acercas a comulgar y el ministro te dice: “El Cuerpo de Cristo” tu dices: AMEN, esto es: ES VERDAD. Y lo que confiesa tu lengua, lo vivas con tu afecto” (San Ambrosio: De Sacramentis 4, 25).
69 Redemptionis Sacramentum 93: La bandeja para la Comunión de los fieles se debe mantener, para evitar el peligro de que caiga la hostia consagrada o algún fragmento.
70 Redemptionis Sacramentum 154: Como ya se ha recordado, “solo el sacerdote válidamente ordenado es ministro capaz de confeccionar el Sacramento de la Eucaristía, actuando in persona Christi” (Código de Derecho Canónico: c 900, 1). De donde el nombre de “ministro de la Eucaristía” sólo se refiere, propiamente al sacerdote. También, en razón de la Sagrada Ordenación, los ministros ordinarios de la Sgda Comunión son el Obispo, el presbítero y el diácono (Código de Derecho Canónico: c 910, 1), a los que corresponde, por lo tanto, administrar la Sgda Comunión a los fieles laicos, en la celebración de la Santa Misa. De esta forma se manifiesta adecuada y plenamente su tarea ministerial en la Iglesia, y se realiza el signo del Sacramento.
71 Juan Pablo II: Carta Dominicae Cenae 11: Conviene no olvidar el deber primordial de los sacerdotes, que han sido consagrados en su ordenación para representar a Cristo Sacerdote: por eso, sus manos, como su palabra y su voluntad, se han hecho intrumento directo de Cristo. Por eso, es decir, como ministros de la Sagrada Eucaristía, éstos tienen sobre las sagradas especies una responsabilidad primaria, porque es total: ofrecen el pan y el vino, los consagran y, luego distribuyen las sagradas especies a los participantes en la asamblea. Los diáconos pueden solamente llevar al altar las ofrendas de los fieles y, una vez consagradas por el sacerdote, distribuirlas. Por eso, cuán elocuente, aunque no sea primitivo, es en nuestra ordenación latina el rito de la unción de las manos, como si precisamente a estas manos fuera necesaria una especial gracia y fuerza del Espíritu Santo. El tocar las sagradas especies, su distribución con las propias manos, es un privilegio de los ordenados, que indica una participación activa en el ministerio de la Eucaristía.
72 Instrucción Inmensae caritatis III (Sgda Cong para la Disciplina de los Sacramentos, 1973): La designación de la persona idónea de que se habla en los números I y II, se hará teniendo presente el siguiente orden, que puede ser cambiado, sin embargo, por el Ordinario del lugar: lector, alumno del seminario mayor, religioso, religiosa, catequista, fiel varón o mujer.
73 Redemptionis Sacramentum 157: Si habitualmente hay número suficiente de ministros sagrados, para la distribución de la Sgda Comunión, no se pueden designar ministros extraordinarios de la Sgda Comunión. En tales circunstancias, los que han sido designados para este ministerio, no lo ejerzan. Repruébese la costumbre de aquellos sacerdotes que, a pesar de estar presentes en la celebración, se abstienen de distribuir la Comunión, encomendando esta tarea a laicos.
74 Redemptionis Sacramentum 158.
75 Ordenación General del Misal Romano nº 120: Terminada la distribución de la Comunión, EL SACERDOTE, vuelto al altar, recoge los fragmentos, si los hay; luego, en un lado del altar o en la credencia, purifica la patena o el copón sobre el cáliz, purifica también el mismo cáliz diciendo en secreto: “Haz Señor que recibamos”, y lo seca con el purificador. Si los vasos son purificados en el altar, los lleva un ministro a la credencia. Está, sin embargo, permitido dejar los vasos que se han de purificar, sobre todo si son muchos, en el altar o en la credencia, convenientemente cubiertos y sobre un corporal, para luego purificarlos después de la Misa, cuando ya se ha despedido al pueblo.
76 Instrucción General del Misal Romano: 163. Terminada la distribución de la Comunión, antes de cualquier otro detalle, el sacerdote bebe íntegramente él mismo, en el altar, el vino consagrado que quizás haya quedado; pero las hostias consagradas que quedaron, o las consume en el altar o las lleva al lugar destinado para conservar la Eucaristía. El sacerdote regresa al altar y recoge las partículas, si las hay; luego de pie, en el altar o en la credencia, purifica la patena o el copón sobre el cáliz; después purifica el cáliz diciendo en secreto: Haz, Señor, que recibamos, y seca el cáliz con el purificador. Si los vasos son purificados en el altar, un ministro los lleva a la credencia. Sin embargo, se permite dejar los vasos que deben purificarse, sobre todo si son muchos, en el altar o en la credencia sobre el corporal, convenientemente cubiertos y purificarlos en seguida después de la Misa, una vez despedido al pueblo.
77 Ordenación General del Misal Romano nº 138: Terminada la Comunión, el diácono vuelve al altar con el sacerdote. Recoge los fragmentos, si los hay, y luego lleva el cáliz y demás vasos sagrados a la credencia, y allí los purifica y coloca como de costumbre, mientras el sacerdote vuelve a su sede. Sin embargo, puede también cubrir decorosamente los vasos, dejarlos en la credencia sobre el corporal y purificarlos después de la Misa, una vez despedido el pueblo.
78 Ordenación General del Misal Romano nº 147 : Acabada la distribución de la Comunión, (el Acólito) ayuda al sacerdote o al diácono en la purificación y arreglo de los vasos sagrados. En ausencia del diácono, el acólito lleva a la credencia los vasos sagrados y allí los purifica y arregla
79 Pablo VI: Motu proprio: Ministeria quaedam VII, del 15 de agosto de 1972: Entre los oficios peculiares que hay que conservar y adaptar a las necesidades actuales se encuentran sobre todo aquellos que se relacionan más estrechamente con los ministerios de la palabra y del altar, llamados en la Iglesia latina lectorado, acolitado y subdiaconado; y es conveniente conservarlos y acomodarlos de modo que, en lo sucesivo haya dos ministerios, a saber: el del lector y el del ACÓLITO que abarquen las funciones correspondientes al subdiácono. Cfr Pablo VI: Motu proprio: Ad pascendum del 15 de agosto de 1972 I y III. AAS 64 (1972): Cumplidos los intervalos establecidos o a establecer por la Santa Sede, o por la Conferencia Episcopal, los candidatos (al sacerdocio) durante el curso teológico, “deben recibir los ministerios de lector, y ACÓLITO, si todavía no los han recibido, y ejercerlos durante un tiempo conveniente, para mejor prepararse a las futuras funciones de la palabra y del altar
80 Juan Pablo II: Quirógrafo sobre la Música Sacra N° 4: De acuerdo con las enseñanzas de san Pío X y del concilio Vaticano II, es preciso ante todo subrayar que la música destinada a los ritos sagrados debe tener como punto de referencia la santidad: de hecho, «la música sagrada será tanto más santa cuanto más estrechamente esté vinculada a la acción litúrgica». Precisamente por eso, «no todo lo que está fuera del templo (profanum) es apto indistintamente para franquear sus umbrales», afirmaba sabiamente mi venerado predecesor Pablo VI, comentando un decreto del Concilio de Trento, y precisaba que «si la música —instrumental o vocal—, no posee al mismo tiempo el sentido de la oración, de la dignidad y de la belleza, se impide a sí misma la entrada en la esfera de lo sagrado y de lo religioso». Idem. N ° 6: Conviene destacar que el canto y la música requeridos por la reforma litúrgica deben responder también a exigencias legítimas de adaptación e inculturación. Sin embargo, es evidente que toda innovación en esta delicada materia debe respetar criterios peculiares, como la búsqueda de expresiones musicales que respondan a la implicación necesaria de toda la asamblea en la celebración y eviten, al mismo tiempo, cualquier concesión a la ligereza y a la superficialidad. También se han de evitar, en general, las formas de «inculturación» elitistas, que introducen en la liturgia composiciones antiguas o contemporáneas que quizá tienen valor artístico, pero que utilizan un lenguaje incomprensible para la mayoría.
81 Vaticano II: Sacrosanctum Concilium 116: La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas.
82 Instrucción “Músicam sacram” 50 (Sgda Cong. De Ritos y del Consilium, 5 de marzo de 1967).
83 + Juan Pablo II: Quirógrafo sobre la Música Sacra N° 7. Centenario del Motu Proprio «tra le sollecitudini» (Roma, 22 de noviembre, memoria de Santa Cecilia, del año 2003): Entre las expresiones musicales que responden mejor a las cualidades requeridas por la noción de música sagrada, especialmente de la litúrgica, ocupa un lugar particular el canto gregoriano. El Concilio Vaticano II lo reconoce como «canto propio de la liturgia romana» al que es preciso reservar, en igualdad de condiciones, el primer puesto en las acciones litúrgicas con canto celebradas en lengua latina18. San Pío X explicó que la Iglesia lo «heredó de los antiguos Padres», lo «ha conservado celosamente durante el curso de los siglos en sus códices litúrgicos» y lo «sigue proponiendo a los fieles» como suyo, considerándolo «como modelo acabado de música sagrada». Por tanto, el canto gregoriano sigue siendo también hoy elemento de unidad en la liturgia romana. Como ya había hecho san Pío X, también el concilio Vaticano II reconoce que «no se excluyen de ninguna manera otros tipos de música sagrada, especialmente la polifonía, en la celebración de los oficios divinos». Por tanto, es preciso examinar con esmero los nuevos lenguajes musicales, para experimentar la posibilidad de expresar también con ellos las inagotables riquezas del Misterio que se propone de nuevo en la liturgia y favorecer así la participación activa de los fieles en las celebraciones.
+ Sínodo de la Eucaristía (2005): En la celebración de la Eucaristía, durante los encuentros internacionales, hoy cada vez más frecuentes, para expresar mejor la unidad y la universalidad de la Iglesia, se propone:

--sugerir que la concelebración de la santa misa sea en latín (excepto lecturas, homilía y oración de los fieles). Así también recítense en latín las oraciones de la tradición de la Iglesia y cántense eventualmente composiciones musicales de canto gregoriano;

--recomendar que los sacerdotes, desde el seminario, se preparen para comprender y celebrar la santa misa en latín, así como a usar oraciones latinas y saber dar valor al canto gregoriano;

--no descuidar la posibilidad de que los mismos fieles se eduquen en este sentido.

84 Vaticano II: Sacrosanctum Concilium 120: Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas, y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales.
85 Instrucción: Inestimábile Donum 17: Recomiéndese a los fieles no descuidar, después de la Comunión, una justa y debida acción de gracias, sea en la celebración misma, con un tiempo de silencio, un himno o un salmo u otro cántico de alabanza, sea después de la celebración, quedando si es posible, oración por un conveniente espacio de tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario