Todas las personas, por supuesto, buscan tener conocimientos, pero ¿de que te sirve la ciencia sin el respeto a Dios?
- Ciertamente es mejor el obrero humilde que sirve a Dios que el engreído que estudia el movimiento de los astros pero se olvida de conocer su interior.
- El que bien se conoce a sí mismo acepta sus limitaciones y no se enorgullece ante las alabanzas y elogios de los hombres.
- Si conociera todo lo que puede conocerse en el mundo pero me faltara el amor, ¿de qué me serviría todo eso ante Dios que me juzgará por mis actos?
No albergues en ti deseos de saber demasiado porque a veces hay en ellos un gran estorbo y engaño.
Los estudiosos gustan de que los vean y tengan por sabios.
- Existen en este mundo ciertas cosas cuyo conocimiento en poco o nada aprovecha al espíritu y es ignorante aquel que prefiere ocuparse en ellas sin poner atención en las cosas tocantes a su salvación.
- La abundancia de palabras no sacia el alma pero la vida honesta es refrigerio de la mente, y la conciencia pura otorga gran confianza en Dios.
Mientras más y mejor conozcas con más gravedad seras juzgado si no vives santamente
- No te dejes llevar por la soberbia a causa de la habilidad que tengas en cualquier arte o ciencia, sino más bien teme por los conocimientos que te han confiado.
- Si consideras que sabes muchas cosas ten siempre la seguridad de que son muchas más las cosas que ignoras.
- ¿Por qué buscas sentirte superior a otros habiendo tantas personas más sabias y doctas que tú en la ley?
- Si quieres aprender y saber algo en verdad útil procura no ser conocido ni estimado.
Es esta una profunda y valiosísima lección: el verdadero conocimiento es la justa estima de sí mismo.
- Gran sabiduría y perfección es pensar bien de uno mismo reconociendo las virtudes de los demás, apreciándose y juzgándose humildemente.
- Si vieras a alguno pecar en público o cometer graves delitos, no debes considerarte mejor que él, ya que tú mismo no puedes saber por cuánto tiempo más podrás mantener tu recta conducta.
- Todos somos frágiles pero a nadie consideres más frágil que tú.
Capitulo II
De la justa estima de si mismo
Imitación de Cristo.
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