El ojo es la lámpara del cuerpo.
Si tu ojo fuera simple, todo tu cuerpo estará luminoso
(Mt. 6, 22)
Después de habernos hablado de las obras de la justicia, para las cuales se exige la intención recta, respecto de la cual nos enseñó cómo se debe tender y trabajar para llegar al cielo, Nuestro Señor Jesucristo nos enseña en este párrafo la simplicidad de la intención, no sea que una parte del corazón tienda hacia el cielo y la otra hacia el mundo. Por eso el Señor ascendió al cielo, para que allí donde esté El siempre tienda la intención de nuestra mente, y llegue por su modo de vida (conversatione) a donde se dirige por la fe.
Aquí nombra tres cosas: primero la utilidad propia de la intención; segundo las distintas clases de intención, según sea del mal o del bien, agregando la consecuencia propia de cada una: si tu ojo fuera simple; tercero, de allí deduce una conclusión comparativa: Pero si la luz que hay en ti es tiniebla... Respecto a la primera trata de tres cosas: la naturaleza de la intención, la utilidad y a qué se refiere su uso.
La naturaleza está significada por el ojo cuando dice tu ojo. Dice ojo en cuanto a la naturaleza, tuyo en cuanto al dominio, pues entre aquellas cosas que están en nuestra potestad, la intención es una de las que más lo está.
Respecto a la naturaleza dice Platón que el ojo, al ver, dirige las acciones de todos los miembros del cuerpo y hace conocer; se compone de un fuego brillante y de membranas transparentes rodeándolo, a través de las cuales sale el rayo de luz interior y llega hasta las cosas vistas. Este fuego brillante conserva su naturaleza por el calor de modo que no se hiele y se vuelva inmóvil; y permanece no mezclado por su pureza, de modo que no se cubra de sombras; multiplica la luz con suavidad y muestra bien el objeto sobre el cual cae; para que pueda hacer esto es custodiado interiormente.
Según estas características de la naturaleza del ojo se explican las propiedades de la intención, enseñadas por diversos santos. San Juan
Crisóstomo dice que la intención es el ojo derecho, o sea espiritual, y ésta es la razón determinando el fin. La luz, que está en ella como un fuego brillante y puro, es la fe actuando por el amor: por la luz de la fe tiene la iluminación y por el calor de la caridad tiene la movilidad y el obrar. Porque así como los órganos de los sentidos cuando son privados del calor natural se hielan y quedan inmóviles, y literalmente se obscurecen los ojos por la contracción de las membranas, así también al enfriarse la caridad se congela el corazón y se vuelve tenebroso (Salmo 147, 17): ¿quién podrá soportar ante su frío?; (Eccli 43, 22): Sopla el viento del norte y congela las aguas". La luz de la fe ilumina la intención, para que vea hacia dónde tender y cuál debe ser el fin (Salmo 12, 4): Ilumina mis ojos; (Ef. 4): iluminados los ojos de vuestro corazón. Pues antes que estuviera la fe en el corazón, el hombre estaba como si no viera lo que es la materia del pecado (Hech. 9, 8): Con los ojos abiertos nada veía; pero cuando fue enseñado Pablo por la fe, escuchó de Ananías: El Señor Jesucristo me envió, El que se te apareció en el camino para que veas y seas lleno del Espíritu Santo.
Algunos santos agregan a esto la luz de la contemplación con la cual el ojo es iluminado aún más. Respecto de lo cual se dice en II Cor. 4, 6: Dios, que dijo que brillara la luz del seno de las tinieblas, hizo brillar la luz en nuestros corazones para iluminarnos en el conocimiento del Evangelio de Cristo. Así pues, iluminada y purificada la razón por medio de la fe, como dice en Hech. 15, 9: Purificando por la fe sus corazones, sabe qué se debe realizar, y establece el verdadero fin de nuestras obras. Sin embargo, San Agustín dice en otro lugar que "la intención es la voluntad con un fin". Pero para entender esto debemos saber que hay una intención que establece el fin y hay una intención que tiende con su mismo obrar hacia el fin. Como si a alguno que busca el camino que lo lleva hacia el fin, al cual pretende llegar caminando, se le muestra el camino de dos maneras: el que no va por ese camino se lo señala con el dedo, pero el que va por ese mismo camino se lo muestra caminando por el camino. El primer modo, en que la razón señala e indica el camino se llama intención, y el segundo modo es la voluntad como caminando por el afecto hacia el fin. A esto se refieren los santos cuando hablan de la intención.
La utilidad de la intención es como la de la lámpara, que dirige los pasos y muestra por dónde se ha de avanzar (Prov 31, 18): no se extinguirá en la noche su lámpara; (Luc. 12, 35): las lámparas ardiendo en vuestras manos. La lámpara emite su luz a través de algo transparente, como un vidrio u otro elemento translúcido. Así también la intención transmite la luz del concepto de la fe, de la ciencia, de la contemplación o del raciocinio natural a través de la transparencia de los sentidos y de los miembros del cuerpo, pues por medio de ellos se obra respecto de aquello que debe ser realizado. Así dice en Juan 5, 35: que Juan era una lámpara que arde e ilumina.
Este uso es en relación con el cuerpo; por eso dice de tu cuerpo. Y respecto a esto hay muchas explicaciones de los santos; y todos coinciden en distinguir dos sentidos del término cuerpo. De un modo decimos que el cuerpo es carnal en un sentido físico; no es en este sentido que lo tomamos aquí. De otro modo decimos que el cuerpo es órgano o instrumento de las potencias del alma por medio del cual actúa el alma; y así el cuerpo tiene una ley en sus miembros, que es el "fomes" o concupiscencia, por la cual se ofusca y necesita una iluminación que lo dirija; en este sentido se toma aquí el cuerpo. A este cuerpo se reducen todas nuestras obras, que se realizan con el corazón corpóreo, con los labios o con otros miembros, pensando, imaginando, hablando u obrando exteriormente. Así dice S. Juan Crisóstomo, que el cuerpo es un acto corpóreo. Y otros santos dicen que el conjunto de las acciones se llama cuerpo. En efecto, a causa de las tinieblas del fomes no conocemos cómo influya nuestro obrar en aquellos con que nos relacionamos, y qué resultados tenga, y por eso son llamados tiniebla los actos del cuerpo: Al varón a quien le está escondido el camino, Dios lo rodeará de tinieblas (San Agustín).
Si tu ojo. Los resultados del uso del ojo se ven en lo bueno y en lo malo. La bondad del ojo es la simplicidad, y su malicia es la duplicidad. Respecto de la simplicidad dice dos cosas: que es causa, y cuál sea su efecto. Respecto a lo primero dice: si tu ojo fuera simple, sin pliegues de doblez (o astucia engañosa) ni de error (Mat. 10, 16): Sed prudentes como serpientes y simples como palomas; (Cantar 3): Tus ojos son de paloma; (Cant. 4, 9): Heriste mi corazón en una de tus miradas, es decir, en la unidad y en la simplicidad, y tal es el ojo que mira lo eterno por medio de una intención recta.
Todo tu cuerpo será lúcido. Esto queda ya explicado por lo anterior (Luc. 11, 36): Si todo tu cuerpo fuera lúcido, no teniendo ninguna parte en tinieblas, todo él resplandecerá y te iluminará como el fulgor de una lámpara; (Prov. 4, 18) La senda del justo es como luz que brilla y crece hasta el día perfecto; (Sal. 4, 7): Señor, la luz de tu rostro ha sido puesta como un sello sobre nosotros; me diste la alegría del corazón; (Sab. 18, 1): Para tus santos hubo una luz máxima.
Pero si tu ojo estuviera enfermo (nequam). La maldad (nequam) del ojo consiste en el apartarse del camino recto, por ser bizco (desviado) (Eccli. 31, 14-15): Recuerda que el ojo enfermo es malo ¿Qué hay peor que el ojo codicioso? Todo mal o perversidad que afecta a todo el cuerpo y al obrar, el ojo lo muestra anunciando, conduce a él apartando del camino recto y nos une gozando del pecado. Por eso en el Génesis 3, 6 se pone el ojo como principio del pecado: Vio la mujer el árbol que era hermoso a la vista...
Dice enfermo (nequam) porque no puede hacer (nequit) más mal: porque el ojo malo hace todo el mal que puede hacer. Lo mismo dice en Lc. 11, 34: Todo tu cuerpo será tenebroso; (Tob. 5, 12): ¿Qué alegría puede haber para mí, que me siento en las tinieblas y no veo la luz del cielo?; (Job 3, 6): que las tinieblas posean esa noche y no se ilumine con la luz. (Sab. 17,5): Ninguna fuerza de fuego ni las límpidas llamas de los astros podrían iluminar aquella noche horrenda. (Prov. 4, 19): El camino de los impíos es tenebroso; no saben a dónde corren.
Pues si la luz que hay en ti es tinieblas. Este es el tercer punto donde pone como conclusión una comparación entre la intención espiritual y los actos corporales. Dice dos cosas, donde lo primero es causa de lo segundo. Primero: Si la luz de la intención espiritual, que es una luz natural, porque en ella está la luz del obrar bien ordenada en la razón; que hay en ti en el espíritu y como una potestad encomendada a ti, para que uses de ella para dirigir tus obras; es tinieblas: porque se ocultan o cubren los ojos; y así hace la intención (el deseo) de las cosas terrenas o carnales, que cubre los ojos para que no vean la luz; (Sal. 34, 6): que su camino se haga tinieblas y se vuelva resbaladizo, y que los persiga el ángel del Señor; (Eccli 21, 11): El camino de los pecadores está sembrado de piedras; y su fin es el infierno y las tinieblas y las penas.
¿Cuántas no serán las mismas tinieblas?
Esto es lo segundo y significa que si la intención que hay en ti y que tú bien conoces está oscurecida, los actos del cuerpo (que en sí mismo es tinieblas) careciendo de la luz de la intención por encima de ellos, serán densas tinieblas (Éxodo 10, 21): Fueron tan densas las tinieblas sobre los egipcios, que se podían palpar; (Sab. 17, 17): Todos estarán ligados con una sola cadena de tinieblas. Aunque el cuerpo sea en sí mismo tenebroso sin embargo es iluminado cuando la intención es luminosa, como hemos visto: (Miq. 7, 8) Cuando me siento en tinieblas, el Señor es mi luz; (Sal. 138, 12): La noche se iluminará como el día, y la noche será mi luz en mis delicias; (Is. 58, 10): En las tinieblas nacerá tu luz, y tus tinieblas serán como el mediodía.
* * *
Dos cosas son necesarias para los que son enviados como ovejas en medio de lobos: la sabiduría de la serpiente y la simplicidad de la paloma.
Vemos que, así como la naturaleza a veces hace a un animal como compuesto de dos, teniendo de uno la insidia y de otro la mansedumbre; y así lo insidioso se modera con la mansedumbre, como vemos en el (gugulus), que se compone del gavilán (sparverius) y la paloma; el gavilán caza las aves pequeñas y las devora, lo cual se da en menor escala en el gugulus, que no caza las aves, sino que busca los huevos y los come, poniendo en su lugar los suyos, y así en la época de nidificación, las aves pequeñas luchan contra él. Así hace el Señor: con elementos diversos construye algo, de modo que toma lo bueno de uno y de otro y los modela uniéndolos en uno solo, y así, para que la prudencia de la serpiente no se vuelva astucia, sino que se mantenga en la provisión del bien, lo une a la simplicidad de la paloma. Por esto la prudencia de la serpiente permanece siendo prudencia, y no se convierte en astucia, que se refiere al mal. La prudencia de la serpiente es tal, que sagazmente conoce y elige aquellas cosas con las cuales humildemente o más bien arrastrándose (serpendo) se dirige a tomar el antídoto contra el veneno de la antigua serpiente.
Según esto se ven tres cosas en la prudencia de la serpiente: la prudencia en cuidarse de los engaños y en elegir los bienes, la prudencia en despojarse de lo antiguo, la prudencia en el cuidado de su secreción venenosa.
Respecto a lo primero: (Prov. 1, 4) Para dar a los niños astucia y al adolescente ciencia e inteligencia, astucia para cuidarse de los engaños, ciencia para el modo de vida honesta, inteligencia para conocer las cosas divinas e interiores. Esta es la áspid sorda que a veces cierra sus oídos, para no oír la voz de los encantadores y del hechicero venenoso (cfr. Sal. 57, 5).
Los que vuelven su oído hacia Cristo, que es la piedra, pasan de largo con oído sordo por entre los engaños de promesas de los que los acechan con lisonjas o con amenazas, meditando la firmeza de esa piedra en todo momento. Esta prudencia le viene a la serpiente-paloma, como dice Aristóteles, de un humor sutil, por el cual también puede estirarse. Este humor significa la piedad y la extensión de la esperanza, porque por la piedad son benévolos con todos y por la esperanza de los bienes eternos no son conmovidos ni por los males ni por los bienes presentes (I Tim. 4, 8): La piedad es útil para todo y tiene promesas para la vida presente y la futura. Sobre la esperanza dice en Hebr. 6, 18-20: Tenemos la esperanza como áncora segura y firme de nuestra alma, que penetra hasta el interior del velo, donde entró Jesús el precursor.
Se despoja de su piel, porque es dura y áspera y se vuelve intolerable, como también en las aves se da el cambio de plumaje. Como la serpiente es larga, la saca por un agujero proporcionado, quitándola en primer lugar de la cabeza. Esta es la vida antigua, que se endurece por la costumbre, se vuelve áspera por la grosería de los pecados, y es inútil y nociva por la antigüedad de la concupiscencia, y se la abandona por el agujero de la penitencia (Ef. 4, 22): Dejad de lado el hombre viejo que se corrompe por los deseos del error; (Cant. 5, 3): Ya me despojé de mi túnica, ¿cómo me vestiré con ella?
Esta serpiente-paloma infunde la medicina del veneno por la altura del deseo de las cosas eternas, por la conformación con la cruz, por la belleza de la fe. Primero es la caridad, segundo la mortificación de la carne, tercero la devoción de la fe que obra por la caridad: (Num. 21, 8) Haz una serpiente de bronce y elévala sobre un palo; el que la mire vivirá; (Jn. 3, 14): Como exaltó Moisés la serpiente en el desierto, así debe ser exaltado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en El no perezca sino que tenga la vida eterna.
Así como se debe tener prudencia, apartándose del engaño de los encantadores, quitando los impedimentos de las virtudes, curando las mordidas venenosas, así también se debe tener mucho de paloma; es necesaria la simplicidad en la serpiente, porque la paloma, que no tiene nada de serpiente, es fácilmente seducida (Oseas 7, 11): Efraim es como una paloma seducida que no tiene juicio.
La simplicidad-prudencia (serpentina), o sea la paloma-serpiente, tiene el beso de sus labios en la dulzura de sus palabras, carece de la amargura de la hiel en el hígado de sus apetitos, tiene el gemido de la devoción en vez del canto de la vanidad, la belleza y la gracia de su modo de vida (conversatio) en vez de la pompa del fasto mundano, la simplicidad de la intención en vez de la doblez de los engaños del mundo y la hipocresía de los mentirosos, la cautela de cuidarse contra los raptores y ladrones de la virtud.
La palabra dulce es como el beso de la paloma para todos, (Eccli. 6, 5) La palabra dulce multiplica los amigos y disminuye los enemigos. Con esta palabra esta paloma-serpiente hizo cesar los vanos prodigios (Eccli 45, 2).
No tiene la hiel del apetito de venganza por las injurias recibidas (Hech. 7, 60): No les consideres este pecado porque no saben lo que hacen. Estas son las palomas de las cuales se dice (Cant. 2, 14): Mi paloma está en los huecos de la piedra y en las grietas de la muralla, porque así habitan, por imitación, en las llagas de Cristo, que es piedra por la constancia, que no pudo ser doblegado sino quebrado. Grieta de la muralla es la herida del costado, que fue hecha en el cuerpo desangrado y exánime, cuando el cuerpo fue en todos sus miembros como un muro enjuto y macerado, (murus macer), lo cual se dice muralla (maceria).
El gemido de la devoción está en la armonía de la oración (Is. 38, 14): Gimo como una paloma (Is. 59, 11) Gemimos como palomas al meditar, como la paloma canta en el interior del cuello, por eso su canto se llama meditación -y esto es propio de ella tan sólo- porque el canto de la devoción está más en el corazón que en los labios (S. Agustín): Cuando oréis a Dios con salmos e himnos, que esté en el corazón lo que se pronuncia con los labios.
La belleza y la gracia de su tierno modo de vida (conversatio) lo tiene porque no pretende nada pomposo (Cant. 2, 10): Amiga mía, hermosa mía, paloma mía. A ella la viste el Espíritu Santo que apareció como paloma sobre el Señor mostrando la nueva vestimenta de los renacidos (por el Bautismo).
Tiene la simplicidad de la intención, no la doblez hipócrita ni el engaño mundano, por eso dice el Cantar 4, 1: Tus ojos son de paloma; (Mt. 6, 22): Si tu ojo fuera simple, todo tu cuerpo será luminoso. Por esta prudencia de serpiente tiene la cautela para cuidarse de las aves rapaces para no ser arrebatada por el diablo. Por eso decimos que se asienta sobre las aguas, para que se refleje su sombra en el agua, es decir sobre el estudio de las Escrituras, que se significan por las aguas (Cant. 5, 12): Tus ojos como palomas que residen sobre los ríos de las aguas.
Esta paloma tiene buenas alas para volar y siempre vuelve al nido, y esto es propio de ella, de tal modo que si es llevada a tierras lejanas ella vuelve; y es muy fértil. Por lo primero se significa el volar en círculos por la predicación y la vuelta al nido de la sabiduría en la contemplación (Is. 60, 8): ¿Quiénes son que vuelan como nubes y como palomas hacia nuestras ventanas? Por lo segundo se significa la multitud de partos de la paloma en la conversión de las almas. Y este es el sacrificio ofrecido por el Señor (Lc. 2, 24): Ofrecieron por él dos tórtolas o dos pichones de paloma. Y este sacrificio redimió muchos sacrificios; pues no se pudo encontrar la ofrenda de los pobres para Cristo (Lev. 14, 21): Si hubiera un pobre que no puede encontrar un cordero para ofrenda... ofrecerá dos tórtolas o dos pichones de paloma.
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