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SE PREDICA A UN CRISTO DIMINUTO...



VATICANO (ACI).- Durante el encuentro que sostuvo ayer domingo con sacerdotes y religiosos en Asís con ocasión de su visita apostólica a la tierra de San Francisco, el Papa Benedicto XVI invitó a anunciar la santidad como meta de la vida cristiana.
Durante el encuentro realizado en la Catedral de San Rufino de Asís, el Santo Padre subrayó que “no basta” con que los millones de fieles que pasan por Asís admiren a San Francisco, sino que es necesario “que al sentirse atraídos por su carisma perciban el núcleo esencial de la vida cristiana y su ‘medida más alta’, la santidad”.
El Papa destacó que los cristianos de nuestro tiempo “tienen que enfrentar cada vez más a menudo la tendencia a aceptar un Cristo disminuido, admirado en su extraordinaria humanidad, pero rechazado en el misterio profundo de su divinidad. El mismo San Francisco sufre esa especie de mutilación cuando se le presenta como testigo de valores importantes, apreciados por la cultura actual, pero se olvida que su elección profunda, el centro de su vida, es la elección de Cristo”.
El Pontífice destacó que el nombre de Francisco, acompañado por el de Clara, “exige de la ciudad de Asís se distinga por un particular impulso misionero”; y señaló que por este motivo, “también es necesario que esta Iglesia viva de una intensa experiencia de comunión”.
Dirigiéndose a los sacerdotes y diáconos, el Santo Padre aseguró que su “entusiasmo, comunión, vida de oración y ministerio generoso, son indispensables". Frente al cansancio y el “miedo ante las nuevas exigencias y las nuevas dificultades, tenemos que tener confianza en el Señor, que nos dará la fuerza necesaria para realizar lo que nos pida. No dejará de enviar vocaciones si las imploramos con la oración y nos preocupamos de buscarlas y custodiarlas con una pastoral juvenil y vocacional rica de ardor y de inventiva, capaz de mostrar la belleza del ministerio sacerdotal”.
Benedicto XVI concluyó dirigiéndose a las personas consagradas, que “para la Iglesia constituís una riqueza grande, tanto en el ámbito de la pastoral parroquial como para tantos peregrinos, que a menudo vienen a pediros hospitalidad, y se esperan también un testimonio espiritual”.
Finalmente, a las religiosas de clausura, el Papa pidió “mantener alta la llama de la contemplación”, y ser “signos del amor de Cristo, al que puedan fijar su mirada todos los demás hermanos y hermanas expuestos a las fatigas de la vida apostólica y del compromiso laical en el mundo”.

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