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Algunas personas utilizan las palabras para zaherir y para cambiar el significado de la realidad de lo que pasa. Así, por ejemplo, cuando se utiliza el prefijo “ultra” se pretende decir que la persona a la que se le adhiere, por cualquiera causa, es una que, por lo general, se extralimita en lo que hace.
Tenemos un claro caso en lo siguiente: decir de una persona que es “ultracatólica”.
Tal término se utiliza para zaherir a los creyentes católicos que, simplemente, creen en Dios y tienen a la jerarquía eclesiástica como a lo que es: un grupo de pastores que guían al pueblo creyente. Y eso parece, les debe parecer a algunos, muy grave porque no se somete a su “idea” de lo que debe ser el catolicismo.
Así, si defiendes el no al aborto eres un ultracatólico porque lo católico debe ser, al parecer, favorecerlo y que quien quiera pueda hacer lo que le venga en gana con una vida ajena que es, además, lo más relativista y políticamente correcto que hay.
Por ejemplo, si eso del gaymonio (imposible matrimonio entre homosexuales) no es de tu agrado es que eres un ultracatólico porque lo lógico es que el catolicismo defienda que dos personas del mismo sexto contraigan matrimonio.
Si, es otro ejemplo, no te gusta mucho que se manipulen las células madre embrionarias es que eres un ultracatólico porque lo mejor y más moderno es manipular a los seres humanos y matar cuantos más, mejor.
Otro ejemplo de ultracatolicismo: no estar a favor de la teología de la liberación porque, al parecer, es bueno y benéfico para la religión católica que el marxismo se inmiscuya en la doctrina propia de tal religión y, así, posturas políticas de izquierda la dirijan.
Y así podríamos estar un buen rato porque hay muchos ejemplos a partir de los cuales te pueden llamar ultracatólico. Al parecer resulta más conveniente estar al siglo y no con Cristo; ser del mundo y no de Cristo; estar a favor de lo mundano y no de lo católico.
Aunque, a lo mejor, lo que pasa es que las personas que nos llaman ultracatólicos y están en el seno de la Iglesia católica es que no son católicas sino otra cosa muy distinta. Digamos, por ejemplo, humo de Satanás o cualquiera otra definición que a cualquiera de los que leen este artículo se les pueda ocurrir.
También es posible, claro, que yo diga esto porque soy un ultracatólico. Y, por cierto, a mucha honra porque no hay otra forma de defender la fe católica que defendiéndola. Le guste a quien le guste y no le guste a quien no le guste.
Entonces, a lo mejor, sí existen los ultracatólicos. Son, simplemente, católicos. Ni más ni menos.
Eleuterio Fernández Guzmán
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