Con este dolor llegan silenciosas y abatidas al sepulcro. De pronto el silencio no es más el silencio de la ausencia, el silencio angustioso, ese silencio del que piensa que está solo consigo mismo sin poder escapar. De repente, el silencio es el lugar de una Palabra. Esa Palabra que se pretendía hacer callar ahora resuena nuevamente.
Felices Pascuas!
fr. Bruno Cadoré O. P.
Maestro de la Orden