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La estabilidad del corazón en el marco de la lectio divina. hna. Marta Hana I.M.D.


Hna. Marta Hanna

Instituto Mater Dei


La realidad del movimiento, de la inestabilidad y, con ellos, de la contingencia de este mundo, se impuso a los hombres como algo digno de ser considerado. Y en torno a este problema nació la Filosofía.

Panta rei, fue la sentencia lapidaria de Heráclito. Todo fluye, todo cambia, se muda, pasa, se desvanece. Una profunda mutabilidad afecta a todas las cosas y, de un modo particular, al hombre, siempre inquieto, siempre lanzado fuera sí mismo, en la búsqueda de nuevos horizontes.

Por la verdad que encierran estas palabras del filósofo de Éfeso, se emparentan con aquellas otras de la Verdad: "El mundo pasa y sus concupiscencias con él" (I Jn 2, 17).Todo cambia, el mundo pasa, todo lo que hay en él de perecedero, de caduco y, sobre todo, de pecado, el cual es -en el clarividente pensamiento de San Agustín- tendencia al no-ser. El mundo pasa; "sólo Dios permanece para siempre" (Is 40, 8).

Así, el corazón inquieto del hombre, devorado por la an-siedad, en tensión permanente hacia "El Más- allá de todo", sólo puede hallar descanso y estabilidad en Dios. "Porque nos creaste, Señor para Ti, nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti" (1).

¿Cómo conciliar estas dos fuertes tendencias que nos dividen: estas ansias que nos desbordan, lanzándonos fuera de nosotros mismos, y este clamoroso deseo de reposo, de estabilidad? ¿Dónde hallar estabilidad? ¿Sobre qué cimiento fundarla, sino sobre Aquel en Quien "no hay transmutación ni oscurecimiento de alteración" (Sant. 1, 17)?

Esta paradoja, inherente a nuestra condición, fue captada por los antiguos. Es lo que parece haber vislumbrado Heráclito, pues señala que -por el cambio- todas las cosas son una y lo mismo. "Unamos -dice- lo completo y lo incompleto, lo convergente y lo divergente, lo consonante y lo disonante..." (2), andar y permanecer, y puede ser que -en el marco de las Escrituras Santas- descubramos que peregrinar -esto es, ir de un lado a otro-, se identifica de algún modo con permanecer -morar de un modo estable-

Consideraremos, entonces, el papel de la estabilidad en la vida cristiana, en cuanto que, más que una virtud, es la condición de toda virtud. Y esto lo veremos primero a la luz de la Tradición y, posteriormente, en el marco de las Sagradas Escrituras.



Estabilidad y vida cristiana

El tratamiento de la estabilidad nos conduce primeramente a la Regla de San Benito y al, así llamado, voto de estabilidad. La palabra stabilitas (stabilitate, etc.) aparece numerosas veces en la Regla. En ella se dice que el que desea abrazar la vida monástica debe comprometerse a "perseverar en la estabilidad" (3), vale decir, a asumir todas las exigencias de este estado de vida, según la expresión concreta de la Regla, "bajo la cual quiere militar" (RB. 58, 10). Todo lo que la Regla impera debe ser practicado, con toda diligencia, en "el claustro del monasterio y la estabilidad en la comunidad" (4). Por eso, el monje promete, delante de toda la comunidad, que permanecerá en ella para ejercitarse en la búsqueda de Dios y en el amor a Jesucristo por sobre todas las cosas: "... prometa su estabilidad y conversión de sus costumbres y obediencia, delante de Dios..." (5).

Aunque característica de esta familia monástica, la estabilidad es una propiedad de toda consagración religiosa; más aún, de la misma vida cristiana, en cuanto que por el bautismo, todos somos consagrados a Dios. Por eso, desde sus orígenes, la vida religiosa ha estado ligada a la estabilidad. Un hermoso apotegma nos da cuenta de ello.

"Un hermano preguntó a abba Antonio: ¿Qué debo hacer para agradar a Dios? Y respondió el Anciano: Guarda lo que te digo: dondequiera que vayas ten siempre a Dios delante de tus ojos. Cualquier trabajo que hagas, hazlo a ejemplo de las Sagradas Escrituras. Y dondequiera que residas, no te muevas enseguida de allí, sino permanece, con paciencia, en el mismo sitio. Porque si cumples estas tres cosas, te salvarás" (6).

La enseñanza que el Padre de los monjes da a este hermano se resume en otras palabras, comunes entre los Ancianos: "Permanece en tu celda y ella te lo enseñará todo".

¿Por qué esta insistencia en la permanencia en un sitio -stabilitas in congregatione, in monasterio-? (7). Varios son los motivos. En primer lugar, porque los antiguos padres habían comprendido la estrecha relación que existe entre estabilidad, incluso en un sentido local, y perseverancia en el estado de vida abrazado libremente. Por eso los Ancianos enseñaban que el deseo de deambular, de cambiar de celda o de monasterio - según los casos- solía ser fruto de la acedia y podía acarrear la pérdida de la vocación.

En segundo lugar, porque dada su naturaleza, el hombre necesita signos sensibles, externos, que le hablen de lo que no está al alcance de sus sentidos y, en este caso, que le recuerden el compromiso asumido.

En tercer lugar, porque la estabilidad en la celda es maestra de vida. "Tu celda te lo enseñará todo". ¿Qué es ese "todo", sino aquello "bueno que hay que hacer para obtener la vida eterna" (cf. Mt 19, 16)? Para salvarse, ante todo, es preciso "cumplir los mandamientos" (v. 17). Pero esto solo no basta para "ser perfectos como el Padre celestial es perfecto" (Mt 5, 48). Se precisa algo más; algo que puede expresarse mediante una multitud de preceptos -como hace San Benito en el capítulo 4º de la Regla-, o en una breve frase: "Amar es cumplir la Ley entera" (Rm 13, 10).

Todas estas obras buenas, que en última instancia lo son en tanto y en cuanto proceden del amor y lo manifiestan, deben cumplirse en el "taller" (officina, dice la RB, 4, 78), que es la celda o el monasterio. Perseverar allí es ya prenda de salvación, puesto que "sólo el que persevere hasta el fin, se salvará" (Mt 24, 13). Aún a riesgo de parecer tautológico, hay que decir que solamente aprende a perseverar el que persevera, el que permanece, el que guarda fielmente aquella disposición inicial -el amor primero (cf. Ap 2, 4)- que lo llevó a ingresar en el monasterio.

De lo dicho se desprende que la estabilidad es mucho más que la mera permanencia en un lugar, aunque esto también sea importante. Es más, incluso, que la mera conservación de un estado, por inercia. Stabilitas es la fidelidad a la palabra dada; es la respuesta conciente y libre, mantenida firmemente a lo largo de la vida. Es el fiat de la Virgen Madre, actualizado renovadamente hasta llegar a la Cruz, y más allá de ella, en virtud de lo cual María Santísima se constituye en Corredentora, partícipe de modo eminente en el misterio de la Pasión y Resurrección de su Hijo.

La Virgen Madre es el arquetipo de la estabilidad. Ella es Virgo Fidelis, Virgen fuerte y fiel, potente en la resistencia, perseverante hasta el fin. De ello da testimonio el discípulo amado diciendo simplemente: "Stabant - eistékeisan - iuxta crucem Iesu Mater eius, ..." (Jn 19, 25). Aquí, para gozar del texto, es bueno detenerse unos momentos en su riqueza semántica.

El Evangelista dice de María Santísima que stabat. El corazón de este verbo sto, -as, -are (equivalente del griego ístemi) es la raíz sta, que indica permanencia (8). Ambos verbos pueden traducirse sencillamente como estar; pero, si bien significan la presencia en un lugar (y ese sería el primer sentido literal de la frase: "Junto a la Cruz de Jesús, estaban su Madre, ...), no se agotan en esto. Pues, por empezar, designan un modo peculiar de presencia: un estar de pie, derecho, erguido. De allí que ambos se usen para significar la permanencia en un sitio, la firmeza, tanto en relación con el lugar como con el tiempo. Así se dice, p.e., de las naves ancladas y del mástil, que están. De este modo está la Virgen junto a la Cruz: de pie, erguida.

Por extensión, indican no sólo una postura física, sino una actitud del ánimo. Está el que persevera, el que tiene la disposición del combatiente y mantiene firmemente su posición; el que, de hecho, combate, el que subsiste, el que es fiel (9).

Así estaba María al pie de la Cruz. Por esta vía encontramos el sentido pleno de la perícopa: la Madre, de pie, erguida, persevera fielmente en el fiat pronunciado una y mil veces en su corazón, sin desfallecer. Se mantiene con constancia en su puesto de combate, junto a la Cruz, abrazando plenamente su condición de Corredentora.

Y, como la Virgen, así el monje. Y no sólo él, sino también el sacerdote, los esposos, todos aquellos que han abrazado libremente un estado de vida (no hay estado sin estabilidad) que sea escuela de santidad.

Al respecto es muy esclarecedor el comentario de G. Colombás a la RB:

"La estabilidad de la RB representa el compromiso monástico total, lo cual implica perseverancia en dicho compromiso hasta la muerte, la pertenencia a una comunidad determinada, la permanencia habitual en el recinto del monasterio en el que vive dicha comunidad..." (10).

Parafraseándolo, podemos decir que la estabilidad en el sacerdocio o en el matrimonio representa el compromiso sacerdotal o matrimonial total, lo cual implica perseverar en dicho compromiso hasta la muerte. De esta estabilidad es expresión la fórmula matrimonial, por la cual los esposos se prometen ser fieles , el uno al otro, "en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad,..." amándose y respetándose todos los días de su vida (cf. Ritual de sacramentos).

Hay que tener claro desde el primer momento que "muerte" no es solamente la separación del cuerpo y el alma. Hay algo de muerte en todo dolor, en toda contradicción, en las frustraciones e incomprensiones, que no faltan en ningún estado de vida. Es muerte la abnegación, indispensable para la buena convivencia. Más aún, es justamente en estos momentos de muerte cuando más firmemente hay que mantener la posición, el compromiso. El centinela no permanece en su puesto de guardia toda la noche, para abandonarlo en el momento en que divisa al enemigo; el piloto no sostiene firmemente el timón para soltarlo en el preciso instante en que se abate el temporal. Un varón no se compromete en una empresa, cualquiera sea, se trate de la conquista de un reino o de la conquista de un reinado en el corazón de una mujer, incluido el arrebato del Reino de los Cielos, para echarse atrás en el momento de probar su vigor. Por el contrario, es en estos momentos en los que aparece con todo su esplendor aquella disposición del corazón que llamamos stabilitas. Si para algo sirve esta disposición es para perseverar en medio de las pruebas, con paciencia y en la esperanza, lo cual es condición necesaria para cualquier victoria (11).

Pasamos así, de una primer sentido marcadamente local (aunque no exclusivo), a un sentido ético más profundo. La stabilitas es mucho más que permanencia en un lugar, es perseverancia en un compromiso asumido, en la palabra dada, en el estado de vida elegido.

"El monje permanece en el monasterio porque permanece en Cristo", comenta bellamente Von Balthasar (12). Este es el secreto de la auténtica stabilitas (13). El monje permanecerá en la vida monástica activamente y no por inercia, a condición de guardar aquel amor primero, que lo une con el Señor Jesús. Análogamente, el sacerdote, los esposos, todo cristiano, perseverará en lo suyo si permanece en Jesús, firmemente fundado en su Palabra, en su Amor inmutable (14).

Este es el sentido más profundo de la estabilidad: stabilitas es permanecer en Aquel que Es. Por eso a Santa Catalina de Siena, que anhelaba morar en la soledad de su retiro, establemente, a solas con El solo, al tiempo que se le ordena salir de su encierro se le enseña a permanecer en su celda. No ya la celda exterior, sino la celda interior, la del corazón, la de la hondura del alma, allí donde mora Dios (15). Las monjas tienen su clausura: paredes y rejas. Catalina tendrá la suya: sumergida en la Trinidad Santísima, Dios será su clausura, pues en El "vive, se mueve y es" (cf. Hch 17, 28 b).



Estabilidad y peregrinación

Comenzamos afirmando la caducidad de todas las cosas, su contingencia. Y constatamos que también nuestra vida está sometida a este continuo pasar. Estamos en el mundo, pero no somos de él (cf. Jn 17, 16), pues "no tenemos aquí ciudad permanente, antes buscamos la futura" (Hbr 13, 14). La nuestra es condición de "peregrinos y extranjeros" (Hbr 11, 13b) (16). A pesar de ello, la perseverancia aparece como conditio sine qua non para alcanzar, nada más y nada menos, que la Patria Futura, hacia la cual caminamos. Entonces surge claramente la exigencia de estabilidad.

Pero hay que tener presente que no se trata de oponer rigidez o quietud a la mutabilidad que afecta a todas las cosas -incluídos nosotros-. Aquí es donde volvemos a echar mano de las palabras de Heráclito, para buscar el camino por el que los contrarios se reducen a una misma cosa. Lo que queremos decir con esto es que la stabilitas es el corazón de la peregrinación, que la auténtica peregrinación sólo es posible para aquel que permanece.

En este continuo andar, que es nuestra vida, se esconde un permanecer. La vida cristiana es peregrinación porque es permanencia en Cristo; es un constante pasar por este mundo, por sobre las cosas de este mundo, porque es un estar en Dios. Algunos pasajes de las Escrituras Santas nos dan la clave de esto.

Leemos en el libro del Génesis que Dios ordenó a Abraham:

"Levántate, recorre el país a lo largo y a lo ancho, porque a ti te lo he de dar" (13, 17).

Y más adelante:

"Cuando Abram tenía noventa y nueve años, se le apareció YWHW y le dijo:’Yo Soy El Shadday, anda en Mi presencia y sé perfecto" (17, 1).

En ambos pasajes, el verbo hebreo es el mismo: "hitpael", que puede traducirse por: andar, deambular, rondar de aquí para allá, de casa en casa. Este es su sentido propio, con el que aparece en el primer texto (13, 17; cfr además Gn 3, 8; S 105, 13; 35, 14; 43, 2) (17). En todos estos casos, los LXX lo tradujeron por el verbo griego diodeuo, que significa: viajar, pasar por, a través de (18). Tal será la condición de Abrán: no será sino un nómade. Dios le promete una tierra y le manda recorrerla de un extremo a otro; mas no plantará su tienda de modo definitivo; no podrá construirse en ella una morada permanente; sólo una sepultura (cfr. Gn 23). Claramente lo dice la Carta a los Hebreos: "Por la fe, Abraham, ... peregrinó en la tierra de sus promesas como en tierra extraña, habitando en tiendas (...) Porque esperaba él ciudad asentada sobre cimientos firmes, cuyo arquitecto y constructor sería Dios" (Hbr 11, 9-10).

Sin embargo, éste no es el único sentido del verbo hebreo. En sentido impropio y ético el verbo significa lo contrario: no ya andar, sino morar habitualmente, con familiaridad, vivir en tierna compañía con, y, también, conducirse con confianza (19). Este es, evidentemente, el significado del verbo hitpael cuando se afirma de Henoc y de Noé que "anduvieron en la Presencia de Dios" (cfr. Gn 5, 22. 24; 6, 9). Ambos fueron gratos a Dios, pues se conducían rectamente, piadosamente, ante El. Así lo entendieron los LXX que, en estos casos, no tradujeron diodeuo sino euaresteo, que significa complacer, hacer grato, dar probadas muestras de benevolencia a alguno (20). Cuando traduce el hitpael, significa andar de continuo, pero también, llevar una vida santa, agradable a Dios, de cara a Dios. Complacer a Dios por la probidad e integridad de vida.

A Abraham lo llamamos "nuestro padre en la fe". En él tenemos el prototipo del creyente; por eso nos interesa especial- mente dilucidar qué le pide Dios. ¿Cuál es el sentido del mandato de Gn 17, 1?

Los LXX entendieron el verbo hitpael en el sentido impropio y ético, en cuanto designa una conducta; y así lo tradujeron por un verbo que no significa simplemente viajar sino, además, vivir en la presencia de Dios, siéndole grato (21). Tal como ellos lo tradujeron Dios le dice a Abraham: "Sé grato ante Mí y deviene irreprochable", poniendo el acento en el modo de vida.

Pero si nos atenemos al verbo hebreo (en su forma hitpael), Dios le manda peregrinar de continuo la tierra prometida toda, permaneciendo en Él. Abraham recorrerá la tierra de la promesa -y en esto está la peregrinación, el continuo pasar-, en Dios, como si pudiésemos decir "sin salirse" de Dios -y en esto está la estabilidad, la permanencia (22). Así, el mismo verbo significa andar continuamente y morar habitualmente, en la más íntima y cordial amistad con Dios (23). Esta ambigüedad no es signo de pobreza de lenguaje; mucho menos de pobreza de conceptos. Por el contrario, es signo de que se ha captado en profundidad la paradoja que entraña la vida humana, y en particular, la vida del creyente: está en Dios y, por ese motivo, no tiene aquí ciudad permanente. De allí que no haya porqué optar entre uno y otro sentido del verbo; perfectamente pueden combinarse ambos.

Hay que tener presente que Abraham no es ya "Abram", el hombre viejo; aun cuando, en ambos casos, todavía no ha recibido "el nombre nuevo" (cf. Ap 2, 17c), él ya es hijo de la resurrección. Dios le ha dicho primero: anastás, surge!, levántate!. Es el verbo de la resurrección. Y Dios lo dice y lo hace, lo nombra y lo crea.

Como hombre nuevo, recreado (y todo lo que es recreado, lo es a imagen de Cristo), tiene su vida "escondida -con Cristo- en Dios" (Col 3, 3). Allí tiene su morada, su permanencia, su corazón. Estándose allí, peregrina; quedándose habitualmente en Dios, camina sobre la tierra, a semejanza de la Semejanza Perfecta que "caminando por la tierra, tocaba el Cielo" (Sab 18, 16b).

Pero aún queda una cuestión por resolver: establecer si el verbo griego autoriza también esta lectura. Euaresteo encierra, según hemos visto un doble significado; pero no parecieran ser los mismos que los del verbo hebreo. Por el contrario, parecería que en todo caso da la idea de un andar, no de algún "estar". Sin embargo, en esta palabra y en la cosa por ella nombrada, creemos que se encierra, como la semilla en el corazón del fruto, la stabilitas. Hay que buscar dentro de la palabra hasta llegar a su raíz.

Euaresteo es un verbo compuesto por el prefijo eu = bueno y el verbo aresteo, que significa agradar, complacer. Se trata de un buen agradar. El verbo se emparenta con el sustantivo areté, que generalmente se traduce como "virtud", pero que expresa mucho más: la plenitud de una forma, particularmente de la humana, la eminencia, el estado de perfección alcanzado por alguna cosa, especialmente el hombre. También ingresan en la familia de esta palabra los adjetivos areion y aristos: mejor, más excelente, más fuerte, más valiente; el mejor (24).

Si profundizamos aún más, el verbo parece encerrar la raíz sta, la del verbo sto, -as, -are y su equivalente griego, la del sustantivo stabilitas, la del adjetivo stabiliter. No puede ser de otro modo, ya que euaresteo no significa un complacer momentáneo, pasajero, sino uno modo de vida, que indica de suyo permanencia. ¿Acaso afirmaría la Escritura de un varón que lleva una vida proba, de cara a Dios, si esto fuese solamente un episodio, un hecho circunstancial? Evidentemente no. Cuando dice de Henoch, de Noé y de Abraham, entre otros, que anduvieron en la presencia de Dios, que le fueron gratos, afirma que lo fueron de un modo habitual, a lo largo de su vida, establemente.

Volvamos al principio. Unamos andar y permanecer, y resulta que, de algún modo, andar es permanecer. Esto, porque Abraham era nómade, peregrino, no sólo "en espíritu" ("sintiéndose extranjero en una tierra extraña", como leemos en la Carta a los Hebreos), sino "en espíritu y en verdad" (Jn 4, 24). O, tomando otra expresión de San Juan: "no sólo de palabra... sino con obras y de verdad" (1 Jn 3, 18).

Con obras, porque estabilidad no es inercia, sino dinamismo. Con obras, ¿y cuáles, sino aquellas que es preciso obrar para alcanzar la vida eterna? Esto, como vimos anteriormente, puede expresarse de varios modos: Al pueblo de Israel, por mediación de Moisés, las obras buenas le fueron indicadas en la Ley. Sin embargo, de entre la multitud de preceptos, es posible espigar el primero, el principal, el precepto capital del cual dependen todos los otros. Y así le respondió Jesús al doctor de la Ley (Mc 12, 29-31). También para nosotros, el Señor Jesús resumió toda la Ley en un precepto antiguo y nuevo, diciéndonos: "amaos los unos a los otros como Yo os he amado" (Jn 13, 34).

A Abraham, no se le dijo ni de éste ni de aquel modo. El Señor le dijo simplemente: "sé grato ante Mí y deviene irreprochable" y con esto le dijo todo.

También a nosotros, como a nuestro padre Abraham, el Señor nos dice: levántate y camina! ¿Cómo? En Mi presencia, ante Mi, en Mi, permaneciendo en Mi, porque "...sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15, 5b); nada saludable, nada para alcanzar la vida eterna. También a nosotros como a aquel paralítico que le llevaron entre cuatro (25) nos dice: levántate y camina! (cf. Mt 9, 5), perdonando nuestros pecados, para que podamos devenir perfectos, "santos e irreprochables ante Dios por el amor" (Ef 1, 4).

ooooooooooooooooooooo

NOTAS

(1) S. Agustín, Confesiones, I, 1.

(2) Frag. 10.

(3) "Si promeserit de stabilitate sua perseverancia..." RB 58, 9. S. Benito, Regla de los monjes, Edición bilingüe, trad. P. Pablo Sáenz, o.s.b., ECUAM, 1990.

(4) "Officina vero ubi haec omnia diligenter operemur claustra sunt monasterii et stabilitas in congregatione" RB 4, 78.

(5) "Suscipiendus autem in oratio coram omnibus promittat de stabilitate sua et conversatione morum suorum et oboedientia, coram Deo..." RB 58, 17.

(6) Ap. 108, Recensión del Pseudo Rufino.

(7) El consejo de permanecer en la celda es un lugar común de la espiritualidad monástica. San Basilio, p.e., sólo admite el cambio de monasterio por motivos gravísimos, cuando hay serio peligro para el alma. Cf. García Colombás, El Monacato Primitivo, t. II. BAC, Madrid, 1975, p. 201- 203.

(8) La raíz STA y sus derivados, indican siempre lugar o permanencia en un lugar. 1- Basic form: *STA - : Latin: stare, status, statua, statutus, statura. Russian: suffixed from "staretz" (old, long standing. Middle Dutch: "stad", place, latin: ‘statio". Old English: " stede", place. 2- Suffixed form "stau -ro". Latin: "instaurare", etc. Greek: "stauros", cross, post, etc. 3- Reduced form st. Latin: "sistere" = prefix: ad-, con-, de-, ex-, in-, per-, re-, sub-. Greek: "histanai"= prefix: apóstasis, katastasis, éxtasis, etc.; "histos", web, tissne > "histo-" ; "stylos", pillar etc. Cf. INDO- EUROPEAN ROOTS, in The American Heritage, Dictionary, Willam Morris, N. York, 1969.

(9) Cf. Voz STO- AS- ARE en Blásquez Fraile, Diccionario Latino-Español, Sopena, Barcelona, 5º Ed.

(10) G. Colombás - Aranguren, La Regla de San Benito, B.A.C., Madrid, 1979, p. 461.

(11) Sabias son las palabras de San Ignacio de Loyola al respecto: "En momento de turbación, no mudar de decisión".

(12) Citado por Colombás-Aranguren, op. cit., p. 463.

(13) Por donde se ve claramente que la stabilitas loci (en el lugar) es signo de la stabilitas cordis (del corazón).

(14) "Porque los montes se correrán y las colinas se derretirán, pero mi amor de ti no se separará, dice YWHW , que tiene compasión de ti". (Is 54, 10).

(15) Se puede ver al respecto el trabajo del P. Alberto Justo, o.p., Catalina de Siena, Contemplativa, en Cuadernos de Espiritualidad y Teología, III, nº 5, 1993.

(16) En referencia a esto, escribe el P. Spicq de los verdaderos cristianos, aquellos que tienen conciencia de su condición de peregrinos sobre la tierra que "su único anhelo es mudarse de casa para estar con Cristo (cfr. Flp 1, 23), ‘ir a domiciliarse junto al Señor’ (II Cor 5, 8), porque El les ha asegurado que, en la am- plia mansión de Su Padre, hay muchas moradas (monai pollai)) , que les ha preparado una sitio (topon) y que allí donde El esté estarán también ellos (Jn 14, 2 - 3) ... De ahí que la vida presente (...) No puede ser vista más que como una peregrinación". Spicq, C., Vida Cristiana y Peregrinación según el Nuevo Testamento, B.A.C., Madrid, 1977, pp. 49- 50.

(17) En este sentido propio, puede connotar un modo de andar triste, errático, decaído, como lo indica el contexto del S. 35, p. e. Cfr. Lexicon Zorrel: hitpael: ambulare. 1. Sensu propio: CIRCUMIRE (Gn 3, 8); huc illuc migrare (Gn 13, 17 Ps 105, 13; tristis migrare (Ps 35, 14; 43, 2).

(18) H. G. Liddell & R. Scott, Greek-English Lexicon, Oxford, 1968, voz dio- deuo: travel through ; march through; pass away, of the cause of diseanse.

(19) Lexicon Zorrell, hitpael, 2- sensu impropio et ethico: pie familiariter conversari cum Deo: Gn 5, 22- 24; 6, 9; vivere coram deo, in servitio dei, I Sam. 2, 30; Gn 24, 40; 48, 15; 2 R 20, 3; Ps 56, 14; 116, 9.

(20) euaresteo: placeo, complaceo, documenta benevolentia alicui exhibeo. Gn 17, 1: vitam coram me probatam agas; ambulare coram Deo = Deo placere ob probitatem ac integritatem vitae. Cf. J. Schleusner, Novus Theraurus Philologico-Criticus.V.T., Lipsig, 1820. Aresko, anzropareskos, areskeia, arestos, euarestos, euaresteo: In the LXX , Aresko always means "to please", and the compound euaresteo is used to translate where this denotes the walk before God: Gn 5, 22, 24; 6: ; 17: 1 (euarestei enantion emou kai ginou amemptos); 24: 40; 48: 15; Ps 26:3; 35: 14; 56: 13; 116: 9; Sri. 44: 16. In Gn 39: 4 it is used por ... . This shows that the LXX uses euaresteo for an attitude. Cf. Kittel, Lexicon of the N.T.

(21) La Vulgata traduce en ambos casos, Gn 13, 17 y 17, 1, de modo semejante: "Perambulare" en el primero y "ambulare", en el segundo, dando la idea de movimiento de traslación.

(22) Abraham es llamado amigo de Dios (2 Cro 20, 7; Sant 2, 23), porque vive en íntima y cordial amistad con Él como puede verse claramente en el hermoso diálogo que mantienen con motivo del castigo de Sodoma (Gn 18, 23-33).

(23) X. León - Dufour afirma que "Israel, siempre nómada y luego exiliado, no ha experimentado nunca verdaderamente lo que es ‘permanecer’. Ni siquiera dispone de una palabra que exprese exactamente esta idea.... Hay que aguardar lo equivalentes griegos para lograr nuestras imágenes familiares de casa, estabilidad, permanencia.. Y sin embargo, este pueblo, siempre en marcha, sueña con reposar de las fatigas del desierto: querría instalarse y vivir en paz en la tierra que le ha prometido Dios (cf. Gn 49, 9.15; Dt 33, 12- 20)." Cfr. voz permanecer en X. León-Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 1978. Esta afirmación sólo puede ser válida si se entiende "permanecer" reductivamente, en cuanto estabilidad en un lugar y en relación al pueblo nómade, pues, el mismo autor, un poco más adelante menciona numerosas citas del Antiguo Testamento donde aparecen claramente las ideas de estabilidad, permanencia, constancia, inmutabilidad: cf. S 104, 5; Gn 8, 22; Dn 6, 27; etc. De todas maneras, el P. Spicq señala tres pasajes del A.T., en los cuales los LXX utilizan el verbo steko (mantenerse en pie, inmóvil, quedarse en su sitio): Ex 14, 13; Jue 16, 26; I Re 8, 11. Cf. Spicq C., Vida Cristiana y Peregrinación, ed. cit, p. 146- 147.

(24) Cf. supra Kittel. Boisacq, Emile, Dictionnaire Étimologique de la Langue Grecque, Paris, 1938.

(25) Aunque en los tres casos, la Vulgata traduce: "surge et ambula", exactamente igual que en el caso que nos compete, los Sinópticos emplean aquí otros verbos: "egeire kai peripatei". Sin embargo, se conserva aún así el sentido de resurrección, no sólo por el contexto -esta devolución de la potencia locomotiva es signo de la nueva vida que el paralítico recibe, al serle perdonados sus pecados-, sino además, porque se trata del mismo verbo que los Evangelistas emplean para expresar la Resurrección del Señor Jesús.Cf. Mt 27, 63-64: Meta treis emeras egeiromai. keleuson oun asfaliszenai ton tafon eos tes trites emeras, mepote elzontes oi mazetai autou klepsosin auton kai eiposin to lao, Egerze apo ton nekron, kai estai e esjate plane jeiron tes protes

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