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El relativismo y la Fe: El Reto Eclesial de la actualidad


El relativismo es la corriente filosófica imperante en esta sociedad contemporánea, la cual sostiene que la verdad es subjetiva y por tanto que, como señalara Benedicto XVI para ellos, “la praxis hace la verdad, no la presupone”; o en otras palabras “verum quia faciendum” (la verdad es para hacerse). Lo que supone que el hombre puede deformar la verdad a su conveniencia, pero una verdad deformada y subjetivizada no es la verdad,  pues la verdad es una sola e inalterable.

Con ese modo de pensar el hombre pierde su esencia, “se deshumaniza”, pues también relativiza su propio ser: su propia existencia; por lo que pasa a ser un ser subjetivo, y de igual manera sus creencias, es decir, lo que el hombre tiene como verdad: sus deseos, sus aspiraciones su fe.

Esta manera de ver la existencia nos hace creer que con tal de llegar a la felicidad es válido emplear cualquier medio, incluso si  este ha prescindido de la moral. Este relativismo moral ha llevado a una sociedad que se está destruyendo a sí misma y que no respeta los derechos fundamentales  del hombre como la vida misma y la dignidad, pues concibe al hombre como un ser meramente subjetivo, un algo materialista con el cual el hombre pasa a ser un mero objeto, el cual depende de su utilidad.

De acuerdo con la imagen que el hombre tenga de si mismo será la imagen que tenga de la felicidad, de lo absoluto, de Dios; por lo tanto si se tiene una concepción deformada de su propio ser, necesariamente tendrá una concepción deformada y errónea de la realidad misma y de la felicidad.

Dado que los designios de Dios son inexorables para el ser humano, el hombre nunca alcanzará a comprender ni siquiera una mínima parte del misterio de Dios por su condición de ser infinito, es Dios  quien se revela al hombre y va a su encuentro de diferentes maneras utilizando sucesos e instrumentos humanos para darse a conocer al hombre como un Dios justo y misericordioso que ha creado al universo y al hombre mismo, y se revela plenamente en su hijo Jesucristo nuestro redentor.

El hombre es un ser religioso por naturaleza pues Dios lo ha creado por y para Él, por este motivo Dios nos ha dado la fe como un don al cual debemos responder de desde nuestra propia realidad para entablar un diálogo continuo con el Creador por lo tanto la fe debe compenetrar al hombre de forma que permee hasta lo más íntimo de su ser y de lugar a un cambio radical en su forma de vida para que el cristiano en la praxis cotidiana que tiene sentido creer en Dios como Alguien que existe y es Persona.

En las religiones místicas orientales se nos presenta una imagen de un Dios lejano y apersonal (como lo podemos constatar en el budismo )  que para llegar a la trascendencia  debemos superar el mundo que se ve como un obstáculo (cuando en realidad es un medio) y creer en un algo lejano, del que, cada uno pueda dar su propia idea de lo que es ( mientras que nosotros como cristianos creemos en Alguien que es el camino, la verdad y la vida) y esta visión abstracta de Dios sería en el mejor de los casos “un ente de razón”.

Como no presentan dogmas ni institucionalización, y esto lleva a no tener un compromiso personal fijo y a que cada quien se quede con la imagen de Dios que le convenga, este tipo de movimientos místico  orientales han ganado adeptos  especialmente en países globalizados.

Algo similar sucede (aunque en menor medida) en algunas sectas protestantes y movimientos religiosos los cuales deforman la palabra de Dios a su conveniencia con el único fin de ganar fieles para su causa y su respectiva remuneración económica la cual dan para la salvación de sus almas.

La importancia de que nosotros como cristianos en nuestra “confessio fidei” creamos en un Dios que es persona radica en que al ser persona existe (es) y que no es un mero concepto o producto de la razón o de la imaginación sino una realidad sensible que continuamente va al encuentro del hombre y no cesa de llamarlo hacia si pues lo ama infinitamente. Por eso Cristo Jesús se hizo hombre porque así nos demuestra que es Dios, un Dios cercano, y que se hizo tangible al tomar, por medio de su madre  María Santísima, cuerpo humano y ser verdadero hombre y verdadero Dios y redimirnos de una vez y para siempre del mal y el pecado y nos enseña con su persona la manera de ser verdaderamente hombres en Él, es decir, llegar a ser aquello que es el fin último del hombre, aquello para lo que fuimos creados a imagen y semejanza del Creador y permanecer en su ser amoroso y alcanzar así la felicidad plena.

Por eso  ‘‘la revelación de Nombre inefable ‘Yo soy’ contiene a la verdad que es sólo Dios… Él solo es su ser mismo  y es por sí mismo todo lo que es’’ (CEC  213). Cristo al comparecer en el sanedrín que le pregunta que si Él es el Hijo de Dios, el responde ‘‘Yo soy’’ (Lc 22, 70) fundamenta que es Dios y todo en Él es.

Por la Eucaristía el hombre se cristifica y el mismo Cristo que es persona se hace presente bajo las especies de pan y vino, y como diría santa Teresita de Lisieux “lanza un dardo de amor al corazón del hombre”. El hombre recibe a Dios y obtiene una prenda de la futura gloria como memorial del sacrificio pascual de Cristo y su gloriosa resurrección, “fuente y cumbre de toda la vida cristiana” (LG 11).

Por eso la fe cristiana debe ser un encuentro y un diálogo continuo con el creador y debe llevarnos a una ascesis personal para que podamos configurarnos con Cristo y asimilar y hacer propia nuestra fe, que por su naturaleza como fruto de la comunicación amorosa de la Santísima Trinidad tiene un carácter comunitario, para compartirla con los demás pues la Verdad debe ser llevada siempre a la luz y al hacerlo el hombre se realiza plenamente.

El gran peligro del relativismo está en el hecho de que Dios pierde su lugar y “no puede actuar”. Y un Dios que no puede actuar no es Dios. Por lo tanto debemos creer en la verdad única que es Dios y mediante nuestra vida seguir de manera plena con toda nuestra persona a este Dios que es uno y trino.

René Descartes con su famosa frase “cogito ergo sum” establece la superioridad de la razón mas nosotros podemos cambiar un poco la frase: “credo ergo sum” (creo luego existo) o lo que sería lo mismo  “Amo ergo sum” (amo luego existo).     

Fuente: Miguel Placeres/adelantelafe.com

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