No hay, pues, duda de que el Sagrado Corazón de Jesús, al ser participante tan íntimo de la vida del Verbo encarnado, y al haber sido por ello asumido como instrumento de la divinidad, no menos que los demás miembros de su naturaleza humana, para realizar todas las obras de la gracia y de la omnipotencia divina, por lo mismo es también símbolo legítimo de aquella inmensa caridad que movió a nuestro Salvador a celebrar, por el derramamiento de la sangre, su místico matrimonio con la Iglesia: Sufrió la pasión Por amor a la Iglesia, que había de unir a si como Esposa. Por lo tanto, del Corazón traspasado del Redentor nació la Iglesia, verdadera dispensadora de la sangre de la Redención y del mismo fluye abundantemente la gracia de los sacramentos que a los hijos de la Iglesia comunican la vida sobrenatural, como leemos en la sagrada Liturgia: Del Corazón abierto nace la Iglesia, desposada con Cristo... Tú, que del Corazón haces manar la gracia
De este simbolismo, no desconocido para los antiguos Padres y escritores eclesiásticos, el Doctor común escribe, haciéndose su fiel intérprete: Del costado de Cristo brotó agua para lavar y sangre para redimir. Por eso la sangre es propia del sacramento de la Eucaristía… el agua, del sacramento del Bautismo, el cual, sin embargo, tiene su fuerza para lavar en virtud de la sangre de Cristo. Lo afirmado del costado de Cristo, herido y abierto por el soldado, ha de aplicarse a su Corazón, al cual, sin duda, llegó el golpe de la lanza, asestado precisamente por el soldado para comprobar de manera cierta la muerte de Jesucristo.
Por ello, durante el curso de los siglos, la herida del Corazón Sacratísimo de Jesús, muerto ya a esta vida mortal, ha sido la imagen viva de aquel amor espontáneo por el que Dios entregó a su Unigénito para la redención de los hombres, y por el que Cristo nos amó a todos con tan ardiente amor, que se inmoló a sí mismo como víctima cruenta en el Calvario: Cristo nos amó, y se ofreció a sí mismo a Dios, en oblación y hostia de olor suavísimo.
Ver documento completo: S.S. Pío XII, Carta Encíclica Hautetis Aquas, sobre la devoción al Sagrado Corazón
Primera mención del Sagrado Corazón, Salmo 22.
La 03:01.encontramos en el Salmo Profético que describe con lujo de detalles la Pasión comenzando con las palabras: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Da esta descripción del versículo 7 al 10 culminando con un elogio a María Sma. Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo, todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza: «Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre, que le salve, puesto que le ama!» Sí, tú del vientre me sacaste, me diste confianza a los pechos de mi madre; Narra el entorno de la Cruz en los versículos 13 al 16 en que toros y novillos hacen referencia a los 'cuernos' símbolos de poder que sobre la cabeza llevaban las autoridades del Templo: Novillos innumerables me rodean, acósanme los toros de Basán; ávidos abren contra mí sus fauces; leones que desgarran y rugen. Como el agua me derramo, todos mis huesos se dislocan, mi corazón se vuelve como cera, se me derrite entre mis entrañas. Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi garganta; Del 17 al 21 aparecen los romanos. Perros era el despectivo que daban los judíos a los gentiles: Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran, repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica. ¡Mas tú, Yahveh, no te estés lejos, corre en mi ayuda, oh fuerza mía, libra mi alma de la espada, mi túnica de las garras del perro; Y en el versículo 27, tras breve alusión a la Eucaristía viene la aclamación: Los pobres comerán, quedarán hartos, los que buscan a Yahveh le alabarán: «¡Viva por siempre vuestro corazón!»
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