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La importancia de una justa comprensión del principio “la Gracia supone la Naturaleza: Gratia supponit Naturam” en la Teología Espiritual.


En el secularismo reinante entre nosotros se oye citar con cierta frecuencia el principio de Santo Tomás “Gratia supponit naturam” con una comprensión semipelagiana. En un naturalismo que se aparta cada vez más de Dios este principio se suele usar para sostener que habría que alcanzar cierto grado de virtud o salud psicológica para esperar la ayuda Dios, como aplicando a la Gracia el adagio “quod natura non dat salmantica non praestat”. Esta secularización cae así en posponer, u olvidar directamente, medios imprescindibles de santificación que son tesoro de la Iglesia y los remplaza por Freud, o por el Yoga, Eneagramas, etc.

Santo Tomás de Aquino en el articulo 6 de la cuestión 109 de la I II despeja cualquier duda sobre una interpretación semipelagiana del principio “Gratia supponit naturam”, ya que aquí resuelve la tesis principal semipelagiana que postula que la preparación a la Gracia comienza por las fuerzas naturales.

El concepto mismo de Gracia como don libérrimo de Dios excluye toda preparación natural a la misma. Entre la Gracia, entitativamente sobrenatural, y los actos puramente naturales no hay ni puede haber ninguna clase de proporción. Luego también los actos puramente naturales no pueden revestir la condición de merito en el orden a la Gracia.

Por otro lado la Gracia es algo entitativa y formalmente sobrenatural; luego la incoación a la Gracia, o sea, la preparación a la misma, ha de ser formalmente sobrenatural. Pero una preparación formalmente sobrenatural no puede brotar de un principio que no sea sobrenatural.

Disponerse a la Gracia es ordenarse al fin último sobrenatural. Y ordenarse a Dios como fin último sobrenatural solo puede hacerlo Él, autor y fin del mismo orden. Luego sólo Dios, autor de la Gracia, puede ordenar y dirigir la criatura racional hacia la Gracia y por ella a la Bienaventuranza. Dios hace esta ordenación por medio del auxilio de la Gracia actual.

Rechazando Santo Tomas todo nexo entre las obras meramente naturales y la Gracia el axioma “al que hace lo que puede, Dios no le niega su gracia” en buena Teología hay que entenderlo así: “Al que hace lo que está en su poder con auxilio de la Gracia actual, Dios no le niega la Gracia habitual” o “Al que hace lo que está en su mano con el auxilio de la gracia actual, Dios no le niega las subsiguientes Gracias actuales”

Según podemos apreciar, Santo Tomás, lejos de confesar un semipelagianismo con el principio “Gratia supponit naturam”, quiere expresar que al obrar Dios en nosotros no violenta ni deja de lado nuestro propio ser y obrar. Al obrar Dios en nosotros no violenta ni deja de lado nuestra libertad, sino todo lo contrario, ella se ve recreada, con fuerzas renovadas, abierta a posibilidades nuevas jamás soñadas. La Gracia supone la naturaleza obrando intrínsecamente en ella.

Tal vez, el error que señalábamos al principio provenga de la secularización de la santidad: Si pensásemos que un santo es una persona exitosa al estilo del mundo fácilmente llegaremos a pensar que nuestra falta de santidad se deba a una falta de “dones naturales” o de “méritos naturales” para ella. Es evidente que este error se debe a una oposición o extrincesismo de naturaleza y Gracia, que si bien no hay que confundir, tampoco distinguir como si cada una actuase en un plano distinto y como si la naturaleza deba alcanzar con sus méritos a la Gracia, la Gracia nos precede, acompaña y corona toda obra buena. “Sin Mi no podeis hacer nada: Sine Me nihil potestis facere” Jn 15, 5.

(Imagen: Fresco de una residencia vaticana, en él se lee “La Gracia de Dios y nuestra firme voluntad nos obtendrán la exelencia de la virtud”, Foto Fr Lawrence Lew OP).

Traditio Spiritualis Sacri Ordinis Prædicatorum

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