Lo que buscan los teólogos de la liberación, a partir de la preeminencia que está teniendo en algunos círculos vaticanos el "análisis marxista de la realidad", es que la Iglesia sepulte la universalidad de la Salvación cristiana frente al pecado, para mejor centrarla en el reduccionismo economicista del materialismo dialéctico, de tal manera que a través de una iglesia clasista, esto es, de pobres y para los pobres, sea entonces promotora de la "liberación" revolucionaria, temporal, material, dialéctica.
Al insertar a la Iglesia en la lucha dialéctica, la teología de la liberación alienta el paulatino abandono de toda creencia en lo trascendente; esto es, en el premio y/o castigo eternos; en la promesa en "la vida futura"; en la resurrección de los muertos y demás elementos constitutivos de la Fe.
En otras palabras, lo que la teología de la liberación propugna es hacer nugatorio a la vista de la gente el sacrificio de la Cruz y su valor redentor sobre todo el género humano, ya que según aquella, la muerte de Jesucristo --dada la evidente, palpable persistencia de la pobreza en el mundo--, estaría mostrando tanto la "inutilidad" como la ineficacia de la religión, de los dogmas, de la Iglesia institucional, de la catequesis, etc, puesto que lo "más importante"en estos momentos sería acabar con la pobreza, con el capitalismo, con la industrialización que "asesina" a la "Madre Tierra" a través de las agroindustrias.
Si se observa con detenimiento lo anteriormente dicho, se encontrará la raíz, la causa de que los mismos teólogos de la liberación estén propugnando en favor de la Comunión para los divorciados o para los homosexuales activos, por ejemplo, ya que para ellos, al no tener sentido la Cruz ni la Redención, la Misa queda convertida en una mera reunión, en un mero banquete, en una especie de solemne reparto o comunión de pizzas, de la que nadie debe quedar excluido --especialmente los que viven en pecado mortal--, dado que en esta etapa posreligiosa por la que propugnan los teólogos de la liberación, el carácter memorial del sacrificio pascual ya estaría careciendo de todo sentido, de todo valor. Para ellos,pues, a la luz del análisis marxista, del materialismo histórico, del materialismo dialéctico, el verdadero sacrificio y la única cruz, son la pobreza en sí; esto es, el nivel económico de cada persona. Por tanto, para los teólogos de la liberación, donde está la pobreza, "está" el llamado "lugar teológico". ¿Para qué, entonces, estudiar Teología? Se cambia, pues, la Gloria a Dios...por "la chuleta".
Ramón Plata Moreno y Federico Müggenburg, ya habían advertido esa grave desviación doctrinal desde hace 4 décadas, en Cartas Abiertas a los obispos. Su labor se inició en 1970, a través del Movimiento Cristianismo Sí.
Ramón y Federico, previnieron a obispos y cardenales del grave riesgo, que hoy se ha convertido en la realidad que nutre las bases del Cisma en la Iglesia... pero también pretende legitimar el uso de la violencia revolucionaria: es decir, utiliza la pobreza, como carnada revolucionaria y como "causa" lo mismo de la división y crisis de la familia que de la falta de paz en el mundo. (Vale decir que éste enfoque --producto del empleo del llamado "análisis marxista de la realidad"--, es falso, no es sostenible, pues habría que recordarles a los teólogos de la liberación encumbrados sobre todo en los claustros jesuíticos de la Ibero que, para empezar, Caín no empleó la violencia por ser pobre, ni por ser marginado o "excluido", como ahora gustan decir. La violencia es multifactorial y, en el fondo, tiene precisamente en sus raíces la carencia de la visión trascendente de la existencia, así como la concupiscencia humana)
Por lo demás, hablar de pobreza y de la labor que la Iglesia debería realizar en torno a ella, no es nada nuevo. Verlo como algo extraordinario, es producto de la desmemoria o la ignorancia en materia histórica. La Iglesia siempre ha realizado obras caritativas. Desde su inicio. De eso hay pruebas múltiples, empezando por los testimonios ofrecidos en el Nuevo Testamento sobre la atención a viudas, huérfanos y necesitados. Más bien, lo que los teólogos de la liberación buscan, mediante su trabajo en el campo, en las ciudades, en las "periferias", es insertar a los pobres en la lucha revolucionaria. Eso es. Y lo intentan y trabajan para implantar el socialismo, no el reinado social de Jesucristo.
Para algunos extraviados, por lo tanto, vale la pena recordar lo que explicó Ramón con toda claridad:
"El concepto de la salvación se ubica en el orden espiritual; abarca, pues, a toda la persona humana y ´comienza ciertamente en esta vida, pero tiene su cumplimiento en la eternidad´(Ev.Nunt., 27); mas se refiere a la relación de la creatura con Dios, su fin último, y sólo atiende a las otras creaturas en cuanto que ayudas u obstáculos para esta relación. En este sentido, a la salvación se le puede llamar "liberación plena" en tanto que lo es de los vínculos obstaculizantes que impiden alcanzar a Dios, vale decir el pecado.
"Esto quiere decir que hay otros factores de opresión o sujeción muy reales; mas si no obstruyen la relación del que los padece, con Dios, no son en sí objeto de la acción salvadora. Por eso el pobre, el cautivo, el ignorante, el enfermo, pueden estar oprimidos y. no obstante esto, salvarse. Su salvación no es condicionada a verse liberados de tales males; y tal situación, si no es causa de pecado para él, puede ayudarle a alcanzar a Dios"(Müggenburg, Federico, "La Otra Iglesia Imposible", p.200).
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José Antonio Pérez Stuart
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