Oración de Santa Catalina de Siena
¡Deidad, Deidad, eterna Deidad! Confieso y no niego que eres mar de tranquilidad, donde se alimenta y nutre el alma que conforma su voluntad con tu elevada y eterna voluntad, que no desea sino nuestra santificación. Por eso, el alma que esto medita se despoja de su voluntad y se viste de la tuya.
¡Oh Amor dulcísimo! Me parece señal muy cierta de que se hallan en ti los que siguen tu voluntad a tu modo y no al suyo. El mejor indicio de que se han revestido de tu voluntad es que la buscan y no la de las criaturas racionales, y el no alegrarse de las cosas prósperas, sino de las adversas, a las que consideran ordenadas por tu voluntad, que se mueve únicamente por amor. Por eso aman las cosas como creadas por ti y a todas las juzgan buenas, y por lo tanto, dignas de amor; excepto el pecado , que no procede de ti, y , por consiguiente, no es digno de ser amado. Yo miserable entre los miserables, pequé amando el pecado.
Pequé contra el Señor; ten misericordia de mí.
Señor mío: castiga mis pecados. Purifícame, Bondad eterna, inefable Deidad. Escucha a tu sierva, no mires la multitud de mis maldades.
Te ruego que dirijas por el camino de la santísima cruz, a tu modo y no al suyo, el corazón y la voluntad de los ministros de la santa Iglesia, tu esposa. Que te sigan, Cordero degollado, pobre, humilde y manso; que sean criaturas angelicales, ángeles terrestres de esta vida, puesto que han de administrar el cuerpo y la sangre de tu unigénito Hijo, Cordero Inmaculado; que no sean como los animales, porque estos no gozan de la razón y nos son dignos de ti. Reúnelos y báñalos, piedad divina en el mar tranquilo de tu bondad, de modo que, por lo inútil que esperan, no estén perdiendo más tiempo lo que tienen.
Pequé contra el Señor; ten misericordia de mí.
Escucha a tu sierva. Yo miserable, te pido que escuches mi voz que te llama. También te ruego por los hijos que has querido que yo ame con singular amor a causa de tu inestimable caridad, ¡oh suma , eterna e inefable Bondad! Amén.
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